Estamos encantados porque ganamos con la Sele

Freddy Pacheco León

Así nos sentimos la noche del miércoles al culminar un partido jugado por una muchachada, que nos hizo vibrar con ellos. Lo que sucedía en el esplendoroso Estadio Nacional, se multiplicaba en miles y miles de hogares costarricenses. Esa noche volvimos a recordar que somos un pueblo que, pese al individualismo, tenemos aspiraciones comunes que nos reúnen. Que nos enorgullece ser vistos como «el país más feliz del mundo», el del PURA VIDA con que nos saludamos y nos conocen. Ese mismo pueblo que no desea que la rica convivencia pacífica sea erosionada. Pueblo de paz que quiere seguir viviendo en paz, sin sobresaltos cotidianos. Ese tico respetuoso de la bondad campesina que nos sigue enseñando a vernos en cierta forma excepcionales. Que solloza al escuchar la música de La Patriótica en situaciones muy especiales. Que tiene en la abolición del ejército su más preciado tesoro. Que ha aprendido a respetar los derechos de las mujeres, y a valorar sus ejemplares aportes a la Patria. Costarricenses que como primer objetivo, ven en la educación el instrumento que han de aprovechar sus hijos desde pequeños.                  

Que amamos vivir en un país donde desde el más humilde obrero hasta el presidente de la República, es respetuoso, gentil, siempre presto a dar una mano y orgulloso de los logros de una sociedad pobre, humilde, pero con próceres que desde sus cimientos, nos garantizan seguridad en ese edificio amado que llamamos Costa Rica. Ticos amantes de las virtudes heredadas, enemigo de la chabacanería, del patán, del mentiroso, del «mago» y sus conejos. Que nos ponemos «la roja» de la sele cual distinguido uniforme de gala, porque no renegamos de todo lo pasado, pues sabemos que los triunfos anteriores en el deporte y fuera de él, también nos permiten vislumbrar la posibilidad de un mañana tranquilo, sin broncas innecesarias, donde el progreso sea la estrella a alcanzar, para el bienestar de las mayorías.                        

Sea en fútbol o en la vida cotidiana que aspiramos traiga consigo lo mejor para nuestros hijos y demás generaciones. Aspiración que como un sueño, ha de construirse fraternalmente mientras cantamos «¡Agárrense de las manos, unos a otros conmigo…»! Así y solo así podemos resguardar la escultura Patria que por generaciones se ha ido forjando. Obra de arte que, si nos descuidamos, podría resquebrajarse si la dejamos en manos torpes que poco la valoran. Dirán algunos que así es la democracia, pero a ellos les decimos que no ha de desdeñarse, que por la vía de esa misma democracia, en otros países también se ha perdido su presencia. Por eso hemos de actuar con responsabilidad, con la mente alerta y la mano en el corazón. Con patriotismo, no solo alrededor de un partido de fútbol, sino también en el sacro recinto electoral en que se decidirá el futuro que la Patria nos demanda.