De miserias ideológicas y acusaciones delirantes

Juan Carlos Cruz-Barrientos

 

Durante los 29 días de huelga por la justicia tributaria, hemos escuchado todo tipo de acusaciones efectistas contra el movimiento. Sin prueba alguna se acusó a trabajadores de RECOPE de “sabotaje contra el oleoducto”, que “bloquearon el paso de la antorcha de la libertad”, que “secuestraron un quirófano del Hospital San Juan de Dios” y recientemente que “atentaron contra la integridad física del presidente Alvarado”.

Para el gobierno se trata de ganar la guerra por imponer la narrativa sobre el conflicto, a fin de restar apoyo ciudadano a la huelga, echando mano al viejo y efectivo recurso de desprestigio a los huelguistas. A la estrategia se sumaron oficiosos los grandes medios informativos y una brigada de propagandistas seguidores del PAC que se han dedicado a difamar a los actores sociales en huelga, a hacer apología del odio antisindical, a minimizar el uso de la violencia policial y a exagerar los efectos de la huelga sobre la población Hasta aquí nada nuevo ni original en la guerra ideológica en torno a este y a la mayoría de los conflictos sociales en el país.

La nota original y novedosa en la guerra de sentidos, la ha puesto una connotada figura del PAC, quien le atribuyó al movimiento huelguístico, intenciones insurreccionales, superando todas narrativas fantasiosas en torno a este conflicto y que trae a la memoria los ataques que usaron los gobiernos en las huelgas de la década de los setenta, así como los relatos fantasmagóricos de la guerra fría.

Esta huelga no es ni más ni menos que otro episodio de confrontación entre las dos visiones de país que ha estado presente desde el Combo del ICE y como tal ha exaltado pasiones entre los bandos, pero de ahí a acusar a los huelguistas de querer convertir el movimiento de masas en una insurrección popular, hay una enorme brecha, tan grande como la que abrió el PAC en el campo progresista al alinearse con la derecha neoliberal del PLUSC.

Y es que, esta huelga ha puesto en evidencia la miseria ideológica de un PAC que pretendió en sus orígenes romper con el bipartidismo y frenar el avance neoliberal, pero que terminó haciendo casa común con los dos partidos que han impuesto ese modelo económico, responsable de los principales problemas que hoy enfrenta en país, incluido el déficit fiscal. Un PAC que llega a su segundo mandato preso de un alianza con el sector más reaccionario del PUSC y de la ultraderecha económica agrupada en la Academia de Centroamérica.

El PAC encalló ideológicamente, impulsando, a sangre y fuego, la peor reforma fiscal que podía hacerse, porque castiga a las clases media y baja y complace al gran capital. Atrás quedó la buena intención de levantar un proyecto partidario socialdemócrata moderno que actualizara y profundizara los logros del modelo del Estado Social de Derecho.

Llegar al gobierno transformó o tal vez mostró lo que hay en el fondo de muchos de los militantes PACsistas: una pléyade de neoliberales progresistas que reivindican aquellos derechos humanos que no toquen los intereses del capital.

Es en esa bancarrota ideológica en la que hay que ubicar la desafortunada y hasta ridícula opinión de esta prominente figura de ese partido sobre el objetivo insurreccional de la huelga.

Heredia, 8 de octubre de 2018.

 

 

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