LA PERSISTENTE MEMORIA DE VÍCTOR POLINI BENACH (1948-2021)

A sus hijos Eric e Iván, a toda su familia con todo mi afecto

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Lo inmenso de su generosidad inagotable, y los aportes en muchos órdenes de la vida, tanto como ante los desafíos que nos plantea siempre la existencia, como una parte esencial de lo mucho que nos dio este amigo extraordinario y hombre cabal como pocos, que se llamó Víctor Polini Benach, con sus hondas raíces catalanas e italianas, siempre al lado de su inmenso apego a lo criollo de esta tierra que lo vio nacer y desplegar su existencia, forman una inmensa hermosa, y a veces inescrutable constelación de hechos e imágenes, tanto como de reflexiones y anhelos compartidos, a lo largo de varias décadas, las que una vez transcurridas hacen que, en la hora de su ya inevitable deceso, sean las imágenes de su fructífera vida con sus contornos lineales a veces, y sus recovecos curvilíneos dialécticos en muchos sentidos que nos desafiaron siempre, las que acudan en tropel a nuestra mente, pues es así –y no, de otra  manera- como su vida tan intensamente vivida se queda con nosotros y con nosotros, pues  resulta que es allí, en el lugar que ocupan nuestros sentimientos más hondos, donde permanecerá por el resto de nuestras vidas, y en la memoria colectiva de quienes lo conocieron y apreciaron sus cualidades de hombre humanista y solidario. Fue también un hombre de acción que no tuvo miedo para actuar cuando las circunstancias lo requirieron, pero además fue alguien que reflexionó mucho sobre lo vivido y lo actuado, lo suficiente para no caer en las trampas, y en los espejismos del mundo político y social, si alguien piensa por ahí con cierta dosis de cinismo que lo puede sumar a las ovejas de su rebaño, le digo que está muy equivocado. Tal vez Víctor, en sus adentros, prefirió hacer suya aquella frase de Albert Camus acerca de convertir cada acto de nuestras vidas en una manifestación de nuestra rebelión insumisa, esa que siempre lo acompañó sin apartarse nunca del amor y la ternura hacia los suyos.

Es así como el hombre que desde su temprana juventud estuvo dominado por una fuerte curiosidad, un espíritu crítico a toda prueba, una sensibilidad fuera de lo común, un apego por la justicia social y a la búsqueda de la verdad, por dolorosa que fuera, pero ante todo, por una inagotable sed de conocimiento, siempre en procura de ampliar sus horizontes, nos acaba de dejar en estos días de la segunda mitad del mes de octubre de 2021, acompañado por sus hijos y su familia, quienes le prodigaron toda clase de cuidados y le dieron la expresión de un inmenso amor al ser humano justo y solidario que fue: Víctor actuó siempre o casi todo el tiempo con una cierta dosis de pasión que llegaba a alcanzar algún grado de surrealismo, de fantasía desbordada, aunque con los pies firmemente asentados sobre la tierra que siempre fue, desde que nos conocimos hace ya más de cinco décadas en una de las épocas más difíciles de mi ahora lejana juventud, un hombre consecuente en todo el sentido de la palabra, doy fe de ello.

Todo esto, dentro de un escenario, en el que su lamentable deceso fue una noticia que ya esperaba, no sin pesar además de incertidumbre y desasosiego, dado el contacto que habíamos mantenido durante poco más de un lustro, durante el cual me llevó –con su generosidad de siempre- a acercarme a viejos amigos como Plutarco Hernández Sancho y Carlos Vargas Solano, quienes ya nos dejaron, en medio de la vorágine silenciosa de estos años. Gracias amigo por permitirme hacer un alto en el camino, y acercarme a ellos cuando su final estaba muy cercano.

Su pasión por la lectura atenta y cuidadosa de toda clase de libros y publicaciones periódicas se unía inextricablemente a las “lecturas” o interpretaciones que supo hacer de su entorno social, su sociedad, su mundo, su país y su intensa vida familiar junto a su esposa Ana, fallecida hace pocos años, fueron un rasgo esencial de su personalidad que jamás lo abandonó, ni aún en los momentos más difíciles de su azarosa y fructífera existencia.

También las numerosas imágenes que registró en su cámara durante los últimos años de su itinerario vital, en las que captó paisajes singulares y panorámicos a veces, tanto como expresiones arquitectónicas de columnas, techos, paredes y pisos de mosaico o madera. Su curiosidad por los objetos del pasado reciente de la actividad humana, sobre los que siempre nos llamaba la atención resulta ser algo inolvidable, y lo registró con el obturador de su cámara, con gran maestría y exquisito gusto…ese fue otro de sus grandes aportes. Quedarán también en mi memoria las innumerables conversaciones, desafíos y discusiones de las que fuimos cómplices…que así sea.