PANDEMIA, poema

Su mundo es un Coliseo:
Uno monumental y violento.
Carnicería casi y depósito
de martirios y torturas para
doblegar hasta los santos.
Ella ahí se siente cómoda
y vive su felicidad
de espada y trueno.
No es ni diosa ni princesa.
Sí reina opulenta de espada abierta para decapitar inocentes. Ella
lo disfruta y lo recrea
en su mente
mientras su pecho
se dilata como
sólo lo logran los
muertos
por agua
excesiva
en sus pulmones.
Su ego
gigantesco,
la verdad sea dicha,
cabe en las orejas
de un conejo
o en el guante de la pobreza
que pierde su seda mientras
rebusca sombras en un cajón
repleto en la tienda de ropa
usada importada desde
el país más violento
de la tierra.
Sombra
Arena
Rencor
Sed:
Esto es una guerra
y el sueño se ahoga
en el fondo opaco de
su sangre ardiente.
Nadie dormirá allá
afuera está noche.
Siete leones restregarán
sus melenas contra la piel
maltratada de la belleza
que de compartirse se volvió
reseca y producto en franca
devolución por garantía. Luego,
ningún ojo vislumbrará
sus paisajes,
y cuando caiga el frío y la noche haya consumado
su ciclo oscuro
de temores,
arderán las osamentas
que mantendrán tibia
su piel de onagro.
Ella, sombra…
Ella, arena…
Nosotros, sed
insaciable de justicia. Todos:
miedo e incertidumbres.
Sombra y arena desfilando
en ese coliseo, irreverentes
y tajantes y acechando
con la muerte agazapada
detrás de cada piedra
y desde cada ventana
de este teatro fecundo.
Ella al acecho del Buen Vivir,
cabalgando su montura
reseca de exterminio.
Nosotros, amparados
como siempre por el cristal luminoso de los ríos. Y gritando:
¡Los que vamos a
vivir te saludan!

 

ClaMo

Toyopán, ZURQUI

 

Imagen ilustrativa, UCR.

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