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Etiqueta: autoritarismo político

Rodrigo Chaves era una aberración política, pero significaba renovación y esperanza

Vladimir de la Cruz

¿Qué pasó en las elecciones del 2022? Todavía no se ha hecho un buen análisis de ese proceso electoral. La sociedad política y empresarial nacional todavía está en shock emocional con el triunfo de Rodrigo Chaves.

La primera ronda de esas elecciones las ganó el Partido Liberación Nacional, el partido socialdemócrata y su candidato José María Figueres Olsen. Eso no significó que triunfara, en la conciencia de los votantes, en ese momento de febrero, el ideario socialdemócrata, ni el ideario figuerista, referido a don Pepe Figueres, que ha sido lo tradicional en la percepción política que ha girado alrededor de ese partido, y en cierta forma en el aire político nacional.

José María en los últimos cinco días de campaña, antes de la votación de la segunda ronda, intentó atraer a los votantes con su propuesta Ochomogo2.0, una plataforma social que en ese momento presentada fue como un canto a la luna. En su partido, y a su alrededor, se habían impuesto los grupos más conservadores y neoliberales de Liberación Nacional, que frente a los cantos de sirena de Rodrigo Chaves no causaban ningún enamoramiento electoral en la segunda ronda, no por la discusión social o política, que debía mantenerse, sino por el discurso anti partido tradicionales, anti políticos tradicionales, anti Política nacional, anticorrupción en general, que Rodrigo Chaves mantenía y que hacía representar en José María Figueres su principal candidato opositor, hacia abril del 2022.

Su discurso fue también contra las élites gobernantes, que no solo eran las políticas sino también de ciertos grupos empresariales, económicos, productivos y financieros, que tradicionalmente se habían coaligado alrededor de Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana.

La base material y emocional que le dio el Triunfo a Rodrigo Chaves, en mucho fue la pobreza, la extrema pobreza, la marginación, la exclusión, los graves problemas relacionados con desempleo, empleo informal, deserción estudiantil; la desatención de la población en instituciones como la Caja Costarricense del Seguro Social y en la educación pública, la desestructuración del Estado Social de Derecho que se ha venido impulsando; el debilitamiento que se ha venido haciendo de instituciones claves para el país y la población, como el ICE; las políticas privatizadoras de instituciones estatales que se impulsan, los problemas asociados a la violencia social, a la inseguridad ciudadana, a la narco economía, la narco política, a la explosión numérica de bandas criminales en el país y la lucha que tienen por territorios, por el control de las drogas, su comercialización y exportación, que se expresan en el sicariato.

Además de la renovación política que él mismo se auto proponía, también se presentó como El Salvador, la esperanza de los pobres, de los marginados y excluidos. Era la utopía realizable para la mayoría social que le apoyó.

Rodrigo Chaves era el símbolo de la renovación, de la limpieza institucional nacional. De allí también su arraigo en costarricenses, que aún mantiene desde la Casa Presidencial, porque una inmensa mayoría nacional y social costarricense se ha sentido marginada, desplazada de la atención pública estatal. Zonas geográficas se han abandonado de estas políticas nacionales, las que él trata de atender publicitariamente.

Su surgimiento desde afuera de la política tradicional fue en cierta forma su empaque de éxito, del foráneo, del outsider. En él, miles de costarricenses descubrieron que podían herir el statu quo, el establishment político, votando por un personaje impensado.

Fueron votantes airados, que pudieron votar a la derecha como a la izquierda, según se le hubiera llegado al oído, según se le hubiera apelado al llamado del pueblo. En cierta manera, hoy se ven en los pequeños partidos que se ha tratado de impulsar desde la Casa Presidencial, que se movilizan en protestas contra la Asamblea Legislativa, la Sala Constitucional y contra el Tribunal Supremo de Elecciones, que también se impulsa desde el discurso presidencial contra medios de comunicación, periodistas y analistas políticos, contra diputados y altos funcionarios públicos, que él no ha podido nombrar, ni dependen de su escogencia y designación.

Este canto de sirenas ya se venía introduciendo en la vida política nacional desde la campaña del 2018, de manera más evidente. Como consigna se traía desde años atrás sin que repercutiera políticamente.

En el contexto mundial había una tendencia al populismo político, al autoritarismo político y hacia gobiernos de derecha. En América Latina el péndulo político de nuevo se movía hacia populismos de derecha y gobiernos autoritarios.

A Liberación Nacional lo dejaron solo en la segunda ronda tanto liberacionistas, de la primera ronda, como los grupos opositores que debieron haberse coaligado con Liberación y Figueres, para la segunda vuelta, obviamente con una plataforma política y un efectivo gobierno de unidad nacional, que ni siquiera se sugirió.

El abstencionismo, en este sentido, fue la mayor expresión de este abandono electoral el primer domingo de abril del 2022. Pero eso tuvo sus consecuencias, el ascenso de Rodrigo Chaves a la Casa Presidencial. Su triunfo era una aberración política, pero significaba renovación y esperanza

El golpe casi mortal que recibió el partido Acción Ciudadana, luego de dos años de gobiernos continuos, fue un mayor shock político. Contra este partido los grupos y organizaciones sociales que le habían apoyado se desmovilizaron, especialmente por las reformas legislativas que se impulsaron en el gobierno de Carlos Alvarado, dirigidas desde la Asamblea Legislativa por el liberacionista Carlos Ricardo Benavides. Desmovilizados esos sectores sociales, de Acción Ciudadana, no hubo hacia ellos un discurso que les provocara confianza en Liberación Nacional como alternativa final de esa campaña electoral.

La campaña electoral al final no fue un problema de izquierdas o derechas, de progresistas o neoliberales. Fue una lucha por la renovación política de la que Rodrigo Chaves se hacía el representante más importante contra la vieja política y la corrupción histórica que representaba el escenario político nacional sobre su pasado histórico, que recaía en los partidos gobernantes del bipartidismo clásico, liberacionistas y socialcristianos, como del partido Acción Ciudadana.

El resultado electoral desde febrero estaba echado en la Asamblea Legislativa, donde Liberación Nacional tenía la fracción de diputados más grande. Pero, eso no era suficiente. Ni siquiera para darle la posibilidad a Liberación Nacional en caso de que hubiera llegado a la Presidencia.

El partido Progreso Social Demócrata y el Liberal Progresista de Eli Feinzaig Mintz habían sido la sorpresa con su cantidad de diputados, 10 y 6 respectivamente. Una Asamblea Legislativa constituida por representantes de seis partidos. Los partidos Unidad Social Cristiana, con una fracción muy conservadora políticamente, muy alejada de la tradición socialcristiana, y una fracción de gente muy joven, bien preparada, del Partido Frente Amplio, que se ha lucido legislativamente en estos dos años. Es el cuerpo legislativo nacional.

Para nosotros los costarricenses la democracia no es suficiente declararla. La democracia tiene que justificarse. Cuando ésta se debilita en la conciencia y en la realidad el autoritarismo se convierte en un gran atractivo, la fuerza en toda su expresión se vuelve intuitiva, provoca el instinto gorila, que antes estaba reservado a los militares y ahora lo asumen políticos como Rodrigo Chaves.

Su gorilismo institucional se expresa en el descontento popular existente, heredado de gobiernos anteriores, a quienes constantemente se dirige expresándoles e identificándose con su frustración, y haciéndoles ver que eso es parte suya. Se presenta como adalid del deseo insatisfecho de las mayorías. De allí su posición revanchista contra las clases y élites políticas del reciente pasado nacional.

El populismo no hay que demonizarlo. Es una respuesta democrática, arropada de liberalismo político. Es un liberalismo antidemocrático. Esto es lo que representa Rodrigo Chaves, de la misma manera como los dictadores y tiranos son reacciones antidemocráticas. El populismo tiene diferentes formas de presentarse. El zoológico humano político produce distintos olores y aromas seductores, atractivos. El populismo más que un sistema de creencias o posturas filosóficas es una forma de gobernar y organizar todo el tinglado político institucional.

Rodrigo Chaves, como el populista que él trata de representar y hacer sentir, es el líder principal. Todo se mueve alrededor suyo. Hace girar toda la acción estatal e institucional en el vértice que él constituye. Lo que se aparta de ese punto lo elimina, destituye o sustituye. Exige reconocimiento, demanda y atención constante. Sus encuentros de prensa semanal procuran eso. Han fracasado hasta hoy tanto que ninguna de sus reuniones semanales provoca una agenda nacional política de discusión, lo que le debe ser altamente frustrante. Por ello se pelea con los periodistas de los espacios de opinión, y con sus invitados, que para él generan más opinión pública, más credibilidad y más agenda política nacional de discusión. La crítica contra el gobierno es válida democráticamente y es el gobernante el que tiene que demostrar la invalidez de la crítica o de sus afirmaciones.

Como populista que es trata de ordenar toda la vida pública a su alrededor, especialmente de su voluntad. Su discurso político, su oralidad presidencial es su forma de gobernar, es su forma de hacer política, es su forma de crear realidades paralelas a la que se tiene real y naturalmente; es su forma de seleccionar hechos descontextualizados donde él define los términos en que deben ser tratados, abordados o diagnosticados.

El populismo y el autoritarismo político rechazan y niegan las evidencias empíricas, el método científico, el discurso o análisis de los expertos, la legitimidad del periodismo, porque inventan o crean un mundo a sus propias medidas y dimensiones, introduciendo narraciones no verdaderas pero creíbles.

El populismo ha surgido también por la crisis de representación que se ha dado en gobiernos y en la representación parlamentaria y municipal. El tema central es si este populismo ha surgido para quedarse después de Rodrigo Chaves. No con Chaves, porque no tiene reelección posible, salvo que altere el marco democrático institucional que se lo permita. Si no se queda él, ¿con quién? ¿Quién será su muñeco político? Por ahora no tiene partido propio, aunque le están formando sus turbas, sus partidarios confusos y desordenados.

La sociedad política exige acuerdos y pactos coyunturales, con partidos, líderes políticos y sociales. Este gobierno pareciera no estar interesado en nada de eso. Es parte de su demostración de que está contra todo ese pasado que ellos representan. Pero, tampoco tiene partidos ni nuevos líderes actuales, ni socios legislativos que se le pudieran aparecer o acercar, con independencia y respeto. Para Rodrigo Chaves solo el grupo de diputados, que se identifican personalmente con él tiene valor. Para él, los otros diputados siguen representando el pasado político que él criticó en su campaña electoral.

El problema principal es que los líderes populistas y autoritarios no buscan ni les interesan los acuerdos. Para los líderes populistas lo que les interesa es exacerbar ánimos presentando los problemas catastróficos de manera que solo ellos pueden enfrentarlos.

Su incapacidad de gobernante la sigue atribuyendo a la institucionalidad que él se empeña en debilitar, y ojalá desaparecer. La fractura social y política que sigue existiendo es porque se carece, especialmente desde el Poder Ejecutivo, de realizar o impulsar pactos o acuerdos, consensos y compromisos necesarios por una mejor gobernabilidad. Sí él criticó el ambiente político diciendo que no había ingobernabilidad, sino que no había gobernantes. De continuar así, de su gestión se llegará a la misma conclusión: con Rodrigo Chaves aumentó la ingobernabilidad y fue el peor gobernante.

El y su gobierno representan un nuevo grupo político, empresarial, económico, financiero y social; una nueva élite política y gobernante. Por ahora su discurso se ha dirigido a sectores populares marginados.

La clase media sigue apartada del discurso político oficial del gobierno y de los partidos políticos parlamentarios. La clase media es clave para la estabilidad democrática nacional. Las clases medias, en su diversidad, son termómetro de la temperatura política.

El ideal de Rodrigo Chaves es ser percibido como Dios y Señor. Se presenta generalmente identificado en su toma de decisiones con el pueblo bajo, sin que esto sea peyorativo, recordando constantemente la morosidad política, judicial y legislativa de los partidos y grupos gobernantes anteriores, exigiendo la máxima lealtad posible, especialmente de los medios de comunicación, de los periodistas. Los que no se le sometan deben ser neutralizados o eliminados del escenario de la información y comunicación pública, de allí sus bravuconadas con algunos periodistas en especial, y con sus programas de opinión. A los intelectuales y analistas les da un valor negativo. Lo que no se ajuste a sus parámetros pasa a ser su enemigo.

La desigualdad, y las enormes brechas sociales que están surgiendo, de mantenerse, va a hacer surgir más movimientos populistas, que se perciban como renovadores y salvadores.

Espero que el gobierno de Rodrigo Chaves no descarrile la vida democrática nacional. Reconozco en él su Presidencia como la de todos los costarricenses, como símbolo nacional que es su investidura. Su representación máxima nos obliga con igual intensidad a llamar la atención de sus yerros, de sus equivocadas decisiones, de su débil o falta de atención de ciertos problemas nacionales, de hacerle ver problemas con la intención de que les ponga más atención, y ojalá los resuelva.

Democratizar la educación para reconstruir la democracia

Álvaro Vega Sánchez

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

El régimen democrático costarricense, que celebró índices de desarrollo humano y de paz social ejemplares en América Latina, se ha deteriorado cualitativamente. El creciente empobrecimiento, desigualdad e inseguridad social junto con la avanzada del autoritarismo político y el fundamentalismo religioso-cultural son los factores que explican, en buena medida, ese deterioro. El mismo se manifiesta en un debilitamiento sustantivo de nuestra institucionalidad social pública, así como en la pérdida de protagonismo del país en la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza a nivel mundial.

Todo ello también ha contribuido a profundizar la polarización social, acicateada por los elevados decibles de las voces del odio y la intolerancia que campean hoy en las redes sociales y algunos medios de comunicación. Asimismo, una gestión gubernamental que no da indicios de contribuir al tan necesario diálogo social para encarar los álgidos problemas del país. Acudir a las vieja prácticas de componendas interpartidarias solo abonan el terreno de la polarización y el desencanto ciudadano.

Reconstruir el régimen democrático del país es una tarea tan urgente como importante. Para ello necesitamos una ciudadanía con mejores niveles educativos, particularmente, como se recomienda en esta era de la inteligencia artificial, poniendo especial atención a la formación en “capacidades blandas” para humanizar el desempeño técnico-profesional e incentivar la creatividad y el trabajo colaborativo. Por lo tanto, se requiere ampliar la cobertura del sistema educativo en todos sus niveles, es decir, democratizarlo fortaleciendo la institucionalidad pública y convocando a la privada a un mayor compromiso solidario. Asimismo, redefinir la estrategia curricular atendiendo a las nuevas condiciones de disponibilidad y acceso a la información.

Una verdadera democratización de la educación es aquella que garantice que todo joven costarricense a la edad de 18 años haya culminado la educación secundaria y esté preparado para acceder a una carrera técnica o académica del mejor nivel. De esta manera, se crean las condiciones que eviten seguir reproduciendo la “generación perdida” de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Un país que se precia de tener un “ejército de maestros” no debe estar tirando a las calles a jóvenes en edad productiva, para que se conviertan en delincuentes, sicarios, consumidores y traficantes de drogas, contribuyendo a reproducir los círculos de la pobreza y la violencia.

Si bien es cierto, la educación no es la única solución a los graves problemas de la pobreza, la desigualdad y la violencia social (cultural, simbólica y política) y criminal, sin educación no hay posibilidad de avanzar significativamente en la solución de los mismos. Como se dice, es una condición necesaria pero no suficiente. Sin embargo, en las condiciones actuales, si el país pretende rescatar su viejo protagonismo en desarrollo humano y reconstruir su régimen democrático la democratización de la educación tiene que convertirse en una prioridad de la política pública.

En esta dirección se requiere afinar la planificación y regulación de todo el sistema educativo, tanto público como privado, con un norte claro y definido: garantizar la conclusión de los estudios secundarios para todos los jóvenes que habitan este país. Es la gran deuda social que arrastramos desde hace décadas, como bien lo han reiterado los Informes sobre el Estado de la Educación. Para ello, se requiere un seguimiento personalizado del avance educativo de los jóvenes y, por consiguiente, una estrategia de cooperación por parte de las familias, las organizaciones de la sociedad civil que trabajan con jóvenes y el Estado.

Si no queremos una sociedad con más cárceles que escuelas y colegios, tenemos que actuar ya. Hay que superar el actual modelo de “oligarquización de la educación” y dar el salto cualitativo hacia la democratización de la educación, la vía por la cual el país cosechó sus mejores logros y los puede seguir cosechando.