Lydia Wideman, primer oro olímpico femenino en esquí
Gabe Abrahams
Lydia Wideman (1920-2019) nació en Vilppula, Finlandia, el 17 de mayo de 1920. Gemela de su hermana Tyyne, tuvo un total de diez hermanos.
Tras concluir sus estudios, Lydia Wideman trabajó como oficinista y se aficionó al esquí de fondo. Algunos miembros de su familia como su propio padre se dedicaban al mismo, algo que la acercó a la especialidad.
A finales de los años treinta, Lydia empezó a entrenar y a acudir a algunas competiciones, consiguiendo buenos resultados, aunque la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) detuvo su progresión. La guerra mundial y los duros años de la postguerra no fueron precisamente los mejores para las competiciones, ya que las principales fueron canceladas.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Lydia Wideman pasó unos primeros años de postguerra alejada del deporte hasta que poco a poco regresó a los entrenamientos y a la competición. En 1949, consiguió uno de sus primeros éxitos al vencer en los 10 km de Puijo. Su hermana gemela Tyyne fue su ejemplo a seguir.
En 1949, Tyyne consiguió proclamarse Campeona de Finlandia en los 10 km de esquí de fondo. Y, en 1950 y 1951, repitió triunfo por delante de Lydia. 1951 fue el año de la retirada de Tyyne de la alta competición. Y 1952 fue el año en el que Lydia Wideman recogió su testigo y lo llevó a lo más alto del olimpo.
Lydia Wideman, con el ejemplo de su hermana como inspiración, convirtió el año 1952 en su año de gloria, como los anteriores lo habían sido de su hermana gemela Tyyne.
En 1952, Lydia Wideman compitió en trece pruebas de 10 kilómetros y las ganó todas, incluidas la de los Juegos Olímpicos de Invierno (Oslo, Noruega), la de los campeonatos nacionales y la de los Juegos de esquí de Lahti.
Esas hazañas le supusieron a Lydia muchos logros, siendo la medalla de oro olímpica alcanzada en los Juegos Olímpicos de Invierno de Oslo el más especial de todos ellos. El oro olímpico la convirtió en la primera mujer de la historia en proclamarse Campeona Olímpica de esquí.
El punto amargo de su victoria olímpica fue el machismo imperante en aquellos Juegos de 1952, algo habitual en el deporte de la época. La esquiadora explicaba en 2010 a la prensa finlandesa que “el deporte de aquellos años era un asunto de hombres”. Y añadía una frase que reflejaba a la perfección el papel secundario que las instituciones deportivas tenían establecido para ellas. “Al acabar las competiciones, los premios pasaban desapercibidos para las mujeres”.
La situación de discriminación que padeció Lydia Wideman en esa época no fue muy distinto de la que padecieron otras grandes campeonas como la ciclista Elsy Jacobs o la lanzadora y republicana española Margot Moles, entre otras.
En 1952, en el año de su gloria olímpica, Lydia Wideman se casó con Paavo Lehtosen, con el cual tuvo dos hijos, Jarmo en 1961 y Kari en 1962.
De 1957 a 1965, en plena retirada de su carrera deportiva, la esquiadora se desempeñó como miembro del Consejo Federal de la Asociación Finlandesa de Esquí, a la vez que también asesoró con sus conocimientos en otros campos federativos. En las décadas siguientes, aportó todo lo que pudo en ese sentido.
En sus últimos años de vida, a pesar de su avanzada edad, Lydia Wideman todavía seguía de cerca el esquí y se acomodaba frente al televisor de su casa cuando retransmitían alguna prueba de interés del que había sido su deporte, de la actividad que había sido el eje central de su vida.
Desde 2009, Lydia Wideman se convirtió en el campeón olímpico finlandés más viejo. Desde febrero de 2018, tras la muerte del regatista Durward Knowles con 100 años de edad, también pasó a ser el campeón olímpico vivo más viejo del mundo.
Poco más de un año después, el 13 de abril de 2019, Lydia Wideman falleció en Tampere a la edad de 98 años. Le quedaba poco para alcanzar el siglo.
Finlandia, donde el esquí es una especie de deporte nacional, lloró su pérdida y no la ha olvidado. Observando los reconocimientos que recibe en su país, es evidente que su memoria permanece. La primera mujer campeona olímpica en esquí, en un tiempo difícil para el deporte por la guerra mundial y para el deporte femenino por la discriminación, no merece menos. Es lo justo.