Rumbo al Chirripó

José Luis Valverde Morales

Cuando llevaba 15 ascensos a la montaña más alta de Costa Rica, decidió no contar más, nuevamente  dirigió sus pasos a la cima del mágico Chirripó de las aguas eternas.

Walter Calderón Sánchez, es un ser excepcional, hijo, esposo, padre, abuelo, compañero, amigo, caminante.

Si hay paga no hay gloria.

Su negocio es servir, no hay afán de lucro cuando se trata de apoyar a alguien, a cumplir el sueño de conocer la magia escondida en el mítico cerro de 3821 metros sobre el nivel del mar.

Walter alentó y acompañó a Vicky Vargas, quien se propuso escalar el monte cuando llegara el momento de la jubilación.

En otra ocasión, con su cómplice Demetrio Staikidis Flores, dispusieron la logística para llevar el queque, le cantaron cumpleaños feliz a  Ramiro Arguedas Mora, quien vio la llegada de sus 60 años en el refugio de los caminantes, ubicado frente a los indescriptibles Crestones.

Rapidita.

Una anécdota rápida, el colega Heriberto Valverde Castro, por lo demás, excepcional ser humano, andariego por naturaleza, pensó dónde quería festejar las 74 vueltas al almanaque.

Lo intentó con esos que ofrecen el oro y el moro, ven más el negocio, poco al caminante, corajudo como el que más, desistió luego de varios tortuosos kilómetros, justo a la entrada al Parque Nacional.

¡Sí se puede!

En esas nos encontró la conversación de amigos. “¡Con Walter si lo logra!“ le dije, al principio, un tanto desencantado dudó, pero Heriberto no es de doblegarse fácilmente.

Para no hacer larga la historia, a los pocos meses íbamos los tres para arriba, sumando los años, más de 210 vueltas al calendario a cuestas.

Era mi cuarto ascenso con Walter como líder, ya alojados en el albergue, recibí la noticia, mi madre agonizaba, mis dos amigos fueron el paño de lágrimas.

Me devolví masticando en la soledad del camino el silencio del dolor, me dio tiempo de recibir la última bendición de mi progenitora, quien tantas veces me cubrió de besos, pocas horas después cerraba sus ojos para siempre.

El día del funeral el templo de San Antonio de Escazú a reventar, la presencia de familiares, amigos, entre la multitud estaban ellos, Walter y Heriberto, habían coronado la cumbre, maltrechos, extenuados, dijeron ¡presente!

Otra vez.

Walter una vez más camina hacia la cima, los hermanos Gómez, compañeros del grupo de aventureros, nacido bajo el alero de la seguridad social, quieren culminar su anhelo, con ellos, como pastor generoso se enrumba hacia la cumbre.

Los ojos verdes, la piel curtida por el sol, la palabra oportuna como aliento, consejo, alimento, bálsamo en su mochila de infatigable viajero.

Heriberto lució en la cumbre el hermoso regalo de su maravillosa familia, la camiseta con el número 74 de los años cumplidos en la espalda.

Los hermanos Gómez, de seguro, sentirán la fría ventisca junto al rótulo que corona el imponente Chirripó, entonces Walter recibirá el pago intangible, la sonrisa dibujada en su noble rostro, la íntima satisfacción del deber cumplido.

Fotos cortesía Heriberto Valverde Castro.