La tanda de las elecciones municipales: caliente pero crudo, como en las panaderías de pueblo

Abelardo Morales-Gamboa

No fue ninguna sorpresa que el abstencionismo volviera a ganar y por tandeada en estas estas elecciones municipales de 2024. El partido Liberación Nacional que obtuvo la mayor cantidad de alcaldías y de votos es el gran perdedor al ver caer un número considerable de alcaldías respecto a 2020, arrebatadas por otros partidos nacionales y locales. Los feudos locales en torno a un caudillo liberacionista se comienzan a desdibujar debido precisamente a la imposibilidad de la reelección y la incapacidad de renovación de sus candidatos. La derrota en el cantón de San José, la capital del país es la gran noticia. No obstante, su hegemonía local aún se mantiene en feudos importantes.

El ascenso de Unidos Podemos, uno los partidos neoliberales aliado al gobierno y desprendido del Movimiento Libertario, así como las alcaldías ganadas por el Liberal Progresista y la relativa recuperación de la Unidad Socialcristiana, son las principales novedades. Cómo se repartieron los votos de los partidarios del presidente Rodrigo Chaves es también un enigma. Otros partidos desaparecen del mapa electoral.

Difícilmente alguien pueda celebrar con genuino triunfalismo los resultados de un proceso que muestra, además del abstencionismo, las fracturas del sistema político local y un difuso mosaico donde más que las ideologías, los programas de gobierno o la lealtad a una organización política, los comicios podrían estar mostrando el peso de los cacicazgos, de las fidelidades territoriales y los protectorados locales, lo que seguramente explica por ejemplo la reelección de Mario Redondo en Cartago. Otra subjetividad política se cuece entre los excesos de autoritarismo y anti-institucionalismo, por un lado, y una nueva geografía social de los poderes locales, por la otra.

Es muy temprano para hacer un balance objetivo de esta contienda electoral, pero los datos muestran las puntas de una situación política que se mueve entre el desasosiego y la pérdida de ilusión de la población costarricense en las representaciones formales de la democracia. Todo se reduce a esa percepción ciudadana de que ir a votar no sirve, el voto como poder ciudadano se ha perdido, lo han neutralizado, nada cambia o cambia siempre por algo peor.

Así que el abstencionismo se recarga con la energía de la desconfianza social y de las incertidumbres diarias. Es más importante comer, poder comprar los zapatos escolares de los niños, pagar el alquiler y los servicios básicos, en varios cantones además lo es poder tomar agua limpia, que las promesas de los políticos locales que no hablan de eso. Pese a lo que señala el Código Municipal, casi no hay cantón en el país donde se hayan elaborado planes de desarrollo local pues la política municipal prácticamente se reduce a recoger basura, limpiar el alcantarillado y a cobrar impuestos y patentes. Esa es la esencia de la municipalidad neoliberal, reducida al mínimo de sus funciones.

La opción de los electores por lo alternativo no fueron las propuestas de la izquierda, ni siquiera hacia la socialdemocracia de corte liberal que asoma en algunas tendencias del Frente Amplio. La ruptura de algunos pactos locales en los que participaba afectó las posibilidades de este partido que solo ganó una alcaldía. Una tendencia hacia el conservadurismo, ya no solo neo-pentecostal sino neoliberal, fue posible también precisamente por la imposibilidad del oficialismo de participar en estas elecciones. Este vacío no fue llenado por un cambio progresista.

Así entonces se puede ir redibujando un cuadro de dominación política ideológica marcada por un afincamiento conservador en la política local representada por los partidos neoliberales, por una hegemonía cada vez más feudalizada de los partidos tradicionales y la retirada de los movimientos sociales, de las luchas populares por derechos ciudadanos en los barrios o en las comunidades.

Frente a este dato y el del abstencionismo, no hay ganadores, todos perdemos.