“DESENREDAR” EL ODIO

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Bien se sabe que una bandera, un himno, son dispositivos que apelan a una identidad, una comunidad, un colectivo.

En el primer caso, es tan significativa la importancia que se le atribuye, que ha dado lugar a gestas simbólicas como el distintivo creado por el Comité Olímpico Internacional para abrigar las representaciones de personas refugiadas participantes en las dos ultimas ediciones de los Juegos Olímpicos.

Pero también la bandera como símbolo ha sido útil para mostrar amor y afecto aún contra aquello que ha hecho daño. Esto lo saben bien las personas centroamericanas en contextos de movilidad, que han partido en procesos colectivos en los últimos años y han caminado por carreteras y fronteras regionales tratando de llegar a destino final, particularmente Estados Unidos.

Las imágenes de personas caminantes enfundadas en la bandera de un país que un día ya nos les brindó protección, igualdad, seguridad, son quizá la mayor paradoja de los procesos identitarios modernos, pandémicos, distópicos que nos ha tocado vivir.

Sin embargo, cuando una insignia genera reacciones, la mayor de las veces negativas, quiere decir que su significado va más allá de la representación que se otorga.

Sucedió no más terminado el partido de la final de fútbol mayor en la categoría femenina costarricense. Las fotografías de algunas jugadoras del equipo campeón, Liga Deportiva Alajuelense, celebrando a más no poder y haciéndose acompañar de la bandera de la diversidad, generaron cientos de comentarios, muchos de ellos negativos y contrarios a la preferencia sexual de las jugadoras.

Son estos discursos los que requieren ser de alguna forma transformados para vivir en sociedades más justas e igualitarias. Recientemente fue presentado un estudio sobre contenidos de odio en redes sociales para el caso costarricense, en el que se informaba de forma preocupante como éstos han aumentado exponencialmente en el último año.

Realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Centro de Investigaciones en Comunicación (UCR) y la firma especializada en estudios sobre redes sociales COES, señala justamente que los tres principales temas objeto de discriminación en redes son la política, la orientación sexual y el género.

Este no es un tema menor en una sociedad cuya cohesión horizontal pareciera haberse agotado y en la que estaríamos próximos a presenciar no solamente hechos simbólicos sino también los relacionados con la violencia física.

Estamos a tiempo. Tal vez lo primero que nos toque hacer sea desenredar esa estructura de sentido que hace que un día sí y otro también insultemos al otro y la otra por su práctica política, su identidad o preferencia de vida.

Una bandera sigue siendo un dispositivo con el que muchos y muchas se acercan al amor y lo reivindican. Los que se van, las que se aman, quienes se anclan a una esperanza. Abracémonos en su significado, en lo que nos mueve como seres humanos. Que no sea el odio aquella práctica que nos gane la partida.