La armada costarricense, la Guerra de Coto y buques de guerra extranjeros en las aguas territoriales de Costa Rica

SURCOS comparte el texto del académico alemán, Dr. Jochen Fuchs, escrito durante su última estadía en Costa Rica. Fuchs trabaja en la Universidad de Magdeburgo en Alemania, cuenta con doctorados en Derecho y en Ciencias Políticas, y además es autor de libros de guías turísticas de Costa Rica.

La armada costarricense, la Guerra de Coto y buques de guerra extranjeros en las aguas territoriales de Costa Rica

Hoy Costa Rica no tiene ejército, ni armada. En vez de una armada o por lo menos buques de guerra, Costa Rica tiene barcos armados ––regalitos de los EE.UU.–– como las patrulleras de la clase Libertador (34 metros, 168 toneladas, sin cañón de 25 mm, pero con ametralladoras), entre tanto para fortalecer el “liderazgo de Costa Rica en la región en la incautación de drogas” según presidente Solís.

Bueno, hasta ahora, la guardacosta del líder en la región no ha hundido ninguno de los (al menos) tres submarinos frente a la costa de la península de Osa y a veces tampoco una armada costosa es un garantía para un suceso deseable, porque los elementos pueden ser más poderosos como capitanes (recuerdo a Felipe II, quien, según la leyenda dijo: “No envié mis naves para luchar contra los elementos” al recibir la noticia de la derrota de su “Grande y Felicísima Armada”) – y los elementos no se pueden sobornar (pero esa es otra historia).

Costa Rica muchas veces no tuvo experiencias buenas con buques de guerra durante su historia. Los piratas llegaron en buques de guerra a Matina no para transportar cocaína, sino cacao desde allí a costas más ricas que las de Costa Rica.

Y en el año 1666, cuando otros piratas, ahora bajo el mando de Eduard Mansvelt y Henry Morgan llegaron en sus buques de guerra a Costa Rica, no había armada que pudiera salvar a la provincia de ellos, solo gracias a un milagro y gracias a la Virgen de Rescate (hoy patrona de la Fuerza Pública – y, por lo tanto, también de la guardacosta de Costa Rica) ellos regresaron a sus barcos sin saquear y devastar la provincia pobre.

No todos los buques de guerra vinieron a robar a Costa Rica. En la segunda mitad del siglo XIX un buque de guerra alemán llegó para una visita de cortesía a Puntarenas.

Muy culto, muy educado, según las costumbres tradicionales y reglas alemanes, el capitán ordenó a sus marineros saludar al país con 21 tiros de saludo; los marineros obedecieron, disparando los 21 tiros de saludo para demostrar que no habían venido a robar los sacos de café ni de los ricos cafetaleros costarricenses ni de los comerciantes alemanes sino a tomar cafecitos, parlar con la chicas, etc. Según las costumbres tradicionales ahora el comandante del puerto tuvo que ordenar a sus súbditos contestar el saludo del buque de guerra alemana también con 21 tiros de saludo. El comandante costarricense ordenó, sus súbditos tiraron una vez, tiraron otra vez y tiraron también por tercera vez… y fin. El cañón no funcionó más, el cañón se rompió y el capitán se ofendió. El comandante del puerto estaba consternado e invitó al capitán, los oficiales y la tripulación a una fiesta. El cañón debió repararse y los 21 disparos de saludo compensados después de la fiesta. La fiesta fue agradable, se reparó el cañón, el comandante del puerto dió a sus súbditos la orden de disparar los 21 tiros de saludo. Sus gentes obedecieron, dispararon una vez, dispararon dos veces, tres veces, cuatro veces, cinco veces – y fin. El cañón estaba roto. El capitán estaba aun más ofendido. ¿Solo el capitán? ¡No! Alemania estaba ofendida. El comandante del puerto estaba más consternado. ¿Solo el comandante del puerto? ¡No! Todo Costa Rica ––o por lo menos el presidente del país–– estaba consternado e invitó al capitán y a los oficiales a un gran baile en San José, donde se iban a compensar los tiros de saludo, 21 tiros de saludo naturalmente. El baile fue hermoso y el cañón de San José funcionó. ¿Bien está lo que los súbditos bien acaban? ¿Estaba satisfecho el capitán? No del todo, porque no todo empezó bien. El capitán informó al Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania sobre los insultos de Alemania en Puntarenas – la carta todavía está en el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (“Auswärtiges Amt”) de Alemania en Berlín. Alemania no olvida.

Costa Rica sí – al menos a veces. ¿Quién sabe hoy, fuera de las cátedras de historia, que Costa Rica, un país que se enorgullece de tener más maestros que soldados (incluso antes de que se prohibiera el ejército), ha invadido un país sin ejército ni armada tres veces?

En 1900, el entonces presidente francés Loubet decidió, en virtud de una convención de 1896 entre Costa Rica y Gran Colombia, poner fin a las disputas sobre la frontera entre los dos países y que Costa Rica, insatisfecho con el resultado, no había firmado. Según el Fallo Loubet, todo el territorio en el sur de Punta Mona, incluida Gandoca, debe pertenecer a Colombia, el Río Sixaola debe ser enteramente un río colombiano y no un río que marque la frontera.

Un año después de la separación de Panamá de Colombia (y después de la proclamación de la República de Panamá) en 1903 el ejército nacional de Panamá, bajo el mando del General Esteban Huertas, héroe de la independencia, intentó un golpe de estado, pero fracasó. Por el miedo a que él u otro militar intentaran intervenir nuevamente en la política, el gobierno disolvió el ejército – también una solicitud de los Estados Unidos, que quería un Panamá débil, para garantizar su proprio dominio sobre la zona del canal (entonces en construcción).

Y ahora era el momento de Costa Rica. Su ejército glorioso (al menos desde la batalla de Santa Rosa) capturó a Gandoca maravillosamente – de hecho, el gobierno envió menos de 20 soldados para ganar esta batalla contra el país joven, su nuevo país hermano en el sur. El gobierno panameño protestó – nada más.

Y nuevamente (cinco años después): Costa Rica conquistó toda el área hasta el río Sixaola. Y otra vez: El gobierno panameño protestó – nada más.

En el año 1914 el entonces presidente, no de Francia (él no tuvo tiempo debido a la Primera Guerra Mundial) pero el de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Edward Douglass White, decidió que la frontera “es una línea que, partiendo de la desembocadura del río Sixaola en el Atlántico, sigue el canal de dicho río aguas arriba hasta llegar al río Yorkin o Zhorquin; luego sigue el canal del río Yorkin – thalweg – aguas arriba hasta aquellas de sus cabeceras hasta que está más cerca del contrafuerte que es el límite norte del área de drenaje del río Changuinola o Tilorio, de allí siguiendo el canal que contiene dicha cabecera hasta dicho contrafuerte, de allí a lo largo de dicho contrafuerte que separa las aguas que van al Átlántico de las que van al Pacífico; de allí a lo largo de dicho contrafuerte hasta el punto cerca del noveno grado de latitud norte más allá del cerro Pando que es el punto al que se refiere el artículo primero de la convención del 17 de marzo de 1910” (Laudo White) – pero ahora Panamá no firmó (Costa Rica sí). No hubo cambios reales. El statu quo se mantuvo. Los costarricenses quedaron en Sixaola y los panameños en la zona sur en los alrededores del Golfo Dulce.

Diario de CR, 26 de enero de 1937.

En 1917, el Congreso confirió al ministro de Guerra José Joaquín Tinoco (golpista del estado contra el presidente Gonzales Flores debido a su veto contra al contrato petrolero Pinto – Greulich (ver: Carlos Cortés, El año de la ira, p. 140 ff.) y hermano del entonces dictador Tinoco), no solo el grado de general de brigada, sino también una concesión de cocales en la zona del Golfo Dulce. Debido a la intervención del pueblo (ver: Alejandro Bonilla Castro, Movimientos sociales y represión del Estado en la dictadura de Tinoco, 1918-1919.), de los Estados Unidos (“USS Castine” en Limón y “USS Machias” en Puntarenas) y la bala de la esquina calle 3/avenida 7 en San José, José Joaquín Tinoco no pudo utilizar la concesión, sin mencionar que el rea estaba bajo jurisdicción panameña. Pero sus actividades en la zona también sentaron las bases para un conflicto ‘caliente’ un poco más tarde.

Después de la caída forzada de la dictadura en 1919, la sociedad costarricense no estaba unida, había muchas diferencias no solo sociales sino también políticas (los seguidores de la dictadura todavía estaban presentes y activos); el 15 de septiembre de 1919 solo hubo una quema pública de los cepos y no de los hombres, que eran leales a Tinoco ( = ver: “La Tribuna” 19 de febrero de 1921 p.1: “Los tinoquistas regresan” versus “La Tribuna” 20 de febrero de 1921, p. 6: hoja suelta firmada de Sr. Jiménez “de estilo enarderido de patriota ante el arribo de los tinoquistas”) y como reacción a un rumor sobre la publicación de un libro de la esposa de Tinoco bajo el título “El Mesías que llegará” (“La Tribuna” 22 de febrero de 1921: “Aquí los pillos que mataron y robaron sin freno van cobrando nuevamente prestigio. Muchos que eran figuras insignificantes antes de la tiranía, ahora se levantan hechos personajes, teniendo por base un pedestral de deshonra y de descredito.”) y en esta situación un conflicto pequeño ––no necesariamente sangriento–– con los vecinos, los invasores, a los ojos no solo del gobierno pero de muchos ticos, permiten la unidad del pueblo o, en las palabras de Ronald Díaz, “una mayor cohesión entre sus habitantes” , especialmente si los vecinos no tienen un ejército y Costa Rica buenas experiencias en ganar juegos de este tipo contra ellos.

¿Y cómo se hizo? Al principio, nadie dijo nada en público. Hubo discusiones en el Congreso sobre problemas y cuestiones no relacionadas con el plan de invasión (ver “La Tribuna” 22, 23, 24 y 25 de febrero de 1921). Por primera vez “La Tribuna” del 24 de febrero de 1921 informó en la página 5 bajo el título “El Gobierno envió tropas a la región del sur”, que “fueron reclutados unos pocos individuos (…) no a apagar desórdenes en las Minas de Abangares” ni “con motivo de los movimientos obreros (de Limón, J.F.), pero: “todo este movimiento tiene origen en ciertas incursiones que han estado haciendo al territorio costarricense, por la región del Golfo Dulce, individuos de otras nacionalidades que llegan hasta a causar daño; y para contener ese mal es que han enviado el número de individuos (cincuenta, J.F.) de tropa que se creyó necesario.” El día siguiente, el 25 de febrero de 1921, “La Tribuna” informó (p. 2 bajo el título “Como nos juzgan en Panamá”: subtítulo: “Limón y Puntarenas son barracones y los costarricenses un saco de vanidades”) sobre un artículo de “La Estrella de Panamá”. Según “La Tribuna”, el periódico panameño había escrito sobre Costa Rica que “en las ciudades del interior falta la higiene. Por lo mismo, no deben pensar los yanquis en venir de vacaciones a nuestro suelo porque ellos necesitan ciudades limpias.” Por primera vez, el tema de la invasión se puede encontrar prominentemente en la primera página de “La Tribuna” del 26 de febrero de 1921 bajo el título “Ejerciendo actos de soberanía”: “Panamá ha mantenido dentro del territorio nuestro, autoridades suyas, ejerciendo toda clase de actos de soberanía, sin respeto por lo ajeno (…) ha otorgado concesiones, disfrutando él de todos los tributos correspondientes. Para la vecina República fue, pues, la resolución del Juez Americano (Laudo White de 1914, J.F.), un pedazo de papel”. Luego “La Tribuna” se quejó del insulto a la bandera costarricense, el insulto al honor nacional: “algunos panameños patrioteros acudieron a la forma canallesca de patear nuestra bandera. (…) El rastacuerismo de los panameños que causaron agravio a nuestra bandera es anemia en el torrente del patriotismo.” Al final del artículo había un resumen de los periodistas que trabajaron para crear una mayor cohesión entre los ticos: “Como ciudadanos del país libre y como periodistas honrados, hacemos vibrar la cuerda más sonora de nuestro patriotismo y echamos nuestra protesta a que vuele por todos los àmbitos donde se agiten vientos de libertad y de decoro.” El día siguiente (“La Tribuna” 27 de febrero de 1921, p.1) un Sr. Philos escribió ¡Iremos! ¡La sangre joven, honrada y de puro costarricense que ama a su Patria y que a ella dedica su vida, sin más fin que hacerle todo bien, como una madre, nos buye, nos exalta, nos obliga a gritar, con todas las fuerzas del alma costarricenses! (…) Todos debemos luchar y si es el caso, morir. Seremos vencidos, pero no olvidemos que puede venir un gran conflicto que convierta a los que quieren esquilmar en esquilmados. Mi vida toda está para servir a Costa Rica y todos los jóvenes de este Patria deben unirse.”

Y la estrategia funcionó bien: En Cartago hubo manifestaciones patrióticas, “el cuartel (…) es visitado por numerosos grupos de los diferentes categorías sociales y bandos políticos, que acuden presurosos a ofrecer sus servicios militares, (…) están llegando grupos de campesinos de Orosí, Arenilla, Tejar, Agua Caliente y otros lugares, a ponerse a las órdenes de la Comandancia” y “el »Centro Internacional de Trabajadores« tomó un acuerdo y envió al Gobierno un voto de adhesión” (“La Tribuna” 1 de marzo de 1921, p. 2).

Los trabajadores del Ferrocarril al Pacífico hicieron una contribución para la Cruz Roja (“La Tribuna” 2 de marzo de 1921, p. 6), las Srtas. telefonistas hicieron lo mismo (“La Tribuna” 4 de marzo de 1921, p. 5) y el Teatro Variedades anunció una “función a completo beneficio de la Cruz Roja costarricence con película de Guerra” (“La Tribuna” 3 de marzo de 1921, p. 5). Don Paco Amerling organizó un batallón de voluntarios. Ellos “han dado en llamarlo »Batallón de la Muerte«” (“La Tribuna” 3 de marzo de 1921, p. 1). Todos los días un comerciante colocaba un anuncio en “La Tribuna”: “Don Calixto Madrigal está decidido a prestar su contingente a los clientes, dado que no puede por su excesiva gordura trasladarse donde quisiere a estar en el pueblo de Coto, viendo negros panameños.” (ver por ejemplo 3 de marzo de 1921, p. 4). Los hombres de la “facultad de Dentistería ofrecen sus servicios” (“La Tribuna” 4 de marzo de 1921, p. 3) 500 carretoreros de San José (“La Tribuna” 4 de marzo de 1921, p. 5) y “la señora doña Liduvina de Madrigal, obstetra graduada de la Escuela de Obstetricia, ofreció sus servicios aquí en San José gratuitos a las esposas de los militares en Campaña” (“La Tribuna” 6 de marzo de 1921, p. 1).

Y no solo los ticos sufrieron la fiebre del patriotismo: La colonia española “se ofrecía a hacer los servicios de policía” (“La Tribuna” 2 de marzo de 1921, p. 1), la colonia china de Puntarenas recolectó 3.000 Colones – la colonia suiza solamente 500 Colones (“La Tribuna” 5 de marzo de 1921, p. 5) “la colonia alemana ha puesto a disposición del Gobierno el edificio del Club Alemán, para un hospital de sangre” (“La Tribuna” 3 de marzo de 1921, p. 1), la colonia americana “la existencia total de abastecimientos de cirujía” (“La Tribuna” 6 de marzo de 1921, p. 1) y “se alistan varios nicaragüenses” (“La Tribuna” 4 de marzo de 1921, p. 2) [wegen der zitate stimmen die zeiten nicht!]

¿Qué había pasado mientras tanto en el frente? El gobierno costarricense envió a Héctor Zúñiga Mora como comandante militar al sur, el comandante envió un telegrama a Panamá informándoles que estaban actuando de acuerdo con el Laudo White y que van a enarbolar la bandera costarricense en el Pueblo Nuevo de Coto. El 21 de febrero de 1921, el coronel Zúñiga y un teniente con 100 soldados llegaron a bordo de una ‘gasolina’ – como vanguardia de la armada costarricense – a Pueblo Nuevo de Coto e informaron al jefe policial panameño del sitio sobre sus planes. El jefe de policía local, como sus colegas años antes en Gandoca y Sixaola, protestó, se retiró e informó a sus superiores.

Y ahora ha sucedido algo diferente, ahora Panamá se ha movilizado. Porque Panamá no tenía ejército, los policías fueron movilizados y en vez de los policías, los bomberos realizaron las tareas de la policía. (No es una excepción extraordinaria en ese tiempo, en el año 1919 los bomberos de San José lucharon junto con la policía contra los manifestantes usando su ‘bomba Knox’ para dispersarlos.) También hubo voluntarios y veteranos de la guerra de mil días. Como no había ejército, ni los policías ni los voluntarios ni los veteranos tenían armas adecuadas. El gobierno compró armas de tiendas en la capital y tomó los 50 rifles de un escondite secreto en el sótano de la sede del presidente. Luego marcharon hacia el norte – contra el enemigo.

¿Y el enemigo? ¿Qué hizo el enemigo? El enemigo estaba esperando, el enemigo esperaba refuerzos, el enemigo esperaba a la armada. ¿Y el comandante militar? ¿Qué hizo el coronel Héctor Zúñiga Mora? El coronel estaba cazando junto con el coronel González. Es aburrido esperar, así que el coronel Zúñiga y el coronel González no solamente esperaron, sino que fueron a cazar.

Los coroneles encontraron al enemigo mientras cazaban. Eran solo dos coroneles y los enemigos eran muchos. No todos tenían armas, pero eran muchos. Como comandante militar, el coronel era un experto en estrategia y también un experto en tácticas militares. Por lo tanto, no luchó como un león, ni como un gallo, ni como un toro bravo, no fue valiente hasta la muerte. Se rindió (el Presidente Acosta: “él ha muerto por la Patria” – “La Tribuna” de 1 de marzo de 1921, p. 6). El coronel González como experto militar se rindió también. Los subordinados siguen el ejemplo dado por los superiores. Los soldados del coronel también se rindieron y ahora todos los panameños tuvieron armas buenas.

¿Y los refuerzos, la armada? ¿Qué estaban hacienda los panameños? Ahora los panameños estaban esperando a la armada. En la Guerra hay que esperar a muchos. Todos.

Pero valió la pena. Primero vino “La Sultana”, un buque insignia con más soldados. Bueno, no el buque insignia de la armada, sino el buque insignia de la colonia española de Puntarenas, donde “La Sultana”, que transportaba a la colonia española, participó en la procesión marítima en honor a La Virgen del Carmen ( = ver: Luz Mary Arías Alpízar/ Oriester Abarca Hernández: Acerca de los orígenes de las festividades de la virgen del mar en la ciudad de Puntarenas. Diálogos Vol. 16 No. 1 <2015>). Como ni la tripulación ni los soldados sabían que ahora panameños y no ticos estaban esperando a la “La Sultana”, la resistencia de los soldados de la ‘gasolina’ “La Sultana” no era muy fuerte y los panameños captuaron 25 rifles, una ametralladora nueva y 6 mil tiros más. “La Estrella” llegó el 1 de marzo y después de una breve lucha el arsenal panameño tenía suficientes armas para una compañía de voluntarios nuevos. El destino de “La Esperanza”, que llegó como el último barco de la armada, fue similar. Sola hubo una diferencia: No tenía una nueva ametralladora, sino solamente un fonógrafo. Al llegar, el fonógrafo tocaba el himno nacional costarricense. El himno nacional tampoco salvó a “La Esperanza” y los panameños le dispararon al hombre que operaba el fonógrafo.

Costa Rica perdió una armada y una batalla, la batalla de Coto. El ejército de tierra costarricense tuvo más éxito en la costa atlántica, donde no tenía armada pero tomó el tren de la United Fruit Company. El 4 de marzo, el acorazado “USS Pennsylvania” y un día después el barco de cañón “USS Sacramento” llegaron a las costas y terminaron la Guerra de Coto estableciendo el límite entre Costa Rica y Panamá según el Laudo White. Los panameños perdieron Coto y los ticos perdieron el área al sur del río Sixaola. La decisión del Juez americano se hizo cumplir – firma de Panamá o no. Mao Zedong dijó: “El poder nace del fusil” – no siempre, a veces el poder nace también de los cañones.

El “USS Pennsylvania” no fue el último acorazado en las aguas territoriales de Costa Rica. En 1937, el “Schleswig-Holstein” hizo una visita amistosa (21 – 26 de enero). Era más pequeño y no tan rápido como el “USS Pennsylvania” (la finalidad de ambos barcos era algo similar, el buque norteamericano era uno de los buques objetivos en las pruebas nucleares de los Estados Unidos cerca de la isla Bikini en 1946 y el buque alemán sirvió para la Flota Roja entre 1948 y 1966 cerca de la isla Osmussaar como buque objetivo), pero la recepción del buque de guerra “Schleswig-Holstein” se asoció con una alegría mucho mayor que la visita de su homólogo “Pennsylvania”.

En Limón “el muelle cubrióse a los pocos minutos de enorme cantidad de público” (“Diario de Costa Rica” 22 de enero de 1937, p. 4). La comisión de la colonia alemana estuvo presente no solo con el señor Fuhrmann, el representante del partido nazi en Costa Rica, sino también con el Príncipe Segismundo de Prusia (“Diario de Costa Rica” 22 de enero de 1937, p. 4) que vivió desde 1928 hasta su muerte (1978) en Costa Rica.

Unos días antes, el Gobierno había expulsado un grupo jamaicanos – según el secretario (= ministro) de relaciones exteriores “elementos indeseables” – (oficialmente “por ejercer prácticas de hechicería y ritos seudoreligiosos”) – según el periódico “The Daily Cleanrer” de Jamaica (19 de enero de 1937) “con crueldad y dureza” – tal vez para salvar a los alemanes verlos, o simplemente para ahorrar dinero (para obras públicas más importantes que negros enfermos o locos?), porque “un considerable número de jamaicanos de la raza de color está asilados en los hospitales y el Chapuí, constituyendo un problema económica para nuestro país” como informó “La Tribuna” (26 de enero de 1937, p. 4).

El 22 de enero de 1937, los alemanes llegaron a San José en tren especial. En la estación los esperaba una enorme concurrencia, hubo vivas y aclamaciones (ver “Diario de Costa Rica” 23 de enero de 1937, p. 5), “numerosísimo público hizo objeto de cordial recibimiento a los distinguidos huéspedes” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 5). La “fachada de las oficinas de Hapag Lloyd en esta capital <estaba> magníficamente adornada con el pabellón alemán y la svástica [sic], en honor de los visitantes” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 1), los “marinos de la Alemania rubios como el Rhin [sic]” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 2). “La Tribuna” informó (23 de enero de 1937, p. 5) que ”muchos han enarbolado ambas banderas y entre otros, la casa Bayer ha colgado en la esquina de los altos del Royal Bank, además de las que ya tiene en sus oficinas, un hermoso pendón de la Cruz Bayer, artísticamente bordado en seda el cual resulta una verdadera obra de arte que con justa razón está llamando la atención de todos los que por allá transitan.” y que en la “Librería Alsina” de Josef Sauter “se exhiben tres planos a colores en los cuales se puede apreciar la maravillosa estructura interior de este hermoso buque, el »Schelewig [sic] Holstein«” (22 de enero de 1937, p. 2). El “Gran Hotel” anunció en dos idiomas: “Das Gran Hotel Costa Rica ladet hiermit die deutsche Kolonie zu einem Marimba Tanzvergnuegen, welches zu Ehren der Offiziere und Mannschaften des Linienschiffes »Schleswig Holstein« am 23. Januar im Dachgarten des Hotels stattfindet, herrlich [sic] ein. Eintritt frei: fuer die deutsche Kolonie, Offiziere und Mannschaften. 9 P.M.“ y “GRAN HOTEL COSTA RICA – SABADO 23 DE ENERO – GRAN BAILE CON MARIMBA – en el ROOF GARDEN – en honor de la oficialidad y tripulación del barco SCHLESWIG-HOLSTEIN y de la colonia alemana con asistencia del turismo americano” (“La Tribuna” 22 de enero de 1937, p. 6). (No todos se anunciaron en dos lenguas, el anuncio a “Señores Viajeros” del “SALON LINDY”, un “RESTAURANT ESPECIAL PARA PERSONAS DE GUSTO REFINIDO” con “servicio día y noche”– “Diario de Costa Rica” 24 de enero de 1937, p. 2 o el anuncio de la “FARMACIA QUIROS” de su producto “HEIDISAN – para curar LA GONORREA” – el último casi cada día durante la visita del acorazado “Schleswig Holstein” ver por ejemplo “LaTribuna” 26 de enero de 1937, p. 6 y “Diario de Costa Rica” 22 de enero de 1937, p. 2, solo se podía leer solo en Castellano).

Hubo más invitaciones, por ejemplo del “Teatro Palacio” (“regia función de Gala en honor del Comandante Guenter Krause” – “La Tribuna” 22 de enero de 1937, p. 8), del Club Rotario (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p. 6) o para un pic-nic a la finca “Heinrichshof” de Hans Rudolf Heinrich al norte de Barva (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p. 7) y para un “koctel en el Europa” (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p. 7). Por supuesto, el Club Alemán también invitó: el Club Alemán invitó dos veces, por primera vez a una recepción el 22 de enero (según el “Diario de Costa Rica” del 23 de enero de 1937, p. 5 “una enorme concurrencia, tanto de miembros de la colonia alemana como de nuestra sociedad, asistió”) y por segunda vez a un baile en la noche del 25 de enero de 1937 “después de la boda de los jóvenes Niehaus-Siebe” (“Diario de Costa Rica 23 de enero de 1937). Sobre el último evento “La Tribuna” (27 de enero de 1937, p. 6) informó a sus lectores bajo el título “Ecos del gran baile del Club Alemán en honor del capitán de navío, Gunther Krause, y de la oficialidad del crucero »Schleswig-Holstein« casi solamente sobre los ojos y la figura de la Sra. doña Agmes [sic] Hammelstein de Cubero: “Distinguida y bella dama de la colonia alemana, en cuyos ojos, serenamente azules, se refleja toda la poesía del Rhin [sic], corriente cristalina que copia la gloria del hermoso cielo de su patria, y que prestigió con su elegante figura, el opulento sarao del domingo en el Club Alemán, en honor del capitán de navío Gunther Krause y de la oficialidad del crucero Schleswig Holstein”.

Diario de CR, 27 de enero de 1937.

Para el 26 de enero, el exclusivo Club Unión anunció una “GRAN COMIDA DANZANTE (…) MENU NETAMENTE ALEMAN” (“Diario de Costa Rica” de 24 de enero de 1937, p. 2 y “La Tribuna” 24 de enero de 1937, p. 6) y a “este acto asistió una gran concurrencia, encontrándonos entre ellos el señor presidente de la República y su señora esposa, los secretarios de estado, representantes de otras naciones y elementos de nuestra sociedad y de la colonia alemana” (“Diario de Costa Rica” de 27 de enero de 1937, p. 2) y – quizás por gratitud por el “menú netamente alemán” – hubo un saludo netamente alemán: un saludo hitlerista o “saludo Heil Hitler” (ver foto: “Diario de Costa Rica” de 27 de enero de 1937, p. 2).

Hubo más saludos hitleristas, por lo menos un saludo más. Hay una foto de este saludo nazi (“Diario de Costa Rica” 26 de enero de 1937 p.1). Los marinos no tenían fiestas, bailes, recepciones, pic-nics, funciones de gala, etc. todo el tiempo. También trabajaban:

“Una compañía (…) desfiló (…) por las calles (…) dando la magnífica impresión de la educación (…)” (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p. 2). Y el periodista estaba entusiasmado, estaba más que entusiasmado, elogió y vitoreó a los marinos: “Hombres rítmicos, que forman con una correción impresionante, que se mueven como por medio de resortes de acero, como los autómatas a los que basta apretarles un botón para que inmediatamente se desarrollen en sus movimentos precisos, isocronos, maravillosos” (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p. 2). El Comandante tenía que trabajar también, no tenía que desfilar ni marchar, sino depositar al pie del Monumento Nacional una corona – un “homenaje de la marina alemana a la gloria nacional” (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p.1) – y al final un saludo hitlerista como un homenaje más – un homenaje más a un mulato, al Juan Santamaría, al héroe de Rivas, que se puede ver muy bien en una de las placas conmemorativas del Monumento Nacional. Esa fue ciertamente la única vez que un representante de la marina alemana, un representante de la Alemania nazi, un representante de la raza aria honró a un mulato, a un medio negro.

Para resumir la visita, un periodista escribió en la “ENGLISH SECTION” del periódico “La Tribuna” (26 de enero de 1937, p.3): “we have truly heard nothing else but praise for all of those who came to San José”.

No escribió toda la verdad, no escribió sobre los peligros en las calles de San José para los “mocetones de caras frescas, hombres fuertes” (“La Tribuna” 26 de enero de 1937, p.2), para “los guapos y frescos cadetes que llegan con un caudal de ilusiones a nuestras playas” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 2). Ese periodista no escribió sobre que los “individuos de filación comunista pisotearon la bandera hitlerista frente a los marinos que en aquellos momentos pasaban” (“Diario de Costa Rica” 24 de enero de 1937, p. 1) ni escribió sobre los “piloncito[s] con labios pintados” que “van por las calles sobre un par de zapatillas y que son capaces de dispararle siete miradas por segundo” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 2). Y el periodista en particular no informó sobre las armas secretas, sobre la armada secreta, que tenía Costa Rica: acorazados, barreminas, cazatorpederos, destroyers, submarinos y crucero auxiliares – entre otros.

Un colega de ese periodista ha publicado esta información como advertencia a los marinos: “Deben además estar muy enterados estos marinos de que aquí hay suegras que parecen acorazados, maridos que son como barreminas, padres que resultan excelentes cazatorpederos y cuñados que suelen ser destroyers de alta mar (…) sin hablar de uno que otro submarino que se desliza por las aguas procelosas de nuestro océano y de alguno que otro crucero auxiliar [sic] o de algún barco pirata” (“La Tribuna” 23 de enero de 1937, p. 2).

 

*Imagen de portada: Diario de CR, 27 de enero de 1937.