Repaso de la Masonería costarricense, en el 122 aniversario de la R.·.L.·. Hermes No. 7

Vladimir de la Cruz

A.·.L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.

S.·.F.·.U.·.

M.·.V.·.M.·.

QQ.·.HH.·.

(Intervención de Vladimir de la Cruz M.·.M.·., en el Templo Mayor de la Gran Logia Masónica, en la Tenida Blanca de la Respetable Logia Hermes No. 7, el 21 de agosto del 2023 con motivo del 122 aniversario.)

QQ.·. HH.·.

Hacer un repaso histórico de la Masonería costarricense es mirar su importante presencia en la Historia nacional, particularmente del siglo XIX, sin disminuir su papel en el siglo XX. La masonería costarricense es parte de la masonería latinoamericana y universal.

En América surgieron las llamadas Logias Lautarinas, a cuyo amparo se desarrollaron, en el conocimiento y la luz masónica, algunos de los principales libertadores de América.

En los albores de la independencia americana en Argentina, Chile, México, y en otros países del continente, actuaron la Logias por la libertad de las colonias.

Los próceres de la Independencia Francisco Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O Higgins, Antonio Nariño, Pedro Moreno González, Francisco de Paula Santander, el Padre Miguel Hidalgo y Costilla, y José María Morelos fueron miembros activos de los movimientos masónicos de sus países.

Francisco de Miranda, en su condición de Venerable Gran Maestro, dio la luz masónica a los grandes libertadores americanos, Simón Bolívar, Antonio Nariño, de la Gran Colombia; a Teresa de Mier, de México; a Bernardo O Higgins, de Chile; a José de San Martín, de Argentina; a Vicente Rocafuerte, del Ecuador; a Bernardo de Monteagudo, del Perú.

En la Argentina, por ejemplo, la Masonería nos aporta las venerables figuras de José de San Martín, Libertador de Argentina, Héroe de Chile y Perú; Manuel Belgrano, Héroe nacional de Argentina. Gracias a la Masonería argentina se consiguió apaciguar definitivamente las luchas internas después de la Batalla de Caseros, en 1852, hasta la organización Constitucional y la federalización de Buenos Aires.

Del mismo modo, Francisco de Paula Santander, Héroe nacional de Colombia; Antonio José de Sucre, Libertador y Presidente de Perú; Simón Bolívar, Libertador de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, a quien los costarricenses de los primeros años de la Independencia admiraban y conocían; Francisco de Miranda, Patriota venezolano, Mariscal y Libertador de Perú; Benito Juárez, Libertador de México; Antonio Nariño y Álvarez, Precursor de la Independencia de Colombia; Bernardo O’Higgins, Libertador de Chile.

A José Martí, Libertador de Cuba y luchador de la independencia de Cuba y Puerto Rico, quien a finales del siglo XIX cierra el ciclo de las luchas anticolonialistas españolas, en la nueva dimensión de la guerra hispanoamericana, en el contexto del nacimiento del imperialismo moderno.

El movimiento de la Ilustración fue el que permitió, principalmente, la llegada a Hispanoamérica de la masonería.

Así, en los días de las luchas por la Independencia de la América Española las Logias masónicas, que empezaban a constituirse, y los Hermanos masones jugaron un papel muy importante. Se ha considerado, incluso, que fueron un factor determinante, como también los masones estuvieron presentes en el proceso de la Independencia de las 13 colonias inglesas y en la construcción inicial de los Estados Unidos. Su peso está altamente demostrado en la ciudad de Washington, donde existen importantes obras arquitectónicas que así lo resaltan.

En el área del Virreinato de México, al cual pertenecimos, como parte de la Capitanía General de Guatemala, podemos señalar que desde la segunda mitad del siglo XVIII se conoce la presencia masónica por emigrantes franceses que habían llegado, que también fueron perseguidos por la Inquisición mexicana.

En 1806 se funda en el Distrito Federal de México la Logia Arquitectura Moral, donde se iniciaron en la luz masónica Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Hermenegildo Galeana, Ignacio Aldama y otros patriotas mexicanos.

En 1810 fue perseguida la Orden y a sus miembros masones se les torturaba y mataba, pero no pudieron evitar su destacada participación en los movimientos del 15 de setiembre de 1810, donde se dio el grito inicial de la emancipación del Virreinato, por la justicia y la libertad.

En el territorio del Virreinato de México desde 1810, cuando se produce el Grito de Independencia de México, ya hay noticias de la existencia de logias masónicas.

Con la independencia, en México, en 1821, las logias se difundieron y se le enfrentaron al clero cuando Iturbide se declaró emperador con el apoyo eclesiástico. De esa lucha surgió la República.

En 1824 se fundó al impulso de liberales, la Gran Logia Nacional de México al amparo de la Gran Logia de Nueva York, de tradición liberal, progresista y republicana.

En Centroamérica desde finales de la colonia ya se sabía de la existencia de algunos Talleres que se impulsaron, en 1763, en la costa atlántica de Nicaragua y más tarde, en 1783 en Belice. En esta región posiblemente por la influencia inglesa que allí había.

En el Salvador se dice que los próceres independentistas José Matías Delgado, Manuel José Arce, Antonio José Cañas Quintanilla, Nicolás y Vicente Aguilar estaban vinculados a la masonería. En Guatemala, en 1822, se organizaron varias logias y en Honduras también se organizaron logias.

Probablemente, en el contexto de los días de lucha por la Independencia las logias masónicas que iniciaban bien podían confundirse, en parte, con la existencia de las sociedades patrióticas, las Sociedades Económicas de Amigos del País, con los movimientos y sociedades secretas y paramasónicas o no masónicas, como algunas logias existían en aquellos tiempos, que contribuían a darle aliento a la lucha anticolonial.

Es discutible, entre especialistas, en el continente, el papel importante que pudieron haber tenido estas Logias o los masones. Desde mi perspectiva parto de que fueron importantes, por el papel de los grandes próceres de la Independencia, ya mencionados, que fueron asociados directamente al movimiento masónico.

Con frecuencia oímos decir, a modo de mención muy general, el papel que las logias masónicas desempeñaron en el proceso de la independencia latinoamericana y, con ellas el vínculo de algunos de aquellos masones que brillaron como precursores y líderes de la Libertad de América.

También, hemos oído de muchos de estos eventos como situaciones clandestinas y ocultas de la vida de algunos de nuestros próceres.

Es natural comprender que tal situación pudo darse en razón directa e inversamente proporcional al grado de persecución de que eran objeto sus miembros por los enemigos de la Independencia y por los defensores y amigos de quienes deseaban mantener el orden de privilegios de la dominación y explotación de los pueblos latinoamericanos, que deseaban continuar el régimen oprobioso de dominación, explotación y discriminación social, política y económica.

Las actividades masónicas, de este modo, aparecen como eventos circunstanciales, sin detenerse, por quienes así recuerdan la Historia americana, que la Masonería es una de las organizaciones que más ha contribuido al progreso moral, intelectual y social de nuestros pueblos y de los pueblos del mundo.

No casualmente, por la realización de sus trabajos y sacrificios tan importantes, la Masonería ha sido tan perseguida por déspotas, fanáticos y enemigos de la luz, y de las luces; de la ilustración, para recordar los sentimientos y vocablos de la gloriosa Revolución Francesa.

Menos se nos ha dicho de la participación destacada en el movimiento masónico de algunos ilustres sacerdotes católicos, como el cura Miguel Hidalgo y Costilla, del pueblo de Dolores, paladín de la libertad y la independencia del pueblo mexicano, abolicionista de la esclavitud en 1810, meses antes que esta problemática fuera atendida por las Cortes de Cádiz y, que nos tocara a nosotros por nuestro vínculo y pertenencia el Virreinato de México.

No siendo la Masonería una asociación política quienes a ella pertenecieron, durante los días de la independencia americana, no estaban al margen de los problemas políticos de los pueblos.

Al contrario, estaban ligados a la búsqueda y obtención de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad, principios que heredamos de la Gran Revolución Francesa, trilogía de valores que inspiran aún la convivencia activa en las logias masónicas.

Aun cuando no se habían desarrollado partidos políticos y considerando que la Masonería no es un partido político, como hoy los conocemos, durante la lucha por la independencia, el Partido Político que identificaba a quienes por ella se sacrificaban era el Partido político de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad, que estaba, esencialmente, vinculado a toda manifestación de organización y lucha contra el orden colonial español.

Por ello, casi nunca se nos ha dicho ni enseñado el verdadero significado de las logias y del papel que ellas jugaron, como tampoco de la gran cantidad de hombres ilustres de la Independencia y forjadores del Estado Nacional y de la sociedad democrática, en América Latina, que estuvieron ligados a este movimiento que reunía estadistas, filósofos, artistas, científicos, militares, políticos. Así también en Europa, y en los países de Nuestra América, como la llamaba el Q.·.H.·. José Martí, quien visitó dos veces Costa Rica.

Martí en su segunda visita a Costa Rica mantuvo reuniones secretas con los cubanos Maceo y Crombart, que vivían en esos días en Costa Rica, y con costarricenses ligados al movimiento masónico, con el fin de lograr el apoyo para su lucha y propiciar una expedición armada, desde Costa Rica, que se preparó para 1895, contando con el apoyo del Presidente Rafael Iglesias que facilitó 200 rifles del armamento nacional.

En el caso de Guatemala, sede de la Capitanía General, durante el período virreinal, no hay referencias históricas importantes que nos digan que habían logias o presencias masónicas durante su existencia, al menos durante los últimos años de la dominación española. Al contrario, en paralelo con nosotros se conoce la existencia de la primera Logia simbólica fundada en 1873, mientras que en Costa Rica la tenemos fundada, por el Padre Francisco Calvo en 1865.

Hay sin embargo, una historia de datos de existencias de organizaciones y presencias masónicas, antes de que se hubieran constituido formalmente las Logias, en las que descansan oficialmente sus inicios en cada país.

Así, hay referencias de que ya independientes las colonias españolas, Rafael Ruiz Gutiérrez, venezolano, y Juan Francisco Casanova, colombiano, llegaron a Guatemala, con el propósito y misión de fundar logias masónicas en los países centroamericanos. Rafael Ruiz Gutiérrez y Juan Francisco Casanova representaban el Gran Oriente Neogranadino.

En el caso de Honduras la Masonería surgió en 1898, cuando se instaló su primera junta, aunque algunos analistas refieren que desde 1811 se conocían presencias masónicas, en Comayagua, como también lo relata, en esas primeras presencias, para Costa Rica, el V.·.Q.·.H.·., Benemérito e Historiador de nuestra Orden, Rafael Obregón Loría.

Al Obispo Tristán de Nicaragua, a cuya jurisdicción pertenecíamos, en su visita a Costa Rica, en 1782, se le considera el primer masón que llega a nuestro territorio, quien inicia algunas de las labores de proyección social, que marcan mucho el trabajo de la Logia Masónica, como fueron el hospital de Cartago, una escuela de primeras letras y la fundación de la ciudad de Alajuela el 12 de octubre de aquel año.

En Costa Rica algunos hermanos llegados de otras latitudes se congregaron algunas veces en logias y algunos costarricense se afiliaron en otros países a las logias, como el caso de Lucas Arcadio Ugarte, quien fue afiliado en Cuba, donde operaba la masonería clandestinamente, fue capturado y condenado por su condición masónica; además de impulsar y colaborar en la independencia de México.

También fue importante la influencia de los hermanos José Manuel y Martín Masferrer, después de 1824, expulsados del país por sus actividades políticas, acusados de “herejes y revoltosos”, un término usado muchas veces para referirse a los masones.

El grupo organizado alrededor del periódico La Tertulia, recién introducida la imprenta en Costa Rica, que circuló en 1834 y 835, estaba impulsado por masones, por sus luchas, por los ideales que pregonaban y por las personas que lo integraban, con un gran sentido de oposición política al gobierno de Rafael Gallegos.

Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, Obispo y gran historiador eclesiástico, señala que en 1825 se fundó una Logia y en 1826 ya había tres, en San José, Heredia y Cartago. A esta masonería pertenecieron personas de gran importancia nacional.

El Historiador Rafael Obregón señala que la primera logia regular en Centroamérica fue fundada en 1763 por la Gran Logia de Inglaterra, en la costa atlántica de Nicaragua; luego otra en Belice, que dejaron de trabajar en 1813. En 1820 había una en Honduras y los próceres de la Independencia centroamericana fueron asociados a esta institución. En la causa seguida contra los hermanos barceloneses José Manuel y Martín Masferrer, por primera vez se citan los conceptos masonería y masón en 1824 y se les acusa de herejes, revoltosos y revolucionarios, y les expulsan del país.

En 1825 se intentó crear logias masónicas, y capítulos Rosa Cruz, en Guatemala y luego en El Salvador. También el Gran Oriente de Caracas llegó a tener logias en Centroamérica.

Cuando se funda la Universidad de Santo Tomás en 1843, se usan en su emblema, y publicación de su Estatuto, símbolos masónicos: «el Libro de la Ley sobre el cual reposan la Escuadra y el Compás, cerca de la primera un mallete; y entrelazada con la segunda, una espada. Al lado del libro una llama; a la izquierda, en la parte superior el Sol y a la derecha, la Luna rodeada de siete estrellas».

En Nicaragua hay noticias de la existencia de logias en 1846 y en la hoy ciudad de Liberia, Costa Rica, en 1853. En 1859 el masón Andrés Cassard tuvo los plenos poderes para fundar cámaras masónicas del rito escocés en Cuba, México y Centroamérica y, fundó dos Supremos Consejos, uno en Cuba y el otro en Veracruz, con el nombre de Supremo Consejo de México y Centroamérica.

El prócer Francisco Morazán, Presidente de la República Federal de Centroamérica, y Jefe de Estado de Costa Rica por un breve período fue masón.

En El Salvador las logias se desarrollaron en el último tercio del siglo XIX, con las reformas liberales que secularizaron el Estado salvadoreño, a partir de 1871.

En Nicaragua desde finales del siglo XIX se conoce la presencia masónica, aunque en San Juan del Norte, en Greytown, en 1851 existió una Logia masónica, seguramente influida por la presencia inglesa en esa región donde se impulsaba el Protectorado inglés, incrustado en la costa caribeña de Nicaragua y Honduras.

La mayor parte de la historia masónica del país se estructura a partir de los trabajos regulares de la masonería nacional, en vínculo y bajo los auspicios de los Supremos Consejos que la regularon hasta la constitución, el 7 de diciembre de 1899, de la Gran Logia de Costa Rica.

Así, tenemos grandes períodos del movimiento masónico en Costa Rica que fueron desde los días de la Independencia hasta 1865; desde 1865 hasta 1871 que la masonería regular estuvo bajo los auspicios del Gran Oriente y Supremo Consejo Neo Granadino, o Colombiano, con sede en Cartagena, República de Colombia; desde 1871 hasta 1887, bajo el Gran Oriente y Supremo Consejo Centro Americano, con sede en San José, Costa Rica; desde 1871 hasta 1899 bajo los auspicios del Gran Oriente y Supremo Consejo Centro Americano, con sede en Guatemala, República de Guatemala y desde 1899 bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Costa Rica.

Así, oficialmente la historia del movimiento masónico nacional se reconoce a partir de 1865.

En Costa Rica el Pbro. Francisco Calvo, se había iniciado en la Logia Masónica La Cruz Austral Nº 5, del Perú, el 20 de junio de 1862. Fue él quien fundó la primera Logia, llamada Caridad No. 26 en San José, el 20 de agosto de 1865, autorizado por la Logia del Gran Oriente Neo-Granadino. Dos años más tarde con el apoyo de la Gran Logia de Cuba se estableció la Logia Unión Universal Nº 19.

El 14 de agosto de 1867 la Gran Logia de Colón aprobó el establecimiento de una Logia en San José denominada Unión Fraternal Nº19, integrada por distinguidos liberales de la época.

En 1882 en El Salvador se fundó la Logia Constancia y Caridad y el 9 de marzo de 1883 se fundó en San José la Logia Unión Nº 19, que desarrolló un gran activismo, provocando la ira del sector católico más conservador, aglutinado alrededor del periódico Eco Católico.

El Pbro. Francisco Calvo fue el Capellán del Ejército Nacional en la lucha contra los Filibusteros norteamericanos en Costa Rica y en Centroamérica. Junto a los masones Manuel Antonio Bonilla, Leoncio de Vars, Adolfo Romero, Luciano Beeche, Aquiles Bigot, Isidro Levkowickz, Matías Wesfele, Alfredo García, Federico Maison y Santiago Haslam, conformaron la primera logia de Costa Rica. A ella se integraron también José María Castro Madriz, Lorenzo Montúfar, Julián Volio, Francisco Echeverría, José Antonio Pinto, Andrés Sáenz, el presbítero Carlos María Ulloa, Bruno Carranza, Manuel Argüello, Máximo Jerez, Francisco Peralta.

Con la Logia fundada por el Pbro. Francisco Calvo se considera fundada la masonería en Centroamérica.

En 1871 con la existencia de otras logias se fundó el Supremo Consejo de Francmasones. Este mismo año se fundó, con asiento en San José, el Consejo Supremo Centroamericano, el 9 de enero.

Hacia 1875 funcionaban las logias Caridad Nº 1, Esperanza Nº 2, Fe Nº 3, Maravilla Nº 12, Sincera Amistad Nº 18, Desengaño Nº 14, Concordia y la Porvenir.

En 1875 el Gran Oriente de Centro América, establecido en Guatemala autorizó las logias Regeneración Nº 6, la Unión Fraternal Nº 9 de Limón, en 1892; La Luz Nº 12, en San José, en 1897; La Libertad Nº 15, en San José, en 1898; la Phoenix, en Limón, en 1899.

En 1887 el Supremo Consejo Centroamericano fue trasladado a Guatemala, por siete años, con motivo de la venta del templo masónico al gobierno y por diferencias entre los masones. Dependiendo del número de miembros, el grado 33 se establecería por períodos de siete años en las distintas repúblicas centroamericanas.

En Costa Rica 18 miembros de la Masonería han sido Jefes de Estado y Presidentes de la República; Braulio Carrillo Colina, Manuel Aguilar Chacón, Francisco Morazán Quesada, José María Castro Madriz, Bruno Carranza Ramírez, Tomás Guardia Gutiérrez, Aniceto Esquivel Sáenz, Saturnino Lizano Gutiérrez, Salvador Lara, Próspero Fernández, Bernardo Soto Alfaro, Rafael Yglesias Castro, Ascensión Esquivel Ibarra, Juan Bautista Quirós, León Cortés Castro, Santos León Herrera, Teodoro Picado Michalski y Otilio Ulate Blanco.

No se ha hecho un buen balance y repaso histórico de sus gobiernos, que analice su presencia masónica en sus obras de gobierno, en sus políticas públicas, en sus valores humanistas, universalistas y fundamentos filosóficos que los guiaron; respetuosos de las leyes, del Estado de Derecho; por su tolerancia y respeto a las creencias y posiciones filosóficas, religiosas y políticas de las personas, principios generales que nos guían en nuestro compromiso militante masónico.

La superación personal que buscan la masonería por el conocimiento y la verdad, ¿cómo la vemos en sus obras de gobierno?

Como práctica la masonería procura el mejoramiento material y moral de todos los seres humanos. ¿Cómo valoramos esto en sus obras de gobierno y en su paso por la Administración Pública?

Estas son tareas pendientes. Pero me atreveré a esbozar algunas proyecciones de algunos de estos Presidentes masones que dejaron una huella indeleble en nuestra historia nacional y en la construcción democrática de nuestra Costa Rica.

Es indudable el peso, en el transcurso de nuestra Historia, del desarrollo de las Libertades y Derechos ciudadanos, plasmados evolutivamente en nuestra Historia Constitucional; de los principios de la Fraternidad y de la Igualdad, que son parte esencial de nuestra filosofía masónica, hoy desarrollado también por los Derechos Humanos.

En el siglo XIX la forma revolucionaria que hizo avanzar la sociedad costarricense fue el ideario liberal clásico, antimonárquico, republicano, defensor de las libertades, forjador de derechos, constructor de la institucionalidad estatal, basada en un sólido Estado de Derecho.

La consigna liberal clásica de finales del siglo XIX, “Orden, Progreso y Libertad”, sin lugar a dudas estaba preñada del ideario masónico que ya se había establecido con los Jefes de Estado y Presidente masones del siglo XIX. Resultado de ello el país se modernizó.

Con el Código General, de Braulio Carrillo, se rompió el lazo jurídico que aun teníamos con la legislación española. Con él salimos de la República Federal de Centroamérica, a pesar del intento que hiciera Morazán de volver a rehacer este proyecto político, fortaleciendo el camino independiente del país y preparando el advenimiento de la proclamación de la República, en 1848, por Castro Madriz. A inicios de la década de 1840 se publicó en la prensa costarricense la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, documento que influyó probablemente para que en la Constitución Política de 1844 se estableciera el derecho a la rebelión del ciudadano contra el mal gobierno.

La obra del Q.·.H.·. Morazán en Centroamérica, que no pudo desarrollar en el país, fue liberal revolucionaria, lo que podríamos valorar en otro momento, así como toda la obra de Carrillo.

La libertad de prensa sin restricciones, impulsada por el Dr. Castro; sus luchas electorales sin presión de gobierno y respetuoso de la ley; el impulso de la educación de mujeres eran parte de esta proyección de los masones en la vida nacional.

A los presidentes Tomás Guardia, Bernardo Soto y Próspero Fernández les debemos una obra de gobierno extraordinaria. Apertura del país a la inversión extranjera complementaria al capital nacional; la construcción del ferrocarril al Caribe, o al Atlántico como se decía; la abolición de la pena de muerte; la apertura del país a la migración extranjera, especialmente europea que mucho contribuyó al desarrollo cultural, científico, educativo; a la gran reforma liberal de 1882 y 1884 la que separó la Iglesia del Estado, la educación religiosa de la enseñanza pública, que estableció restricciones a las prácticas religiosas públicas; la expulsaron de órdenes religiosas; el establecimiento del divorcio y el matrimonio civil como único válido en el país. Con esta reforma se secularizó mucho la vida civil del país.

Igualmente, el establecimiento de la Comisión Codificadora, 1882-1888, que superó al Código General de Carrillo, modernizó el engranaje jurídico nacional elaborando, entre otros el Código Fiscal, que llegó hasta 1970; el Código Civil, que es el actual, del cual se desprendieron el Código de Trabajo en 1943 y la parte de familia para hacer surgir en 1970 el Código de Familia; los Códigos Penal y de Policía y los de Procedimientos Civiles y Penales, entre otras reformas jurídicas que modernizaron el país. El Código de Comercio, ya se había establecido en 1852 que llegó hasta 1964.

A ellos les debemos también las grandes reformas educativas impulsadas por Mauro Fernández. A Tomás Guardia con el fortalecimiento del régimen municipal le debemos estabilidad política nacional, expresado de dos maneras, la distribución del poder político a los gobiernos locales, restándole presión a la lucha por el poder central, y con la Constitución de 1871, por su carácter flexible, facilitó la negociación política en el proceso político nacional, contribuyendo con ello también a la estabilidad política del país.

Fortalecieron los Jefes de Estado y Presidentes masones la institucionalidad pública, y el Estado, como un elemento importante por sus políticas públicas, para el desarrollo nacional. En cierta forma, les debemos también el debilitamiento del Ejército que se fue dando desde el último tercio del siglo XIX.

No solo a los Jefes de Estado y Presidentes masones les debemos este desarrollo democrático institucional. Se lo debemos también a una gran cantidad de personas, que en los campos de la educación, la cultura, la ciencia, las artes y las actividades empresariales y productivas, actuando desde las esferas de las Secretarías de Estado, del Congreso o de la Corte de Justicia, fueron miembros activos de la masonería.

Así, los masones actuando desde el poder, desde los gobiernos o desde la sociedad civil modelaron, con estructuras legales o educativas y con el ejercicio de las libertades ciudadanas, la sociedad liberal y democrático republicana que nos ha formado.

Desde sus gobiernos impulsaron los valores que permitieron, en la construcción del Estado Nacional, fomentar principios como el respeto a las leyes del país; el que los principios morales de cada hombre deben conducirlos a esforzarse, como ciudadanos; el del cumplimiento de sus responsabilidades públicas y privadas y a procurar que la reforma social parta, en primer lugar, de la reforma de sí mismos, de cada persona, con la esperanza que el progreso individual contribuya a la mejora ulterior de la sociedad.

Formar personas de buenas costumbres, dignas de confianza, honradas en su forma de trabajar, solidarias y caritativas constituía parte de estos elementos morales de formación de nuestra cultura en el siglo XIX, donde se ve la impronta de los valores masónicos en el desarrollo institucional nacional.

Tolerancia, Libertad y Cultura, fueron los pilares del ejercicio práctico de esta construcción social, en que los masones tuvieron que ver.

La Iglesia Católica en el siglo XIX enfrentó duramente a la Masonería como movimiento y a los masones costarricenses.

En 1890 se publicó el folleto titulado “Manual de la Liga Antimasónica”, en el cual se instruía para realizar una campaña contra la masonería, que incluía a modo de prólogo un Breve del Papa León XIII.

La Iglesia envalentonada con el ascenso de José Joaquín Rodríguez al poder, arreció desde el púlpito los ataques a los masones.

En 1890 Leoncio Audrian informaba al Consejo Supremo Centroamericano Masónico lo siguiente: “El cambio político verificado hoy en este país ha puesto al Taller en muchos cuidados, pues en el partido dominante se encuentra el clero, abriendo brecha y pretendiendo abatir la luz de nuestra Institución. Ha habido ya sermones de los curas delatando a la masonería como un mal social, inconveniente a las familias y al Estado. Atribuye a la presencia de la Masonería el liberalismo, su fantasma; los inconvenientes que el actual Gobierno le pone a sus pretensiones los atribuye también a la masonería; en fin, la falta de religión, de paz y de bienestar. El clero ha establecido periódicos con ese fin; ha expedido folletos reglamentarios del modo de aniquilarla; y trabaja sin descanso por transformar a Costa Rica en una provincia pontificia. Otras épocas hemos tenido ya que experimentar tan inicua persecución. Recientemente escrita se encuentra en la historia la página legada al mundo masónico por el memorable ministro Figueroa… Los miembros de la Logia Regeneración Nº 6, aun cuando palpan la farsa clerical, aun cuando ven las concesiones del poder público, aun cuando están viéndole la cara a su enemigo, no se desalientan, al contrario, parece que su valor aumenta y su entusiasmo se ensancha. Están en la convicción de que la masonería se agiganta, irradia más, como el brillante perdido en la oscuridad de una calle, tanto cuanto es más perseguida, cuando se la acecha y se le obliga a dar batalla”.

En las elecciones de 1899 el presidente Ascensión Esquivel fue acusado de “masón y hereje”, por unos sucesos que se desarrollaron en la Logia Regeneración Nº 6, por lo que tuvo que suspender sus actividades temporalmente, así como porque algunos de sus miembros se vieron obligados a salir del país.

En 1899, nuevamente, se organizó la masonería en debida forma instalándose en la casa interior de Gregorio Richmond. El 7 de diciembre de este año se constituyó un cuerpo administrativo para las logias simbólicas cuando se fundó la Gran Logia, siendo su primer Gran Maestro A. G. M. Guillot. Más tarde lo fueron Genaro Rucavado, en 1900, en 1908 y 1909; Manuel Aragón hijo, en 1901; Ricardo Mora Fernández, en 1902; John M. Keith, en 1903; Gustavo Pradilla, en 1904; Tomás Povedano, en 1905; Ramón Castro Fernández, en 1910; Robert S. Hankel, en 1911 y 1912; Emilio de Mezerville, de 1912 a 1913; Rodolfo Espinoza de 1913 a 1914; Mariano Álvarez Melgar, de 1914 a 1915 y Alexander Murray, de 1915 a 1916.

Hasta 1890 la masonería nacional había desempeñado un papel activo en la formación del Estado de Derecho y del Estado Nacional. Sus principales miembros desde distintas esferas del poder habían logrado modelar, por medio del movimiento liberal, la estructura principal de la organización social costarricense, inspirar sus libertades fundamentales y asegurar el desarrollo del Estado con sometimiento de los militares al poder civil y de separación de los intereses eclesiásticos de los políticos.

En 1901 el Supremo Consejo Centroamericano autorizó la fundación del Consistorio de Costa Rica, con el siguiente directorio: comendador en jefe, Manuel Aragón; teniente gran comendador, Alejandro Alvarado; teniente comendador, Genaro Rucavado y Tomás Povedano, quien tenía el grado 33, representaba el Supremo Consejo Centroamericano.

En 1901 se organizó y fundó la Logia Hermes No. 7, que es la que nos convoca en esta Tenida Blanca, con motivo de su 122 aniversario. La Logia Hermes fue el resultado del crecimiento que venía teniendo el movimiento masónico en el país. Fue autorizada para su funcionamiento por la Gran Logia de Costa Rica, que dirigía el Gran Maestro Manuel Aragón Quesada, e impulsada por Tomás Povedano, que llegó a Costa Rida, invitado por el Presidente Rafael Iglesias para dirigir la Escuela de Bellas Artes. Povedano quien se había iniciado en la Masonería en 1873 también impulsó la creación de la Logia Virya, en 1904, organizando e impulsando, de esa manera, los estudios de Teosofía en el país. Durante un breve período de la existencia de la Logia Hermes, desde 1955 hasta 1963, se le permitió cambiar de nombre por Logia Lealtad No. 7.

Hermes la figura mitológica griega era el joven mensajero de los dioses y el dios del comercio, la elocuencia y protector de los viajeros. Hijo de Zeus y Maya se le representa con alas en los pies. Entre sus cualidades estaba la astucia, la habilidad de negociación y sobre todo lo distinguía su condición de mediador entre los dioses y los mortales.

En la filosofía masónica Hermes, a quien también se le conoce como Mercurio, en la tradición romana, se le considera un símbolo de la sabiduría, el conocimiento estérico y la transmisión de información.

El símbolo que usa Hermes, un bastón con dos serpientes enroscadas representa la armonía, la dualidad y la alquimia espiritual, como conjunto de especulaciones o elucubraciones y experiencias esotéricas asociados a las transmutaciones de la materia; ocultas a los sentidos y a la misma ciencia; tan solo perceptible por las personas iniciadas.

Hermes en esencia nos convoca a reflexionar sobre las cosas, a poner atención, para con el estudio llegar a conclusiones. Hermes combina el conocimiento del mundo material como del espiritual. Hermes por ello también es considerado como un sabio; un maestro de la alquimia.

Así, Hermes, en la masonería, comunica, transmite enseñanzas; busca la sabiduría y el conocimiento profundo. Para los iniciados en la masonería es participar en el conocimiento de nuestros secretos y estudios reservados de nuestra Venerable Orden.

Hermes en el pensamiento masónico representa al maestro interno que tenemos, que nos convoca e impulsa a descubrir por nosotros mismos la Libertad; la Libertad que debe ser lograda, conquistada por cada uno de nosotros, sin esperar heredarla.

En la sola existencia de la V.·.L.·. Hermes No. 7 tenemos uno de los pilares existenciales de carácter filosófico de nuestra V:. Orden: la Libertad.

Esa es en su esencia el significado del nombre de este Taller, de la Logia Hermes, que está celebrando su 122 aniversario de fundada.

Somos una Orden con herencia histórica, con simbolismos y tradiciones y con espacios fraternales, como esta Tenida Blanca.

Los años turbulentos de 1936 a 1948 León Cortés, Teodoro Picado, Santos León y Otilio Ulate fueron los últimos presidentes masones. De ese período se rescata la Reforma Social, el Código de Trabajo, la Universidad de Costa Rica, el Tribunal Supremo de Elecciones, el voto universal, entre otras importantes obras de gobierno que se realizaron.

Cuando hubo necesidad de intentar parar la candidatura presidencial del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, en 1939, al finalizar el gobierno de León Cortés, por el pacto realizado con la Iglesia Católica para derogar las leyes liberales de 1884, a cambio de su apoyo para el Dr. Calderón Guardia, la Logia Masónica se sumó al llamado que hiciera el expresidente Ricardo Jiménez Oreamuno, para formar parte de la Alianza Democrática Nacional, en el intento de reunir a todos los liberales, a los masones y a los comunistas, que finalmente no pudo materializarse para participar en esa campaña electoral.

Los años siguientes, y convulsos, de la década de 1940-1948 atraparon igualmente al movimiento masónico nacional y lo mantuvieron al margen de las luchas decisivas de las reformas sociales.

Las Reformas Sociales y Laborales no fueron banderas de la Masonería nacional. Su preocupación había girado en torno a las libertades y derechos individuales, y al fortalecimiento de una institucionalidad política que los asegurara.

Cuando fue convocada la Asamblea Nacional Constituyente, durante el período de la Junta de Gobierno, 1948-1949, por el avance de la Iglesia en la vida política nacional, durante esta década, nuevamente los liberales y los masones intentaron llevar una voz propia al núcleo de la redacción de la Constitución de 1949, participando alrededor del Partido Constitucionalista, que quiso llevar al Ex Gran Maestro Rafael Obregón Loría como diputado, al seno de la Asamblea Constituyente, sin obtener los votos suficientes para ello, y siendo ésta quizá la última batalla importante, de carácter público y notorio, abiertamente en el campo político electoral, por el cual la masonería nacional seguía manifestando su tesonera labor de cuido del Estado liberal nacional.

Ese período de la guerra civil y de postguerra produjo un cisma importante en la masonería nacional, que condujo entre otras cosas a la inscripción registral oficial de la Logia Masónica. Los sucesos de 1948 afectaron de esa manera, en parte, a la Gran Logia.

De esa dolorosa situación, nuevamente, emergió la figura del Maestro Masón Rafael Obregón Loría, también miembro de esta Logia Caridad Nº 16, como la figura conciliadora, unificadora y constructora en esos años de postguerra en el movimiento masónico nacional.

Con participación discreta en la política, o abierta, como se hizo en el siglo XIX, los masones seguimos atendiendo los problemas de la vida humana para asegurar la paz, la justicia y la fraternidad entre los hombres y los pueblos, sin diferencia alguna de raza, nacionalidad o creencia. Seguimos luchando para enfrentar la ignorancia, la hipocresía y la tiranía.

Somos librepensadores. Somos hermanos de todas las religiones, credos filosóficos y políticos, y nos integramos en nuestros talleres espirituales, con el compromiso en el desarrollo espiritual de todos los miembros de nuestra Orden, con la democracia de nuestros países, y con la libertad de nuestros pueblos mediante la promoción de una educación para la vida.

Los masones sostenemos que el trabajo es deber y derecho del hombre. Así lo exigimos a nuestros adeptos como contribución indispensable al mejoramiento de la colectividad.

Los ideales de conocer la verdad, el amor por la belleza y hacer el bien; escuchar la voz de la conciencia, combatir el error buscando la verdad; imitar a los buenos, ayudar a los débiles, enseñar al ignorante y huir del malvado; respetar las creencias, conocer a los hombres, amar a la Patria, respetar las leyes y admirar al Gran Arquitecto del Universo, siguen siendo nuestras Banderas masónicas.

Mi felicitación a los QQ.·.HH.·. de la V.·. L.·. Hermes No. 7 en este su 122 aniversario de fecunda existencia.

Cumplidas vuestras órdenes, M.·.V.·.M.·.