La Escuela de Secretariado Profesional y Sección Regional Huetar Norte y Caribe, Campus Sarapiquí de la Universidad Nacional (UNA), invitan a las personas adultas y adultos mayores del cantón Sarapiquí, a inscribirse en el curso gratuito de computación básica II, donde ampliarán su conocimiento en el manejo operativo de la computadora, acceso seguro y responsable a la Internet, uso del correo electrónico y creación de carpetas, entre otros.
Como parte de los requisitos es ser mayor de 30 años, contar con dispositivo USB (llave maya), interés por aprender y sobre todo, disponibilidad para asistir a clases presenciales. Inicio de lecciones, semana del 02 de setiembre de 2024, con una duración de ocho semanas. Además, se brindará certificado de aprovechamiento.
Las clases se impartirán en el Campus Sarapiquí de la UNA, ubicado en la comunidad de La Victoria de Horquetas de Sarapiquí. Fecha límite para matricular, 01 de setiembre de 2024. Cupo limitado.
Dicha actividad académica es organizada por el programa: “Prácticas Docentes en Contextos Comunitarios” de la carrera de Educación Comercial de la Escuela de Secretariado Profesional de la UNA, en el marco de las iniciativas de investigación y extensión: “Fortaleciendo las comunidades”.
Para mayores detalles puede comunicarse al (2562-6050), en horario de oficina de 8:00 am a 5:00 pm.
Oficina de Comunicación Universidad Nacional, Costa Rica
Soy un simple ciudadano preocupado, frustrado y molesto por lo que está pasando, no sólo en el Caribe donde tengo casa, sino en todo el país. Lo de Místico en Playa Hermosa, lo de Sarapiquí, lo de Playa Jacó.
Es una estructura poderosa y sin escrúpulos, el Caribe quieren arrebatarlo a la fuerza como lo han hecho en el pasado con mentiras y manipulación de la información, con el tema de la zona indígena Kéköldi en Cocles, luego el plan regulador costero y ahora la tala desmedida con permisos corruptos, donde cambian el uso de suelo al venir solapadamente socavando los bosques de a callado, y como vimos estos días luego ya descaradamente, con el beneplácito de políticos corruptos.
El hecho de difundir videos en chats de WhatsApp no va a parar este desastre, se necesita unir fuerzas, convocar a las universidades públicas y comunidades costeras, pedir ayuda a todas las agrupaciones ambientalistas del país, no solo del Caribe, sino de Jacó, Guanacaste, Osa, entre otros.
Unificar una campaña fuerte y directa, donde se ponga en evidencia el trabajo de estos personajes, políticos, ministro de (des)ambiente, empresarios codiciosos y corruptos que no les importa nada, municipalidades corruptas, por ejemplo la representada por el alcalde de Talamanca, y funcionarios que son comprados, o bien simplemente incompetentes como SINAC, Fiscalía Ambiental, entre otros.
Deberían desde ayer armar una campaña no de WhatsApp que no tiene tanta profundidad y despliegue como otras redes sociales, por ejemplo TikTok e Instagram por medio de la difusión de videos cortos, convocar y pedir ayuda a muchos influencers que aman la naturaleza y tienen muchos seguidores. Deberían también convocar una marcha nacional, tanto en San José, como el resto de zonas costeras que están descontentas y realizarlas el mismo día.
Tocar puertas en medios masivos, llamar la atención de que Canal 7 no saca ni media nota al respecto. También se debería pedir la renuncia del Ministro de Ambiente, pedir cuentas e investigarlo, pedir ayuda a periodistas investigadores para que escarben toda esa corrupción.
Otra idea sería el unificar una campaña gráfica, con mensajes concretos, pedir ayuda a organizaciones y creativos, así como a comerciantes locales que están a favor de un desarrollo sostenible, no este desastre impune.
Publicado originalmente en la revista digital europea MEER
Luko Hilje (luko@ice.co.cr)
Con el advenimiento del siglo XX, las necesidades inherentes del desarrollo de la sociedad en todos sus planos, indujeron altos niveles de especialización en las disciplinas propiamente científicas, así como en las tecnologías derivadas de ellas. En el campo de la biología, por ejemplo, surgieron dos grandes ramas, la botánica y la zoología, las cuales a su vez tienen subdivisiones, tales como la anatomía o morfología, la taxonomía y la sistemática, la fisiología, la etología o comportamiento, la genética y la ecología, además del portentoso auge de la biología celular y molecular. Es decir, algo nunca antes atestiguado, y ni siquiera imaginado por los pioneros de la biología, a los que se les denominaba “naturalistas”, y que hoy son una estirpe casi extinta, debido justamente a las crecientes y complejas necesidades de la sociedad actual.
Al respecto, para la escritura del libro Trópico agreste debí investigar acerca de decenas de naturalistas asociados con el muy rico y diverso trópico americano. Y, sin lugar a dudas, la figura cimera fue el alemán Alexander von Humboldt (1769-1859), quien realizó incontables y originales aportes en los campos de la botánica, la zoología, la geología, la vulcanología y la meteorología, al punto de que el célebre naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) lo calificó como el mayor explorador científico de todos los tiempos. Inspirados casi todos por su magna e irrepetible labor, varios naturalistas europeos arribaron a Costa Rica en la segunda mitad del siglo XIX, entre los que sobresalieron el danés Anders S. Oersted, los alemanes Karl Hoffmann y Alexander von Frantzius, y los suizos Henri Pittier, Paul Biolley y Adolphe Tonduz; de hecho, algunos de ellos incluso lo trataron de cerca.
Hago este recuento para patentizar que no era cualquiera el que tenía los rasgos de un naturalista. Ignoro si existe algún libro referido a la caracterología del naturalista. No obstante, de manera general, en él se conjugan la acuciosidad, la obsesión, la dedicación, la compulsión y la perseverancia, así como la disposición al sacrificio, a veces arriesgando su propia vida.
Al respecto, para contextualizar las azarosas y extenuantes faenas de campo de un naturalista, en mi libro acoto lo siguiente: «Cuando uno evoca a los descubridores, exploradores y aventureros, de inmediato acude a la mente la imagen de hombres atrevidos, valientes, corajudos e intrépidos que, respondiendo a algún recóndito impulso interno, no temen enfrentarse a lo desconocido y, más bien, hasta sienten desenfado y placer en adentrarse en mundos colmados de riesgos y peligros, tanto por su agreste naturaleza como por los insólitos hábitos y costumbres de sus pobladores. En el fondo, los envidiamos, pues expresan con sus actos un gesto de independencia pura, quizás atávico, de cuando, como cazador o recolector, el hombre primitivo incursionaba en sitios desconocidos e inseguros con tal de conseguir los alimentos para quienes lo rodeaban». Claro que, en este caso, en vez del sustento para sobrevivir, el impulso corresponde a la sed por el conocimiento, el tenaz y hasta obstinado interés por desentrañar los misterios del mundo natural.
El curioso periplo de Hermann Wendland
Ahora bien, si en la naturaleza los riesgos y los peligros ya de por sí están omnipresentes, ¿para qué exponerse a situaciones conflictivas provocadas por humanos, como las guerras?
Esta fue una pregunta que me hice cuando me enteré de que el botánico alemán Hermann Wendland (1825-1903) hizo herborizaciones entre fines de 1856 e inicios de 1857 en Centroamérica, cuando la guerra contra el poderoso ejército filibustero liderado por William Walker estaba en su apogeo. En efecto, como encargado de los aspectos botánicos de los Jardines Reales de Herrenhausen, el rey Jorge V de Hannover financió una expedición de casi ocho meses para que recolectara plantas en Guatemala, El Salvador y Costa Rica.
Cabe acotar que, por fortuna, él escribió un diario de su periplo, el cual, por iniciativa del botánico australiano John Leslie Dowe, y junto con sus colegas alemanes Marc Appelhans, Christian Bräuchler y Boris Schlumpberger, publicamos en 2022, con el título The botanical expedition of Hermann Wendland in Central America: a nomenclatural study and travel report (revista Boissiera, 73). Posteriormente, por sugerencia de John, lo traduje al español, y juntos publicamos los aspectos de carácter propiamente históricos, en dos entregas, con el título común de Las exploraciones botánicas de Hermann Wendland en Centroamérica (1856-1857); el subtítulo de la primera fue De Guatemala al Valle Central de Costa Rica, y En la región de Sarapiquí, Costa Rica el de la segunda (Revista Comunicación, 32 y 33).
Aunque él no lo dice de manera explícita, es de suponer que efectuó su viaje —iniciado a mediados de noviembre de 1856—, porque en esa época se estaba en invierno en Alemania, cuando la nieve impide el desarrollo de la vegetación, por lo que no había mucho trabajo al aire libre en los Jardines Reales. Además, como uno de sus objetivos era recolectar plantas vivas para dichos predios, retornaría justamente en el verano, en la estación ideal para trasplantarlas o para sembrar sus semillas o partes vegetativas, reproducirlas, etc. Es decir, dar prioridad a las épocas adecuadas para sus planes obvió sus preocupaciones por una guerra sobre la cual posiblemente no se sabía mucho en Alemania. Asimismo, aunque antes pudo haber recabado información con algún alemán residente en Centroamérica, tal vez no le dio importancia o, si lo hizo, ignoró lo que le dijeron y se vino a herborizar.
En realidad, como en los territorios de Guatemala y El Salvador no hubo conflictos bélicos, aunque esos países enviaron tropas a Nicaragua para combatir a Walker, eso no afectó sus labores de recolección allá. De hecho, la única mención al respecto —mientras estaba en El Salvador—, es que «actualmente, debido a la guerra en Nicaragua, cada extraño es confundido con un estadounidense y es honrado con la designación de “yanqui”; este término también es proferido hacia algunos extranjeros de vez en cuando». Algo similar relataría una vez llegado a Costa Rica, al expresar que «por supuesto, los lugareños de inmediato detectan que eres un extraño. Y, como el país está indirectamente en guerra con la civilización y en lucha directa contra las hordas de filibusteros de Walker, en cada extraño ven a un filibustero o a un yanqui —filibustero y yanqui son sinónimos ante los ojos de la multitud—, por lo que nos consideran como tales, y hasta expresan ese término cada vez que nos aproximamos a ellos».
Conviene indicar que él arribó a Costa Rica por Puntarenas el 9 de marzo de 1857. Para entonces se libraban importantes batallas contra el ejército filibustero en el río San Juan, de parte del ejército costarricense, mientras que en tierra los ejércitos centroamericanos aliados combatían a los filibusteros en ciudades como San Jorge, Granada y Rivas. Por tanto, emprender herborizaciones en la región norteña de Costa Rica era muy riesgoso, y sobre todo en Sarapiquí, pues el río homónimo era el que permitía llegar hasta el San Juan.
Una vez en San José, hizo los contactos pertinentes con varios alemanes, incluido el naturalista Hoffmann, y después visitó a von Frantzius, quien residía en Alajuela. Asimismo, aunque efectuó herborizaciones en los alrededores de San José, al igual que en Cartago, el volcán Irazú y Turrialba, anhelaba hacerlo en Sarapiquí, pues tenía muy buenas referencias de la insólita riqueza de orquídeas, palmeras y aroideas —parientes de la muy conocida “mano de tigre”—, que eran los grupos de su mayor interés. Pero, además, tenía una obsesión. En efecto, el botánico polaco Josef von Warszewicz, quien estuvo de paso por Costa Rica en 1848, le había recomendado que buscara en San Miguel —en la ruta de Sarapiquí— la muy hermosa planta que el reputado taxónomo Johan Friedrich Klotzch había bautizado como Warszewiczia pulcherrima, en honor suyo. Así que, ¡cómo no ir a Sarapiquí!
En la región de Sarapiquí
Cuando Wendland empezó a indagar acerca de Sarapiquí con varias personas, todo cuanto recibió fueron comentarios negativos. Se le percibía como una especie de tierra inhóspita, por la absoluta soledad de esos parajes silvestres, las incesantes y torrenciales lluvias, los lodazales, lo intransitable de la única tocha de montaña que había —incluso para las recuas de mulas—, los profundos precipicios en numerosas porciones de la ruta, la abundancia de víboras, jaguares y pumas, así como de furiosos chanchos de monte, que atacan en manada.
Además, ya para sus fines, algún interlocutor mejor informado le advirtió que «encontrarás hermosa vegetación allí. Pero primero debes saber cuán difícil es secar una planta ahí. Tan solo espera, y le darás gracias a Dios de regresar. ¡Esa lluvia! ¡No tienes idea, pues ahí llueve 366 días al año, y los caminos son verdaderos hoyos de barro!». Es decir, resultaba absurdo recolectar abundante y novedoso material vegetal, para que, al fin de cuentas, los especímenes recolectados resultaran imposibles de secar y preservar de manera correcta.
Pero…, ¿y el riesgo de la guerra que ocurría en el río San Juan? Al parecer, nadie le habló de eso, pero no por ignorancia, sino porque los días de Walker estaban contados. En efecto, para entonces —en la segunda mitad de abril—, el ejército costarricense tenía en su poder los cuatro puntos estratégicos del río (San Juan del Norte, La Trinidad, Castillo Viejo y el fuerte de San Carlos), en tanto que los ejércitos centroamericanos aliados con el de Costa Rica habían logrado importantes batallas en tierra firme y pronto cercarían a Walker en Rivas.
Fue así como, al mediodía del 7 de mayo, con muy buenas condiciones climáticas, Wendland partió de la capital a lomo de mula y con dos bestias de carga, con sus enseres personales, así como su equipo y materiales para recolectar plantas. A él se sumaron Gerhard Jäger Balle —un joven alemán que lo había acompañado en varias giras—, y un baquiano, quienes viajaban a pie, lo cual obviamente reducía los costos de la expedición, pero era una verdadera crueldad.
En realidad, contra todos los pronósticos adversos de sus pesimistas informantes, las labores de herborización fueron muy fructíferas, al punto de que tuvo la fortuna de hallar la planta que von Warszewicz le había recomendado buscar. En sus propias palabras: «Poco antes de La Virgen, cuando salí del bosque hacia un prado, en el costado opuesto al bosque pude observar una de las plantas más bellas que he visto, y en espléndida floración. Tan pronto como recolecté suficiente material, caí en cuenta de que se trataba de Warszewiczia pulcherrima, descubierta por el infatigable recolector von Warszewicz, pero yo nunca la había observado en vivo, sino que tan solo había leído su descripción». ¡Qué más pedir!
La vida de Wendland en riesgo
Ahora bien, aunque los episodios peligrosos durante las tres semanas que duró la expedición fueron de menor cuantía, hubo uno en el que la vida de Wendland estuvo en riesgo. Sin embargo, irónicamente, no fue en una temida selva, sino en el puro centro de la ciudad de Heredia, como se relata en detalle en el primero de los artículos que publicamos en español.
De manera resumida, ese jueves 7 de mayo de 1857 fue memorable en la historia patria. En efecto, el jefe filibustero Walker se rindió el viernes 1° de mayo, y el anuncio oficial se hizo al día siguiente, pero la noticia no llegó a la capital sino hasta el jueves por la mañana. ¡Cómo no difundirla! Por tanto, para comunicar la buena nueva a la población, a partir del mediodía hubo abundantes cañonazos, que Wendland y Jäger pudieron escuchar desde Heredia; esto fue así porque la distancia entre ambas ciudades es de apenas 8,4 km en línea recta, además de que en aquella época no había ruidos que pudieran interferir con el sonido de tan estridentes detonaciones.
Como, por disposición del dueño de las mulas, era menester pernoctar en Heredia antes de penetrar en los densos boscajes de Sarapiquí, debieron estacionarse en dicha ciudad por esa noche. Sin embargo, como les fastidiaba estar recluidos en un rancho tosco y maloliente, se fueron a dar un paseo por la ciudad. Empero, pronto ese recreo se convirtió en una tortura.
Efectivamente, para entonces, en medio de una gran algarabía, habían empezado las celebraciones por la rendición de Walker, con el tañido de campanas en las iglesias, una misa solemne en la parroquia, música, juegos pirotécnicos y un desfile por la ciudad. Éste se inició poco después de que “una banda musical tocó frente a la casa del alcalde”, que posiblemente estaba al lado del ayuntamiento, localizado en la esquina donde hoy está el fortín —según lo consigna el historiador Carlos Meléndez Chaverri en su libro Añoranzas de Heredia —, es decir, diagonal a la parroquia de la Inmaculada Concepción. ¡Quién le hubiera dicho a Wendland, al salir de Alemania, que sería testigo presencial del día en que el pueblo costarricense se enteró de la muy ansiada rendición de William Walker, que tanta muerte y dolor provocó, en su intento de implantar la esclavitud en nuestra región! Pero no solo fue testigo, sino que a la vez nos legó una descripción bastante minuciosa de esa festiva noche en Heredia, y que no se conocía hasta hace poco tiempo, cuando tradujimos su diario.
No obstante, como sucede a menudo en la vida, todo lo positivo tiene un precio y, en este caso, su providencial presencia esa noche lo tuvo para él.
En efecto, en cierto momento, cuando con Jäger avanzó entre la multitud congregada en el actual Parque Central, al percatarse de su aspecto, algunos lugareños los miraban de manera sospechosa. Para entonces, tras recorrer algunos cuadrantes, el desfile ya retornaba al parque, por su costado sur. Poco después, narra él que «junto con mi compañero, recostados en una columna que había debajo de la terraza de una casa esquinera, diagonal a la iglesia, nos paramos a contemplar el desfile, colmado de los rostros más honorables del mundo. Nos detectaron allí. Un tipo llamó la atención a otro susurrando quedamente la palabra “yanqui”, y poco a poco nos vimos rodeados por un grupo que nos miraba con extrañeza. Tras pensarlo mucho, un joven bien vestido se armó de valor y me abordó, en inglés».
Cabe indicar que el lugar corresponde a la esquina diagonal a la parroquia, por ese sector, donde por muchos años estuvo el restaurante La Floresta, de gratos recuerdos. En realidad, por momentos el interrogatorio se convirtió en acoso, pero al final el grupo de muchachos se alejó en buenos términos, no sin antes cerciorarse su cabecilla del motivo que los había traído hasta Heredia.
Perturbados por lo acontecido, Wendland y Jäger decidieron que era mejor retornar a la covacha que los esperaba —sucia pero segura—, y ya estaban a punto de partir, cuando apareció de nuevo el líder del grupo. Esta vez se comportó de manera gentil, pues les regaló unos pequeños puros —quizás los muy aromáticos chircagres, elaborados con tabaco de San Rafael de Oreamuno, en Cartago—, y los invitó a dar un paseo por el Parque Central.
Sin embargo, lo lamentable estaba por venir, pues mientras ellos departían de manera amistosa, de súbito apareció el profesor de inglés del citado joven, que era un viejo irlandés que había trabajado para la Compañía Accesoria del Tránsito en los tiempos en que esta empresa pertenecía al magnate neoyorquino Cornelius Vanderbilt. Como Walker le había incautado la compañía, para disponer así de sus vapores durante la guerra, el irlandés aborrecía a Walker y a todo lo que se asociara con éste. Al percibir a Wendland y Jäger como filibusteros, narra Wendland que «me hizo las mismas preguntas que su alumno, y pareció tomar mis respuestas de manera tan incrédula como él. Sin embargo, al final me fastidié tanto con su ir y venir de preguntas, que le respondí que no me importaba si creía o no mis respuestas, pero que por favor no insistiera más». Ante esta actitud, el irlandés le espetó: «Si supiera que perteneces a los de Walker, te apuñalaría».
Wendland relata que «fingí no haber escuchado o entendido sus palabras», y le solicitó al joven tico que le abriera espacio entre los curiosos que se habían congregado alrededor, tras lo cual el joven le aclaró a la multitud que ellos no eran filibusteros. Logrado esto, Wendland y Jäger pasearon un rato por la plaza y después se marcharon, tal vez respirando profundo una y otra vez, por haberse librado de morir en manos del airado irlándés.
Después de tan infausto episodio, de seguro que esperaban dormir a placer, ilusionados por empezar a explorar al día siguiente la región de Sarapiquí —ahora quizás menos temible que el enardecido irlandés—, pues esa era la más preciada meta de Wendland desde que partió de Alemania. ¡Y lo lograría con creces, para beneficio de la ciencia!
Del 11 al 14 de abril de 2024, la región de Sarapiquí será la sede encuentro internacional: “El Futuro de la Naturaleza – Sarapiquí 2024”, un esfuerzo académico desarrollado e implementado por la Sección Regional Huetar Norte y Caribe de la Universidad Nacional (UNA), las Universidades canadienses Memorial y Carleton , Social Sciences Humanities and Research Council of Canada y el grupo For A New Earth de Canadá.
Esta será una actividad interdisciplinaria de extensión comunitaria basada en la ética ambiental y la sustentabilidad planeada en la región de Sarapiquí, Costa Rica. Dicho encuentro conlleva un intercambio multidireccional de conocimientos que ayudará a transmitir una visión colectiva, que se articulará en un documento informativo.
Como parte del foro se intercambiará conocimiento local sobre la tierra y prácticas sustentables de personas provenientes de distintos sectores, quienes han vivido y trabajado toda su vida en Sarapiquí. A la vez, conocimientos especializados en humanidades ambientales (teoría del valor, teoría crítica, estudios rituales), las ciencias sociales (economía, cultura geográfica, estudios indígenas, sociología), las ciencias naturales (ciencia climática, biología, toxicología) y la educación serán traídos a la conversación en relación con el conocimiento local.
VÍDEO PROMOCIONAL:
Oficina de Comunicación Universidad Nacional, Costa Rica
ANEP y SITRAP representan poco más de 6 mil trabajadores de plantaciones agrícolas, concentradas en Sarapiquí, Zona Sur y el Caribe de nuestro país. Las organizaciones sindicales sostienen que la denuncias por violaciones a los derechos laborales son reales, por lo que buscan el diálogo social en garantía de estos derechos y un trabajo digno.
La Comisión de Salvaguarda del Río Sarapiquí presentó ante el Departamento de Participación Ciudadana de Asamblea Legislativa de proyecto “Ley para el Desarrollo sostenible de la Cuenca del Río Sarapiquí y protección de su cauce principal”.
El objetivo es que se declare una Salvaguarda de 25 años que prohíba nuevos proyectos hidroeléctricos y mineros, hasta tanto el río se pueda recuperar del severo daño ambiental que sufre a diario.
La cuenca del río Sarapiquí, es la duodécima más grande del país y representa el 3,35% del territorio nacional y tiene un gran valor económico, ambiental, social, histórico y cultural. Es el hogar para más de 4000 especies de plantas, más del 50% de las especies de aves en Costa Rica, alrededor de 125 especies de mamíferos y hasta 30% de las especies de peces de agua dulce en el país, muchas de ellas en peligro de extinción.
Su valor histórico y cultural obedece a que el Río Sarapiquí, fue hogar ancestral de pueblos originarios como los Botos conviviendo con más de 171 asentamientos precolombinos según los datos del Museo Nacional de Costa Rica.
El proyecto busca permitir el desarrollo sostenible de la región y evitar a toda costa un desequilibrio ecológico a raíz de la sobre explotación de su cauce como ha sucedido en otros países de América Latina.
Debido al acelerado deterioro de la Cuenca del Río Sarapiquí, la comunidad se ha movilizado con el apoyo de diferentes instituciones públicas como el ICT, SINAC, Municipalidades de Sarapiquí y Alajuela, empresarios, académicos entre otros, para desarrollar el proyecto de ley.
Información compartida a SURCOS por Rafael López Alfaro del Programa Gestión Local de la UNED.
Como un sueño, así catalogan los trabajadores de las fincas bananeras las Chiras, ubicadas en Colonia San José en Puerto Viejo de Sarapiquí, la presentación del Proyecto de Convención Colectiva y el trabajo realizado por la ANEP y su seccional de Obreros Bananeros, Agrícolas de Sarapiquí (OBAS).
La mañana del 20 de enero, 43 familias fueron desalojadas por las autoridades policiales en Las Orquídeas, Puerto Viejo, Sarapiquí. Estas tienen alrededor de 2 años cultivando plátano, yuca, malanga, palos frutales y pese a eso, les botaron los ranchos, lugar en el que estas personas habitaban. Las personas afectadas indicaron que el INDER, institución que debe velar por el desarrollo rural, desaloja a sus familias y les envía a la miseria.
A continuación puede dar click aquí para ver un video compartido con SURCOS por Albino Vargas Barrantes.
UNA y la comunidad de Cureña de Sarapiquí unen esfuerzos para mejorar índice de desarrollo de las personas
Johnny Núñez Z.
Periodista-UNA
Viernes científico
Alrededor de 330 personas de las comunidades de Golfito, La Unión y Los Ángeles de Cureña de Sarapiquí mejoraron su calidad de vida gracias al proyecto: Fortalecimiento de las capacidades de la población del distrito de Cureña de Sarapiquí por medio de procesos participativos sostenibles, impulsado por la Sede Región Norte Huetar y Caribe de la Universidad Nacional (UNA), bajo los ejes de seguridad y soberanía alimentaria, emprendedurismo y turismo rural comunitario.
Con dicha iniciativa, ejecutada del 2011 al 2017, con presupuesto del Fondo Universitario para el Desarrollo Regional (Funder), se logró que muchas de estas comunidades desarrollaran sus capacidades en distintos procesos, entre los que destacan la creación de diferentes áreas de recreación de la mano con la comunidad, la elaboración de jardines comestibles, macrotúneles y preparación de abonos, basados en técnicas amigables con el ambiente, así como los primeros pasos en administración turística y estructura organizacional empresarial.
Ingrid Rojas, coordinadora de la iniciativa, comentó que el participar con la comunidad de Cureña fue una decisión que se valoró como prioritaria e importante desde el Campus Sarapiquí de la UNA, sobre todo porque el distrito Cureña de Sarapiquí se considera como uno de los de menor índice de desarrollo del país.
La comunidad de Cureña se ubica a 75 kilómetros del Campus Sarapiquí, es rica en flora y fauna; forma parte de la reserva mixta Maquenque, con potencial para desarrollar actividades en pro de conservación aplicando técnicas ecoamigables.
Segunda etapa
Desde este año, el proyecto se replicará en otras poblaciones de Sarapiquí bajo la misma modalidad de la primera iniciativa. En esta oportunidad el trabajo universitario se desarrollará del 2018 al 2020 en las comunidades de La Virgen, La Rambla y Los Ángeles de Cureña de Sarapiquí, con el fin de fortalecer la agricultura familiar como base para el desarrollo rural territorial de las comunidades.
Carmen Daly Duarte, la responsable del proyecto durante este quinquenio, indicó que se partirá de cero promoviendo la parte organizacional y la agricultura familiar para que las personas sientan la necesidad de devolverse hacia al campo, ya que sin agricultores no hay comida.
Al igual que en la iniciativa anterior, los estudiantes jugarán un papel importante, pues como parte de sus prácticas profesionales, darán sus aportes al presente proyecto, para lo cual será necesario, en conjunto con las académicas participantes, identificar las necesidades locales de cada una de las comunidades de una manera participativa; es decir, integrando desde el inicio a los líderes comunales de las diferentes organizaciones.
Una vez identificadas dichas necesidades, serán priorizadas y además se propondrán alternativas de solución, lo cual conlleva a la formulación de perfiles de proyectos con el apoyo del estudiantado.
*** Mayor Información con: Msc. Carmen Duarte (8309-4349) o con la Oficina de Comunicación de la UNA (2277-3464).