Declaración del Centro de Estudios Isaías Marchena
Respetables Señores y Señoras Representantes de los Gobiernos y Estados de América Latina y el Caribe:
Quizás ningún idea, ningún propósito, marcó tanto el pensamiento de los próceres de la Independencia Latinoamericana y en primer lugar de Simón Bolívar, que la unidad de nuestros pueblos. Tuvo tiempo el Libertador para observar la profunda descomposición que sufría la política en los Estados nacientes, lo que lo llevó, sumergido en un profundo dolor, a pronunciar en los instantes de su muerte aquellas palabras terribles:
«He arado en el mar».
Pero su fe y su confianza en la potencia de los pueblos no decayó jamás. Conocía el camino y lo señalaba con insistencia. Bolívar vivió lo suficiente para ver de cerca las divisiones y las intrigas, las atrocidades y las injusticias que las burguesías y las oligarquías nacientes eran capaces de cometer con tal de consolidar sus crecientes y enormes intereses. Conocía y presentía las fuerzas locales e internacionales que se confabulaban para abrirle nuevas rutas al saqueo de las inmensas riquezas materiales que albergaban las nuevas naciones. Y por supuesto que Bolívar incluía al Caribe. Fue allí donde lo recibió Petión, el Presidente negro de Haití, quien le dio la solidaridad y las armas para emprender su Campaña Admirable. Por eso decía:
«si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su inutilidad y su impotencia, un nuevo colonialismo será el patrimonio que heredemos a la posteridad».
Y desde aquellos momentos terribles y a la vez gloriosos, nunca se había levantado una organización que representara, clara y directamente, los intereses de los pueblos de Nuestra América, por emplear esa denominación posesiva, que empleara el apóstol José Martí, para denominar al conjunto de las naciones de América Latina y el Caribe. Hablamos de la CELAC, esa organización que algunos quieren convertir en un foro intrascendente, en un lugar para hacer discursos clamorosos o altisonantes, pero inútiles; en una especie de lugar solo apropiado para las catarsis y el desahogo de nuestras innumerables e interminables quejas.
Pero nosotros, desde este modestísimo lugar que hemos erigido para honrar la memoria de ese valeroso dirigente obrero y patriota revolucionario, Isaías Marchena Moraga y de otros cientos de hombres y mujeres que como él han consagrado su vida a la lucha por la justicia, la igualdad y la soberanía, deseamos manifestar un legítimo sentimiento de orgullo, que debería invadir por igual a todos los hombres y mujeres de nuestra Patria, por esta oportunidad histórica de celebrar en este pequeño espacio del territorio centroamericano, una nueva cumbre de la CELAC.
Manifestamos, repetimos, el orgullo de recibir a tantos ilustres mandatarios y representantes de los pueblos de nuestra América, a quienes instamos respetuosamente a valorar y manifestar el significado de esta nueva organización continental, la CELAC, que por primera vez desde hace casi 200 años, nos permite hablar entre nosotros como hermanos, unidos en la solidaridad y los intereses comunes, en el fortalecimiento de nuestros lazos de afecto y colaboración, de verdadera ayuda mutua, sin la ominosa presencia de ningún imperio.
A todos los participantes los saludamos con respeto y regocijo, porque somos conscientes del papel que juega ya CELAC, en esta nueva América Latina y el Caribe que se dibuja en el horizonte cercano, como un consistente interlocutor en los diálogos por la paz y la economía mundiales, libre de agresiones, de imposiciones brutales, de bloqueos o mandatos inapelables.
Bienvenidos a Nuestra Patria.
Enviado a SURCOS Digital por Carlos Luis Chacón Salas.
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