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Etiqueta: compasión

Los Cuatro Brotes y las Raíces Confucianas del socialismo con peculiaridades chinas

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez

Basado en el pensamiento de Confucio, el filósofo Mencio formuló una visión profundamente humanista de la naturaleza humana. Este fue uno de los más influyentes discípulos de la tradición confuciana posterior a Confucio. Vivió en el siglo IV a. C. durante la dinastía Zhou, y se encargó de sistematizar, desarrollar y difundir las enseñanzas del Maestro, convirtiéndose en una figura clave para su transmisión y consolidación. A diferencia de otros pensadores de su tiempo, Mencio defendió con fuerza la idea de que la naturaleza humana es inherentemente buena, lo que marcó una evolución en la filosofía confuciana original.

Sostenía que todos los seres humanos nacen con una inclinación natural hacia el bien, visible a través de lo que llamó los Cuatro Brotes: compasión, sentido de vergüenza moral, deferencia respetuosa y juicio moral. Estos brotes representan las raíces de las principales virtudes: benevolencia, rectitud, ritual y sabiduría, respectivamente.

Aunque este pensamiento nació hace más de dos milenios, sus ecos resuenan poderosamente en la narrativa política contemporánea de China, especialmente bajo el liderazgo del presidente Xi Jinping y el proyecto del socialismo con peculiaridades chinas para la nueva era. En el contexto del objetivo de construir una sociedad modestamente acomodada, estos principios han sido traducidos en políticas sociales, éticas y geoestratégicas que articulan una visión de desarrollo con raíces profundamente culturales que rescatan la tradición frente a la homogeneización del mundo moderno.

El primer brote, la compasión, es para Mencio la raíz de la benevolencia. En el siglo XXI, este principio ha sido traducido en políticas públicas concretas, como el programa de las Tres Garantías (vivienda segura, atención médica y educación) y las Dos Seguridades (alimentación y vestido), pilares de una ambiciosa campaña nacional para erradicar la pobreza. Esta visión ética, heredera del pensamiento confuciano, alcanzó un hito histórico cuando en 2021 el presidente Xi anunció que más de 770 millones de chinos habían sido sacados de la pobreza y que el país había logrado erradicar la pobreza extrema, un logro sin precedentes en la historia del desarrollo humano.

Cinco métodos fundamentales —el desarrollo industrial, la reubicación de comunidades, la compensación ecológica, la educación gratuita y la asistencia social— fueron puestos en marcha para garantizar el bienestar material del pueblo, partiendo del principio de que el ser humano merece vivir con dignidad. Particular énfasis se puso en las minorías étnicas y las mujeres, integrando así la compasión confuciana a una visión inclusiva de desarrollo que compagina a cabalidad con la visión científica del marxismo por la que se rige también el Partido Comunista Chino. Este esfuerzo estatal es una manifestación moderna del ideal confuciano de un gobierno virtuoso que cultiva la benevolencia a través del servicio al pueblo.

El segundo brote, la vergüenza moral, es la base de la virtud de la rectitud, que implica rechazar las conductas indignas y actuar con integridad. Esta raíz ética es claramente visible en la prolongada y profunda campaña anticorrupción liderada por Xi Jinping desde 2012. A lo largo de la última década, se han investigado y sancionado a cientos de miles de funcionarios, incluyendo figuras de alto rango. En 2024, 58 altos cargos fueron investigados, y más de 433.000 funcionarios de base fueron sancionados.

Este combate no solo busca limpiar el aparato estatal, sino también restaurar la moral pública y la confianza del pueblo en su gobierno, en un acto de revolución permanente, como el mismo presidente lo ha dicho, reafirmando que la administración pública debe estar guiada por estándares éticos y no por intereses personales o de mercado disfrazados de legalidad. Es importante comprender este brote no como una especie de castigo social, sino como un mecanismo moral interior que busca restaurar el equilibrio entre el deber y el deseo.

En el tercer brote nos encontramos la deferencia respetuosa, la cual constituye la raíz de los rituales sociales, entendidos no como ceremonias vacías, sino como estructuras de respeto que permiten la armonía entre los seres humanos y entre los pueblos. En la China contemporánea, este principio se refleja en la promoción de la armonía doméstica y en la construcción de relaciones internacionales basadas en la cooperación y la reciprocidad.

La propuesta del presidente Xi de construir una comunidad de destino compartido para la humanidad, junto con sus cinco grandes iniciativas globales —la Franja y la Ruta, la Iniciativa para el Desarrollo Global, la Iniciativa para la Seguridad Global, la Iniciativa para la Civilización Global y la propuesta sobre la Gobernanza de la Inteligencia Artificial—, expresa una voluntad de diálogo estructurado, ético y multipolar con el mundo. Estas iniciativas proyectan una diplomacia estratégica que evita la confrontación y promueve el entendimiento mutuo, rescatando además la antigua visión de Tianxia (todo bajo el cielo), según la cual el orden global debe emanar de la armonía, la justicia y la coexistencia pacífica entre las naciones.

Por último, tenemos el brote del juicio moral, el cual es la raíz de la sabiduría, que en el pensamiento de Confucio y su discípulo Mencio es indispensable para el buen gobierno. Esta idea se ha transformado en la noción moderna de gobernanza científica y ética, guiada por el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas para la nueva era.

En el ámbito de la investigación y la tecnología, el gobierno chino ha puesto énfasis en que la innovación debe ser responsable y guiada por valores éticos sólidos. La ética científica y tecnológica no es solo una guía profesional, sino un principio político que garantiza que los avances sirvan al bien común y no se desvíen hacia fines perjudiciales. En este contexto, el liderazgo político se construye como un proyecto moral y sapiencial, en el que el Partido Comunista se concibe como la encarnación de un juicio colectivo orientado al bienestar del pueblo.

Lejos de ser considerado como historia del pensamiento tradicional chino, el pensamiento de Mencio ha sido reinterpretado y revitalizado en la China comunista del siglo XXI como base cultural profunda del modelo socialista con peculiaridades chinas. Los cuatro brotes se han convertido en fundamentos éticos que guían no solo el comportamiento individual, sino también el diseño de políticas públicas y la proyección internacional del país.

Así, China no solo busca el desarrollo económico, sino también una civilización basada en la armonía, la virtud y la justicia, fusionando sus tradiciones filosóficas con los desafíos del presente. La sabiduría milenaria de Confucio y Mencio sigue viva, no como simple herencia, sino como instrumento activo de transformación política y social.

El fémur cicatrizado

Oscar Madrigal

Hay una anécdota, dicen que muy conocida, de la antropóloga estadounidense Margaret Mead, cuando en una conferencia un estudiante le preguntó cuál era el primer signo que evidenciaría el inicio del proceso civilizatorio del animal humano, y la audiencia esperaba una respuesta relacionada con la primera piedra tallada o la primera lanza o el dominio del fuego, ella contestó: “El fémur que alguien se rompió y que luego apareció cicatrizado”.

Muchas cosas se pueden deducir de esa respuesta: la solidaridad, la compasión, el acompañamiento, la colectividad… El fémur roto hubiera significado la muerte, si no es que algunos renunciaron a sus labores habituales para cuidarlo, alimentarlo y otros tuvieron que sustituirlos en la colectividad, lo cual ya solo fue posible por la colaboración, la ayuda, la ternura y la fraternidad y el compañerismo del grupo.

Esa bondad y cariño, ¿lo ha perdido esta civilización? En general, creo que no. Eso es lo que nos hizo realmente humanos.

Sin embargo, cuando se analizan los diversos conflictos a lo largo de la historia y, principalmente en la actualidad, cuando deberíamos ser más civilizados, la respuesta no es tan clara.

Los conflictos actuales ahí están, en primer lugar, los de Gaza y Ucrania, pero también tenemos al frente de nuestra puerta a Haití que se desangra diariamente, así como muchos otros.

Sin embargo, sobresale por encima de todos ellos, el genocidio de Gaza, el asesinato inmisericorde del pueblo palestino, especialmente de mujeres y niños, muchos de ellos muertos por hambre, ante la mirada impotente y desesperada del mundo.

Y no se diga que reclamar el alto al fuego, el cese del genocidio y la masacre es una posición antisemita o contra los judíos. Esta excusa en la cual se ha parapetado con especial virulencia el gobierno ultraderechista y corrupto de Netanyahu ya es imposible de sostener porque incluso líderes judíos del mundo expresan su oposición a la política del corrupto gobierno de Israel.

“El líder de la mayoría demócrata en el Senado de EEUU, Chuck Schumer —el legislador de mayor rango de religión judía— ha lanzado este jueves fuertes críticas contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al que ha acusado de ser un “obstáculo para la paz” en Oriente Próximo”, como lo han dicho las noticias.

La reivindicación de un alto al fuego, de la paz en Gaza y el reconocimiento de los derechos de los palestinos, no es un asunto de los antisemitas, ni de anti-judaísmo, ni de religión; es un asunto de humanidad, de solidaridad, de volver a los huesos cicatrizados.

La solidaridad con Gaza no es tampoco un asunto de la izquierda internacional. Desde artistas como Susan Sarandon, el secretario general de la ONU, el presidente de España y hasta los judíos ortodoxos se oponen a un genocidio que se trasmite todos los días por la televisión.

La actual candidata a la presidencia de México y muy probablemente posible presidenta en sustitución de AMLO, Claudia Sheinbaum, es de origen judío. Y es de izquierda y de un partido izquierdista.

Pero el hecho es que el Estado de Israel ha venido asumiendo posiciones cada vez más de ultraderecha, hasta convertirse en un Estado dominado por las fuerzas militares. Su carácter democrático cada vez viene a menos, para convertirse en un estado supremacista racial, etnonacionalista, practicante del apartheid, conculcador de la independencia judicial, exportador de armas y aparatos de seguridad y cercenador de la libertad de prensa. Este no es el Estado de Israel que todos queremos ni ejemplo para el mundo.

“En una encuesta de 2021 un cuarto de los judíos de Estados Unidos respondió que Israel era un Estado de apartheid. Incluso el editor de Haaretz, el periódico más progresista, además de, por supuesto, sionista, lo admite. “El producto del sionismo, el Estado de Israel, no es un Estado judío democrático, sino que simple y llanamente se ha convertido en un Estado de apartheid. Se pueden decir muchas cosas al respecto, pero no se puede decir que Israel está llevando a cabo el sionismo como un Estado judío democrático”, escribió Amos Schocken en 2021”.

“La reivindicación de que Israel es una democracia floreciente en el corazón de Oriente Próximo está rebatida por los hechos. Todos los medios de comunicación de Israel, junto con editores y autores, deben enviar las historias relacionadas con asuntos exteriores y seguridad al censor jefe militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) antes de su publicación. Es una regulación arcaica que comenzó poco después del nacimiento de Israel. El censor tiene la potestad de bloquear por completo la historia o de redactarla parcialmente”. (Citas del libro “El laboratorio Palestino” del escritor judío Anthony Loewenstein).

De lo dicho resulta claro que Israel no puede seguir por el camino de la ultraderecha violatoria de los derechos humanos y que el Humanismo que dio forma a la civilización humana, debe retornar y formar parte de la política mundial.