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Semillas de Esperanza: «Un barco desigual»

Semillas de Esperanza
(Opinión de coyuntura)

Nos hemos propuesto compartir con ustedes parte de las reflexiones que hemos hecho como equipo de trabajo del DEI, desde nuestra experiencia y aprendizajes junto con ustedes, las comunidades basadas en la Fe, otras organizaciones y personas amigas con las que caminamos.

Nuestra intención es invitarles a pensar y actuar en colectivo sobre las implicaciones de la coyuntura en la que estamos, aprender entre todxs al leernos, acompañarnos en este momento de distanciamiento físico. Saber que estamos cerca también desde nuestro sentir y deseo de justicia social, desde cada uno de nuestros países.

La declaración de pandemia en marzo anterior trae consigo la imposición de cambios drásticos que seguirán en el tiempo. No solo en términos de salud y vigilancia, sino en dimensiones como la justicia social, justicia de género, justicia ambiental y desafíos tecnológicos. Por eso proponemos, en un momento en que se profundizan las desigualdades propias de un sistema económico depredador, reafirmar aún más el llamado a la solidaridad, y a la urgente justicia social.

Compartimos esta semana el primer texto de varios. Esperamos leerles de vuelta.

Equipo del DEI


Un barco desigual

Cristian Castro Hidalgo, DEI

Varias reflexiones en los medios de comunicación y redes sociales han utilizado la metáfora del barco para referirse a la actual crisis sanitaria. Dudo mucho que todas las personas estemos en el mismo barco y, de serlo así, el destino de este no sería muy distinto del buque inglés Titanic.

Las sociedades latinoamericanas son estructural e históricamente violentas y discriminatorias, herencia de modelos coloniales, proyectos políticos liberales y, actualmente, neoliberales. Todo esto mediado por las fuerzas armadas al servicio de las jerarquías políticas y económicas.

Pues bien, este nuevo coronavirus no llega a sociedades igualitarias, sino en sociedades que presentan alarmantes asimetrías y son éstas mismas las que potencian los efectos negativos sobre poblaciones históricamente violentadas.

Otra frase que he escuchado y leído en reiteradas ocasiones es que «el virus no discrimina entre ricos, pobres, hombres, mujeres» y un largo etcétera. Concuerdo con ese argumento únicamente en que el virus no es un organismo con capacidad de decisión moral, por lo cual no puede discriminar. Pero estructuralmente hay poblaciones que viven más hacinadas, sin acceso a servicios de agua potable y con muy escasos recursos para seguir la recomendación de quedarse en casa.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿cómo afecta este virus a la población LGBTI+? Lo primero que me gustaría señalar es la sobrecarga de trabajo que muchas mujeres sufren durante estos días de confinamiento. Históricamente es a ellas a quienes les ha tocado asumir el cuidado de personas enfermas, adultas mayores y de la niñez, junto con esto todo el trabajo doméstico y, en muchos casos, trabajo asalariado. «¿Qué tiene que ver esto con la población LGBTI+?», se podrá preguntar alguien. Pues bien, dicha población está compuesta también por mujeres en toda su diversidad, por lo que las problemáticas de género deben ser un punto importante en la agenda de derechos humanos LGBTI+.

Latinoamérica es la región más peligrosa del mundo para las personas trans, mujeres trans específicamente. Su esperanza de vida ronda los 35 años, ya que desde edades tempranas son excluidas del entorno familiar, educativo, laboral y de la sociedad en general. Dejando como opción el trabajo sexual y todas las implicaciones de este: inseguridad, violencia constante, trato con narcotráfico, falta de garantías laborales, etc.

¿Qué pasa con todas esas mujeres trans que ejercen el trabajo sexual durante esta cuarentena?

Debido a las restrictivas medidas de distanciamiento físico y restricción de movimiento que han impulsado los gobiernos de la región, la mayoría de ellas han visto interrumpidos abruptamente sus ingresos. Si bien, muchas organizaciones de la población trans se han articulado para brindar ese apoyo necesario, no es suficiente. Los gobiernos no están implementando en las políticas sanitarias perspectiva de género ni de derechos humanos.

Varios países, como Perú y Panamá, han establecido días para que las personas salgan a la calle con base en el sexo asignado en el documento de identidad. Esto no sólo es un irrespeto a la identidad de esta población, sino que también ha legitimado conductas sumamente violentas por parte de los cuerpos militares y ciudadanía, quienes les castigan por “salir cuando no les corresponde”. Dejando a esta población en un limbo.

¿Qué pasa con todas esas personas gais, lesbianas, trans y bisexuales que deben pasar la cuarentena con parientes que nos les aceptan ni respetan? Si ya existía una violencia cotidiana que se podía atenuar unos minutos con salir a algún parque, restaurante o antro; ahora no. El “quédate en casa” no es tan cómodo cuando se vive con personas que no te aceptan como un igual, por más que digan que sí.

No es de extrañar que la violencia psicológica y física contra la población LGBTI+ vaya en aumento durante estos días, causando daños graves e irreversibles en todas estas personas.

Junto con esto, muchos liderazgos religiosos utilizan lenguaje apocalíptico para referirse a la actual crisis sanitaria, osando afirmar que esta coyuntura es un castigo divino por el reconocimiento de los derechos de la población LGBTI+ y los derechos sexuales y reproductivos de niñas y mujeres. Creando así chivos expiatorios, sobre los cuales se vierte el estrés y la ira colectiva que se fragua en este contexto.

Tampoco pretendo presentar a toda la población LGBTI+ como la más vulnerada y agredida. Estoy seguro algunas de esas personas, a través de privilegios de clase o género, están llevando a cabo su vida con normalidad durante esta coyuntura.

La preocupación es por las grandes mayorías empobrecidas, y no solo eso: en la mayoría de países latinoamericanos se les considera personas de segunda categoría, no solo por su condición socio económica, sino por su orientación sexual, identidad o expresión de género, puesto que todos sus derechos no son reconocidos.

Volviendo a la metáfora del barco. La población LGBTI+, en su gran mayoría, se encuentra en las partes del barco que primero se inundan. Si ya en la época pre-pandemia la vida era complicada, esta circunstancia sanitaria la hace aún más difícil.

Afortunadamente las muestras de solidaridad a lo interno de esta población, que ayudan a la concreción de una comunidad LGBTI+, no se han hecho esperar. Son muchos los colectivos y organizaciones de la diversidad sexual que trabajan todos los días para garantizar la vida de estas personas.

Lamentablemente, los Estados siguen siendo los grandes deudores. Si antes de la pandemia ya tenían una deuda histórica con esta población, esta coyuntura acrecienta la deuda.

Mi fe y esperanza está en esas acciones solidarias, que parten del amor y resguardo dentro de la misma comunidad LGBTI+. Así como nos hemos cuidado durante todos estos años del machismo, la homo, lesbo, bi y transfobia. Nos cuidaremos de los efectos de esta crisis sanitaria.

Al igual que el arcoiris, brillaremos una vez que esta tormenta haya pasado.

DEI, derechos humanos, desigualdad social, LGBTI, pandemia