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CoronaVirus Socrático

Macv Chávez

Imagino que en este momento un gran grupo de seres humanos quisieran ser Batman, para así poder sobrevivir al problema de los murciélagos, debido a que so pretexto de la preocupación de las personas vulnerables por el Covid-19 han bombardeado toda una ola de mal información que ha conducido al pánico de la gente pobre de ser, logrando sacar lo peor de ellas, como el acaparamiento desesperado de los alimentos, de los productos de higiene, las mascarillas y otras cosillas más que han permitido el alza de los precios, haciéndome recordar lo estúpida que aún es la humanidad y lo incapacitada que está para razonar, a pesar de que se creen seres pensantes, algo que desde hace algunos años vengo analizando, cuando una niña de quince años me contaba de su amor tenaz hacia los animales irracionales, antes que a los racionales, y más profundamente cuando un niño de aproximadamente de nuevo o diez años me decía que “la humanidad apesta”, con un sarcasmo tan despreocupado y asqueado, mientras terminaba diciendo que “la gente es cojuda”, cosas que en su debido momento discutía, porque pensaba que la humanidad era realmente bella y que la gente solo necesita ser reformada de la deformación humana en la que han crecido con tanto absurdo vacío existencial, y que por eso los hombres no han aprendido vivir como personas, logrando quedarse en simples animales domésticos o “racionales”, cosa que también empiezo a cambiar de parecer, porque al menos los animales domésticos se adecúan a las circunstancias, por ejemplo, donde vivo hay una perra que es querida por casi todos los del edificio, aunque tiene un defecto: ladra como loca para que le hagan cariño, acto que me recuerda a muchas personas, cosa que algunos lograron identificar en un principio y hasta ahora la engríen cada vez que ladra y así se calma, en cambio, otros la golpearon y hasta ahora sigue ladrándoles como queriendo morderlos o espantarlos, tan igual como hace una persona que sabe que la violencia no llevan a ningún camino y que debe librarse de ella, acto que me pone a ver que la defensora de los animales tenía razón cuando me decía que los animales piensan, y definitivamente lo hacen, pero su pensamiento se reduce al conocimiento de las cosas por experiencias vividas, es decir, al recuerdo de imágenes de sucesos anteriores, hasta podría decir que se reduce casi siempre al primer encuentro, a la aceptación o al rechazo, nada diferente a la gente, a la masa que no solo es la pobre, sino también la rica, porque ahí también hay gente incapacitada para razonar y por eso las sociedades giran en el círculo vicio e histórico del opresor y oprimido que solo cambia de circunstancias y no de fondo.

En cambio, una persona, cuando deja de ser un animal doméstico no piensa como los demás animales, por contrario, somete la información a la duda para descubrir la verdad de las cosas en sí mismas, y por ende, ninguna persona podría darme la razón en algo que digo solo porque yo digo que esto es así, porque finalmente este es mi análisis personal de las cosas, así que no crean que esto sea cierto, descúbranlo por sí mismos si es así o no, es decir, si es que estoy hablando algo que sirve para mejorar nuestro ser o simplemente puras pendejadas.

Por eso, ante esto, la pregunta que me surge es: ¿cuál es el mayor problema que afronta la sociedad ante el Covid-19? Y podría resumirlo en la “incapacidad de estar consigo mismo”, y por eso es que vemos personas que no pueden quedarse en casa y que quieren darse de vivos o pendejos y burlan las normas del toque de queda o del estado de emergencia que afronta el país, así como también observamos la fanfarronería de la gente de aplaudir ciegamente la ayuda humanitaria que anda ofreciendo el gobierno a las personas vulnerables, sectorizando a los beneficiados por discriminación social o simple asistencialismo barato, cosa que me hace recordar a los mítines políticos de los tapers y otros utensilios.

Esto es algo que realmente me preocupa, porque la realidad de las personas afectadas por no poder trabajar durante esta temporada de aislamiento social va más allá de la simple sectorización de las zonas de pobres o pobres extremos, porque en un país donde más del 70% de trabajadores son informales y viven el día a día -en mayoría- esa sectorización de pobre y pobre extremo no es más que una muestra de la incapacidad de razonar que tiene el gobierno, porque es incapaz de ver más allá de su propia realidad y de la que le pintan los medios de comunicación; y por eso, ruego que la gente, la masa, comprenda que este es un momento donde deben darse la mano unos con otros para vivir todos, no para supervivir ni sobrevivir como lo harán los vivos y tontos, según el pensamiento del choro del momento, ese oportunista inhumano que no dejará pasar la oportunidad de poder llenar su vacío existencial llamado bolsillo, y lo digo así porque no puedo tapar mis ojos ante las realidades inminentes de la corrupción nacional, y sé que habrán muchos oportunistas que engordarán sus bolsillos, como buenos supervivientes que son, dejando a la sobrevivencia a los demás, a la gente, a esa masa que saldrá a las calles hambrientas a buscar qué comer, violentando ante otro solo para salvar su vida, intentando revelarse ante su opresor o su enemigo (el próximo).

Por eso, contemplando esta posible realidad, me gustaría invitar a la gente a que en vez de andar publicando estupideces como “extraño mi pollito a la brasa” y otras comidas chatarras, debemos incentivar a que la gente tome conciencia de lo que nos ha demostrado el Coronavirus: esa incapacidad de estar con nosotros mismos, y por eso es que si nos sacan de nuestra costumbre de animal doméstico entramos en pánico, sin poder comprender que todas nuestras cosas son solo eso: cosas que no nos sirven cuando la salud se ve amenazada por una enfermedad que no conoce raza ni clase social, ni poder político o económico, porque esta enfermedad nos sitúa ante la constante realidad de la vida: “conócete a ti mismo”, porque “todos vamos a morir de una u otra forma, así que no hay necesidad de aferrarnos a ella”.

Y este es el motivo que me lleva a invitar a la gente a que deje su vida de doble moral, porque no podemos andar hablando o pidiendo que la gente se quede en su casa cuando lo que hacemos es compartir extraño mi comida chatarra o mi trago, porque todo animal cuando ve comida o bebida quiere ir tras ella, y por eso pienso que debemos dejarnos de estupideces y empezar a reflexionar sobre el daño que hemos causado a la naturaleza y a la sociedad con nuestro sistema de vida, porque con ese sistema de vida no reflexionado podemos seguir causando más daño a la naturaleza y a la sociedad si es que no nos damos cuenta de quiénes ni qué somos realmente, y por ende, una de las preguntas que no puede faltar es ¿cómo podemos dar la mano a aquellas personas que sabemos o conocemos que podrían estar pasándola mal en estos días, porque su canasta familiar es el día a día? Y no me vengan con su ego superior y absurdo -que no hace otra cosa de demostrarse su discurso de doble moral ante su amor a la vida o a su propia vida al decir- de que él está así porque quiere ser pobre, porque no trabaja, porque es un borracho, drogadicto, mujeriego, o porque ella tiene varios hijos con uno y otro y cosas absurdas y estúpidas que no vienen al caso ahora mismo -por la situación en la que nos encontramos- y que he ido leyendo estos días en algunas conversaciones, porque si bien es cierto que esos son problemas que no debemos fomentar, también es cierto que en momentos de crisis como la que hoy afrontamos debemos decir -como Sabines- “para que la vida -no tú ni yo-, la vida, sea para siempre”, o sea, para que el hombre no se trague al hombre.

Y como se trata de que la vida perdure para siempre, es importantísimo coger conciencia de que no podemos ser hipócritas con la doble moral del ser, es decir, no podemos andar gritando: “cuidemos a las personas vulnerables ante el <Covid-19” y olvidarnos de las personas que diariamente mueren en nuestro país por el dengue, la contaminación ambiental, minera y otras, y por las irresponsabilidades humanas, porque la contribución con la adicción a cierto sistema de vida hace que la explotación del hombre por el hombre siga promoviéndose hasta hoy, algo que vendrán con más fuerza luego de esta crisis financiera en la que nos pone esta situación, y por tanto, este es el tiempo para comenzar la revolución intelectual que podría cambiar la historia de las sociedades, porque es tiempo de que la persona empiece a actuar desde la razón y no desde la costumbre, el instinto, ese que nos incentiva a hacer caso a los medios de comunicación estúpidamente, porque ya hemos visto que celebran con gran alegría los balconazos, sin siquiera caer en cuenta de que nos están mostrando su incapacidad de razonar a pesar de tener un título universitario, porque si el virus se propaga por la saliva, el que está en un décimo piso grita mientras aplaude y la saliva cae hasta el primero, si es que el virus vive más de tres minutos, por lo tanto, quien está debajo del contaminado tiene grandes probabilidades de ser contagiado y así de nada serviría que la gente de escasos recursos económico ande recordando cómo es su miserable vida si es que no trabaja en lo que sea para comer, y todo porque hay tantos pendejos que no pueden estar consigo mismo y tienen necesidad de la calle y de estar con los otros para sentirse vivos, porque simplemente necesitan la bulla del mundo para no oír sus miserables conciencias, para no chocarse con la realidad de su paupérrima vida superficial.

Finalmente, que este tiempo sirva para que las marchas y los gritos en redes sociales dejen de andar contribuyendo a la corrupción, manipulación o deformación humana, por ende, invito a los escritores, editores y promotores culturales a que se dejen de pendejadas, porque si vamos a hablar de que la cultura cambia a una sociedad no podemos andar dando comisiones a los promotores, directores y profesores para que sus libros sean leídos en el plan lector, porque es tiempo de dejarse de los discursos de doble moral, porque la cultura lo que hace es dotarte de conciencia humana, y por eso tener conciencia implica saber actuar entre el bien y lo mejor, dentro del bien común, porque ahí no te beneficias perjudicando a otros, por mero beneficio personal, y esa es la razón del éxito que han tenido algunas culturas ancestrales, esas que han sido capaces de sobrevivir a tantas desgracias, como la del hombre moderno que lo destruye todo para borrar su pasado, aspirando a una vida tan fuera de lo natural, simplemente para creerse Dios, sin siquiera aceptar la muerte, esa que vendrá por los que están en su lista en estos tiempos de Coronavirus, y como puede que sea yo uno de ellos, quiero irme pateando las neuronas de los que pueda invitándoles a despertar de tanta hipocresía humana, para cambiar la historia ahora, ahora que la historia nos grita: cambia de una puta vez.

Lima, 21 de marzo de 2020 a las 12:26 horas

COVID-19, pánico