No en mi nombre
Óscar Madrigal
Una de las afirmaciones más lapidarias, dramáticas y brutales de la Biblia es la del Génesis:
“DIOS LAMENTÓ HABER HECHO AL HOMBRE SOBRE LA TIERRA Y SUFRIÓ EN SUS ENTRAÑAS”. (Gn 6,6).
Cada día mueren en Gaza alrededor de 500 personas, la mitad de ellos niños. Por cada 2 muertos por los bombardeos del gobierno israelí, uno de ellos es un niño o una niña. No son estadísticas, son personas. Y de ese otro que muere por las bombas, unos son mujeres y otros ancianos y otro tanto, hombres jóvenes y adultos que no tienen nada que ver con Hamás. No son estadísticas son personas.
El objetivo del gobierno israelí dirigido por el corrupto de Netanyahu es desaparecer a Hamás, como lo ha dicho, aunque para ello sea necesario el genocidio y la destrucción de todo un país o pueblo. Destruir, destruir, destruir, como venganza, sin compasión, sin amor, sin consideración, lo que es lo mismo sin valores éticos fundamentados en la religión.
Como ha dicho el Gran Rabino y escritor inglés Jonathan Sacks: “Demasiado a menudo en la historia de la religión, la gente ha matado en nombre del Dios de la vida, ha hecho la guerra en nombre del Dios de la Paz, ha odiado en nombre del Dios del amor y ha practicado la crueldad en nombre del Dios de la compasión. Cuando esto sucede, Dios habla, a veces en voz baja, casi inaudible frente al clamor de aquellos que dicen hablar en su nombre. Lo que dice en esos momentos es: “No en mi nombre”. (Pasaje del libro “No en nombre de Dios” de Jonathan Sacks).
Los familiares de los rehenes secuestrados por Hamás protestan todos los días en las calles de Israel pidiendo una Negociación y Paz para su regreso. Pero también el gobierno de Netanyahu es insensible a sus peticiones.
Hay que detener el genocidio y la barbarie contra el pueblo palestino, llevado adelante por un gobierno fundamentado en un disparate bíblico -como decía Saramago- el del Pueblo Elegido, muy cercano el concepto de la superioridad de la raza aria.
Hemos llegado a un punto en que solo los pueblos del mundo, incluyendo por supuesto al pueblo judío, podrán detener a un gobierno israelí deshumanizado y genocida, porque los mecanismos de convivencia como el derecho internacional o la ONU han mostrado su total incapacidad para detener el fundamentalismo que gobierna Israel.
Citamos nuevamente al Gran Rabino Sacks: “De acuerdo con la Biblia hebrea, el monoteísmo abrahámico apareció en el mundo como un rechazo del imperialismo y el uso de la fuerza para hacer de algunos hombres amos y de otros esclavos”. (…) “No es nuestra tarea conquistar el mundo, convertirlo o imponer la uniformidad de las creencias. Nuestra tarea es ser una bendición para el mundo. El uso de la religión para fines políticos no es rectitud, sino idolatría”. (Obra citada).
Hay que detener el genocidio del pueblo palestino y luchar por la paz como única salida humana a este mundo.
Los hombres de hoy son, probablemente, peores que los de antes, más corruptos, más sanguinarios, más vengativos, más inmorales… Esas camarillas, como las de Netanyahu, están provocando un nuevo Diluvio, aunque esta vez será un diluvio atómico.
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