Al Jefe Seattle.
I. LA ILUMINACION
Un día de 1.854,
el Arquitecto del Verbo lo iluminó con la Palabra;
después de beber largamente
las Aguas Vivas del Manantial del Silencio.
La voz del profeta
se escuchó imponente;
como el volcán en los valles,
como el estruendo del relámpago,
o las cascadas rompiendo los abismos.
Su palabra era como el reclamo del lobo,
como el despertar del bosque
por el viento rabioso,
o la bravura del océano
golpeando el pie de la montaña.
Mientras la multitud escuchaba el discurso,
su voz se hacía una
con la Voz del Supremo Poeta;
era un coro infinito entonando
las melodías de Gaia.
Sonreía taciturno, sin dulzura y
en su rostro no existía un gesto de compasión;
era la expresión del que ha sufrido la soledad y el dolor extremo.
Hablaba y su cuerpo entero resplandecía;
esclareciendo la penumbra de nuestros corazones.
En su actitud serena,
ajena a todas las contradicciones,
se leía la mirada triunfal del guerrero,
quien a lo largo de la noche
libró la última batalla contra sí mismo.
II. EL MENSAJE
Las cosas sagradas bajo sus ojos:
las costumbres de sus ancianos y la cosmogonía de su pueblo.
Dijo que la tierra es nuestra Madre y que el firmamento es nuestro hermano.
Son nuestros hermanos:
los caballos salvajes,
el águila majestuosa,
el bosque secreto
y el chotacabras.
La lluvia de la tarde,
el rocío de la grama,
y la savia de los pinos
recorren nuestras venas.
Respiramos el aliento
de las bestias de la pradera.
Amor y respeto por la Gran Obra; debemos heredar a nuestros hijos
y a los hijos de nuestros hijos, al igual que las tribus de la noche de los tiempos.
III. CAMINO A DESTRUCCION
Describió nuestro sombrío destino y el precio que pagaríamos por romper los Hilos de la Trama de la Vida.
Contempló en su fulgurante visión interior
los grandes incendios de la Amazonía,
las sequías y hambrunas del África, las inundaciones en Bangladesh, los huracanes de Norteamérica, la agonía de la Antártida,
las nevadas en Europa.
Vio
la muerte de las chimeneas,
mares y sismos enfurecidos,
el veneno amargo en el fondo de los pozos,
avalanchas de lodo, pestilencias universales:
la humanidad ahogándose en sus propios residuos.
Y nuestra desolación espiritual caminando hacia la gloria de la Aniquilación,
inspirados por la fuerza del dios de las tinieblas.
Poema dedicado al Jefe Tatanka Yotanka. Puntarenas 1996.
Palabra de HECO.
Ilustración: https://spanishrevolution.org