La transición geopolítica y espiritual de Costa Rica hacia el nuevo mundo

Andrés Zamora Gutiérrez
Mauricio Ramírez Núñez
Profesores de Relaciones Internacionales

El mundo, en términos globalistas occidentales, responde a la perpetuación de dos acciones políticas: una consolidada en la política económica neoliberal, con tendencias agresivas hacia el libre mercado y la explotación de recursos naturales y humanos; la otra funciona como pantomima democrática, tomada de la noción propuesta por la izquierda en defensa de la ideología de género. Sin embargo, las leyes universales entendidas bajo una perspectiva espiritual indican que todo tiene su contrario, por lo que la política del siglo XXI y el sistema internacional no son excepciones a la regla.

El multipolarismo civilizatorio es la alternativa al globalismo hegemónico encabezado por occidente. Esta corriente hace referencia a distintas zonas del mundo como la islámica, euroasiática, africana y latinoamericana. Cada una se rige bajo el principio soberano de decidir su propio destino, sin la intervención de la policía global o los métodos de ingeniería social basados en la sociedad de masas postmodernista, donde “todo está permitido”. Retomar la esencia tradicional de los pueblos no implica repetir los errores del pasado, sino tomar la espiritualidad de antaño para repensar y actuar de manera inteligente y humana dentro de un paradigma relativista que está condenando al ser humano a la decadencia.

En términos concretos, esta visión de mundo se ha vuelto disruptiva por el hecho de rescatar la identidad tradicional de las culturas civilizatorias, pero que requiere una postura política pragmática donde prevalezca el beneficio mutuo, reconociendo así que el mercado global es una necesidad imperiosa que debe interconectar el mundo, al mismo tiempo que anula todo dogmatismo que se quiera imponer como modelo cultural universal occidental.

Cuando hablamos de una Costa Rica que debe girar su pivote hacia el nuevo mundo, es decir, la región asiática, no estamos descartando cortar la relación con occidente en ningún momento, al contrario, se debe reforzar. Alinearse geopolíticamente con la multipolaridad, implica reconocer nuevos polos de poder en el mundo de las relaciones internacionales y mantener buenas relaciones con todos, tanto en una como en otra región del mundo. Implica ampliar esa esfera de influencia y relaciones en una verdadera postura multicultural y de respeto a la diversidad de las formas de ser de todos los pueblos.

Ambas regiones son importantes en lo geopolítico, y son necesarias para mantener una interconectividad con el mercado global, así como para el crecimiento económico. Sin embargo, nos parece que Asia se enfoca en una postura pragmática y no ideológica sobre temas como ambiente, tecnología, economía y comercio internacional, lo que la hace llevar la delantera en estos momentos. De ahí que el país necesite reformular su política exterior hacia el mundo que ejecuta lo que piensa y no el que impone dogmas mediante discursos y sanciones.

Occidente por su parte, sigue haciendo ver la lucha en la política internacional como algo ideológico y utilizando la bandera de los derechos humanos como bastión de imposición y acceso a recursos estratégicos. En un mundo donde la disputa no es entre ideologías como en épocas anteriores, sino por mercados, recursos y tecnología, la única orientación ideológica válida y brújula para una nación en dicho contexto, es el volver a sus propias raíces, aquellas que la fundaron y los valores que le permitieron consolidarse como una patria libre, soberana, con justicia social y principios humanistas. Por ello, el recuperar la historia del 56, así como de la década de los años cuarenta para el caso de Costa Rica, es fundamental, ya que refleja el ser-ahí del costarricense, aquel ser humano humilde, solidario, preocupado por el bienestar de las personas, pero también luchador, emprendedor y defensor de la soberanía nacional cuando es necesario

Traer el mundo a Costa Rica implica en términos de política internacional, ser fieles a nosotros mismos y a nuestra historia, implica no alinearse ideológicamente con nadie más que con nosotros mismos y la ruta país que elijamos para desarrollar nuestro potencial; en ese sentido, nuestra guía ideológica es el Bien-vivir, que implica vivir en armonía con nosotros mismos, la comunidad y el medio ambiente, esto incorpora 3 ejes estratégicos: espiritualidad, humanismo y ecología. Las primeras dos han sido parte de la idiosincrasia costarricense a través de la historia, y que fueron reflejadas en las acciones políticas de los años 40 del siglo pasado: primero con la creación de un Estado Social de Derecho basado en la justicia social y segundo por los grandes personajes humanistas que dirigieron al país. La ecología es uno de los retos actuales en los cuales Costa Rica ha sido un referente internacional por sus buenas prácticas, pero es fundamental profundizarlo bajo un marco de pensamiento espiritual y humanista.

Si partimos del hecho de que un país es como una persona, entonces aquella frase que Tales de Mileto trajo a colación: “conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”, podemos aplicarla a toda nación. Ese auto conocerse en el mundo de hoy, implica volver a las raíces costarricenses más auténticas, reconocernos ahí y con el camino claro, avanzar sin miedo, acercándonos a todos respetando su cultura, ideología y demás, eso en lugar de ser un obstáculo, es una fuente de intercambio y enriquecimiento cultural, un encuentro verdadero de culturas. Así como nosotros tenemos nuestro carácter y forma de ser que se debe respetar, lo mismo sucede con el país, y una persona que sepa hacia dónde va y tiene claro sus principios, puede enfrentarse a cualquier situación porque está segura de sí y el resultado que obtendrá. 

En ese ejercicio de autoconocimiento, tanto los tomadores de decisiones como el Estado precisan de comprender que la esencia política es parte de una visión filosófica del mundo; o sea, que para poner en práctica la estrategia geopolítica a nivel internacional, hay que tener claro cuáles son nuestras auténticas raíces. Inclusive hay que tomar a la historia misma como un hecho trascendental que modifica tanto la política como la filosofía. Hace mas de 30 años vivíamos en un orden mundial bipolar por la Guerra Fría, que luego se convirtió en unipolar bajo la tutela de Estados Unidos, y que hoy día transita cada vez hacia la multipolaridad.

Como bien fundamentó Platón, baluarte del pensamiento filosófico, a partir de los sentidos viene la imagen mental, originando la idea que se transforma mediante la reflexión, acabando en acciones dentro de una realidad concreta. Es necesario valorar esta vía no solo para guiar nuestras vidas; la política internacional y el nuevo mundo nos dan las pautas para caminar por la senda correcta, pero la ideología es una forma de cegar el pensamiento humano, que lo lleva más a actuar por las pasiones que por la razón. Queremos una Costa Rica donde tengamos la certeza de saber sobre nuestros orígenes históricos y espirituales, dónde aprendamos a razonar con coherencia sin perder el amor por el prójimo y así determinar en lo pragmático qué es lo que realmente necesitamos. Espiritualidad, humanismo, ecología, conocimiento histórico y estrategia política; todas deben ser formas de construir una ruta país a un futuro digno, próspero e inclusivo.

 

Imagen tomada de la página definicionabc

Enviado por Mauricio Ramírez.