La propuesta se presentó como un trabajo final de graduación para optar por el grado de Licenciatura en Arquitectura
A Costa Rica se le reconoce mundialmente porque produce uno de los mejores cafés del mundo, esa bebida que nos acompaña durante el desayuno y a media tarde, aunque hay quienes la disfrutan en cualquier momento del día.
Según datos del Instituto del Café de Costa Rica (Icafe), existen ocho zonas productoras en las que se cultiva el grano de oro: Brunca, Turrialba, Tres Ríos, Orosi, Tarrazú, valles Central y Occidental, y Guanacaste.
Dicha entidad informa que el método de cosecha que se utiliza es el de recolección manual y selectiva, o sea, que se recoge solamente el grano que está maduro. Asimismo, existe un Convenio de Mejoramiento de la Calidad que agrupa a cada zona cafetalera mencionada, en el que se detalla el compromiso que asumen las empresas cafetaleras para recibir y procesar sólo la fruta madura, para garantizar la mejor calidad posible del producto final.
Sin embargo, ¿quiénes son las personas que trabajan en los cafetales recogiendo el café para llevarlo a los beneficios y que allí se encarguen de procesarlo? ¿Cuáles son las condiciones en las que realizan sus labores y conviven con los demás?
La Arq. Katherina Boeglin Claramunt en su trabajo final de graduación para optar por el grado de Licenciatura en Arquitectura, el cual defendió el pasado mes de abril, investigó y propuso soluciones para las vicisitudes que experimentan las y los trabajadores, específicamente la población indígena.
El título de su tesis es: Asentamiento para la población móvil Ngäbe concebido desde sus patrones arquitectónicos y cultura, para la zona cafetalera de Los Santos.
“La idea surgió al querer tratar de ayudar a una comunidad dejada de lado y demostrar cómo la arquitectura no es solo diseñar y construir, pues es una herramienta de cambio social que puede tener un gran impacto, y que hay mucho que se puede hacer con ella”, explicó Katherina.
Adentrándose en la problemática
Uno de los capítulos que compone esta investigación incluye los resultados de un Taller de Diseño Participativo, el cual se elaboró junto con recolectores de café de la población Ngäbe para lograr comprender sus vivencias y conocer cuál diseño de espacio sería adecuado para ellas y ellos.
En los periodos de cosecha del café, las empresas cafetaleras reciben en sus fincas a personas quienes se ofrecen para realizar esa labor, y hospedan principalmente a las personas migrantes, que generalmente son nicaragüenses o indígenas Ngäbes.
Dependiendo del tamaño del cultivo y del recurso económico que está dispuesto a invertir la empresa, las y los trabajadores son ubicados usualmente en tres tipos de espacios: albergues comunales alquilados, ranchos improvisados individuales o colectivos, y en ranchos permanentes construidos en las fincas, cerca de las plantaciones de café.
Toda la información que recopiló y analizó la Arq. Katherina Boeglin la obtuvo durante las visitas presenciales que realizó a fincas cafetaleras situadas en Los Santos, Alajuela, Heredia, Naranjo, Coto Brus y San Vito.
“Así logré comprender el funcionamiento de este sector y estudiar las situaciones de manera más específica. Se pudieron apreciar problemas de todo tipo, desde un muy mal estado de las estructuras que albergan a las personas trabajadoras, con goteras o paredes inestables, hasta hacinamiento, acceso inexistente a agua potable, y cocinas en plenos dormitorios arriesgando la salud y la vida de todos”, dijo la autora de la tesis.
También estuvo varios meses en comunidades indígenas Ngäbe de Costa Rica, como son Alto Laguna cerca de Las Palmas, y en la Casona cerca de San Vito, en donde además se desempeñó como maestra de inglés durante un semestre, para colaborar con las personas jóvenes en sus exámenes de bachillerato y poder tener un contacto más estrecho. Finalmente se mantuvo durante un mes en La Comarca, en Panamá, en donde visitó los pueblos Ngäbe.
Katherina aprovechó igualmente para medir y examinar las instalaciones de ocho albergues infantiles a los que se les conoce como Casa de la Alegría, y están destinadas para recibir a las y los hijos de las personas trabajadoras en los cafetales, en especial indígenas.
“Se estudiaron los materiales, los métodos constructivos, el uso del espacio, las variantes y otros factores del entorno que condicionan los lineamientos constructivos de las estructuras. Además se realizaron entrevistas detalladas, sobre viviendas tradicionales, a las y los recolectores de café Ngäbe en San Vito y San Marcos. Así obtuve una gran diversidad de elementos informativos que permitieron un análisis y registro profundo de tipologías arquitectónicas, de materiales y sobre lineamientos”, detalló Katherina.
Propuestas de diseño por módulos
Precisamente, la comunidad Ngäbe que trabaja en las fincas cafetaleras de Costa Rica proviene en su mayoría de La Comarca, ubicada en Panamá, y es común que estén en las mismas fincas cada año, en especial en la zona de Los Santos.
Katherina afirma en su tesis que, de acuerdo con datos publicados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, en el 2011 el 53 % de los recogedores de café en Los Santos y León Cortes fueron indígenas Ngäbe-Buglé. Por su parte, en Dota ese porcentaje subió a 80-85 %.
“Los caficultores suelen preferir esta mano de obra por su menor costo, su eficiencia, y por el cuidado que le brindan a las plantas y al grano a la hora de recolectarlo. Entre 15 000 y 20 000 Ngäbes ingresan a nuestro país cada año para trabajar en los cafetales”, apuntó la investigadora.
A partir del análisis de la información recopilada sobre las tradiciones y cultura Ngäbe, y las necesidades que experimenta esta comunidad indígena para poder cumplir con su tarea en los cafetales, entre otras aristas, la Arq. Katherina Boeglin se dedicó a diseñar varias estructuras que pudieran cumplir con los requerimientos y las incluyó dentro de su trabajo final de graduación.
La idea es construir un asentamiento compuesto por una serie de espacios, cuya misión es ofrecer una estancia digna a las personas Ngäbe quienes trabajan en la recolección del café. Esta iniciativa surge gracias a la comprensión que logró reunir la autora sobre esta comunidad indígena, desde su cultura y sus formas tradicionales de construcción.
El asentamiento estaría conformado por dos módulos base, que se pueden adecuar a un número de recolectores en específico, al tipo de terreno y a los materiales disponibles para su construcción.
El primero es el Módulo Colectivo, que tiene dos opciones de materialidad y uso ya sea para cuido infantil o como espacio de reunión. El segundo es el Módulo de Baches, que tiene tres usos como estancia, aseo y fogones.
Estos componentes espaciales del asentamiento están divididos de la siguiente manera (con su nombre en lengua Ngäbe): el módulo colectivo Jamaca köi con un pabellón de hamacas, el módulo colectivo Kiatre Ngüba Köi para el cuido infantil, cinco módulos de bache Nunankrä con habitaciones para las familias, dos módulos de bache Kä sökagö para el aseo, y un módulo de bache Mröriá Kái para los fogones.
Según describió la autora en su tesis, los módulos Colectivo y Bache están construidos con un sistema de marcos en madera repetidos con tijeretas y vigas como arriostres, y lo que cambia son los usos internos. Los módulos se plantean elevados del nivel del suelo para aislarlos y con cambios en los cerramientos según sea la necesidad.
“El Módulo Colectivo se diseñó para resolver las necesidades de espacios de uso comunitario, mientras que el Módulo Bache se basa en una estructura modulada. Estos espacios son fundamentales para albergar a las y los recolectores de café, pues cumplen funciones esenciales para la estancia, el aseo y la preparación de alimentos”, explicó Katherina.
Cabe aclarar que esta propuesta está dirigida para ser implementada en Finca Parrita en San Marcos de Tarrazú, propiedad de la familia Gutiérrez, pero pueden adaptarse sin problemas de manera individual o todo el conjunto del asentamiento, en otras fincas caficultoras.
“Les escribí a todos los productores de café que están ubicados en los Santos, fueron más de 35 correos, y sólo obtuve dos respuestas: en la primera me decían que no contrataban ngäbes, mientras que la segunda fue de la familia Gutiérrez, dueña del microbeneficio La Montaña de Tarrazú, y se mostraron interesados en participar en la mejora de las condiciones de sus trabajadores. Esa familia me acogió y me ayudó a organizar el taller de diseño participativo, para constatar cuáles mejoras requería el espacio por parte de sus usuarios actuales”, recordó Katherina.
Para el caso descrito se proyectó un total de 50 personas usuarias, de las cuales 25 serían adultos y 25 niños; estos números fueron promediados por Daniela Gutiérrez encargada del beneficio La Montaña. De esta forma, se podría albergar a 10 familias, cada una compuesta por cinco personas.
“Se le podría dar un uso complementario a estas edificaciones, durante los meses restantes del año en los que no hay cosecha de café, ya que podrían utilizarlas las y los trabajadores permanentes de la zona, y potenciales turistas interesados en el etnoturismo y turismo rural”, subrayó la investigadora.
La intención es resolver los problemas con pocas estructuras, según comentó Katherina, para que además se convierta en un proyecto realista para los finqueros, en cuanto al costo económico y a las proyecciones de crecimiento.
“Este proyecto se puede realizar mediante financiamiento y apoyo tanto público como privado, pero podría funcionar como un plan piloto de mejora laboral y respeto a la cultura indígena. Gracias a su diseño, se trata de una propuesta adaptable y replicable para ser usada en cualquier parte del país”, destacó Katherina.
La arquitectura como herramienta que cambia el mundo
La autora de esta investigación afirmó que este tipo de proyectos ayuda a visibilizar la realidad que experimentan las poblaciones en riesgo, en este caso la comunidad indígena Ngäbe.
Y es que al conocer las características de las personas a las que está dirigido el proyecto, se logra que lo creado responda a los contextos, patrones y cultura particular de esta población, y que no exista una imposición del diseñador.
“El diseño surge como respuesta a una profunda investigación, que encierra a su vez un análisis de las condiciones actuales en los baches y los espacios de cuido infantil, como también una comprensión de la comunidad Ngäbe desde su cultura y sus formas tradicionales de construcción. Todo esto permitió obtener patrones de diseño adecuados para esta comunidad y generar una guía para un diseño adaptable a todo tipo de espacios para ellas y ellos”, manifestó Katherina.
La autora de esta tesis dijo además que cualquier propuesta que pretenda englobar todos los elementos en un diseño, debe comprender al usuario y a su entorno natural geográfico, climático, histórico, cultural, social, etc.
“Como sociedad debemos realizar mayores esfuerzos por mejorar las condiciones laborales de las y los trabajadores en todos los sectores de nuestra sociedad, pues todas las personas merecen vivir con dignidad y desenvolverse en espacios o entornos adecuados a sus necesidades básicas, y a sus costumbres culturales”, expresó Katherina.
Esta propuesta no busca diseñar y elaborar edificaciones que sean una copia a una vivienda tradicional de la cultura Ngäbe, con materiales como madera y hojas de palma, pues al tener en cuenta que las empresas cafetaleras no disponen de gran presupuesto para construcciones de este tipo, se debe dar cabida a ciertas modificaciones para disponer espacios más aptos y respetuosos de las costumbres indígenas.
“No es una interpretación literal de la cultura Ngäbe. Se buscó balancear las necesidades culturales con las realidades de un proyecto de esta índole. Pero gracias al proceso de elaboración de este proyecto, queda claro que la arquitectura puede tener gran incidencia al poder crear, conectar, proponer o resolver situaciones a través de una espacialidad. Además, es capaz de modificar e influir en las dinámicas y los comportamientos de las personas”, concluyó Katherina.
Otto Salas Murillo
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR