El derecho a opinar es irrenunciable

Por José Luis Callaci

Hay un tiempo para cada cosa y un lugar bajo el cielo para hacerla” Eclesiastés.

Quisiéramos tocar un tema un tanto álgido que tiene que ver con ciertas ásperas y frecuentes reacciones que descalifican y hasta insultan a argentinos que, por diversas razones, residen fuera del país y dan sus opiniones sobre lo que sucede en la tierra que los vio nacer. Algo que puede parecerle un tanto extraño a algunos pero que así sucede.

Dicho lo anterior y haciendo caso omiso de esas estultas reacciones nos referiremos a algo que no deja de sorprendernos: el hecho de que importantes dirigentes del vasto abanico opositor al actual gobierno muestren un excesivo celo en sus agendas personales y ambiciones partidistas en detrimento del interés general.

Algo que se está dando precisamente cuando las riendas del país han sido puestas en manos de quienes están gobernando no precisamente para proteger el interés nacional y la propia soberanía, sino para satisfacer las ambiciones geopolíticas de la gran potencia del norte. Actuaciones que bien podrían calificarse como de traición a la Patria. Realmente vergonzoso.

Surge la pregunta: ¿No es tiempo de apelar al espíritu sanmartiniano frente a esta situación como tarea de Primer Orden?

Sorprende sobremanera escuchar de boca de muchos, en las alturas y en las bajuras, aquello de “yo no voté a este individuo, por tanto, eso me exime de culpas”. Otros reaccionan con enojos cuando alguien se atreve a señalar este hecho como falta, o una forma de eludir responsabilidades.

Existen sobrados motivos para declarar al actual gobernante argentino como no-apto para ejercer ese cargo debido a sus reiterados exabruptos que bien califican como extravíos mentales. Tan solo los recientes y gruesos insultos a otros mandatarios latinoamericanos, ¿no son acaso suficiente para hacerle un juicio político de destitución?

Mal estamos quedando los argentinos, todos, y no solo quienes votaron a este gobierno, al no reaccionar debidamente frente a tantos agravios a nuestros hermanos de la Patria Grande.

El hecho de opinar de cualquier argentino esté donde esté, es irrenunciable y nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de conculcarlo.