FIV, aborto y matrimonios igualitarios

FIV, abortos y matrimonio igualitario

Luis Ángel Salazar

Como librepensador que soy, opinaré sin prejuicio alguno sobre estos temas que han desatado una anacrónica reacción de parte de oportunistas liderzuelos, por dicha minoritarios de nuestra población, que vistiendo atuendos medievales y «torquemadeanos» -en alusión al tristemente célebre inquisidor español- han hecho de sus tesis caducas un trampolín olímpico para aterrizar en nuestra Asamblea Legislativa.

Como Pueblo costarricense y gracias a la evolución integral de nuestra sociedad, hemos venido adquiriendo niveles cualitativa y cuantitativamente superiores de análisis, que nos permiten entender que los temas que titulan este artículo deben ser desmenuzados racional y objetivamente, en el contexto de los nuevos tiempos que permiten superar los prejuicios, los oscurantismos y los fanatismos vernáculos para justipreciar los temas en cuestión y emitir y definir criterios, que le permitan a los actuales y futuros habitantes de nuestra Patria disfrutar, fortalecer y ampliar los Derechos Humanos (DDHH) en sus vigentes y futuras generaciones.

Debemos tener presente siempre que los DDHH son, entre muchas otras concepciones, los espacios y condiciones generales fundamentales -económicas, sociales, políticas, culturales, espirituales, ambientales, etc.- que requerimos los seres humanos para desarrollarnos individual, colectiva e integralmente en armonía con nuestra madre Naturaleza, en fin, la atmósfera sin la cual los humanos solamente vegetamos sin alcanzar jamás nuestra realización plena personal y colectiva. Estos espacios, estas condiciones, deben ampliarse y enriquecerse siempre pues, como queda claro, el ser humano es, como el universo mismo, devenir, es decir un proceso dialéctico y, por ende, en constante evolución hacia etapas superiores también esencialmente dinámicas.

Me preocupa y ocupa -por eso estamos siempre en la lucha- que, en nuestra Patria, después de más de medio siglo de vigencia jurídica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ninguno se cumpla plenamente a pesar de lo que, demagógicamente, los «líderes» politiqueros que nos han gobernado proclamen «urbi et orbi» todo lo contrario. Si no me creen hagan la prueba comparando lo que significan profundamente cada uno de los Derechos planteados con lo que vivimos cotidianamente, y eso que esta Declaración sólo recoge la primera generación y ya vamos por la tercera. ¡Lo repetiré constantemente hasta que realmente se logren materializar por completo los DDHH en nuestro cotidiano vivir! Valga la reflexión anterior pues el correcto abordaje de los tres temas propuestos supra involucra de una u otra forma a los DDHH.

La Fecundación In Vitro es un aporte científico, que cada día se perfecciona más, que se pone a disposición de quienes, padeciendo de infertilidad y habiendo probado todos los recursos médicos existentes, no han conseguido superar ese problema y siguen deseando traer al mundo a sus hijos. No es, como irresponsablemente comunican algunos detractores de esta técnica, una salida fácil a este problema que se emplea caprichosamente, ni mucho menos un irresponsable acto de «jugar a dios» decidiendo alegremente a cual de mis hijos mato y a cual no, ni un tratamiento que arruinaría a la CCSS, ni el fomentar negocios fabulosos, ni una práctica irresponsable que fomentaría la contratación de «vientres de alquiler» o la venta de niños. Todo lo contrario, es una cuidadosa forma ética, científica y legalmente concebida para, como último recurso, permitirle a los seres humanos su derecho fundamental e inalienable de traer, crear y amar a sus hijos e hijas.

En el resto del mundo, científicos, bioéticos y juristas humanistas perfeccionan constantemente este delicado tratamiento integral para reducir al mínimo cualquier peligro de violar el sagrado derecho a la vida por lo que, en nuestra Patria, lo menos que podemos hacer es abrir plenamente las puertas al debate y a la toma de decisiones muy seriamente meditadas y seleccionadas -en defensa plena de los DDHH- que finalmente sean aprobadas por la mayoría en las instancias legislativas constitucionalmente definidas como legales y, sin boicot alguno por parte de las minorías. En lo personal no soporto tipo alguno de «filibusterismo parlamentario».

El aborto se nos presenta como una realidad ineludible a estudiar y analizar desde, al menos, dos perspectivas que, de una u otra forma abarcan la casi totalidad constitutiva de ese delicado asunto: la ética y la jurídica. Estas guías fundamentales del quehacer humano, deben ser abordadas en este delicado asunto de manera tal que se deban evitar todo tipo de criterios fanáticos, subjetivos, caprichosos o movidos por bastardos intereses económicos o de trasnochadas capillas fundamentalistas y, por ende, irracionales. Por eso considero que la Ética, como rama de la Axiología, a la vez derivada de la Filosofía y, por lo tanto, creadora racional de valores determinadores de nuestras conductas a partir de las circunstancias económicas, sociales, políticas, culturales, ecológicas, etc, en medio de las cuales crecemos individual y socialmente, y la realidad jurídica vigente que, fundamentada en pilares éticos, y generada por el análisis de los factores precitados pero en particular a partir de consideraciones y decisiones políticas -este es uno, sino el principal factor que la ubica en un plano inferior al ético-, conforman, reitero, el marco desde el cual se debe analizar la problemática del aborto que se ubica en el campo de los Derechos Humanos, a mi entender, desde cuatro perspectivas: la de la madre, la del padre, la del nuevo ser humano y la de la sociedad que debe velar por los derechos de los tres.

Intentaré brevemente aportar, a título personal, algunas reflexiones para lo cual creo conveniente aclarar -por si alguien me otorga la cortesía de leerme por primera vez- que soy totalmente ateo por lo que no se me puede endilgar la pertenencia a ningún credo de ese tipo: He escuchado algunas mujeres defendiendo el aborto desde su derecho de imperio sobre su cuerpo, «mi cuerpo me pertenece, por lo tanto, yo decido sobre él y sobre mi derecho a abortar». Yo respeto el poder que tiene la mujeres sobre su cuerpo pero, el niño que al embarazarse lleva en sus entrañas, es un ser humano nuevo, con pleno derecho a existir y sobre el cual la madre lo que tiene es la obligación de darle la mayor protección posible. El padre de la criatura nueva también tiene como tal, todo el deber de proteger integralmente al nuevo ser en su natural y libre desarrollo y, de inmediato, se me hace necesario referirme al nuevo, ser que tiene, y aquí si seré radical e inamovible en mi posición sea cual sea el calificativo que se me dé, pleno derecho a ser protegido desde el momento en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, dicho esto desde la elemental biología genética y no, reitero, desde alguna posición religiosa. Sí, a partir de ese instante la madre, el padre y la sociedad humana adquieren el compromiso de darle las mejores condiciones posibles, para que el nuevo ser se realice como tal en todas sus posibilidades humanas.

Vale aclarar que esta posición la mantengo aún en el caso en que el embarazo sea producto de una violación pues, de nuevo, el niño así concebido no tiene culpa alguna de lo sucedido y adquiere, como cualquier otro procreado en diferentes circunstancias, el derecho de nacer, crecer y realizar todas sus facultades en el mejor ambiente posible. Bajo el riesgo de recibir toda clase de críticas planteo aquí la tesis de que el mismo violador, que obviamente deberá pagar su infame delito tal como lo defina el respectivo juicio, tiene en su proceso de reforma, la obligación y posibilidad de reivindicarse ante el ser que concibió, dándole todos los recursos que posibiliten su desarrollo como persona en goce de su bienestar total. Por ende y aunque suene descabellado, ese padre debe exigir que la vida nueva sea protegida integralmente. Creo entonces que el aborto sólo podrá realizarse en caso de que, mediante un riguroso estudio científico se demuestre que la vida de la madre está en total peligro o que, de igual manera, se demuestre que el nuevo ser sufre patologías u otro tipo de afecciones que hacen imposible su progreso, caso contrario ¡a darle las mejores condiciones y derechos al nuevo ser para que viva plenamente su vida! Debo aclarar, además, que no pretendo imponer mi posición sino plantearla como una más a debatir, si luego del debate que deber ser libre, vigoroso, objetivo, inteligente y desapasionado, las demás personas deciden seguir abortando, respetaré esa actitud y, eso sí, mantendré la mía hasta que se me haya demostrado claramente que es incorrecta. Si mi tesis no va a triunfar, jamás le pondré obstáculos a la toma de una decisión mayoritaria en contra. La mayoría en democracia se respeta.

¿Matrimonios entre pares o igualitarios u homosexuales? ¡Adelante! ¡Quienes lo deseen tienen todo su derecho a casarse con quienes gusten! El amor es, de alguna manera, como una oferta de variados sabores frutales: a unos les gusta de piña, a otros de naranja, a otros de limón…de igual manera sucede con la escogencia de su compañía matrimonial: blanca, negra, amarilla, de diferente sexo, igual, es cuestión de gustos. Sólo recomiendo que el matrimonio signifique un acto libre, reflexionado, asumido con absoluta responsabilidad, con todos los recursos económicos, sociales, culturales, etc, para desarrollar esa nueva vida en conjunto en sus mejores potencialidades. Es maravilloso que en medio de un mundo absurdo, de odios irracionalmente destilados y esparcidos por todo lado, florezca, como revitalizador elixir de vida y esperanza, el amor en cualquiera de sus positivas manifestaciones.

Estos tres temas deben ser discutidos, reitero, abierta, clara y rigurosamente en todos los ámbitos nacionales y, en particular, en nuestra Asamblea Legislativa, por lo tanto resulta realmente vergonzoso para nuestro país que, en pleno Siglo XXI, por concepciones fanáticas y anacrónicas religiosas, movidas por intereses económicos y politiqueros oportunistas muy alejados del auténtico cristianismo que es sabiamente tolerante, dialogal, confraternizador, solidario y humanista, el Gobierno de la República no envíe en el período legislativo que le corresponde, estos expedientes para su discusión, aprobación o rechazo.

Ilustración: http://apdhe.org/

 

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