Regalo del Día del Libro: Microrrelatos covidianos

El Centro de Investigaciones Históricas de América Central nos regala, en el Día del Libro, esta colección de ocho mini relatos referidos a la experiencia que vive el mundo en este momento.

Esta es la lista que nos regala el CIHAC:

Sin una lenta agonía, David Díaz Arias
Desierto, Elizabeth Jiménez Núñez
Chang Yi, Ximena Miranda Garnier
El más solitario de los mundos, Iván Molina Jiménez
El elegido, Uriel Quesada
Impensable, Anacristina Rossi
Higiene extrema, Arabella Salaverry
La casa covidiana de Asterión, Alí Víquez

En el prólogo, Flora Ovares Ramírez dice:

Retorna la peste es el título de este libro y así advierte que nos encontramos ante una realidad que nos pone en contacto no solo con el resto de la humanidad sino con la historia, con los que vivieron esta situación antes que nosotros: nos recuerda nuestra condición de seres humanos.

Las situaciones narradas en este libro se leen como la prolongación de un presente vivido en común. Para el lector, los cuentos van más allá de conjeturar una situación futura, ni siquiera recuerdan hechos ya sucedidos: tienen la marca de la inmediatez, están escritos desde el caos, tratan de entenderlo. Cada cuento imagina una respuesta a una situación presente, apremiante, que desconcierta.

Es seguro también que las respuestas de estos ocho escritores costarricenses hablan de temores, fantasmas, obsesiones que van más allá de la reclusión obligada, el temor y el desconcierto que produce una situación inédita. Como decía Daniel Defoe en la conocida frase citada por Albert Camus en La peste: “Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente es representar algo que existe realmente por algo que no existe”.

Casi todos estos “microrrelatos covidianos” se sitúan en un futuro catastrófico. Se bosquejan escenarios militarizados, represores, desolados. Las marcas que distinguen a los apestados son la soledad, la obsesión, la intolerancia.

Esa peste que retorna se instala definitivamente en la sociedad costarricense en el cuento “Sin una lenta agonía” de David Díaz Arias. Con ello surgen también la rebeldía y la lucha desesperada y suicida contra el poder insolente. “Impensable”, de Anacristina Rossi, narra el colapso económico, social y moral de los Estados Unidos, sometido por la plaga pero también por los mismos muros que ha levantado el sistema.

La sobrevivencia se paga con la incomunicación más profunda en “El más solitario de los mundos” de Iván Molina Jiménez. El narrador de “Desierto”, de Elizabeth Jiménez Núñez, ve convertirse el entorno que contempla en un espejo de su propia soledad y desamparo. “El elegido”, de Uriel Quesada, bosqueja con cierto humor un futuro inminente y apocalíptico, a la vez que contrasta el ambiente de muerte y horror de los humanos con la indiferencia (¿el espejismo?) de una naturaleza espléndida.

“Higiene extrema”, de Arabella Salaverry presenta a una protagonista obsesionada por la limpieza de la casa y que por lo tanto descuida con graves consecuencias el precepto: “¡Lavado de manos y lavado de almas!”. “Chang Yi”, de Ximena Miranda Garnier, sigue por los mercados populares de su comarca los pasos de una científica china, quien además logrará descifrar el misterio y descubrirá el origen del virus. Llegamos al último de los microrrelatos, firmado por Alí Víquez: “La casa covidiana de Asterión”, que como es evidente, rinde homenaje al cuento de Jorge Luis Borges. El libro se cierra entonces con una puerta hacia la otra realidad convocada como vía de salvación momentánea, de efímero escape a la peste: la literatura.

Todos recordamos cuando, a mediados del siglo XIV, un grupo de diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres, huían de la plaga para refugiarse en una villa en las afueras de Florencia. ¿Qué podían hacer para conjurar la amenaza? Pues contarse cuentos de amor y tragedia, de ingenio, exaltar la vida y la alegría en medio del miedo ante la amenaza que pendía sobre ellos. Pese a las evidentes distancias entre una y otra situación, algo permanece que une a estos narradores con aquel grupo de jóvenes: seguimos unidos como comunidad lectora, seguimos contándonos cuentos, aferrados a la literatura como escudo contra el desconsuelo, como vía para romper la incomunicación, como ilusión de permanencia en el mundo que nos desordena, tal vez para siempre, la Peste.

Aquí está el regalo del Día del Libro:

Compartido con SURCOS por Rosaura Chinchilla Calderón.