ANNUS HORRIBILIS

“Yo no olvido al año viejo”

Manuel Hernández

Este año que está dando el último coletazo, no ha sido justamente el más bienaventurado.

Desde que despuntó el 2019, la reforma fiscal empezó a mostrar garras y dientes bien afilados contra el pueblo y la clase trabajadora, precarizando sus condiciones de vida.

La implementación de esa reforma ya ha causado, de manera temprana, un sustancial menoscabo de las remuneraciones de los funcionarios públicos, que probablemente va a generar un estancamiento salarial y económico durante un período considerable.

La pobreza nos golpeó en el 21% y la extrema prácticamente en el orden del 6%, convirtiendo a Costa Rica en uno de los países que más ha crecido, de manera escandalosa, la desigualdad. Costa Rica está en el top 10 de los países más desiguales del mundo, que no es poco decir y retrata nuestra patentada marca “pura vida”.

El desempleo registró un aumento incontenible, disparándose hasta un histórico 12%, siendo las mujeres las más afectadas.

El desempleo se agravó con el cierre de operaciones de JAPDEVA, prácticamente sepultada, a merced del cual más de 500 personas fueron cesadas, cuyas familias desdichadamente habrán pasado una navidad no muy feliz.

El endeudamiento de las personas alcanzó un nivel desproporcionado, resultando que más de 324.000 deudores tienen préstamos atrasados, de hasta tres meses de mora.

El presupuesto de la República 2020 y el de las demás instituciones públicas, subordinados a la rigurosa aplicación de la Regla Fiscal, tuvieron un salvaje recorte y en consecuencia, traerá un deterioro de los servicios públicos y las prestaciones sociales inherentes al Estado Social y Democrático.

En el ojo de esta tormenta fiscal están las universidades públicas, que nunca habían experimentado esa sistemática hostilidad política y mediática.

En este año, la confianza del consumidor cayó al nivel más bajo de la última década y el índice de confianza empresarial tocó fondo, llegando en este mes de diciembre, apenas a 5 puntos (de una escala de 1 a 10).

Sin lugar a duda, en tan sólo un corto año, sufrimos las graves consecuencias de una profunda crisis social y económica, de carácter estructural, que removió los cimientos de nuestra sociedad, pero que afectó a la gran mayoría de la población, a quienes se impuso, contra viento y marea, la pesada carga de la crisis.

Pero esta crisis estructural no se refleja exclusivamente en indicadores económicos y sociales, la cual tiene su contrapartida en la crisis en que cayó la democracia, que ciertamente viene desde hace algún tiempo, pero que se intensificó este año.

La represión de la protesta social ha sido una constante, expresión de la reacción oficial de un modelo económico políticamente autoritario, que de ordinario recurre a las fuerzas represivas del orden para disciplinar los sectores sociales, estudiantiles y sindicatos clasistas inconformes.

Esta crisis democrática la corona la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que viene a consolidar el Derecho de Huelga del Enemigo, contenido en el proyecto de ley N° 21049, que está al acecho del próximo año, para convertirse en una espuria ley de la República, marcando una regresión legislativa que nos devuelve en el tiempo más de 75 años atrás, mucho antes que la misma promulgación del Código de Trabajo.

En realidad, ha sido un año muy duro, concurrido de incertidumbres, privaciones, ajustes y recortes antidemocráticos, que podríamos afirmar que a quien por lo menos le ha dejado una chIVA, una burra negra y una yegua blanca, en el balance anual, francamente no le fue tan mal.

¡Y que se dé con una piedra en el pecho, a quien además generosamente este año le ha dejado una buena suegra, que en esta trágica situación en la de menos es pedirle peras al olmo!

En el último minuto de este aciago año, levantemos la copa y declaremos el 2019: Annus Horribilis.