El Chavato

Vladimir de la Cruz

Históricamente, ¿cómo llegaremos a conocer, a definir, o a calificar al actual gobierno de la República? Esta será una discusión de historiadores, sociólogos, politólogos, analistas de las ciencias sociales y económicas, periodistas y comunicólogos, desde ahora hasta los próximos años. Pero, ya se puede ir apuntando en esa dirección, porque se aprecia una ruptura institucional de este gobierno con los anteriores, y del Presidente con sus antecesores, en la forma de trato y abordaje de la crítica política, del control político que se ejerce por los diputados, analistas, periodistas y medios de comunicación, así como por gestores de opinión pública.

Nunca antes, en mi conocimiento histórico, y en la práctica histórica, que me ha tocado vivir, con conciencia de lo vivido, al menos desde el gobierno de Mario Echandi, 1958-1962, se ha dado una situación como la que estamos enfrentando.

Con el gobierno de Francisco Orlich, 1962-1966, en medio de la agudización de la Guerra Fría por el surgimiento de la Revolución Cubana, vivimos restricciones a la libertad de prensa, cuando gobierno proscribió el Semanario Adelante que había impulsado Joaquín García Monge, para darle un espacio a los que habían perdido su voz pública, con motivo de los sucesos de 1948.

En el gobierno de José Joaquín Trejos Fernández se secuestraban libros en las aduanas portuarias, y se establecieron controles migratorios, anticonstitucionales, de impedimento de viajar a Cuba y a los otros países socialistas, de la época, que se mencionaban en un sello que se ponía en los pasaportes.

En ese período, desde 1948 hasta 1970, se impidió el ejercicio electoral de los comunistas, con partido propio.

En el gobierno de Luis Alberto Monge, 1982-1986, en el contexto de la guerra que se impulsaba contra el gobierno sandinista, surgido en 1979, por parte de los Estados Unidos y sus agencias contra revolucionarias sandinistas, se cerró la radioemisora Radio Noticias del Continente, por su línea informativa con el proceso político nicaragüense y de otros países latinoamericanos.

Después de estos eventos no hay registros históricos de gobernantes, o sus gobiernos, en contra de los medios de comunicación, sus periodistas, o en contra y en persecución de quienes, en uso de la Libertad de pensamiento, de palabra, y de expresión en general, haya habido situaciones por las cuales estas libertades se hayan amenazado o se haya actuado institucionalmente para limitarlas, debilitarlas y anularlas fácticamente.

Estos presidentes nunca fueron despóticos en sus actuaciones, irrespetuosos con sus opositores, confrontativos y denigrativos con la prensa o con los periodistas. Tenían su señorío, su distinción política, que les era respetada.

Los rasgos autoritarios y despóticos, del actual Presidente de la República, van marcando y delineando, claramente el carácter antidemocrático que está tratando de establecer, y de ejecutar, con sus actuaciones intimidantes, contra los distintos sectores sociales, políticos y económicos, para avanzar hacia un estado, hacia un régimen de terror institucional, de cercenamiento de libertades, de persecución de personas, de gobernar sin controles públicos ni políticos, con facilidad para la contratación pública sin controles administrativos, debilitando en ese sentido a la Contraloría General de la República, como institución, siendo un organismo auxiliar de la Asamblea Legislativa, que marca el terreno peligroso de la corrupción administrativa cuando se quiere gobernar sin controles, cuando se quiere gobernar impulsando contrataciones directas, concesiones y licitaciones sin controles administrativos, posibilitando en esos negocios públicos, de esa forma, grandes manejos de dineros y posibilidades, igualmente, enormes de aprovechamientos corruptos de esas contrataciones que se desean impulsar de esa manera, como seguramente se hace en muchos países gobernados dictatorialmente, despótica o autoritariamente, que es la marca país que quiere imponerse, con el actual presidente, que en su condición de funcionario internacional, en países de ese tipo, vio y vivió como se gobernaba, y cree que aquí se pude gobernar con esas tradiciones poco republicanas.

La tradición de la Libertad de Prensa, que se asoció en sus inicios a la Libertad de Opinión, de Pensamiento y de Imprenta, desde el primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández, que estimuló la prensa mural, donde lo único que se prohibía es que se dijeran mentiras, calumnias y difamaciones, ha sido un estandarte de nuestro desarrollo democrático.

Con la llegada de la Imprenta, en la década de 1830, se fortalecieron esos derechos, hoy considerados Derechos Humanos.

De aquellos gobernantes, el Dr. José María Castro Madriz, fue quien se convirtió en el gran adalid de estas libertades y derechos.

El Dr. José María Castro Madriz, Jefe de Estado y Presidente que nos dejó una gran obra pública, el 1 de noviembre de 1842 cuando apareció el semanario “El Mentor Costarricense”, marcó los senderos luminosos de la marcha del periodismo costarricense. Dijo, en ese sentido, que “la opinión pública debe ser el oráculo de un gobierno libre y popular; que no puede conocerse bien si no es expresándose bajo los auspicios de la augusta libertad de prensa, y que tampoco puede ilustrarse si no es con la publicación de los pensamientos y el debate de los escritos, de que resulta triunfante la verdad”.

El Mentor Costarricense procuraba instruir al pueblo en sus deberes e informarle sobre los aconteceres más importantes de la marcha del Gobierno por medio de la publicación de sus acuerdos. Para ello también pedía la colaboración de los ciudadanos en la tarea común de la construcción de la Patria.

Fue una época, la del Dr. Castro, en la que la prensa vio aparecer periódicos críticos, que atacaban duramente al Gobierno, como al gobernante. Frente a estas críticas, que algunos de sus allegados querían que se acallaran, reaccionó fuertemente el Dr. Castro Madriz, con los siguientes pensamientos que señalan los ejes rectores del ejercicio de estas libertades y del periodismo nacional, que debemos siempre resguardar. Dijo el Dr. Castro:

“Quiera Dios que durante mi presidencia sean saciadas las hambres de libertad de prensa para que mis sucesores encuentren calmados los ánimos y encauzado, por sí solo, este derecho incontrovertible del hombre a un plano de más elevadas miras…”

“Quiero que mi Patria, ya que no puede ser temida por su fuerza, sea considerada por su justificación y cordura, de modo que sobre cualquier agravio que se le infiera, recaiga el anatema del mundo civilizado. No tenemos escuadras, tengamos la simpatía de las naciones. La civilización del siglo ha definido la libertad política y religiosa, elevándola a dogma de paz y de ventura. Como tal la conozco y sabré acatarla y sostenerla”.

“Creo que la expresión de la verdad, aún la más amarga, conviene al gobernante que como yo, tiene el valor de abdicar ante ella sus errores, y el sincero deseo de tomarla por base de sus actos. Creo, en fin, que toda discusión ordenada y comedida ilustra, y que el lenguaje sólito de las malas pasiones, contra un gobierno que por su legitimidad y rectitud abunda en medios morales de defensa, es impotente”.

“La libertad de la prensa es un derecho consagrado por la ley, y como tal debo respetarlo, cualquiera que sean las consecuencias que de su ejercicio para mí resulten. Quizás su acción en estos momentos no sea favorable para mi Gobierno, desde luego que contra él se esgrimen con no disimulada furia sus armas; pero esa libertad es una de las que a la nación más honran, y andando el tiempo, de las que más habrán de aprovecharle; y entre lo que creo que le conviene a la nación y lo que me conviene a mí, como Jefe de ella, yo no vacilo. Primero y ante todo la nación, y primero el derecho de los ciudadanos a ella, que lo que pudiera convenirme a mí en esta jefatura transitoria, que mucho me honra, pero que para mi corazón y mi espíritu tiene poco de placentero, y sí mucho de mortificante, puesto que ejecutando el bien, según mi conciencia, me expongo a cosechar en perjuicio personal mío males sin cuento. Que sea así en buena o mala hora; pero mi mano no suscribirá jamás nada que pueda ser atentatorio contra derechos que están consagrados por las costumbres, a menos que estos pudieran tener carácter manifiestamente dañino a la moral social, como quedan todavía algunos, cuya desaparición debemos confiar, sin embargo, antes que a nuestra acción coercitiva, a la marcha depurativa y lenta, pero siempre segura, de los tiempos. Para esos somos, antes que mandatarios, educadores de un pueblo que entró hace poco en la pubertad y cuyo espíritu debemos fortalecer adiestrándolo en el ejercicio amplio de sus capacidades sociales, y no debilitarlo, escamoteándole la facultad de realizar, en todos sus campos y con entera plenitud, los que la ley le consagra como legítimos derechos suyos”.

Enfatizo en “antes que mandatarios, educadores de un pueblo”, el deber primero del Gobernante, del jefe del Estado, del Presidente de la República. Hoy no tenemos eso. Lo que se exhibe es un patán presidencial, un pachuco institucional con sello presidencial, cuya conducta y forma de expresión se caracteriza por la vulgaridad, la chabacanería, el facilismo verbal histriónico, dramático y emocional, insensible a las críticas y desaprobación, culpando constantemente de sus malas actuaciones gubernativas, y públicas, y de sus fracasos institucionales a sus opositores políticos, institucionales o partidarios, escritores, periodistas, gestores de opinión, analistas en los diferentes medios informativos.

La situación de ataque sostenido que ha tenido y mantenido, contra la Libertad Prensa, ha hecho que recientemente El Departamento de Estado, de los Estados Unidos, información divulgada el pasado martes, y la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en su reunión del pasado 19 de abril, concluyeran y coincidieran en que el gobierno del Presidente Rodrigo Chaves Robles, es una amenaza directa al Derecho Humano que cubre la llamada Libertad de Prensa.

En síntesis, ambos informe, señalan los ataques verbales contra la prensa, los epítetos señalados contra ella, “prensa canalla”, “prensa maldita” y “prensa sicaria”. Señalan la intimidación, el acoso, el acoso en línea, la autocensura que provocan sus ataques, por las reprimendas públicas que realiza a periodistas, medios de comunicación, escritores, analistas, funcionarios públicos; por la inseguridad que provocan esos ataques contra periodistas, que ha hecho que algunos medios haya dejado de enviar periodistas a las llamadas mesas de prensa de los miércoles en casa presidencial, por cuanto allí no se sentían seguros en su integridad; por el ataque constante a los poderes públicos, debilitándolos en su imagen y respeto institucional, así como a los funcionarios y miembros de esos poderes, magistrados, jueces y diputados; concentrando la pauta publicitaria en aquellos medios y programas que solo ensalzan el gobierno y evitan las críticas a su gestión; limitando o reduciendo, incluso, el acceso a la información, especialmente la que tiene que ver con la corrupción.

Para la SIP, el presidente Chaves atenta contra la Libertad de Prensa.

De seguir así estaremos ante una nueva forma de ejercer el gobierno en Costa Rica, no una forma democrática republicana, sino una forma autoritaria, despótica, dictatorial tiránica…, sin lugar a duda, dando origen a lo que podríamos llamar el Chavato.

Compartido con SURCOS por el autor.