Sobre Deslindes – volumen II – de Adriano Corrales Arias

Carlos Madrigal Tellini

Conforme leía el texto de Corrales, me decía: qué complicado intentar un comentario frente a este abanico de temas, sin mencionar mi falta de experiencia en esta labor. Al repasar los artículos, pensé, en qué brete me ha puesto mi amigo. Finalmente, un descubrimiento, parcial: estoy frente a un conjunto de aportes para una crítica de la nacionalidad, y desde ahí este esfuerzo.

Voy a realizar cuatro comentarios, que están muy lejos, lejísimos, de abordar en su totalidad los textos, pero que intentan reseñar algo que se vincula a mi pequeño y parcial descubrimiento. El primero, por qué destaqué lo de aportes a una crítica de la nacionalidad; luego, un simple esquema sobre lo que entendí como nudos para discutir aspectos articuladores de dicha crítica. Un tercero, apunta a las vulnerabilidades culturales. Finalmente, y de cara al futuro, algo que me sorprendió.

I          Los ensayos y desde dónde terminé leyéndolos

Se trata, como anota el autor, “de artículos escritos en diversos momentos y circunstancias. Casi todos son originalmente “columnas” para el Suplemento Cultural de la Universidad Nacional… Los demás publicados en periódicos, revistas y blogs.” Son 57 artículos, en un período de, creo, al menos 10 años – espero el autor me corrija. Esto ya nos alerta, no sólo sobre ese abanico temático, sino también sobre diferentes estados de ánimo, dependiendo justamente de las circunstancias en que se alistan y disparan esos dardos. Resalto esto último, en consecuencia con el lugar desde donde señalé, me ubico para interpretar, y repito, estoy frente a un conjunto de elementos que abonan a una crítica de la nacionalidad. Tal lectura, claro está, no es responsabilidad del autor, aunque recoge en parte, el guante que nos lanza al confesar su propósito, pero sólo en parte, esa que refiere a una reflexión, y me atrevo a sugerir algunos puntos sobre los que invito al autor a continuar la tarea. Quisiera anotar que escogí, entre la amplia gama de aspectos a comentar, lo que entiendo como aportes para dicha crítica, por la cantidad de textos en que aparecen, por lo que percibí como preocupación central del conjunto de ensayos, y por supuesto, por ser parte de mis propias preocupaciones, al tratar de entender lo que le sucede a este paisaje, que no país.

Por eso menciono los dardos; envenenados, violentos, ¿resentidos?, desencantados y también esperanzados:

  • Se trata, en algunos casos de inteligentes señalamientos sobre formas, conductas, abordajes, interpretaciones, visiones e imágenes, que conforman un ideario falaz, una pretendida identidad cultural, creada a partir de ilusiones viejas, y de nuevos agregados; algunos de estos chabacanos a más no poder.
  • En otros casos, de informadas notas sobre problemas variados y de gran peso en la vida nacional.
  • También hay exigentes referencias, y sugerentes formas de enfrentar dichos problemas, líneas sobre las cuales discurrir y actuar para la recuperación histórica y creación, que cristalicen en una nueva nacionalidad, con mayor densidad cultural.

Sobre esto último, ahora no preciso, si es Hobsbawm o Harvey, creo que Hobsbawm en su “Historia del siglo XX”, que habla de “viejas identidades” recién inventadas. Las nuestras, tienen diferentes datas, algunas, como: blancos, educados, demócratas, europeos, tienen algún tiempo, pero igual son históricamente recientes. Lo último – lo de europeos –, hoy algo trastocado o traveseado, o usamericanos, como gusta decir nuestro autor, puede ser más apropiado, y esto es todavía más reciente, y si me lo permiten, de peor gusto. En esta línea, “consumismo” se convierte en un código, no sólo de comportamiento, sino en una categoría analítica, en un concepto teórico para desentrañar, no sólo el comportamiento, sino una configuración cultural.

Junto a este código, emergen otras categorías o conceptos, como parte de una profunda crítica, que en algunas de las aportaciones, nos lleva a elementos epistemológicos. Esto puede sonar grandilocuente, pero no. Si la atención se centra en el aporte a una crítica de la nacionalidad, adquiere sentido, y quisiera destacar, sólo como ejemplo, el texto titulado “La poesía ya no existe en mi” (pp 97-103), que trata un hecho terrible, el asesinato del hijo de un poeta y su respuesta en un poema, el último, en que dice “el mundo ya no es digno de la palabra”. La reflexión tanto del padre poeta, como del autor, también poeta sobre la palabra, y lo que podemos derivar de tal reflexión, aporta, sobre procesos de reconfiguración ideológica y su impacto en cómo entendemos e interpretamos ¿Cómo entender, si la palabra se envilece? Esta idea de la transmutación de la palabra, es recurrente y fundamental como elemento epistemológico.

Pero me adelanto, esto es parte de mis propias reflexiones en respuesta. Antes, un repaso, esquemático y sin duda grosero de lo que entendí, como nudos articuladores del discurso.

II         Ciertas líneas aglutinadoras de expresión

Una preocupación central atraviesa el conjunto de textos: La contrarreforma neoliberal, su objetivo, claro por parte de las fuerzas que la impulsan, es malograr y destruir el Estado Social de Derecho. El mismo, supone una conjunción de objetivos, prácticas e instituciones, ligadas a una comprensión del mundo, que pese a sus carencias y contradicciones, pareciera haber conformado una sociedad “vivible”, y que se expresa en la noción de Segunda República. Esta es una inferencia que hago “por negación”, es decir, deriva de los múltiples señalamientos del autor sobre lo que comporta la contrarreforma neoliberal, acabar justamente con ese estado de derecho que suponía mínimos de convivencia social, con elementos destacables en varios aspectos que incluían educación, salud pública, y elementos culturales. Más allá de esto, en algunos textos, como en “¿UN PAÍS QUE SE NOS ESCAPA? (pp195-199), se plantea la recuperación de lo mejor de la Segunda República para avanzar hacia una tercera.

Habrá que trabajar sobre la emergencia de esa Segunda República y sus protagonistas, en el texto hay varias pistas. También trabajar sobre la metamorfosis y/o descomposición de dichos protagonistas; pienso en los partidos políticos que participaron en dicha emergencia, hay apuntes sobre ello también, quizá más velados. Esto no es más que una invitación al autor. Sobre el país que vamos perdiendo, o ¿hemos perdido?, varias alusiones en el texto sugieren tal pregunta, sobre todo una que se reitera ¿estaremos a tiempo de revertir este proceso?

En dicho proceso, de los textos surge, que lo relativo a la cultura es central, y destacan al menos tres juegos o planos de contradicción:

  • Uno quizás, y no estoy seguro de que esta ubicación sea la adecuada, remite a determinaciones políticas, menos complicadas quizá, pero no por ello “simples”: la sobreimposición de una visión vallecentralista, o vallecentrista, como las llama el autor, en donde la condición misma de capitalidad supone el canon, la concentración de actividad y poder, simplifica y homogeniza, desdeñando no solo particularidades, lo cual ya es grave, sino que filtra ideológicamente toda producción cultural, invisibilizándola o pervirtiéndola
  • Otro, más de carácter conceptual, remite a la visión chata y elitista de cultura como Bellas Artes, y su antípoda, una visión antropológica, repite el autor, que va más allá y entiende el quehacer humano, como un quehacer cultural. En este plano, hay varias reflexiones sobre literatura y especialmente poesía, que requerirían un tratamiento especializado.
  • Un tercero, quizá de mayor calado, una cuestión teórica y epistemológica, meollo filosófico crítico y que ubica y da sentido a todos los textos: El envilecimiento de la palabra, la subversión de la realidad, la palabra ya no como elemento clave en la comunicación y el diálogo, sino como construcción de una realidad a la medida, platos a la carta, la palabra como opacidad, instrumento de intoxicación, como una, y otra vez señala el autor, dadas las condiciones casi monopólicas para su uso.

En estos planos o juegos, hay una casi total e indiscriminada inmersión de nuestra sociedad en el primero de sus términos:

  • Una centralidad chata y uniformadora
  • Una limitación acartonada y elitista de la cultura, simplificadora y discriminatoria
  • Una asimilación acrítica de la subversión y envilecimiento de la palabra, con la consecuente aceptación de la realidad construida, en detrimento del pensamiento

La ubicación temporal sobre la contrarreforma, señala inicios de los años 80 como su arranque, varias notas aluden al inicio de los PAE´s como bandera de salida. Se señala al capitalismo como responsable; la mercantilización de la vida como resultado; y al mercado, de manera inapelable, como demiurgo. Y el miedo, como tal, elemento sustantivo en el envilecimiento de la palabra. Más de cuatro décadas de tal proceso, que se agrava conforme avanza el tiempo. Los logros de la contrarreforma son materiales, políticos e ideológicos, es decir, culturales. Al frente, un paisaje, perdón, país, degradado e inerte, o peor, apostando en parte por la destrucción del Estado Social de Derecho.

III       Punteo sobre la nacionalidad

Intoxicación, parece ser categoría central. Pero encontramos en los textos, elementos como: banalidad, ligereza o liviandad, fatuidad, serruchada de piso como cotidianidad y la chota como forma por excelencia para tal ejercicio (sobre ésta, diría que además ha perdido filo, fineza y hasta cierta elegancia, o mordacidad al menos, para caer incluso en lo soez, el inquilino de Zapote es un buen ejemplo).

No obstante, y en esto reitera el autor, al menos en diversas expresiones artísticas, hay sustrato, cantidad y calidad, que en parte se desgastan y se distraen en la tensión burocrática, y en el charco de la envidia y no pocas veces maledicencias de los mundillos – no sólo está el relativo a la literatura, centro de agudas críticas.

Se habla de “gobierno fallido” (p9). Cabe preguntarse si siquiera deberíamos hablar de gobierno, en el sentido en que tradicional e históricamente lo hemos conocido. La fragmentación, el vallecentrismo, lo aspiracional de la autopercepción inducida, la intoxicación, y el rampante y chabacano gusto usamericano, inciden, sin dudarlo, en las pérdidas anotadas respecto del Estado Social de Derecho, y ojalá no sea así, en pérdidas aún mayores en un futuro cercano.

Sería quizás importante, trabajar sobre espacios de resignificación de la palabra, en el texto hay elementos sobre esto. Este sustrato, que no remite a una vaga esperanza y avanza aspectos tanto de forma, como de contenido (si esa distinción sigue siendo válida); dan para profundizar la reflexión, pero tal ejercicio carecería de sentido si sólo abarca a los de siempre. Algo que también, con toda propiedad anota el autor. Otra invitación, justamente en cuanto a lo señalado sobre la palabra, este es un hilo del que deberíamos seguir tirando.

IV       ¿Hay esperanza?

Recuperando lo anotado por el autor, sobre la responsabilidad del capitalismo, y me atrevo a precisar, que su estado actual, es el que da contenido, objetivos y líneas de acción a la contrarreforma. Esa nueva condición histórica, de que el capital especulativo, que no financiero, parece ser el capital que impone su lógica al capitalismo en su conjunto, no es una diferencia de matiz, constituye un elemento de enorme trascendencia por su carácter disolvente y depredador, ajeno a la vida, es decir, a la historia y geografía. Hinkelammert lo señalaba bien, esa ruptura con la vida, incluso con la producción, como se ha conocido históricamente en el capitalismo, supone una transformación radical de la lógica capitalista. De esa transformación se nutre la contrarreforma, y explica lo refractario frente a la educación, o la cultura, aún en su más simplona acepción, que anota el autor respecto a los parlamentarios en el ensayo “Cruzada contra las humanidades, el arte y el conocimiento” (pp31-36). Por esto resulta tan atinada, y sin duda sintética, la reiterada alusión a hacer “tabla rasa”, con que el autor denuncia la intencionalidad de la contrarreforma.

Quisiera, para terminar, señalar algo que me llamó mucho la atención. Desde mi lectura, no dejó de sorprenderme la alusión a un concepto y a un autor, que pienso se alejan, tanto de la certera crítica que configuran los textos, como de los aportes, sobre desde donde revertir la situación. Me refiero a la “anomia”, que aparece en algunos ensayos y especialmente, la referencia a Emile Durkheim, en “Somos una sociedad enferma” (pp175-178). Si enlazamos la crítica y las referencias sobre aspectos que discutir y lugares desde donde responder a los problemas anotados y el objetivo de tal repuesta, y el autor es explícito sobre esto, el objetivo “desde una perspectiva humanista y popular, es la liberación integral del ser humano, así como la consecuente construcción de una sociedad más justa, democrática e inclusiva” p126. En este punto, tanto Durkheim, como “anomia”, quedan cortos de cara al futuro. Otros autores mencionados, entre los que destaca Martí, nos pertrechan mejor para las duras luchas que se avecinan. Y para soñar y mirar el futuro, como constructores de una nueva sociedad; de un nuevo mundo, sin fascismo, sin sionismo, sin capitalismo.