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Etiqueta: necropolítica

SAUDADES

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Es una tarde soleada en la frontera. A mis pies las aguas del imponente Suchiate y su musicalidad líquida. Observo el incesante paso de las gentes, de un extremo a otro. Viajo, como ellos, en una balsa enllantada desde el lado guatemalteco al mexicano, con queridos poetas de aquí y de allá. Y leemos poesía. Ahí mismo. Sobre las aguas del Río que divide dos países, dos historias, cientos de miles de biografías.

Tan solo unos meses después, la apacibilidad de la tarde soleada en la frontera se convertiría en drama, al atestiguar el paso emergente del caminar centroamericano. Un caminar que aún no cesa, huyendo de la violencia, la necropolítica estatal, la desigualdad que campea absolutamente por toda la región.

Pienso en esa lectura que hicimos aquella tarde. En lo que el arte me ha permitido sentir y transformar. A qué sitios maravillosos me ha llevado, reconocer sus misterios de expresión, exilio de pieles, geografía interminable.

Gracias por eso.

Ahora estoy, me transporto a una clase de piano, repasando el viejo método azul en mis manos. Huelo el piano. Me recuerda las viejas casas de los cuentacuentos. Sus teclas son hileras de un largo telar que serpentea, como el Mar Caribe agitado. Oigo sus acordes. Es el final de los setentas. Del cielo cae estrellita con violín. Una pintura rupestre como las manos estampadas en las cavernas, nace en pincel, y nace en cualquier pared de la fábrica de sueños. Guillén songorocosongoneando. A lo lejos un tren va de Limón a San José, de Limón a San José….

Abro con esfuerzo el viejo telón del teatro y descubro Peter Pan y su estela volando por la inmensidad de todos los cielos. Todos azules. Lo siento volando en mis manos. Oigo voces marcando movimientos, saxofones que lloran, zapatillas de ballet se deslizan suavemente. Siento los grandes reflectores abrazar las auroras. El centrofoward murió al amanecer.

Me contengo ante el dolor de quienes vienen del sur y del centro de las Américas y ven en nosotros humanidad, solidaridad, dignidad. Nos cantan tiernamente su lucha. El viejo teatro los acoge con ternura. Los arrulla. El arte nos convida.

Gracias por eso.

Veo a Andreas Sarty abjurar de su maestro. Galileo y la centralidad del beso. Ambos se movieron con sus grandes vestuarios, por la sencillez del proscenio en La Sabana.

Gracias infinitas al arte por eso.

Pongo mis manos en las del escultor y su barro. Erigirá corazones, almas, rostros de una época amada y turbulenta. Yo construiré metáforas. Camino. Me encuentro al maestro que me da un libro de Julio Verne en las manos de mis padres. . “Va a ser escritor”, les dice.

Abro ese libro en medio de las aguas inquietas del Suchiate. Hasta allí me llevó el arte, mi inquietud de niño, mi ideal. Continúo el camino. Creyendo, creando, creciendo.

Gracias profundas al arte por todo eso.

He sido caminante también. Como la primera voz poética que escuché en aquellos años al lado de mi precursora en las letras. Me enseñó a Machado. Y lo que decía: “se hace camino al andar”. Y sigo caminando.

He sido un alma en permanente construcción, con el cincel del arte siempre presente. Soy sociólogo, pero ante todo y contra todo, Artista. Porque ese ADN se lleva en la piel y para siempre. Como el más feroz de los tatuajes. Porque los textos, los acordes de las flautas dulces, el más comprometido jazz de los setenta, no se olvidan.

Gracias, gracias, gracias por todo eso.

Entiendo al arte en su dimensión expresiva, creadora y transformadora. tengo fe ciega en su potencial. Porque este siglo será del arte, o no será. Sino que lo diga doña Ramona, mujer migrante nicaragüense a la que una tarde escuché decir de memoria un poema de Ernesto Cardenal, bajo el cielo empedrado del asentamiento Guararí, en Heredia.

Gracias, de nuevo arte, por permitirme estar allí en ese instante, como ahora.

Es 1980. Estoy sentado del lado derecho del teatro. Con pantalones cortos pero con las ganas de comerme el mundo, largas e intactas. Alegre en la vida. Del lado izquierdo cantan la segunda voz. Quiero cantar con todos y se me infla el pecho. Seguiremos cantando para encontrar al búho constructor de fantasías, allí, en el lejano bosque más hermoso de la historia.

Salud y larga vida a nuestras almas, siempre libres.

Gracias por estar.

Por el arte.

Siempre libres.

Gracias por eso.

Refugio de Doble Filo

Se invita a ver el video Refugio de Doble Filo. Red temática “Violencias, subjetividades y colectivos en contextos de vulnerabilización, necropolítica y duelos”.
Algunas frases de las personas protagonistas del video:

Sergio Salazar Araya “… al finalizar la guerra civil de 1948 el Estado ejerce una serie de formas de violencia estatal contra los perdedores, quienes en esencia eran comunistas y calderonistas. Que son formas que fueron legitimadas por proyectos de ley e instancias instancias específicas…”

Marco Vinicio Fournier Facio “La personalidad autoritaria implica una sumisión a una figura de autoridad. Segundo, hay una tendencia marcada hacia el dogmatismo, es decir, a  imponer sus ideas y a rechazar cualquier otra opción. Y por último, se rechaza también toda forma de comunicación democrática y comienza a apoyarse procesos políticos que van en contra del sistema democrático”.

Camilo Retana “… toda la retórica de Cháves se basa en la idea de construir un enemigo  constantemente. Eso es muy peligroso…”

Wendy Jiménez Asenjo “… cuando referenciamos los puntajes más bajos en educación, encontramos que se encuentran en los territorios donde históricamente están excluidas. Pero además han estado georreferenciados en zonas de ruralidad, ruralidad dispersa y pobreza extrema”.

Mónica Vul Galperín “… la llama necropolítica y plantea que hay una economía de muerte, economía que toca básicamente a ciertos grupos, sujetos y poblaciones como son mujeres, jóvenes, en general, hombres en general que son asesinados cada día en este país”. 

Mar Fournier Pereira “… pocas veces nos preguntamos sobre nuestro propio lugar en las relaciones de poder ¿Cómo nos atraviesa el autoritarismo? ¿Cómo atraviesa nuestras relaciones la forma de vincularlos, la forma en que habitamos los espacios?”. 

Para más detalles y acceso al video puede seguir este enlace de la Universidad de Costa Rica: https://violenciaysociedad.iip.ucr.ac.cr/index.php/es/

Dirección: Esteban Richmond Umaña

Edición: Daniela Martínez Castro

Una tarea civilizatoria por hacer

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El mismo día que en Costa Rica saltó a la luz pública un caso de racismo contra un jugador de fútbol de su liga profesional, se conocía el horror de la necropolítica sistemática y gubernamental del Estado mexicano contra las personas migrantes que atraviesan su territorio.

Ambos casos se conectan. Invariablemente en una matriz histórica que no cesa y que tiene al poder institucional y el poder cultural como ejes axiológicos de prácticas que siguen evidenciándose un día sí y otro también en este mundo de la post pandemia o la pandemia prolongada.

En el caso del jugador, extranjero en Costa Rica y proveniente de Jamaica, la denuncia implica no sólo el insulto y la provocación. Además, deja ver un escenario de naturalización de las prácticas de racismo instaladas en la epidermis y en la psique de una actividad que no cesa de reproducir día con día estas odiosas formas de discriminación, odio y exclusión sociocultural.

La mínima acción del equipo involucrado (terminar su ligamen con el entrenador al que se le atribuyen las acciones de racismo en contra del jugador) debiera a estas alturas ir acompañada de una actividad educativa a todo nivel, involucrando campañas de formación y sensibilización sobre ese tema, tan delicado en una sociedad como la costarricense.

El drama de las personas migrantes fallecidas en un centro de aseguramiento en México, por su parte, denota el desprecio absoluto por la vida y la desidia de un sistema migratorio basado en la seguridad como su principal derrotero.

Bajo estas premisas, si lo que muere no es “legal”, se naturaliza y hasta se justifica. Las vidas de los centroamericanos en tránsito por México valen menos que el costo de un combo en un restaurante de comida rápida.

Ambos sistemas, el del racismo y el de la secutización migratoria in extremis, asumen que hay un otro inferior al que debe desaparecerse hasta aniquilarlo, desde el discurso y la práctica.

Estos tiempos son tiempos “bisagra”. La clausura de ciclos y el comienzo de nuevos a los que les está costando dejar atarse el lastre del pasado. Mientras la vida importe menos que el aparto en el que escribo estas reflexiones, seguiremos involucionando hasta encontrarnos con el primer fuego.

Quizá esa sea la tarea civilizatoria que nos tocó vivir. Hagámosla entonces. Bien. Volvamos al principio. Intentemos de nuevo reconocernos en nuestra humanidad.

VICTORIA… ESPERANZA

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En su texto poético “Sermón del Migrante (a la sombra de una ceiba)” el escritor chiapaneco Balam Rodrigo relata el paso de riesgo y dolor de las personas migrantes centroamericanas por México.

Tan solo en un fragmento de ese texto inicial del galardonado “Libro Centroamericano de los muertos” (FCE, 2018) recoge toda la dimensión de la actitud hostil de una industria migratoria mexicana y de otros países de tránsito, conformada por múltiples actores, hacia las personas que se movilizan por su territorio buscando frontera con Estados Unidos:

“Y vi claro como sus costillas eran atravesadas por la lanza circular de los coyotes, por la culata de los policías, por la bayoneta de los militares, por la lengua en extorsión de los narcos, y era su sufrimiento tan grande como el de todos los migrantes juntos, es decir, el dolor de cualquiera” (Rodrigo, 2018).

Pensar en el atravesamiento de los cuerpos de las personas migrantes en tránsito, en su vulneración por un poder real que utiliza la violencia en todos sus extremos como forma de imposición, es aludir a una política del exterminio como organización y administración migratoria.

La noción de Necropolítica acuñada por el filósofo camerunés Achille Mbembé alude a la forma como el poder define cuáles vidas importan y cuáles no, en un juego de decisión en el que la principal acción no es matarles, sino dejarles morir.

El sábado 27 de marzo 4 agentes de seguridad (tres hombres y una mujer) del mexicano municipio de Tulum en Quintana Roo, redujeron por la fuerza y a la mínima expresión a la migrante salvadoreña Victoria Esperanza Salazar, madre de dos niños y poseedora de visa humanitaria en aquel país. Mientras ella imploraba por su vida, estos representantes de los órganos de seguridad mexicanos decidieron por la vida de Victoria: la dejaron morir mientras la castigaban según ellos con una acción ejemplarizante.

La autopsia practicada a Victoria determinó la fractura de la primera y segunda vértebras cervicales que le produjeron la muerte. En los videos que circulan sobre su asesinato, que confieso no he logrado ver aún y me resisto a ello, se aprecia un uso de la fuerza desmedido, un ensañamiento y una brutalidad comparada con el más odioso racismo y la más burda misoginia que puedan existir.

En manifestaciones lideradas por colectivas feministas en Tulum se leen frases directas y ciertas, escritas en pancartas levantadas con vigor por las manifestantes: “no se murió, la asesinaron”, “el sistema mató a Victoria”, “El paraíso huele a sangre”.

Y es que la movilidad ahora está proscrita. Es concebida como peligrosa. Por lo tanto hay que eliminarla. Como le pasó a Elvin Mazariegos, ciudadano guatemalteco abatido a tiros por el ejército mexicano al trasladarse a Chiapas a comprar mercancías. Un acto centenario hecho por generaciones de generaciones de guatemaltecos (y también de mexicanos que cruzan hacia Guatemala con el mismo objetivo) es ahora criminalizado y disuadido de esta manera, tan absolutamente violenta e inhumana.

Estos tiempos de excepcionalidad y pandemia han logrado instrumentalizar la violencia contra las personas migrantes en todas sus variantes. Y los riesgos permanecen. Justamente por estos días ya se anuncian nuevas salidas de colectivos de migrantes desde Honduras, país que recién empieza a conocer formalmente los estragos de una corrupción narco-política en la cual sus altos mandos han tenido participación directa.

La comunidad internacional calla y es timorata y el cuerpo diplomático acreditado en aquel país es cómplice al no alzar la voz para terminar con la impunidad de las clases dirigentes hondureñas. De este escenario complejo se anuncian nuevas salidas de personas buscando sobrevivir lejos, muy lejos de su patria.

La victoria de la esperanza tendrá que esperar por ahora. Lamentablemente es la victoria del poder y la violencia irrestricta y sistemática sobre los cuerpos migrantes la que campea. Esto tiene que cambiar. Absolutamente. Para siempre.

La violencia contra las personas que se movilizan es multidimensional. Y no por ello debe ser posible y legitimada. Un telenoticiario costarricense ha tematizado ya durante varios días sobre los ingresos irregulares de personas nicaragüenses al país. Los contenidos de sus notas orientan la conformación de opiniones públicas sesgadas contra esta población.

Solo esperemos que hechos como los ocurridos en México no tengan réplicas en nuestros contextos. Suficiente violencia simbólica experimentan quienes vienen a contribuir con el 12% de la economía costarricense para someterse a nuevas formas de vejación. Ya en 2018 tuvimos las primeras manifestaciones físicas de cierto odio exacerbado, violento y nacionalista en una marcha de la vergüenza en San José, la capital costarricense.

La victoria de la esperanza se alcanzará cuando una sola de las personas que se movilicen en el mundo dejen de ser criminalizadas y violentadas por el sistema económico, social e institucional imperante. Yo sigo aguardando por ese momento.

Imagen: http://tiberiades.org/?p=782