POR LA PATRIA: DE LA POLARIZACIÓN A LA CONCORDIA

Demás está decir que el grupo de los hombres abrazados será tan poderoso como un terremoto y que el grupo del odio, de los que tienen miedo de mancharse la carne con sudor de albañil, será como un aborto de la tierra. Jorge Debravo.

Los pilares de nuestro Estado social de derecho están en franco deterioro. Y en lugar de apostar por la concordia, que nos devuelva el espíritu y las fuerzas para reconstruirlos, se intensifica la polarización social utilizando el típico lenguaje del “choteo” tico: un perverso recurso de manipulación para “bajar el piso”, signo de una identidad cultural atrofiada por la envidia y la mediocridad.

Fue nuestra insigne escritora Yolanda Oreamuno quien concibió a estas como dos armas poderosas de control social: “Al que pretende levantar demasiado la cabeza sobre el nivel general, no se le corta. ¡No..! Le bajan suavemente el suelo que pisa, y despacio, sin violencia, se le coloca a la altura conveniente… Además de la ignorancia deliberada y entrenada (diría yo), conocemos las sutiles vertebraciones del choteo. El choteo es un arma blanca, ¡blanca como una camelia!, que se puede portar sin licencia y se puede esgrimir sin responsabilidad. Tiene finísimos ribetes líricos, de agudo ingenio; sirve para demostrar habilidad, para aparecer perito, para ser oportuno, filosófico y erudito”.

Apelando a esta “blanca” daga del choteo, un sector importante de los medios de comunicación dominantes del país califica –más bien descalifica– reiteradamente de “pensionados de lujo” a catedráticos universitarios que por méritos académicos, trayectoria profesional y dedicación al trabajo investigativo y docente, alcanzaron a obtener en promedio una pensión neta entre 2 y 3 millones de colones, no 12, ni 10, ni 8 ni 7 millones como publicitan estos medios, de manera burda y antojadiza, omitiendo los elevados porcentajes de las deducciones que alcanzan hasta un 57% de la pensión bruta. Pero, ¿acaso no puede concebirse ese monto como una pensión decente para trabajadores de la educación, que aportaron y continúan aportando lo mejor de sus capacidades intelectuales al servicio del desarrollo de la ciencia, la cultura y la tecnología, en un país que se ha disputado los primeros lugares en desarrollo humano en América Latina?

Estos medios, en complicidad con el poder económico y político, se muestran complacientes con quienes ostentan verdaderos privilegios y salarios con pluses que superan los 9 millones, así como con el perdón de las deudas millonarias a grandes empresas, y que incluso favorecen hasta diputados que legislan para beneficio propio y para los cuales sí hay leyes que protejan sus nombres, mientras a los pensionados se les exhibe en el circo convocando a su lapidación y escarnio. ¿Acaso se les cobra que sus logros no se han obtenido adulando al poder ni por prebendas del clientelismo político, facilitador del ascenso de la mediocridad complaciente y arribista que hoy está corroyendo nuestra institucionalidad democrática?

Este ensañamiento contra los académicos es una muestra más de una patria que se desborda por los senderos de la pobreza intelectual y espiritual. Es la tragicocomedia que exhibe un país que otrora se preciaba de ser uno de los más cultos, educados y de una sólida tradición jurídica civilista pro-derechos humanos de nuestra América. Estos valores fueron exaltados por don Pepe en un discurso pronunciado en 1972 en el concierto inaugural de la Orquesta Sinfónica Nacional donde celebraba un glorioso futuro: “Vamos a una sociedad que no sea pobre, pero debemos ir también a una sociedad que no sea vulgar… Tenemos el mejor ejército de América: el ejército de la intelectualidad. Tenemos en la capital de la República otro edificio símbolo: la Corte Suprema de Justicia. Este es un país de ley…. Está en el alma del pueblo la aspiración cultural, para que no tengamos miedo de que algún día seamos un país rico y no educado”. Concluye su discurso añorando que en el 2001 alguien desde ese mismo podio dijera: “Hace 30 años el pueblo costarricense, 1.800.000 hombres y mujeres bajo la fe democrática de lograr un perfecto desarrollo económico y social con la vista puesta hacia adelante hicieron por nosotros en el siglo XXI, el sacrificio de sufragar esta orquesta” (Texto referido por la Dra. Eleonora Badilla).

Hoy aquella aspiración de don Pepe está más lejana que nunca. Avanzamos hacia una sociedad que sacraliza el dinero, al punto de considerar que no vale la pena invertir en la protección de ese templo de la cultura que es el Teatro Nacional –una “perla en un barreal” –. El trato vulgar y soez al educador, al pensionado y a la intelectualidad en general, retrata de cuerpo entero a una sociedad cultural y éticamente empobrecida. La falta de mesura y actitud dialogal nos están conduciendo a un callejón sin salida, con posiciones intransigentes por parte de sectores de la clase política que se están dejando llevar por los vientos del autoritarismo prepotente, torpe y maledicente que soplan de norte a sur. La antidemocracia y el discurso de la violencia simbólica tocan a las puertas de nuestra casa y hay quienes están dispuestos a abrirlas. Nos preguntamos, entonces, ¿dónde están, en este Siglo XXI, los que recojan la antorcha de aquel millón ochocientos mil hombres y mujeres que nos legaron una Orquesta Sinfónica Nacional, mostrando que en este pequeño país sí es posible “bajo la fe democrática lograr un perfecto desarrollo económico y social”?

Hacemos una excitativa a las señoras y señores diputados de la república para que superando el lenguaje del choteo y el comportamiento “baja pisos” propios de una contracultura empobrecida que incita al odio y la polarización social, optemos por el lenguaje y el comportamiento de la concordia, la paz y el diálogo mesurado, así como una posición constructiva para superar las desigualdades estructurales que sufre este país. Nos sumamos con voluntad a esta gran tarea de abrir horizontes de esperanza para un pueblo que ha dado muestras de que es posible alcanzar un progreso económico y socialmente equilibrado, en democracia.

Álvaro Vega Sánchez

Sociólogo, Catedrático Jubilado de la UNA

Jubilados en Acción

 

Imagen ilustrativa tomada de la página oficial de la UCR.

Enviado por el autor.

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