El ministro del MOPT anuncia que el Gobierno se propone subvencionar los pasajes de buses. La medida me parece bastante positiva ya que iría en beneficio del más de millón de personas que cotidianamente se movilizan en trasporte público. Además, si esa subvención va acompañada por la transformación de los buses de gasolina a eléctricos y a un cambio organizacional del trasporte (sectorización o centros modales), bien vale la pena. Es cierto, también, que el trasporte público en casi todo el mundo es subvencionado. Será un alivio para los consumidores.
La subvención es una forma de control de precios, porque se propone que los servicios y los bienes no aumenten de precios o lo hagan de forma controlada o racional.
Como la inflación es un aumento general de la gran mayoría de los precios de los artículos y servicios, el mecanismo de subvencionar es una excelente medida para controlar la inflación y con ello el aumento en el costo de la vida. Es lo que están haciendo en muchos países de Europa como Alemania o Suiza.
El control de precios mediante la subvención debería ser la medicina que utilice el gobierno para controlar el aumento de los precios y la especulación. Para eso es el Estado aunque a los neoliberales les pare los pelos.
El gobierno podría subvencionar los artículos de la canasta básica, los precios de la gasolina o los medicamentos más populares, lo cual frenaría la inflación y con ello defendería el valor adquisitivo de los salarios.
¿De dónde saldrían los recursos para ello? Puede haber dos caminos: un tributo solidario de los grandes capitales y grandes empresas como está proponiendo actualmente el gobierno de Chile o tomando los créditos aprobados para subvencionar a los productores nacionales. Estas medidas aumentarían la producción y aliviarían la situación acongojante de miles de familias costarricenses.
Un aumento en el consumo de productos, junto con una producción que no termina de despegar y los altos precios del petróleo, son tres de los factores que han elevado la inflación este año más allá de lo previsto. (Imagen con fines ilustrativos). Foto: Karla Richmond, UCR.
El IICE-UCR ve un panorama inflacionario complicado para los próximos meses
Las esperanzas de detener el fenómeno se cifran en el incremento en la oferta de productos y de la Tasa de Política Monetaria, así como en un eventual descenso en el valor del crudo.
Esto es una buena noticia para la reactivación económica nacional, pero tiene su efecto negativo: es la principal razón que impulsa a los precios de los bienes y servicios a crecer, o lo que es igual, hace elevarse la inflación, misma que durante los años de la pandemia ha tenido un incremento sumamente bajo.
El aumento en el consumo no es proporcional a la producción, es decir, hay mucha más demanda que oferta y eso dispara los precios. Además, viene acompañado de otros dos factores de coyuntura que potencian la inflación: con el incremento mundial del consumo de bienes y servicios, también se comenzó a elevar el precio del petróleo. Esto, junto con el conflicto ruso – ucraniano, subió su costo al máximo histórico en el país, que el pasado 18 de mayo llegó a ₡958 en el caso de la gasolina súper.
De ahí que llenar el tanque de combustible del transporte público, vehículos de empresas y carros particulares salga más caro que nunca. Por supuesto que estos gastos no se quedan ahí: repercuten en el precio de los alimentos que consumimos y servicios que requerimos.
Al no ser un país productor de petróleo, Costa Rica debe importar esta materia prima… y ¿qué necesita para comprarla? Correcto, dólares, lo que eleva aún más su valor. Y ante la devaluación también histórica de la moneda local (este viernes llegó a cotizarse en 677,39 colones, el pico máximo), se deben pagar más colones por cada barril que ingresa al territorio nacional. Lo mismo ocurre con cualquier bien que importemos: es necesario usar más monedas nacionales para adquirir eso que tanto necesitamos o queremos.
Y tampoco se puede olvidar el encarecimiento mundial del transporte de mercancía en los barcos (la crisis de contenedores aún no acaba y se prevé que sus efectos lleguen hasta el próximo año) y los aviones, porque todo se mueve con combustibles. Esto termina de encarecer los productos importados y su precio lo terminan pagando quienes los consumen.
Inflación en cifras
Los números evidencian la gravedad del asunto. Según el informe del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de Abril 2022, del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), la inflación llega ya al 3,98 % en su versión acumulada de lo que va del año (hasta abril). Para evidenciar la gravedad de esta cifra, ya se superó la inflación acumulada del año pasado, que fue del 3,30 %. También dejó atrás la meta del BCCR para este 2022, que era de ± 1 punto porcentual con respecto a una estimación del 3 %.
Pero además, si se toma en cuenta la inflación interanual (mayo 2021 – abril 2022) esta alcanza ya el 7,15 % y es la más alta reportada desde junio de 2009. De hecho, solo en el mes pasado, este índice alcanzó el 1,58 %, el mayor en los abriles de los últimos cuatro años. También en abril, el 66 % de los productos aumentó de precio, el 24 % disminuyó y un 10 % no tuvo variación.
Y por supuesto, los productos que más se encarecieron el mes pasado ya fueron mencionados: la gasolina, el diésel, el gas licuado, los boletos aéreos, el aceite y el transporte en taxi. El factor común: los combustibles.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) tomó hace dos meses la decisión de aumentar la Tasa de Política Monetaria (TPM) al 2,50 % anual. Esta tasa es la que cobra el BCCR a la banca comercial sobre el préstamo de sus recursos. La estrategia es la siguiente: al subir la TPM, esa alza también es trasladada por los banco a sus clientes, lo cual reduce la inversión y el consumo, y por lo tanto, también baja la inflación. No obstante, esta decisión también afectaría el crecimiento de la producción de las empresas, debido a que la población tendría menos dinero para gastar y esto desincentiva la colocación de productos en el mercado.
Sin embargo, Robalino se mostró confiado en que estas políticas surtirán algún efecto para detener el encarecimiento de los productos. El experto recordó además que la inflación es un fenómeno sumamente regresivo, es decir, que el aumento aplica igual para hogares con altos y bajos recursos, con la diferencia de que estos últimos tienen menos capacidad económica para cubrir esas alzas. Es por eso que su freno se vuelve urgente cuando crece a niveles muy altos.
Entretanto, el director del IICE desaconseja una fuerte intervención del BCCR en el tipo de cambio, por más que siga aumentando de forma pausada e impulse la inflación. Él recordó que la función de esta entidad debe ser evitar que existan movimientos bruscos en el valor del dólar con respecto al colón, para no enviar mensajes de inestabilidad cambiaria al mercado.
Consultado sobre la posibilidad de subsidiar productos de la canasta básica que son requeridos por las personas con menor poder adquisitivo, Robalino señaló que esta tampoco es una buena idea, pues lo que más impulsa a la inflación en este momento es un aumento en la demanda junto con una producción que no crece al mismo ritmo.
De hecho, el economista señaló que una medida de este tipo puede “perderse de camino”, ya que eventualmente beneficiaría a las empresas productoras, sin que se traduzca en una reducción en el precio al consumidor.
En resumen, el director del IICE se mostró esperanzado en que los precios se estabilicen, una vez que la producción en el país retome su fuerza y aumente la oferta, así como la cantidad de productos de importación. Además, un eventual fin de la guerra ruso – ucraniana reduciría y estabilizaría el precio del crudo en el mercado, lo cual también ayudaría mucho a cortar este ciclo inflacionario.
Pablo Mora Vargas Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó el Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, un diagnóstico anual que realiza el organismo.
De acuerdo con el documento, para el año 2020 se espera la mayor contracción del Producto Interno Bruto (PIB) mundial desde 1946, como consecuencia de una caída generalizada de la actividad económica tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes por la pandemia de COVID-19.
También la crisis ha desencadenado una contracción del comercio internacional, fuertes fluctuaciones de los precios de los bienes primarios y una elevada volatilidad en los mercados financieros. Las medidas de confinamiento afectaron el turismo y actividades conexas, mientras que la interrupción de ciertas actividades productivas tuvo repercusiones en los mercados laborales mundiales.
Al comparar diferentes indicadores sanitarios, sociales, económicos y de desigualdad, se demuestra que América Latina y el Caribe es la región más golpeada del mundo emergente, señala el diagnóstico.
El documento presenta ocho capítulos: tendencias de la economía mundial, la liquidez mundial, el sector externo, la actividad económica, los precios internos, empleos y salarios, las políticas macroeconómicas, perspectivas económicas y riesgos que enfrentará América Latina y el Caribe en el 2021.
Para ahondar en el diagnóstico SURCOS comparte el documento.
Semanas atrás se realizó el VII Congreso de Energía, organizado por la Cámara de Industrias de Costa Rica, siendo el tema de los precios de los hidrocarburos en el país uno de los que más interés despertó en su audiencia.
A nivel nacional, se ha generado un cierto debate sobre este particular, el que por momentos ha tendido a ser muy ideológico; considerando sólo las visiones extremas, por un lado se encuentran los “aperturistas”, cuya posición se resume en que los precios de los combustibles en el país son altos porque se está en presencia de un monopolio estatal en manos de RECOPE, con una estructura de costos y gastos ineficiente, que además se ve impactada por los privilegios con que cuentan sus empleados en el marco de la respectiva Convención Colectiva, en consecuencia, la solución es abrir este mercado a la “competencia”; por otra parte, están los “estatistas”, menos mediáticos que los primeros, quienes se muestran a favor de la “defensa” de la institucionalidad costarricense.
Sin embargo, antes de valorar ambas posiciones y de hecho, externar la contenida en este artículo, es necesario tener presente algunas consideraciones previas alrededor del tema:
A nivel centroamericano, Costa Rica compra (importa) la mayoría de derivados del petróleo al más bajo costo (CEPAL) y además vende los combustibles de mayor calidad (RECOPE, con base en Comité de Cooperación de Hidrocarburos de América Central).
Según estimaciones de la Cámara de Industrias de Costa Rica, el margen con que trabajan las refinadoras de petróleo, relativamente eficientes, es de 7 dólares por barril.
En el país, el impuesto sobre las gasolinas es el más alto de la región, ronda alrededor de los 43 centavos de dólar por litro, seguido por Honduras con 33 centavos, mientras que en Panamá apenas es de 0,16 centavos (RECOPE, con base en Comité de Cooperación de Hidrocarburos de América Central).
Las variaciones en el precio internacional de los combustibles, tardan aproximadamente entre 35 y 45 días para verse reflejadas en el monto que pagan los consumidores costarricenses, mientras que en el resto de países del Istmo no supera los 15 días (RECOPE).
A partir de la anterior información, se derivan las siguientes reflexiones, a manera de interrogantes:
Por su carácter de monopolio, RECOPE también es el único comprador de combustibles en los mercados internacionales para el país ¿Será que esta condición le permite realizar compras por volumen de tal manera que consigue los mejores precios de importación a nivel centroamericano? En caso de ser así ¿Con una eventual apertura se perdería esta ventaja?
Se sabe que la calidad siempre tiene un costo adicional y este caso no ha de ser la excepción, en ese sentido: ¿En qué medida el menor precio de los combustibles en el resto de Centroamérica se debe a que su calidad también es menor?
Con su estructura actual de costos y gastos, así como con sus niveles de eficiencia ¿Podrá RECOPE retomar plenamente sus funciones de refinamiento sin sobrepasar el margen de los 7 dólares por barril, tomando en cuenta que en caso contrario, es mejor seguir importando el producto terminado?
Es evidente que la ventaja del país en lo que respecta al precio de importación de los combustibles se desvanece luego de aplicarse los respectivos impuestos ¿Es excesivo el monto de impuestos que se le cargan a los combustibles en el país? De ser afirmativo: ¿Son realmente destinados estos recursos a los fines para los que fueron creados, sobre todo en el mantenimiento de las vías de comunicación? O bien ¿Qué tan eficiente se hace?
5.¿Es posible contar con una metodología para la fijación del precio de los combustibles, que también considera la “oportunidad ciudadana” como uno de sus criterios?
Bajo este contexto, es evidente que son varios los factores que intervienen a lo largo del proceso de fijación del precio de los hidrocarburos en el país, por lo que en este sentido, es preciso que la agenda que se vaya a articular alrededor del tema sea guiada por un debate menos ideológico y más pragmático, por cuanto no se trata de convertir la apertura en un fin en sí mismo pero tampoco, de defender a ultranza la situación actual. En este sentido, algunos de los temas que deberían considerarse son:
Balance del rol de importador único de RECOPE y conveniencia nacional de la apertura en esta materia.
Revisión y depuración de las actividades legalmente asignadas a la Institución, para que, desde una perspectiva de interés nacional, se determine cuáles funciones sí y que otras no debería realizar RECOPE.
Valoración de la estructura impositiva actual sobre los combustibles, así como determinación de mecanismos de control para velar por el uso efectivo de los recursos que el Gobierno obtiene a partir de los mismos.
Elaboración de una nueva metodología tarifaria que reduzca el desfase en el ajuste del precio interno de los combustibles con respecto al mercado internacional.
Por último, cabe indicar que este tema no debería esperar, por cuanto tiene un impacto directo en el bolsillo de todos los costarricenses, en la competitividad del país, es un elemento clave para lograr el objetivo nacional de carbono – neutralidad y resulta fundamental para participar con éxito de la revolución energética mundial que se encuentra en marcha.
*Observatorio de la Coyuntura Económica y Social, Escuela de Economía UNA.
*Imagen con fines ilustrativos.
Enviado a SURCOS Digital por Oficina de Comunicación UNA.