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Etiqueta: I Guerra Mundial

Pasado y presente de la lucha antifascista

Vladimir de la Cruz

Ante el 80 aniversario de la victoria contra el nazifascismo, la lucha antifascista no ha terminado

En la llamada Primera Guerra Mundial, 1914-1918, se involucraron 36 Estados o países con una población mundial que giraba alrededor de los 1000 millones de personas.

Entre 1901 y 1914 se produjeron, en distintas partes del mundo, 45 conflictos armados de diverso tipo. Durante el período de la I Guerra Mundial se dieron 121 conflictos considerados batallas, de distintas magnitudes e impactos.

En la I Guerra Mundial se estima que 70 millones de personas se movilizaron armadas, mientras en la II Guerra Mundial fueron 110 millones quienes tomaron las armas.

En la I Guerra Mundial murieron 14 millones de personas en tanto en la II Guerra Mundial el saldo de fallecidos fue cercano a los 52 millones de personas.

En noviembre de 1918, cuando Alemania y sus aliados fueron derrotados y el Mariscal francés Foch anunció el armisticio, se empezó a hablar de la “última guerra de la historia”.

Los años que siguieron fueron de una reconstrucción europea, de un resurgimiento del nacionalismo alemán, de la creación de un organismo internacional, la Liga de las Naciones, con la esperanza de velar por las relaciones internacionales alejadas de conflictos armados, como el que se acababa de vivir. Sin embargo, no se pudieron evitar conflictos armados entre 1918 y 1939. Las guerras no desaparecieron en 1918.

Entre 1919 y 1939 se produjeron 64 conflictos considerados batallas, de distintas magnitudes e impactos.

La Segunda Guerra Mundial se produce desde el 1 de setiembre de 1939, cuando Alemania invade Polonia, hasta el 30 de abril y el 9 de mayo de 1945, cuando se rinde Alemania y las tropas soviéticas liberan Berlín.

El conflicto se prolongó en el Oriente hasta la rendición de Japón, en julio de 1945, y con el lanzamiento de las bombas atómicas, sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto, sin que ya para ese momento, fuera necesario lanzarlas.

Los países considerados beligerantes en la II Guerra Mundial fueron 61, con una población mundial de 1700 millones de personas.

Durante los años que duró la II Guerra Mundial se dieron 215 batallas o conflictos, algunos de larga duración como la Batalla de Stalingrado, considerada la “más sangrienta” de las batallas de este conflicto mundial, que desde 1942 hasta 1943 produjo casi dos millones de muertos, marcando el gran viraje de la guerra hacia la derrota del fascismo alemán. El presidente Roosevelt se dirigió a Stalin, en una nota, reconociendo que la “gloriosa victoria en Stalingrado retuvo la ola invasora y dio un giro a la guerra de las naciones aliadas contra las fuerzas de la agresión”.

La Alemania nazi, la Italia fascista y el imperio japonés considerados el Eje, se constituyeron en el trío principal de países que encabezaron la avanzada de la II Guerra Mundial, en Europa, el norte de África y Asia.

El frente de los aliados anti nazifascistas lo constituyeron todos los países que se unieron en la lucha anti nazifascista, que encabezaban el Reino Unido, la Unión Soviética, Estados Unidos, principalmente, y a partir de 1942 también Francia y China.

En 1940 Alemania invadió Francia, Holanda e intenta someter a Inglaterra, en 1941. Alemania invade la Península de los Balcanes, captura la isla de Creta y el 22 de junio invade la Unión Soviética, somete a Bielorrusia, somete a Kiev e inicia el sitio sobre Leningrado por tres años.

Alemania sometió a Austria, Polonia, Checoslovaquia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Grecia, Yugoslavia, Francia.

A partir de 1942 los Estados Unidos se incorpora a la lucha anti fascista, que desarrollaban los llamados países aliados, después de los ataques sufridos por los japoneses en Pearl Harbor, Hawái, en diciembre de 1941.

El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi se lanza sobre la Unión Soviética. Siguieron grandes combates y batallas. Las batallas de Leningrado, 1941; de Moscú, 1941; de Borodino, 1941; de Rostov, 1941, que se considera la batalla en la cual los alemanes empezaron a ser derrotados; de Smolensk, 1941; de Kiev, 1941; de Jarkov, 1942 y 1943; de Stalingrado, 1942; de Kursk, 1943; Korsun-Cherkassy, 1944, que marcaron el valladar de resistencia soviética al avance hitleriano.

Desde la Batalla de Kursk el Mariscal Zhúkov reconocía que las tropas alemanas “estaban agotadas”. Al respecto, Winston Churchill se dirigió a Stalin manifestándole “que las derrotas al ejército alemán en este frente son hitos en el camino hacia nuestra victoria definitiva”. En Kursk se reconocía que la URSS había ganado la guerra. Con ese triunfo se inició la ofensiva anti nazi en todos los frentes de combate.

El 8 de setiembre de 1943 Italia se rindió ante los ejércitos aliados, al tiempo que el ejército alemán liberaba de la cárcel a Mussolini, que se mantuvo en el norte de Italia dependiendo totalmente de Alemania.

Entre el 19 y 25 de agosto de 1944 París es liberado. Entre el 16 de abril y el 9 de mayo de 1945 se da la Batalla final de Berlín, por el Ejército Rojo de la Unión Soviética.

El 8 de mayo de 1945, en Karlshorst, en Berlín, el Alto Mando Alemán firma la capitulación incondicional de todas las Fuerzas Armadas Alemanas, ante Gueorgui Zhúkov, el Gran Mariscal soviético.

El peso de la guerra anti nazifascista había caído sobre el Ejército Rojo, de la Unión Soviética, que estaba bajo el mando del Mariscal Gueorgui Zhúkov, jefe del Estado Mayor General del Ejército. 26 millones de muertos puso la Unión Soviética en la guerra. La Bandera Roja de la Unión Soviética se enarboló, como símbolo de la Victoria en el Reichstag, por la tropa del General Vasili Shatilov.

El 9 de mayo se celebró el desfile del Día de la Victoria, que se acaba de recordar en su 80 aniversario.

La lucha antinazi y antifascista fue el triunfo de los pueblos soviéticos, francés, inglés, estadounidense, de todos los movimientos de Resistencia antifascistas que se dieron en Europa y en los países ocupados por Alemania.

A la lucha victoriosa desarrollada por el Ejército Rojo, que tuvo el peso de la guerra sobre sus espalda, se suma el de las tropas y ejércitos de los países aliados en lo que les correspondió, como lo fueron las operaciones militares de los ingleses en El Alamein, 1942; la Campaña en Sicilia, en 1943, realizada por Inglaterra y Estados Unidos; el importante desembarco en Normandía, en junio de 1944 por parte de las tropas inglesas, estadounidenses y francesas, que les permitió encontrarse en el Río Elba con las tropas soviéticas.

La guerra continuaba en el Asia. Japón ejercía el dominio sobre China, Corea, Indochina y otras regiones del Asia.

El 8 de agosto de 1945 la Unión Soviética declara la guerra a Japón. El Ejército Rojo en la región, dirigido por al Mariscal Alexander Vasilievich, sumaba tropas de la República Popular de Mongolia, que permitió que el 2 de setiembre del 1945 Japón se rindiera sin condiciones. Jugaron un papel muy importante también las fuerzas armadas de Estados Unidos, Inglaterra, el Ejército de Liberación Nacional de China, de la República Popular de Mongolia, Corea e Indochina.

El General Charles De Gaulle señaló que “los franceses saben lo que hizo por ellos la Rusia Soviética y sabe que, precisamente, la Rusia Soviética jugó el papel principal en su liberación”.

Igualmente, el General Chennault, del ejército de los Estados Unidos, reconoció que la Unión Soviética en la guerra con el Japón fue el “factor decisivo que aceleró la terminación de la conflagración en el Océano Pacífico, y esto hubiera sucedido, incluso, si no se hubieran lanzado las bombas atómicas”.

La lucha anti nazifascista a pesar de las medidas jurídicas y políticas que se tomaron en esos días, para evitar que se repitieran sucesos como la II Guerra Mundial, no ha evitado que resurjan estas tendencias y corrientes políticas en la Europa actual, y en la misma Alemania hoy unificada, en los Estados Unidos, en Iberoamérica, Asia y otras regiones.

Las amenazas nazifascistas resurgen en algunos estados no solo en el ámbito político y electoral, sino también por las acciones políticas que se vienen tomando e imponiendo con relación a restricciones a las libertades y derechos políticos y ciudadanos.

La lucha por la paz, por el desarme internacional y mundial, por el control de la producción de armas, por acabar con los escenarios de guerra actuales que crean un ambiente de pre III Guerra Mundial; la lucha por el desarrollo y fortalecimiento de la democracia, las libertades y derechos ciudadanos, por los Derechos Humanos en general, son parte de las banderas que los ciudadanos de todo el mundo debemos agitar, ante el recuerdo de la Victoria antifascista lograda hace ocho décadas.

A 80 años de la victoria contra el nazifascismo, han resurgido las tendencias autoritarias, las tendencias anti democráticas, pro tiránicas y pro dictaduras en líderes políticos y en gobiernos, que son los caminos que conducen a los regímenes y sistemas políticos nazifascistas como se desarrollaron en las décadas de 1920 y 1930 en Europa, especialmente en Italia y Alemania.

El continente americano que ha conocido, en oleajes y vaivenes políticos, después de la I Guerra Mundial tiranías, satrapías, dictaduras, autocracias, gobiernos militaristas, antidemocráticos, autoritarios, despóticos, represivos, conculcadores de libertades y derechos ciudadanos, irrespetuosos de los Derechos Humanos, intervenciones militares extranjeras por parte de los Estados Unidos, golpes de estado, hoy enfrenta estas amenazas, desde el interior de sus propias realidades políticas, como las amenazas del gobierno del presidente Donald Trump de intervenir por la fuerza militar en Panamá para apropiarse nuevamente del Canal transístmico y su zona del Canal, de apropiarse por la fuerza de Groenlandia, de apropiarse jurisdiccionalmente de todo el Golfo de México, que ya llama Golfo de América, de hacer un de Canadá el estado número 51 de la Unión Americana, y de fortalecer a los gobiernos populistas, que de nuevo tipo, enmascaran el germen de los sistemas y regímenes nazifascistas que pululan por el continente.

Compartido con SURCOS por el autor.

¡De los muertos, líbranos la Memoria!

Vladimir de la Cruz

El impacto mundial del Coronavirus COVID-19 es innegable. Asusta por su facilidad de expansión, por la letalidad que causa, que no es tan alta hasta ahora comparada históricamente, por los niveles de contaminación que provoca, por el desconocimiento que se tiene del virus que incita esta pandemia, por los sectores sociales que principalmente afecta, pero especialmente porque ha impactado la economía local, de los países afectados, y los encadenamientos mundiales y redes comerciales, de la economía global, sobre todo porque la vamos viviendo, en su expansión y alcance geográfico, en tiempo real, de modo casi tangible para todas la personas.

De hecho, a mi modo de ver, no es tanto el número de muertes que va estimulando lo que horroriza, es la forma de no controlar esas muertes y la forma sorpresiva como se manifiestan, y el temor de contraerla y no poder superarla. Es porque ha generado una toma de conciencia sobre la muerte inmediata, existente, que no controlamos, que puede alcanzarnos.

Las muertes se pueden ir vigilando, como se viene haciendo en muchos países, con acatamiento por parte de la población de las directrices generales que se dan por la Organización Mundial de la Salud, y por las instituciones y funcionarios responsables en cada país, en ese sentido.

Lo que no se ha podido detener es el crecimiento de la curva de contagios, calculados a uno por diez, que hace colapsar las instituciones sanitarias y hospitalarias existentes, que a su vez facilitan el crecimiento del número de muertos y la falta, a nivel mundial, de los instrumentos, y medios médicos, para atender a los contagiados y enfermos sujetos de internamiento y de atención en las Unidades de Cuidados Intensivos.

Los grandes países, como potencias militares que algunos son, pilares de la economía mundial que también dominan, son los que más gritos de alarma dan. Es como si a ellos se les hubiera atacado, con armas incontrolables, invisibles, imprevisibles en su manifestación, en la imposibilidad de dar respuesta inmediata, y al contrario, en un ataque, movido por el virus, que hasta hoy golpea los sensibles mecanismos y motores de la economía mundial, los medios de transporte mundial, especialmente aéreos, las redes de abastecimiento, de producción, por la parálisis que ha generado en infinidad de industrias, comercios, servicios, trabajos en general, en el turismo mundial y local de los distintos países, por la desviación de recursos, no pensados ni programados, para atender de manera inmediata la pandemia, y por ver cómo se frena y detiene, porque han puesto en evidencia las malas y deficientes estructuras sanitarias, de salud pública y de seguridad social que muchos países tienen, incluidos y de manera obscena y escandalosa los grandes países capitalistas, algunos de ellos presentados permanentemente como modelos de sistemas de vida. Lo que más alarma, parece ser, no es las muertes de los seres humanos, sino la posible muerte de la economía, de los sistemas y redes económicas, resultado de una guerra no convencional, con un “enemigo” hasta ahora bastante invisible, de movimiento rápidos, actuando como si fuera una guerrilla en combate… por aquí, por allá… por todos lados…

En algunos momentos, en Estados Unidos, y a nivel mundial, el impacto de la presencia del Coronavirus se comparó con el impacto que tuvo, en muertes, el atentado a las Torres Gemelas en New York, con poco menos de 3000 muertos, para dramatizar la situación, de un microorganismo que se había originado en Asia y que llegaba a la costa este de los Estados Unidos. Eso ha quedado corto en los propios Estados Unidos. En la Torres Gemelas “la guerra” le había llegado a Estados Unidos en su territorio. Los Estados Unidos siguió haciendo guerras en otros territorios, en otros países, en otros continentes y regiones…mientras no se metieran con ellos en su casa. Estados Unidos siguió matando y exterminando… seres humanos, ciudades, infraestructura de distinta naturaleza, destruyendo las economías locales donde hace sus guerras…

Hasta hoy, a nivel mundial, el número de muertos por el Coronavirus es más bajo que el total de las muertes que produjo el lanzamiento de las Bombas Atómicas en Hiroshima y Nagazaki, por parte de los Estados Unidos, el 6 y 9 de agosto de 1945, donde murieron casi 250.000 personas, que marcó de nueva manera, desde entonces, la Historia Mundial. Allí fue una muerte focalizada, en dos ciudades, decidida por el gobierno de Estados Unidos, y su presidente Harry S. Truman, cuando era innecesario, en ese momento de la II Guerra Mundial, haber hecho aquel genocidio y acto criminal.

Si de muertos se trata, la I Guerra Mundial, desde 1914 hasta 1919, provocó de 10 a 30 millones entre civiles y militares. En la II Guerra Mundial, desde 1939 hasta 1945, fueron entre 50 y 60 millones de fallecidos…Solo en la Unión Soviética casi 30 millones.

En la antigüedad, en las tres Guerras Púnicas, desde el año 264 AC hasta el 146 AC, se calcula que murió casi un millón de personas. Los romanos entre el año 400 AC y el 500 DC perdieron casi un millón de hombres en los campos de batalla. En las guerras judeo romanas, a principios de la era cristiana, se estima que murió más de un millón de personas. En las Cruzadas cristianas, entre el año 1091 y el 1291, se calcula que hubo 5 millones de muertos. En la Conquista española y europea, de América, se calcula que entre 1492 y 1572 murieron más de 60 millones de indígenas como resultado de la guerra de conquista, de las torturas, los trabajos forzados, por la represión en general, ¡ah!, y, también, por la presencia de bacterias, con el tifus, y de virus, con el sarampión y la viruela.

Recientemente, en los últimos 100 años, por citar otras, resultado de las guerras imperialistas y colonialistas, así como las guerras civiles y las de Liberación Nacional de esos imperios coloniales, murieron muchas personas.

En la Guerra Civil Española se produjo un millón de muertos entre 1936 y 1939, en la Guerra de Corea entre 1950 y 1953, murieron 4 millones, en la guerra de Liberación de Argelia, entre 1954 y1962, a manos de los franceses hubo más de un millón de muertos, la criminal guerra de Vietnam, desatada desde 1957 hasta 1975, provocó casi 7 millones de muertos, con menos 100.000 norteamericanos, sin contar la Guerra de Indochina de los franceses, desde 1946 hasta 1954, con medio millón de fallecidos. En Vietnam los Estados Unidos usó armas químicas, que ya se habían inventado desde la I Guerra Mundial.

La guerra de Biafra, entre 1967 y 1970 produjo casi 3 millones de muertos, y una hambruna poblacional que asustó al mundo. El impacto de la hambruna que puede desatarse cuando se vean bien los resultados del impacto del Coronavirus va a ser similar, y quizá más grande, por el desempleo mundial que ha ocasionado.

La guerra civil en Angola produjo, entre 1975 y el 2003, alrededor de un millón de personas fallecidas, la guerra civil de Mozambique, entre 1977 y 1992, generó un millón de muertes, en la guerra civil de Afganistán, desde 1979 hasta hoy, han fallecido más de 2 millones de personas, la Segunda Guerra del Congo provocó entre 1998 y el 2003, casi 6 millones de muertos, en Irak, la guerra impuesta por Estados Unidos, desde el 2003 hasta el 2011, ha generado más de un millón de muertos, la Segunda Guerra Civil de Sudán, entre 1983 y el 2005, provocó alrededor de 2 millones de muertos. Así se podrían señalar por millares de muertos los conflictos en Ruanda, Etiopía, Eritrea, Darfur, Uganda, Liberia, Sierra Leona, Rodesia, Tanzania…

Casi todas estas guerras se ubicaron también en el rango de “limpieza étnica”, concepto más actual, con el que ha operado Trump, en la práctica, en los Estados Unidos, para no mitigar el impacto que le está ocasionando el Coronavirus en su país.

La Conquista de México y del Imperio Inca se hizo con 30 millones de indígenas muertos, y hay quienes afirman que fueron 50 millones. La Guerra de Independencia de los Estados Unidos, 1775-1783, provocó 110.000 muertos y el famoso Ku Klux Klan solo entre 1868 y 1871, produjo 20.000 afroamericanos muertos. En Cuba, la Guerra de los Diez Años, 1868-1878, y la Independencia de Cuba, 1895-1895, provocaron casi 600.000 muertos, incluidos 50.000 españoles.

La Independencia de México generó entre 1810 y 1821, cerca de un millón de muertos, la Revolución Mexicana desde 1910 hasta 1920 provocó 3.500.000 de muertos, la Guerra de los Mil Días, a finales del siglo XIX, en Colombia, tuvo casi 200.000 muertos.

Las guerras en Centroamérica, a finales del siglo XX, también han tenido sus cifras…Guatemala más de 100 mil muertos, El Salvador cerca de los 100 mil muertos…

Estas guerras han tenido también por resultado grandes movilizaciones de desplazados y de procesos migratorios hacia otras regiones, países y continentes, como vemos constantemente de África hacia Europa, y de África hacia Estados Unidos en la ruta latinoamericana… y de Centroamérica hacia Estados Unidos…

El Coronavirus COVID-19 no ha gestado, hasta ahora, ningún proceso migratorio, ni interno en los países, ni hacia fuera de los países. Ha hecho que se cierren fronteras y se establezcan censuras migratorias para evitar la propagación posible de infectados, de contagiados, especialmente los asintomáticos.

La Pandemia del Coronavirus COVID-19 se me parece a la Bomba de Electrones, que también llamaron Bomba N, que inventó Estados Unidos, a finales de la década de 1970, que como arma nuclear tiene, teóricamente así es, aunque dichosamente no se ha aplicado, un gran efecto devastador porque elimina los seres humanos sin tocar las estructuras físicas, sin destruir edificios o sin provocarles daños profundos. A las personas y seres vivos las puede aniquilar dentro de los edificios, automóviles, e incluso instalaciones blindadas. Se ensayó en el Estado de Nevada en 1963. El Presidente Jimmy Carter aplazó su desarrolló en 1978, y Ronald Reagan activó su producción en 1981.

Esta bomba se desarrolló sobre el estudio de las series de electrones que se encuentran en las membranas plasmáticas, interna mitocondriales y tilacoidales de las bacterias, que producen compuestos energéticos que usamos los seres humanos. Esta Bomba forma parte de las armas nucleares, las más poderosas que se han desarrollado en el mundo. Por ello también los países que forman el Club de los miembros de países atómicos tratan de impedir que surjan otros países o Estados con esa capacidad de producción de armas nucleares. El impacto de la onda expansiva que genera la Bomba N es 7 veces superior a las Bombas de Hidrógeno.

El Coronavirus COVID-19 no toca las estructuras físicas, construidas por el hombre, pero mata a los hombres silenciosamente, con efecto devastador, casi sin control alguno. Por eso es que la economía mundial se ha paralizado. La estructura física allí está, lo que se ha sacado de ella es a los trabajadores, y a las personas, desde niños hasta ancianos, de todos los campos y áreas productivas y económicas. Curiosamente se evidencia que sin trabajadores no hay economía en funcionamiento…

Las Bombas de Hiroshima y Nagazaki destruyeron el 90% de los edificios y construcciones de las ciudades donde cayeron las bombas. En un minuto había una ciudad y un instante después había desaparecido… Así fue.

Las bombas nucleares, la Bomba N, las armas de destrucción masivas son creadas por los hombres en laboratorios. El Coronavirus no es una creación humana. Esta es la gran diferencia. No se originó en un laboratorio. No es un arma biológica ni fue resultado de ensayo de esta naturaleza. Tampoco fue esparcido, con ese propósito, como se ha dicho contra la República Popular China, por otras potencias económicas y políticas mundiales, guerreristas que también estudian cómo desarrollar este tipo de armas.

La Organización Mundial de la Salud ha sido clara de que el virus del COVID-19 no fue introducido intencionalmente, en productos exóticos, en un mercado de la Ciudad de Wuhan, ni fue resultado de la bioingeniería, y que desde allí se propagó al resto del mundo.

Es el Gobierno de los Estados Unidos, y su Presidente Trump, quienes han sostenido esta tesis conspirativa contra la República Popular China, por la guerra política, diplomática y económica comercial que tienen los Estados Unidos con esa potencia asiática, tratando de sacar ventaja económica de esta situación, lo que no ha podido.

Solo en el 2018, según la revista norteamericana “Journal of Virology”, en el sur de China se habían descubierto 89 nuevos coronavirus procedentes de los murciélagos, en investigaciones en las que había participado la USAID y el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos.

Solo el Departamento de Defensa de los Estados Unidos tiene más de 400 laboratorios en diversas partes del mundo, especialmente en las fronteras de los antiguos países socialistas, estudiando y analizando la bioseguridad, porque Rusia sigue siendo el enemigo de los Estados Unidos, después de la disolución de la Unión Soviética.

Los gastos del Pentágono entre 1990 y el 2018 ascendieron a 100.000 millones de dólares en estudios de armas biológicas, desde hace más de 40 años, donde han venido tratando de modificar genéticamente los virus para aprovecharlos como armas biológicas.

Muchas enfermedades hoy se transmiten por virus, independientemente de su agente transmisor, como la gripe, el cólera, que según la Organización Mundial de la Salud, mata 100.000 personas al año, el dengue hemorrágico, el Ébola, el paludismo o malaria, que solo en el 2016 afectó a 126 millones de personas, en 91 países, el sarampión, que mató, en el 2016, a 90.000 personas en todo el mundo, y que produce universalmente alrededor de 390 millones de contagios o infecciones, la fiebre amarilla, el VIH-SIDA, la tuberculosis que mata 2 millones de personas al año.

En el mundo actual, como parte de las guerras modernas, se usan bacterias, virus, esporas como la del Antrax, para desarrollar lo que se llaman las guerras bacteriológicas y guerras agroterroristas, aprovechando para ello aerosoles, animales, insectos, pulgas, ratas, mosquitos, moscas, infectando ríos, aguas en general, alimentos, de persona a persona, depositando cadáveres en pozos de agua como hizo William Walker, cuando huía, en la guerra nacional en Nicaragua en abril de 1856, para provocar el cólera.

Desde la I Guerra Mundial se utilizaron armas químicas y gases asfixiantes, vesicantes, invalidantes, y lacrimógenos. Después se desarrollaron gases neurotóxicos y las armas bacteriológicas, como el uso de la botulina, con efectos similares a la Bomba N, que mata personas dejando intactas las edificaciones físicas.

Durante la II Guerra Mundial se hicieron experimentos en humanos prisioneros, por los nazis y japoneses, para desarrollar armas bacteriológicas.

En la guerra de Vietnam los Estados Unidos usó desfoliantes como el “agente naranja” y los “herbicidas arco iris”.

Como parte de estas armas biológicas están el carbunco, el ébola, la brucelosis, el tifus, la fiebre amarilla, la viruela, así como muchas toxinas.

Hay armas biológicas y herbicidas anti agrícolas para destruir cultivos, desfoliar vegetación, como las usaron en Malasia, Vietnam y en Cuba. La roya del trigo, del arroz y del café, ¿quién puede asegurar que no se introdujo como armas en países para entorpecer sus producciones agrícolas, disputando mercados mundiales o regionales? Igual con el ganado de distintas especies, vacas, puercos afectados con la peste bovina o la fiebre porcina, con lo que también se eliminan recursos animales.

La muerte, en números millonarios de personas, no nos han sido indiferentes, han existido. Somos los humanos los que hemos sido indiferentes hacia esas muertes resultado de las guerras mientras no nos afecten, mientras se lleven allá… en una localidad remota, allende de nuestras fronteras y nuestra comodidad.

El terror con que se ve y se aprecia el Coronavirus, por su inmediatez e impacto sorpresivo, acaso no es igual al que sufren millares de personas, hoy en el mundo, por las guerras regionales que se impulsan por las grandes potencias, y que viven esos pueblos, disputándose estas potencias las áreas de materias primas estratégicas, las regiones geopolíticas, los mercados de colocación de productos y las áreas de mano de obra barata.

El mismo esfuerzo internacional que hoy se trata de hacer y de coordinar para enfrentar el Coronavirus, deberíamos mantenerlo para acabar, de una vez por todas, con las guerras neoimperialistas, neocolonialistas, que siguen existiendo.

Hay guerras de las que no cultivamos la memoria de sus muertos y de las que nos hacen perder su memoria. Mientras no las olvidemos las recordamos.

La guerra contra el Coronavirus no nos ha hecho perder la memoria de su presencia, de su amenaza. Tampoco nos ha hecho perder la memoria de esas otras muertes, algunas muy presentes y no tan lejanas.

¡Mantengamos en alto la memoria de todas las guerras para la preservación del género Humano!

Imagen: https://pgmysgm.blogspot.com/2019/09/la-primera-guerra-mundial-fecha-28-de.html