El discurso comunista del presidente Chaves

Vladimir de la Cruz

En el análisis comunista clásico, sobre la base del Manifiesto Comunista, publicado en 1848, la sociedad contemporánea es el resultado de una evolución histórica, generada por un proceso de lucha de clases fundamentales, cuyo resultado hizo sistemas políticos caracterizados por el dominio de una de esas clases sobre la otra. Así se dieron el sistema esclavista, donde las clases fundamentales eran los esclavistas y los esclavos, el sistema feudal, donde las clases fundamentales eran la de los señores feudales y los campesinos, bajo la forma de siervos y vasallos, a su servicio, y el sistema capitalista, cuyas clases fundamentales son la burguesía y el proletariado, la clase obrera.

Federico Engels, corredactor del Manifiesto decía que la idea central, que inspira todo el Manifiesto, es que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx.

Engels en las ediciones del Manifiesto hasta su muerte, a finales del siglo XIX, valoró el desarrollo del capitalismo en esa segunda mitad de esa centuria, sin alterar el contenido de lo dicho en 1848. Según él, el asalto al poder por la clase obrera señaló que La Comuna de París había demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”.

El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. No se analizó en el Manifiesto la situación de Rusia y Estados Unidos en ese siglo. En Rusia, decía Engels, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empezaba a formarse, más de la mitad de la tierra era propiedad común de los campesinos. La liberación del campesinado por el Zar no resolvió el problema por las cargas tributarias que les impuso, que los llevó a mantenerse bajo el sometimiento que tenía, que les era más beneficioso. En los días de la Revolución, en octubre de 1917, Lenin, entendiendo esta situación planteó como uno de sus tres primeros decretos, el de la Tierra, para asegurar como aliado al campesinado.

El Manifiesto Comunista en su momento, 1847, no se llamó Manifiesto Socialista, como bien decía Engels, porque el concepto de “socialista” abarcaba dos categorías de personas. Unas, las que abrazaban diversos sistemas utópicos, y entre ellas destacaban los owenistas en Inglaterra, y en Francia los fourieristas, que poco a poco habían ido quedando reducidos a dos sectas agonizantes. En la otra, los charlatanes sociales de toda laya, que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, al capital ni a la ganancia. Frente a esto había gentes ajenas al movimiento obrero, que iban a buscar apoyo para sus teorías a las clases “cultas”, y el sector obrero que, convencido de la insuficiencia y superficialidad de las meras conmociones políticas, reclamaba una radical transformación de la sociedad, que se apellidaba comunista.

Para Marx y Engels, la revolución era en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando por la causa, aunque solamente los obreros de París, después de derribar el Gobierno, tenían la firme y decidida intención de derribar con él a todo el régimen burgués.

En esta línea de pensamiento, la burguesía existe revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. La época de la burguesía, decía Engels, se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. “Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.”

En 1848 Marx y Engels afirmaron que “la necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu.”

Continúa el Manifiesto: “La burguesía obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza. La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente. La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.”

Seguía el Manifiesto: “Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa. Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró.”

En esta dimensión analizan Marx y Engels que “la historia de la industria y del comercio es la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía, con crisis periódicas de producción y comerciales, que ponen en peligro a la misma sociedad… Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción.”

Agregaba El Manifiesto, “el trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo, equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.”

Señalaba El Manifiesto: “Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás.

Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial. Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía… en que esta guerra civil desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder”.

Concluyen en el Manifiesto que “hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. Mas para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad. La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado.”

El discurso del Presidente Rodrigo Chaves, denunciando que todos los gobiernos y partidos políticos que ejercieron el poder constituyeron una “dictadura perfecta”, una dictadura de quienes ejercieron el poder y el gobierno desde el Poder Ejecutivo, y sus instituciones, la Asamblea Legislativa y el Tribunal Supremo de Elecciones, desde donde organizaron el asalto a las finanzas públicas, al erario nacional, donde establecieron la corrupción, y mecanismo que montaron con inteligencia para gobernar para ellos, solo para ellos, haciéndole creer a la gente, a los electores y ciudadanos que gobernaban en su nombre y por ellos. Dijo el presidente Chaves que aprovechando esas circunstancias y poder nombraron magistrados y otros puestos, “haciendo los mismos cambalaches”.

El presidente Chaves desnudó la naturaleza política del régimen democrático burgués oligárquico que existe en Costa Rica. El presidente no dijo que la democracia nacional fuera imperfecta, dijo que era la dictadura perfecta de los grupos que la habían controlado desde el poder, desde el gobierno, desde las instituciones públicas. El presidente Chaves no negó el origen democrático de los gobiernos, tan solo señaló que aprovechándose de mecanismos democráticos los que llegaron a gobernar lo hicieron imponiéndose como dictadores sobre el pueblo, en su nombre como si los representaran cuando solo estaban en el poder para representar sus propios intereses y riquezas. Chaves no violentó el equilibrio de poderes, tan solo señaló en su análisis que esos poderes públicos estaban interconectados en y dominio por quienes ejercían el control político con capacidad de nombramientos de los integrantes de esos otros poderes o instancias públicas. De allí concluyó que los gobiernos de los partidos Unidad, Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana y Acción Ciudadana, que son los que han ejercido el gobierno constituyeron el engranaje de la dictadura institucional perfecta. En este sentido, por su orden en el ejercicio de la Presidencia desde 1948, José Figueres, Otilio Ulate, José Figueres, Mario Echandi, Francisco Orlich, José Joaquín Trejos Fernández, José Figueres, Daniel Oduber, Rodrigo Carazo, Luis Alberto Monge, Oscar Arias, Rafael Ángel Calderón Fournier, José María Figueres, Miguel Ángel Rodríguez, Abel Pacheco, Oscar Arias, Laura Chinchilla, Luis Guillermo Solís y Carlos Alvarado, son según el presidente Rodrigo Chaves, los dictadores de esa “dictadura perfecta”, que ha tenido Costa Rica.

El presidente Chaves no se considera en esa línea sucesoria de dictadores, por cuanto es el que denuncia la naturaleza dictatorial y tiránica de sus anteriores gobernantes, y porque se siente el tarzán de esa jungla, con su jaguar al lado, en capacidad de acabar con esa urdimbre dictatorial.

Lo que el presidente Chaves ha dejado claro con su ataque, a los que él considera dictadores del pasado inmediato costarricense, es que él está en contra de esos gobiernos, de esos partidos que gobernaron, de las formas como esos presidentes y gobernantes lo hicieron porque él representa otra forma de gobernar, que supuestamente esos dictadores con sus ramificaciones en el Estado, no lo dejan gobernar y, porque él quiere imponerse como un nuevo prototipo de dictador gobernante.

Chaves siente que él representa un nuevo grupo político, económico, empresarial financiero, como efectivamente lo es, que quiere asirse con el poder en todos los mandos, para gobernar a su antojo, sin controles, de forma gerencialmente autoritaria, en nombre de los jaguares que le acompañan como masa acrítica, analfabeta políticamente, que consideran que con él, con Chaves, nada tienen que perder y con más posibilidades de ganar, porque el presidente Chaves les vende humo, confianza y fe de que todo lo que hace es por la gente del Purral…y por los jóvenes ninis, que ni trabajan ni estudian, que están siendo reclutados para las luchas entre las organizaciones criminales…

Chaves no convoca al proletariado ni a la clase trabajadora a su favor en esta lucha contra los gobernantes y partidos de la dictadura perfecta. Habla y expresa la lucha que existe entre sectores oligárquicos y de poder del pasado con nuevos sectores oligárquicos que quieren adueñarse del poder en esta época, en este momento. Su lucha de clases es una lucha en el interior de los grupos oligárquico burgueses nacionales. Su enfoque teórico comunista, que le sirve para ese ataque, es ese.

Lo que no se están dando cuenta, quienes así piensan, es que si esa población pobre, movilizada en buses, con comida y cierta paga básica, para acompañar las giras presidenciales, y esos jóvenes llegasen a tener conciencia de su propia situación, y de quienes los tienen allí, y así, en esa condición de pobreza y miseria, bien podrían usar esas armas contra sus explotadores sociales, económicos y políticos… Así es la Historia.

El discurso en su forma comunista, de lucha intra oligárquica puede escapársele de la boca y de las manos al presidente Chaves. Él forma parte de todo lo que dice criticar.

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