Derechos Humanos al mejor postor: Mercantilización de la lucha LGBTI

Eduardo Muñoz
Comunicador Social y Activista de Derechos Humanos

Si hay algo es perverso es poner signo de colones a las luchas por construir una sociedad inclusiva y respetuosa de los Derechos Humanos, y para muestra un botón multicolor de la organización del Mes de la Diversidad en Costa Rica.

Mientras en las década de los ochenta y noventa el país vivió una cruenta persecución de parte de los órganos de seguridad del Estado Costarricense, que sin duda se puede calificar como tortura de Estado, en la actualidad el Mes de la Diversidad se concentra más en generar ingresos con actividades con precios absolutamente prohibitivos para la mayoría de la población costarricense.

Al igual que en otras latitudes, lo que deberían ser actos conmemorativos por las personas que mancharon con su sangre las cárceles durante las golpizas recibidas en comandancias policiacas, o por quienes durante décadas tuvieron que vivir con los consecuencias de las torturas psicológicas recibidas por agente policiales, se terminó convirtiendo en una charanga multicolor sin contenido político y vacía de reflexión. Como evidencia el concierto de una otrora reconocida cantante mexicana de los años noventa, que para presenciar sus carencias vocales habrá que pagar entre $200 y $30 para quienes con pocos recursos se tendrán que conformar con estar de pie en la gramilla del Estado Nacional. Igualmente con el resto de actividades, que al estilo de una suerte de Hollywood tico, tendrán su alfombra roja en un hotel en las inmediaciones de Belén, Heredia, y de nuevo, nada es absolutamente gratis. Como ya sucedió en otros países, la comunidad LGBTI paga tarifas mucho más elevadas que el promedio de la población en general, hasta para comprar una botella de agua habrá que destinar un cantidad importante.

De hecho, no está mal que empresas privadas hagan aportes a causas como estas, el punto en discusión es dónde está la frágil frontera entre la conmemoración y hasta dónde el dinero de patrocinadores solo tiene como objetivo el mercadeo dirigido a una población que se supone con mayor capacidad adquisitiva, sin reflexionar en los aportes que otras generaciones hicieron para poner en discusión pública que todas las personas tienen los mismos derechos, sin distingo de ningún tipo.

A excepción de la marcha del domingo 26 de junio, las actividades pagadas seguirán siendo excluyentes para muchas personas, y pensando en términos geográficos están pensadas para el Gran Área Metropolitana. En ese sentido, se debe apuntar que según el último Estado de la Nación las personas que habitan en la ruralidad se ubican en los quintiles de menores ingresos y son excluidas del desarrollo social costarricense.

Pero esa transformación que se vive dentro del movimiento LGBTI costarricense contemporáneo tampoco es ajena de otros similares. Por ejemplo, el Día Internacional de las Mujeres ha sufrido un vaciamiento histórico, y con el “apoyo” de empresas privadas se ha convertido en una fecha para la comercialización de productos del cuidado personal, moda y zapatería. Incluso el ideario político de Ernesto “Che” Guevara hace décadas terminó reducido a productos mercantilizables para las posteriores generaciones “progres”, que estampan la clásica foto del revolucionario en tasas, camisetas, libretas, cuadernos y afiches que adornan más de una oficina; todas imágenes vaciadas del contenido político y que el mercado capitalista hábilmente lo asumió como un producto más para este sector de consumidores específico.

En el fondo la cuestión es si la comunidad LGBTI se siente representada por estas actividades comerciales que año con año van borrando de nuestra historia las luchas frontales que se dieron contra el Estado, y cómo con productos de marketing se ha diluido la huella de la sangre y las dignidades humanas arrasadas por las clases políticas dirigentes hoy bañadas con discursos de una diversidad inofensiva, pero que esquiva realizar cambios sustanciales y más bien sigue firme en sus acuerdos con los sectores conservadores político-religiosos que han surgido recientemente en Costa Rica y América Latina que cuestionan los avances en materia de Derechos Humanos a luz de sus creencias religiosas.

No sería de extrañar que como fruto de esos acuerdos el Estado se de a la tarea de “revisar” el camino recorrido hacia la igualdad, mientras los liderazgos LGBTI se siguen conformando con marchas coloridas sin propuestas de transformación política de fondo.

La igualdad, la equidad y la inclusión han costado sangre, dolor, humillaciones y persecución para quienes se atrevieron a exigirla, nada ha sido gratuito ni espontáneo.

Foto Anel Kenjekeeva