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Etiqueta: depresión

13 de enero Día Mundial de Lucha contra la Depresión

Dr. Luis Diego Herrera Amighetti
Especialista en psiquiatría de niños y adolescentes
Miembro de Número, Academia Nacional de Medicina

Usamos el término depresión en forma coloquial con diferentes connotaciones, y también lo usamos en forma técnica, como diagnóstico clínico. En el uso coloquial, depresión se utiliza para expresar como nos sentimos cuando se tuvo un mal día, o una mala experiencia, hasta reflejar el impacto de una pérdida de un ser querido o una crisis laboral. En el sentido clínico, depresión significa la presencia de sentimientos sostenidos, frecuentes, de tristeza, desesperanza, vacío y sentimientos exagerados o inapropiados de culpa, acompañados de dificultad para concentrarse, pérdida de interés y satisfacción en las actividades cotidianas, alteraciones del sueño, del apetito, agitación o retardo psico-motor y en algunos casos, a menudo los más severos, deseos de morir o quitarse la vida.

Si utilizamos las estadísticas más sólidas de la Organización Mundial de la Salud y los estudios epidemiológicos con más poder estadístico y los extrapolamos a nuestra población, en un día en Costa Rica, hoy, hay aproximadamente 350.000 personas con depresión en el sentido clínico descrito anteriormente. Este es aproximadamente el mismo número de personas que tienen diabetes; no debe quedar duda de que la depresión es un problema de salud pública muy relevante por lo que es totalmente justificado dedicar un día, el 13 de enero, para aumentar el nivel de consciencia sobre la depresión en el mundo. Conforme se ha progresado en lo que se llama la transición epidemiológica, los problemas de salud mental están cada vez más representados en las consultas y hospitalizaciones en Costa Rica; según algunas estimaciones, la depresión es el cuarto diagnóstico de consulta en la CCSS y el primero o segundo en el costo por concepto de incapacidades.  De acuerdo con una encuesta llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud en más de 90 países, la depresión y la ansiedad aumentaron en un 25% como resultado de la pandemia por COVID-19.  Esto hace aún más necesario aumentar el grado de vigilancia y recursos destinados al tratamiento de esta condición.

La depresión ha estado presente desde que tenemos documentos médicos, nunca ha disminuido o desaparecido y su prevalencia es cada vez más frecuente. Las causas de la depresión, como las entendemos modernamente, no es tan diferente a otras enfermedades crónicas; existe una vulnerabilidad genética, heredada, por lo cual la depresión se tiende a agregar en familias; esta vulnerabilidad se expresa en grados variables, dependiendo de experiencias a lo largo de la vida, siendo muy importante las experiencias adversas en la niñez, el uso de alcohol y drogas y estilos de vida poco saludables. Todo lo anterior, lleva a alteraciones metabólicas, procesos inflamatorios y cambios en ciertos neurotransmisores en el sistema nervioso que, eventualmente, producen los síntomas depresivos.

Como en toda enfermedad o condición que tiende a la cronicidad, es fundamental intentar prevenir la depresión; esto se logra mediante educación a la población general sobre los factores de riesgo, la importancia de estilos de vida saludables, con intervenciones de muy bajo costo como son el ejercicio, la buena nutrición y evitar las sustancias adictivas y psicoactivas.

En ocasiones esto no es suficiente y, la combinación de tratamientos farmacológicos con ciertas técnicas de terapia psicológica, logran un alto porcentaje de recuperación y remisión, permitiendo una vida plena y productiva, incluso en aquellas personas vulnerables.

Effects of depression and anxiety in young people

Gustavo Bravo Granados

Gustavo Bravo Granados
Estudiante de la carrera Ingles como Lengua Extrajera
Universidad Técnica Nacional – Sede del Pacifico

Anxiety and depression provoques certain issues for the person who suffers from it, affecting the communication skills, as well as the mental and physical health. Those factors are important to identify when anxiety or depression appears. What doctors, parents and professors are worrying about, is the manifestation of those symptoms.

Nowadays, people suffer mental illnesses that affect their social life and their development in society. This behavior and conduct manifested anxiety, social panic, or depression. When someone starts to isolate and lose the communication skills, means red flags to people who identify those conducts.

Doctors and specialists in human behaviors are worrying because those illnesses can change the brain’s chemicals as well as the physical health. People who suffer from depression do not eat well. Their body loses strength and becomes weak. Doctors recommend paying attention to those behaviors.

The body works like a machine. If your mind is not well, the body does not work well, and it happens when someone is suffering depression. This illness consumes your body and your mind. Therefore, it is important that people take care of the mental health. When someone suffers depression or anxiety it would affects all around, friends, family, and interpersonal relationships. The person starts to fight with the mind but sometimes, people lose that fight and give up.

As a conclusion, those kinds of illnesses are dangerous. It is important to recognize if you are going throw a demanding situation and then look for help. Who is in this condition may feel dreadful, worried and struggle to enjoy the things they once enjoyed. As a society we should be more empathy with young people and try to understand; why do they act in that way. As well as paying attention to these behaviors. But the most important thing is to look for help and solutions before it is too late.

ESPAÑOL

La ansiedad y la depresión provocan algunos problemas para la persona que la padece. Afecta las habilidades de comunicación, la salud mental y física. Esos factores son importantes para identificar la ansiedad o la depresión. El factor que preocupa a médicos, padres y profesores es la manifestación de esas enfermedades.

En la actualidad muchas personas padecen enfermedades mentales. Afectando su vida social y cómo las personas desarrollan su personalidad en sociedad. Algunos comportamientos y conductas manifestaron ansiedad, pánico social o depresión. Cuando alguien comienza a aislarse y pierde sus habilidades de comunicación, son señales de alerta para las personas que identifican esas conductas.

Los médicos y especialistas en comportamientos humanos están preocupados porque esas enfermedades pueden cambiar las sustancias químicas del cerebro. Las personas que padecen estas condiciones también afectan su salud física. En muchos casos, las personas que están deprimidas no comen bien. Su cuerpo pierde fuerza y ​​se debilita. Muchos médicos recomendaron prestar atención a esos comportamientos.

El cuerpo funciona como una máquina. Si tu mente no está bien, el cuerpo no funciona bien. Eso sucede cuando alguien está en depresión. Esta enfermedad te consume y comienza con tu mente. Muchas personas no cuidan su salud mental. Como sociedad muchas personas tienen algún estigma y eso es preocupación especialista. Cuando alguien sufre depresión o ansiedad les afecta a todos. Comienza a pelear con tu mente y, en algunos casos, la gente pierde esa pelea.

Como conclusión, ese tipo de enfermedades son peligrosas. Es importante reconocer si se va a enfrentar a una situación difícil y luego buscar ayuda. Quién está en esta condición puede sentirse mal, preocupado y luchar por disfrutar de las cosas que alguna vez disfrutó. Como sociedad debemos ser más empáticos con los jóvenes y tratar de comprender; por qué actúan de esa manera. Además de prestar atención a algún tipo de comportamiento, luego buscar soluciones.

Nota: Este artículo fue elaborado en el curso de Composición II, del 5to nivel de la carrera ILE, dictado por la académica MSc. Anais P. Quirós Fernández -UTN. IIC 2023

Los peligros de las redes sociales para niños y adolescentes

Trastornos de salud mental, comportamientos adictivos y autolesivos

Juan Jaramillo Antillón

Soy un cirujano y un escritor, no domino este campo de la comunicación, la psicología y la psiquiatría, sin embargo, me han inducido a escribir estas notas, los artículos publicados en el mundo y en mi país, por psiquiatras de renombre señalando el aumento de problemas mentales por el uso de celulares.

Está claro que los problemas de salud mental, que de por sí ya eran un serio dilema en muchos países del mundo, se agravaron con las consecuencias negativas emocionales causadas por la pandemia viral de la COVID-19 a millones de seres humanos.

Me impactó que se señale que, en Costa Rica, país con 5.5 millones de habitantes, investigadores universitarios, consideran que, al menos, 1.3 millones de costarricenses quedaron afectados por trastornos como ansiedad y depresión como resultado de la pandemia viral. Por otro lado, existe un claro déficit de psiquiatras a nivel mundial, lo que causa tremendos atrasos en la atención de los enfermos agudos y crónicos que solicitan consulta y con los servicios de emergencia de esa especialidad colapsados en los hospitales que dan este servicio.

Estoy de acuerdo totalmente en que Internet y sus redes sociales han traído muchos avances y beneficios de diferentes tipos al mundo, sin embargo, a la vez están causando serios problemas por la desinformación (fake news) que también traen.

El problema que planteo aquí es la repercusión que tienen las redes sociales o plataformas de Internet como Instagram, Facebook, TikTok, YouTube, etc. y, algunos de sus programas, dada la forma como los presentan, ya que afectan, sobre todo la salud mental de los niños y adolescentes. Se ha señalado que estas inducen a los niños y jóvenes entre 10 y 20 años o más, a volverse adictos a los mismos y a la propaganda que se da ahí de todo tipo.

El problema es tan grave que, en los Estados Unidos, han demandado a los dueños de Facebook, Instagram, TikTok y YouTube, porque sus programas fomentan la adicción de su uso entre las personas menores, ya que los algoritmos son diseñados para atraer a los jóvenes y conducirlos hacia contenidos extremos. Como resultado de eso los estudios se ven afectados por ausentismos y trastornos del aprendizaje y depresiones, ya que contienen mensajes que afectan su autoestima. Esos algoritmos de los programas conducen a los jóvenes trastornos de su salud mental.

La prensa internacional y artículos publicados de especialistas costarricenses señalan que, aparte de volverse adictos, esos programas les generan ansiedad y depresión y pensamientos autolesivos, llegando en algunos casos al suicidio.

Los especialistas saben que los adolescentes son muy vulnerables a la propaganda y a los ejemplos de las plataformas sociales, pues sus cerebros no están totalmente desarrollados y tampoco poseen la educación suficiente para distinguir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto y lo falso de lo verdadero de lo que ahí se dice. Se ha señalado por ejemplo que un programa de TikTok invitaba a vandalizar la propiedad escolar y a otros problemas. Y es que, en los Estados Unidos, las escuelas y colegios reportan que sus estudiantes sufren ataques de pánico, depresión y otros síntomas que trastornan su asistencia causando gran ausentismo y además, pobre asimilación de los conocimientos que ahí se imparten, con perdida incluso de cursos o años escolares.

En ese país se ha reportado una epidemia de suicidios entre jóvenes de 10 a 24 años, que se agudizó con la pandemia viral de los últimos años y se observó, además, que había relación con las redes sociales. Por otra parte, el 20% de un grupo de jóvenes estudiado, admitía haber tenido pensamientos suicidas, al extremo que la Academia de Pediatría de USA, a finales del año 2021, señaló la existencia de una «epidemia nacional de suicidios», existiendo un componente adictivo que trastorna el comportamiento de los adolescentes. Por esa razón en ese país el gobierno está iniciando los pasos para normatizar la forma de esos programas y su propaganda en las redes sociales en lo que respecta a los niños y adolescentes.

El periódico La Nación de Costa Rica señalaba en abril del 2022, que dos pequeños niños de tan solo seis años se intentaron suicidar intoxicándose con medicamentos que existían en sus casas, la causa desencadenante que los enojó a ambos para tomar esa decisión fue que sus padres les quitaron sus celulares. Se han reportados casos del daño que provoca el abuso de estar viendo las redes sociales, que hay sobre todo niños y adolescentes cuya adicción es tan severa que ameritan tratamiento médico.

El Dr. Alberto Morales, jefe de clínica del adolescente del Hospital Infantil de Costa Rica, señala:

Darle a un niño escolar un celular, y, sobre todo, un teléfono inteligente, es una actitud totalmente irresponsable. Estos y en especial los adolescentes dedican muchas horas del día a su uso y eso debilita la interacción social y el contacto directo entre ellos como personas, pues lo hacen en forma insistente, obsesiva y hasta adictiva, y se pierde la oportunidad desarrollar habilidades de interrelación corrientes y directas con otros jóvenes.

No solo es importante dejar el abuso de los celulares por la interrelación humana, sino también porque es fundamental estar en contacto con la naturaleza, animales y plantas y hacer deportes, todo ello favorece el buen crecimiento y desarrollo físico y psicológico. Por lo señalado el uso de celulares en niños y en adolescentes debe ser limitado a unas pocas horas del día. El problema es que la propaganda y la presión social es tal, que los padres ceden y permiten a los niños el uso de esta tecnología, pues hay quien sostiene que eso ayuda a su educación temprana. Los padres en la actualidad deben educar a los niños y adolescentes en cuanto a que, si les proporcionan celulares, ellos deben tener conciencia de que solo deben usarlo por cierto tiempo y suspender para descansar la mente y cumplir con las responsabilidades que les correspondan, y, nunca usarlos en el desayuno, almuerzo y cena.

Humberto Eco señala:

Las redes sociales dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que, principalmente, hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos, rápidamente era silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel, por eso creía que las redes sociales habían provocado una invasión de imbéciles opinando sobre lo que no saben.

Es pues, indudable que las redes sociales están alterando y modificando la percepción que teníamos del mundo, y de hacer amistades y buenas relaciones sociales, que, ahora son virtuales y no personales. Albert Einstein decía, «temo por el día en que la tecnología sobrepase a la interacción humana. El mundo solo tendría una generación de idiotas». Cuando vemos a niños y jóvenes e incluso adultos, que en todo momento y lugar están con sus celulares y no conversan, eso parece indicar que ese día ya llegó.

13 de enero: Día Mundial de Lucha contra la Depresión

Dr. Luis Diego Herrera Amighetti
Especialista en psiquiatría de niños y adolescentes
Miembro de Número, Academia Nacional de Medicina

Usamos el término depresión en forma coloquial con diferentes connotaciones, y también lo usamos en forma técnica, como diagnóstico clínico. En el uso coloquial, depresión se utiliza para expresar cómo nos sentimos cuando se tuvo un mal día, o una mala experiencia, hasta reflejar el impacto de una pérdida de un ser querido o una crisis laboral. En el sentido clínico, depresión significa la presencia de sentimientos sostenidos, frecuentes, de tristeza, desesperanza, vacío y sentimientos exagerados o inapropiados de culpa, acompañados de dificultad para concentrarse, pérdida de interés y satisfacción en las actividades cotidianas, alteraciones del sueño, del apetito, agitación o retardo psico-motor y en algunos casos, a menudo los más severos, deseos de morir o quitarse la vida.

Si utilizamos las estadísticas más sólidas de la Organización Mundial de la Salud y los estudios epidemiológicos con más poder estadístico y los extrapolamos a nuestra población, en un día en Costa Rica, hoy, hay aproximadamente 350.000 personas con depresión en el sentido clínico descrito anteriormente. Este es aproximadamente el mismo número de personas que tienen diabetes; no debe quedar duda de que la depresión es un problema de salud pública muy relevante por lo que es totalmente justificado dedicar un día, el 13 de enero, para aumentar el nivel de consciencia sobre la depresión en el mundo. Conforme se ha progresado en lo que se llama la transición epidemiológica, los problemas de salud mental están cada vez más representados en las consultas y hospitalizaciones en Costa Rica; según algunas estimaciones, la depresión es el cuarto diagnóstico de consulta en la CCSS y el primero o segundo en el costo por concepto de incapacidades. De acuerdo con una encuesta llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud en más de 90 países, la depresión y la ansiedad aumentaron en un 25% como resultado de la pandemia por COVID-19. Esto hace aún más necesario aumentar el grado de vigilancia y recursos destinados al tratamiento de esta condición.

La depresión ha estado presente desde que tenemos documentos médicos, nunca ha disminuido o desaparecido y su prevalencia es cada vez más frecuente. Las causas de la depresión, como las entendemos modernamente, no es tan diferente a otras enfermedades crónicas; existe una vulnerabilidad genética, heredada, por lo cual la depresión se tiende a agregar en familias; esta vulnerabilidad se expresa en grados variables, dependiendo de experiencias a lo largo de la vida, siendo muy importante las experiencias adversas en la niñez, el uso de alcohol y drogas y estilos de vida poco saludables. Todo lo anterior, lleva a alteraciones metabólicas, procesos inflamatorios y cambios en ciertos neurotransmisores en el sistema nervioso que, eventualmente, producen los síntomas depresivos.

Como en toda enfermedad o condición que tiende a la cronicidad, es fundamental intentar prevenir la depresión; esto se logra mediante educación a la población general sobre los factores de riesgo, la importancia de estilos de vida saludables, con intervenciones de muy bajo costo como son el ejercicio, la buena nutrición y evitar las sustancias adictivas y psicoactivas.

En ocasiones esto no es suficiente y, la combinación de tratamientos farmacológicos con ciertas técnicas de terapia psicológica, logran un alto porcentaje de recuperación y remisión, permitiendo una vida plena y productiva, incluso en aquellas personas vulnerables.

La afectación de la salud mental está en el centro de la vida cotidiana

Raúl Ortega Moreno / Psicólogo y académico UNA

En Costa Rica, las poblaciones con mayores factores de riesgo se identifican como personas con inseguridad socioeconómica, desempleadas o con trabajo parcial, trabajadoras en el sector servicios, y, de manera significativa, mujeres, según estudio sobre salud mental realizado por las universidades públicas durante la pandemia.

El pasado viernes 17 de junio de 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el «Informe mundial sobre salud mental: Transformar la salud mental para todos», primer informe sobre salud mental que publica la OMS en 20 años, el cual presenta una visión actual y normalizada de las afectaciones en la salud mental como un fenómeno existente en la vida cotidiana de personas y comunidades, y como uno de los efectos más significativos de la pandemia que, a día de hoy, todavía sigue presente. La salud mental es, como plantea el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, “una parte intrínseca de nuestra salud y bienestar individuales y colectivos” (OMS, 2022). 

Entre los datos más significativos que publica el informe, se encuentran la prevalencia de sintomatología asociada a depresión y ansiedad en nuestras sociedades y su aumento de aproximadamente un 25% durante la pandemia; así mismo, la prevalencia de distintos trastornos mentales, para un aproximado de una de cada ocho personas del mundo, como, por ejemplo, la esquizofrenia, presente en una de cada 200 personas adultas en el mundo; y la realidad del suicidio como una situación que afecta a personas, familias y comunidades, llegando a representar uno de cada 100 fallecimientos en todo el mundo, situándose como “una de las principales causas de muerte” entre las personas jóvenes. 

El informe señala la situación de desatención y falta de financiación y recursos que los servicios de salud mental tienen en todos los países, así como la falta de gobernanza, investigación o recursos, la priorización de la salud física, bajo un enfoque biologicista, y la carencia sistemática de fondos para la salud mental comunitaria, hasta llegar a menos de un 2% del total de presupuestos de atención de la salud dirigidos específicamente para salud mental, y, de este presupuesto, una gran parte destinada a psiquiatría y hospitales psiquiátricos.

Esta situación es uno de los fundamentos que conllevan que las personas no prioricen el cuido de la salud mental, junto con la falta de conocimiento, la estigmatización, la discriminación, la falta de acceso a servicios en el ámbito público o el costo en el ámbito privado.

Salud mental en Costa Rica

En Costa Rica, las universidades públicas (UNA, UCR, UNED) nos unimos durante la pandemia con las instituciones públicas de salud (Ministerio de Salud y Caja Costarricense de Seguro Social) para generar información y evidencia sobre el impacto que la emergencia sanitaria ha tenido en la población de Costa Rica. Los datos encontrados se alinean con los presentados en el informe, mostrando el aumento durante la pandemia en sintomatología asociada a depresión grave y ansiedad generalizada, estrés o burnout (este último, principalmente en población trabajadora). Las poblaciones con mayores factores de riesgo se identifican como personas con inseguridad socioeconómica, desempleadas o con trabajo parcial, trabajadoras en el sector servicios, y, de manera significativa, mujeres. 

El informe mundial falla en profundizar en los antecedentes relacionados con la situación de salud mental, mencionando solo de pasada la desigualdad social y económica, situada al mismo nivel y no como causa también de otros factores indicados como conflictos armados, violencia, o el desplazamiento y las migraciones vinculadas con estos conflictos y por la emergencia climática. Los datos de Costa Rica ponen en el centro de la discusión también la necesidad de priorizar la defensa de los derechos humanos, y atender la desigualdad socioeconómica y su impacto en el bienestar de su población.

Recomendaciones para atender la situación

La OMS señala como recomendaciones para la mejora en la atención de la salud mental la revisión y actualización de leyes, planes y políticas, la alineación con los objetivos de desarrollo sostenible, el aumento de la inversión, la coordinación y articulación efectiva entre actores institucionales y sociales, el fortalecimiento de la investigación y el acceso a información, la acción de base comunitaria, el refuerzo de las capacidades y el conocimiento del personal de salud pública, la promoción de la inclusión social de personas con trastornos mentales y el acceso a servicios bajo un enfoque de derechos humanos y biopsicosocial basado en la evidencia. 

Desde el Ministerio de Salud, la Mesa Técnica Operativa de Salud Mental y Apoyo Psicosocial, instancia que ha atendido esta temática de forma integrada y articulada con instituciones y organizaciones durante la pandemia, se presentó el pasado mes de marzo una propuesta para orientar la Recuperación Psicosocial de personas, comunidades y organizaciones durante el fin y posterior al fin de la emergencia sanitaria, señalando alguno de estos aspectos, e incluyendo la atención a la recuperación socioeconómica de la población. 

La atención de la salud mental es un compromiso que debemos asumir todas las personas. El cuidado propio y el cuidado colectivo, con apoyo en las estrategias, iniciativas y acciones que instituciones públicas del país, organizaciones comunitarias y otras proponen, precisa ser una prioridad para todas y todos. Porque el bienestar y la dignidad de las personas no se negocia, y no podemos dejar a nadie atrás.

Abusos sexuales y físicos están asociados a índices de suicidios

Gabriela Herrera-Correal *

La reciente controversia causada por la campaña de comunicación en contra del voto por el candidato a la presidencia Rodrigo Chaves mostraba de forma jocosa la acción de quitarse la vida a manera de escape. Esta campaña ha generado una reacción muy fuerte por parte de la población costarricense por razones obvias. Abre una discusión clave en el país; el suicido, una problemática nacional que no debe tomarse a la ligera. El suicidio es un problema de salud pública mundial. La tasa de suicidio ha aumentado a nivel mundial en un 60% en los últimos 45 años. (A.Barroso, 2019)

Actualmente, en Costa Rica ocurren un aproximado de 300 suicidios al año y las cifras han ido en aumento en los últimos años. Según el informe regional de “Mortalidad por suicidio en las Américas”, la tercera parte de los casos de la región son de costarricenses. La tasa de suicidio nacional pasó de 6,4 en el 2017 a 7,2 por cada 100 mil personas en el 2018. Del año 2000 al 2020, se contabilizan 6.638 lamentables fallecimientos por suicidio, siendo que el 84% (5.605) han sido hombres y el 16% (1033) mujeres. Solo en el año del 2020 se registran 356 fallecimientos por suicidio y 1.786 intentos de suicidio de los cuales 670 han sido hombres y 1.116 mujeres.

Según el Centro de Atención Neuro-psicológica UNIBE, los intentos de suicidio afectan mayoritariamente a jóvenes entre los 10 y 35 años de edad. Nuestra población del futuro. De acuerdo con un artículo publicado en el Semanario Universidad, el 60% de los intentos de suicidio de Costa Rica son cometidos por mujeres. (L.Molina, 2019) Es de vital importancia prestar atención a estas cifras e indagar en la razón detrás de todas estas personas que toman la lamentable decisión de querer quitarse la vida. Es importante hablar de este tema para crear herramientas y poder darle a estas personas y sus familiares, el apoyo que necesitan.

De acuerdo con El Instituto Nacional de la Salud Mental de Estados Unidos (NIMH, por sus siglas en inglés), los principales factores de riesgo de suicidio son: antecedentes de intentos de suicidio, depresión, otros trastornos mentales o trastorno por consumo de sustancias, dolor crónico, antecedentes familiares de un trastorno mental o por consumo de sustancias, antecedentes familiares de suicidio, exposición a violencia familiar, lo que incluye abuso físico o sexual, presencia de pistolas u otras armas de fuego en el hogar, liberación reciente de la prisión o la cárcel, exposición, ya sea directa o indirectamente, a la conducta suicida de otros, como familiares, compañeros o celebridades.

Los factores de riesgo que se analizan en este artículo son los de la depresión, otros trastornos mentales y exposición a violencia familiar, lo que incluye abuso físico o sexual. Dado que la mayor cantidad de intentos de suicidios son cometidos por mujeres y que los índices de violencia sexual son tan altos en Costa Rica, es importante investigar si existe una relación entre el abuso sexual y la tendencia al suicidio.

De acuerdo con los datos sacados del Poder Judicial, en el año del 2020 en Costa Rica, respecto a sentencias dictadas por delitos sexuales, el 49% de estas sentencias fueron por abusos sexuales contra menores de edad y el 28% de las sentencias dictadas fueron por violación. Cada 80 minutos se denuncia un delito sexual en Costa Rica. De las denuncias por violencia sexual del 2020 en Costa Rica, el 79.6% de las víctimas fueron mujeres y 34% de las víctimas fueron menores de edad.

El 23 de marzo de este año, CRHoy.com publicó un artículo escrito por Jason Ureña que se titulaba de la siguiente manera: Área de salud de Tibás alerta por aumento de embarazos adolescentes por relaciones impropias. Las cifras eran de 40 adolescentes embarazadas por año de las cuales el 40% mantuvieron relaciones impropias. Una relación impropia es aquella donde el autor sea siete o más de años mayor que la persona agraviada. Y la condena de cárcel es mayor en caso de que el autor tenga parentesco familiar o se encuentre en una posición de confianza o autoridad con la víctima. Estos términos se encuentran en la Ley 9.406 que protege a los menores en situación de violencia y castiga al adulto, según el tipo de relación existente. Estudios han evidenciado que 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 8 niños serán sexualmente agredidos antes de cumplir los dieciséis años. (Contreras, Bott, Guedes y Dartnall, 2010).

Actualmente, hay 13 jóvenes embarazadas que están siendo atendidas por el departamento de Trabajo Social de esa área en Tibás, la cual procede a denunciar la situación ante autoridades del Patronato Nacional de la Infancia (PANI). Ahora si hablamos claro, significa que 13 niñas fueron violadas por adultos que, en muchos casos, de acuerdo con los funcionarios de salud, mantenían relaciones con estas menores y estas relaciones eran avaladas por los progenitores de la víctima.

Un artículo de la facultad de psicología de la Universidad Católica de Colombia, afirma que tanto la conducta suicida como el abuso sexual son problemáticas relacionadas que afectan la salud mental y física de las víctimas. (B, Avendaño. 2016) Ese artículo de investigación basó su estudio en 85 444 jóvenes de los grados octavo, noveno, décimo y undécimo de instituciones educativas públicas de las tres ciudades con mayor número de habitantes del departamento de Boyacá (Colombia). Uno de los resultados más impactantes que obtuvo fue que todos los estudiantes que participaron en esta investigación y que habían sido víctimas de abuso sexual por penetración, habían tenido intentos suicidas.

De acuerdo con investigaciones de estudios comparativos efectuados por el Centro Nacional de Biotecnología e Información de Estados Unidos (NIH), el riesgo de intento de suicido en adolescentes es 8 veces mayor para una persona que haya sufrido abuso sexual. Esto significa que las personas que han sufrido este tipo de violencia tienen mayor riesgo a sufrir de depresión o tendencias suicidas durante su adolescencia. La violencia física y sexual está significativamente asociada al comportamiento suicida de la víctima. Otro dato por considerar es que evidencia reciente de estudios efectuados por este centro de investigación, indican que adolescentes transgénero tienen mayores tendencias suicidas que adolescentes cisgénero.

En un estudio efectuado por el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Múñiz en México, se estudió la población secundaria de dos institutos con promedio de edad de 13.7 años en la Ciudad de México. De acuerdo con este estudio, el 67% de las mujeres que habían sido atacadas sexualmente, habían intentado suicidarse. Muchas reportaron como efectos a largo plazo del abuso sexual infantil problemas tales como el trastorno por estrés postraumático, la depresión, la ideación y el intento suicida, la insensibilidad emocional, dolores de cabeza, trastornos gastrointestinales, disfunciones sexuales, dependencia del alcohol o de las drogas, victimización sexual posterior y maltrato por parte de la pareja, entre otros.

De acuerdo con un artículo de la Universidad de Granada, escrito por David Cantón y Fernando Justicia en el 2009, indica que el haber sufrido abuso sexual durante la infancia supone un incremento del 10% y 21% en la probabilidad de sufrir problemas de depresión y autoestima respectivamente en adultos jóvenes.

En definitiva, una campaña que toma a la ligera el tema del suicidio, deja de lado lo importante que es abordar esta problemática nacional. Costa Rica tiene que tomar acción para proteger a la población costarricense y disminuir los índices de suicidio en el país. Una de las acciones más pertinentes es la de luchar en contra de la violencia sexual ya que claramente está relacionada con la problemática del suicidio. Que exista un candidato a la presidencia con un historial de acoso sexual es una manera de dar a entender que la vida de las personas que sufren de violencia sexual no tiene la importancia que realmente se merece. Nadie debería poder asumir cargos de poder si ha sido parte de la violencia sistemática de una sociedad machista que permite el acoso sexual como parte de su cotidianidad. La vida de las víctimas de abusos sexuales y físicos debe ser una prioridad para Costa Rica.

25 de marzo del 2022

* Activista ecofeminista, máster en ecología urbana.

Bibliografía

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Aumentan en Costa Rica la depresión y la ansiedad frente a la pandemia

  • El 32,1% de la población presenta una afectación crítica en su salud mental

  • Mujeres enfrentan mayor temor frente al COVID-19, así como poblaciones de 36 a 40 años y 51 a 55 años de edad

  • De quienes no cumplen al menos una medida de las consultadas, el 51.1% dice que no lo hace por olvido

Los estados depresivos en la población costarricense aumentaron en un 50% desde el inicio de la pandemia en marzo pasado. Asimismo, la resiliencia y otros mecanismos de afrontamiento se ven afectados en personas entre 15 y 80 años de edad, según un estudio de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y la Universidad Nacional (UNA).

En cuanto a los efectos del COVID-19 en la comunidad, la población percibe un fuerte impacto sobre todo para quienes han perdido el empleo o enfrentan una reducción de jornada, y en cuanto a la sobrecarga de trabajo doméstico especialmente para las mujeres.

Estos resultados forman parte de la investigación “Salud mental y relaciones con el entorno en tiempos de COVID-19, desarrollada por la UNED y la UNA, con el apoyo del Ministerio de Salud y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y personas expertas de España. El estudio fue avalado por el Consejo Nacional de Investigación en Salud (CONIS).

El estudio fue realizado con una muestra de 6 786 personas, quienes completaron un cuestionario en línea, durante el periodo comprendido entre el 9 al 29 de octubre del 2020. Estas conclusiones suceden a la primera investigación realizada del 30 de marzo al 31 de marzo de este año.

“Un 61,0% de la población costarricense posee sintomatología depresiva y al hacer una comparación de la anterior medición con el estudio presente se constata un aumento del 50% en términos absolutos (pasando de un 10% en marzo a un 61% en octubre)”, anota la investigación.

Por otra parte, un 43,7% de la población consultada presenta sintomatología asociada con ansiedad generalizada severa, lo que contrastan con los resultados al estudio realizado en marzo pasado, cuando únicamente un 13,8% de las personas participantes manifestaron síntomas de ansiedad.

 “Más de la mitad de la población tiene una baja resiliencia, resultado que indica que sus estrategias de afrontamiento no están permitiendo reducir el impacto y no se están adaptando suficientemente a la situación de emergencia. Un 30,2% obtuvo puntuaciones medias, mientras que un 15% obtuvo puntuaciones en el extremo superior señalando este grupo con una mayor capacidad de adaptación”, explica el equipo investigador.

Entre las reacciones adversas físicas significativas que dijo presentar el 43,6% de la población se encuentran sudoración de manos, palpitaciones en el pecho y dificultades para dormir.

En tanto, un 51,5% de la población presentan reacciones emocionales adversas destacadas ante el miedo de contraer el COVID-19 y se manifiesta entre otras formas con la incomodidad al pensar al respecto, miedo a perder la vida, nervios o ansiedad frente a noticias e historias sobre el virus.

“En la medición de marzo de 2020, un 53,8% de la población presentaba miedo a la COVID-19. En la medición actual alcanzó el 88,3%, lo que implica que en términos absolutos se ha dado un aumento 34,5%”, anotó el estudio.

La investigación anotó también que el 57,9% de la población sí se adhiere a las medidas de protección. «Los datos recopilados indican que la situación de emergencia sanitaria y frente a la perspectiva de contagiarse o que se contagien personas a nuestro alrededor, generan reacciones físicas o emocionales adversas en la población costarricense. La escala de miedo a la COVID-19 se asocia a estrés agudo y afrontamiento. Se establecen como factores protectores al miedo la escolaridad y la estabilidad laboral”, agrega.

Eva Carazo Vargas, coordinadora de la investigación, enfatizó en la importancia de atender los impactos que la pandemia está provocando en la salud mental de la población. Es comprensible que esta situación extraordinaria provoque efectos en esta área, y la investigación evidencia la urgencia de potenciar factores protectores y mecanismos de afrontamiento para manejar dichas consecuencias de manera saludable.

Apuntes

  • Las mujeres obtienen puntuaciones superiores a los hombres en la mayoría de las medidas realizadas (ansiedad, depresión, calidad de vida profesional, miedo, impacto psicológico/psicosocial).
  • Las poblaciones de 36 a 40 años y 51 a 55 años presentaron las puntuaciones más altas en depresión, ansiedad y miedo.
  • A menor edad, la capacidad de afrontamiento es menor junto con más leves manifestaciones de miedo.
  • A mayor nivel educativo, se presenta menor impacto en la salud mental.
  • Población con educación primaria muestra mayor posibilidad de presentar mayor afectación en estrés, ansiedad, depresión o miedo.
  • Las personas que cuentan con estudios de secundaria y técnicos no universitarios mencionan un menor cumplimiento de las medidas sanitarias.
  • Personas solteras tienden a tener más síntomas de depresión y ansiedad, así como una menor resiliencia.
  • Las personas divorciadas presentan mayor estrés, ansiedad y miedo.
  • La estabilidad laboral es determinante en cuanto a la mayor parte de los resultados recopilados sobre la afectación producida durante la pandemia: a mayor estabilidad laboral, los efectos en la salud mental son menos críticos
  • Personas desempleadas, pertenecientes al sector informal y que se dedican a ventas en locales o servicios directos, muestran, en líneas generales, una situación de salud mental más difícil.
  • Respecto de la provincia de residencia, las provincias de Heredia y Limón mostraron mayor afectación en las medidas de ansiedad, estrés o miedo.
  • Las personas residentes de Cartago presentan menor impacto, en general, frente a esta afectación.

La investigación realizó un análisis de segmentación de la población costarricense en función de todas las dimensiones psicológicas estudiadas y se encontraron cuatro segmentos en la población según el grado de afectación en la salud mental.

Como resultado se determinó un segmento (clúster) de 32,1% con mayor afectación, seguido por un tercer clúster de 11,1% de la población. Por su parte, el clúster de menor afectación lo conforma el 30,7% de la población.

El 32,1% de la población que está siendo más afectada por la pandemia se caracteriza por presentar “un estado de salud mental más crítico, con una mayor probabilidad de padecer trastorno por ansiedad generalizada. Estas personas también se caracterizan por tener niveles más altos de estrés, definido por la facilidad de la irritación, cambios de humor o la aparición de conductas de riesgo”.

Respecto de la calidad de vida profesional, las personas de este clúster también se caracterizan por sobrecarga y desgaste emocional, por rebasar los límites en la capacidad de afrontamiento, pudiendo considerarse valores muy elevados.

“Estas personas presentan una mayor afectación en el miedo. Presentan mayor sudoración en las manos y mayor aceleración del corazón al evocar el pensamiento sobre el contagio de la COVID-19; una mayor preocupación a que las personas cercanas se puedan contagiar y una menor resiliencia”, acotaron las personas expertas.

Además de las dimensiones sicológicas, el estudio analizó otras variables como el cumplimiento de medidas, los motivos de no cumplimiento, las acciones realizadas para mejorar la situación, el acceso a zonas verdes y los medios por los que la población se informa de la pandemia.

Entre los principales datos relacionados con el cumplimiento de las medidas destaca que un 88% afirma lavarse las manos con agua y jabón, un 63,3% se moviliza a lugares públicos únicamente con su burbuja social, y un 60,5% lava y desinfecta los productos que ingresa a la casa.

En cuanto a evitar salir de casa, la medición de octubre indicó que un 13,7% de la población se está adhiriendo a esa medida, contra un 51,5% que dijo cumplirla en marzo pasado, en la primera investigación. Asimismo, un 73,7% dijo estornudar con un pañuelo desechable frente a un 91,6% que afirmó cumplir con esta medida en marzo anterior. En general se evidencia un relajamiento en el cumplimiento de las distintas medidas recomendadas para evitar el contagio.

Las mujeres son más cuidadosas que los hombres en el cumplimiento de las medidas como lavarse las manos, usar la mascarilla, establecer un adecuado manejo de residuos en la casa, respetar la restricción vehicular, no escupir en el suelo, salir únicamente con sus burbujas sociales, evitar tocarse los ojos y boca, y cambiarse de ropa y bañarse al llegar a la vivienda.

Se identificaron también distintas medidas que la población está aplicando por propia iniciativa, como por ejemplo desinfectar superficies y las cosas que se utilizan diariamente, hacer ejercicio para mantenerse saludable, o mantener contacto cercano con familiares y amistades por teléfono e internet. Sin embargo, de quienes no cumplen al menos una medida de las consultadas, el 51.1% dice que no lo hace por olvido

Si usted desea ver los datos completos, puede escribir al correo electrónico ecarazo@uned.ac.cr

La investigación continúa activa. Si desea participar ingrese aquí.

 

Comunicado de prensa de la Universidad Estatal a Distancia (UNED).

Medicina basada en mitos: el caso de la serotonina en la depresión

No Gracias Logo

Por nmurcia

David Healy, psiquiatra, profesor universitario, historiador de la psiquiatría y crítico contumaz de la farmacologización de su especialidad y la medicina en general (impagable su demoledor Pharmageddon) acaba de publicar un editorial en el BMJ titulado “Serotonina y depresión: El marketing de un mito”. No dice nada que no sepamos, pero una Editorial del BMJ marca tendencias.

Por su interés docente y para mejorar su difusión lo hemos traducido.

“El grupo de fármacos llamados Inhibidores de la Recaptación de la Serotonina (IRSS) surgió a finales de los 80, casi dos décadas después de que fueran conocidos. El retraso de se debió a la búsqueda de una indicación. Hasta entonces, no habían demostrado ningún posible perfil lucrativo como la obesidad o la hipertensión. Ya en 1960, la idea de que la concentración de serotonina estaba reducida en la depresión [1] había sido rechazada [2] y, en los ensayos clínicos, los IRSS habían perdido su pulso contra los antiguos antidepresivos tricíclicos como tratamiento para la depresión severa (melancolía) [3-5].

Cuando comenzaron a surgir las preocupaciones acerca de la dependencia que generaban los tranquilizantes en los primeros 80, se intentaron suplantar las benzodiazepinas por un fármaco serotoninérgico, la buspirona, etiquetado como ansiolítico no-productor de dependencia. Ésto fracasó [6]. Las lecciones a aprender fueron que los pacientes esperaban que los tranquilizantes tuvieran un efecto inmediato y que los doctores esperaban que produjeran dependencia. No fue posible desintoxicar la marca “tranquilizante”.

En vez de eso, las compañías farmacéuticas vendieron los IRSS para tratar la depresión, aún a expensas de que eran menos efectivos que los antiguos tricíclicos, publicitando la idea de que la depresión era la enfermedad de base que estaba detrás de las manifestaciones superficiales de la ansiedad. La estrategia fue un éxito extraordinario al centrarse en la idea de que los ISRR devolvían los niveles de serotonina a la normalidad, una noción que más tarde transmutó en la idea de que corregían un disbalance neuroquímico. Los antidepresivos tricíclicos no tenían una narrativa comparable.

El mito de la serotonina

En los 90, ningún académico podía vender el mensaje de la disminución de serotonina. Estaba claro que no había correlación entre la potencia de la inhibición de la recaptación de serotonina y la eficacia de los antidepresivos con ese efecto. Nadie sabía si los ISRR aumentaban o reducían los niveles de serotonina; aún no se sabe. No había ninguna evidencia de que el tratamiento corrigiese nada [7].

Sin embargo, la idea de que era necesario recuperar los niveles de serotonina se instauró entre los pacientes y las asociaciones de enfermos. La historia de la disminución de la serotonina se enraizó, de hecho, en el dominio público más que en el ámbito psicofarmacológico. La concepción serotoninérgica era parecida a la noción freudiana de líbido – difusa, amorfa, e incapaz de explorarse – una pieza prototípica de chatarra intelectual [8]. Si los investigadores usaban este lenguaje era porque hacía referencia casi simbólica a ciertas anormalidades fisiológicas que casi todos pensaban serían encontradas, tarde o temprano, en la fisiopatología de la melancolía, aunque no necesariamente en la “depresión” leve.

El mito atrapó hasta el mercado de las medicinas alternativas. Los materiales y consejos provenientes de estas medicinas alentaban a la población a comer alimentos o participar en actividades que aumentaban sus niveles de serotonina, lo que, a su vez, reforzaba la validez de usar antidepresivos [9]. El mito también capturó a psicólogos y otros profesionales, quienes aprovecharon la ocasión para intentar explicar la importancia evolutiva de la depresión en términos de función del sistema serotonínico [10]. Las revistas y los editores asumían esta idea equivocada y la ensalzaban y reproducían en libros y artículos como si fuera un hecho robusto y bien establecido científicamente, y, mientras, se vendían antidepresivos.

Por encima de todo, el mito capturó a doctores y pacientes. Para los doctores, fue un recurso que permitió una explicación fácil y rápida de la enfermedad y facilitó la comunicación con sus pacientes. Para los pacientes, la idea de corregir una anormalidad tenía una fuerza moral que superaba los recelos que algunos podían tener sobre tomar tranquilizantes, especialmente al trasmitir de forma atractiva que la aflicción no era una debilidad.

Distracción costosa

Mientras tanto se marginalizaban tratamientos menos costosos y más efectivos. El éxito de los ISRR expulsó fuera del mercado a los antiguos antidepresivos tricíclicos. Esto es un problema porque los ISRR nunca han sido capaces de demostrar eficacia en las depresiones asociadas a un alto riesgo de suicidio (melacolía). Los estados de nerviosismo que los ISRR tratan no se asocian a un mayor riesgo de suicidio [11].  La focalización en los ISRR supuso también el abandono de la búsqueda de verdaderas alteraciones biológicas relacionadas con la melancolía (como las teorías del cortisol aumentado) [12].

Dos décadas después, el número de antidepresivos prescritos por año es ligeramente superior al número de personas del mundo occidental. La mayoría de las prescripciones (nueve de cada 10) son para pacientes que se encuentran con dificultades para dejar el tratamiento; más o menos, una décima parte de la población [13,14]. A estos pacientes comúnmente se les aconseja que continúen el tratamiento precisamente porque sus dificultades para dejarlo indican que lo necesitan, igual que un paciente diabético necesita insulina.

Mientras, ciertos estudios sugieren que la ketamina, una sustancia que actúa en el sistema glutámico, es un antidepresivo más efectivo que los ISRR para la melancolía arrojando así aun más dudas a la relación entre serotonina y depresión [15-17].

La serotonina no es irrelevante. Como la noradrenalina, la dopamina y otros neurotransmisores, podemos esperar que sus niveles varíen entre individuos, y encontrar ciertas correlaciones con el temperamento y la personalidad [18]. Había indicios de un rol dimensional para la serotonina en los 70, con investigaciones que correlacionaban niveles reducidos de metabólicos de la serotonina con impulsividad, lo que predisponía a actos de suicidio, agresión y alcoholismo [19]. Tal como pasó con el eclipse de la teoría del cortisol, este hilo de investigación también fue enterrado; los IRSS reducen los niveles de los metabólicos de la serotonina en algunas personas y son particularmente ineficaces en grupos de pacientes caracterizados por su impulsividad (con rasgos de personalidad límite, “borderline“) [20].

Esta historia nos obliga a reflexionar acerca de cómo la opinión de médicos y otros profesionales puede otorgar plausibilidad epidemiológica y biológica a las teorías. ¿Puede una explicación biológica y terapéutica, plausible (pero mítica), conseguir que todo el mundo margine los datos de los ensayos clínicos que muestran nula evidencia de vidas salvadas o de funciones restablecidas? ¿Pueden los datos de ensayos clínicos publicitados como efectivos permitir más fácilmente la adopción de una explicación biológica mítica? No hay estudios publicados sobre este tema.

Estas cuestiones son importantes. En otras áreas de la vida los productos que usamos, desde ordenadores hasta microondas, mejoran año a año, pero este no es el caso de las medicinas; este mismo año cualquier tratamiento podrá lograr ser un éxito en ventas a pesar de ser menos efectivo y menos seguro que los medicamentos anteriores. Las ciencias emergentes del cerebro ofrecen enormes ámbitos para desplegar cualquier cantidad de chatarra intelectual o científica [21]. Tenemos la necesidad de entender el lenguaje que usamos.

Hasta entonces, chao, y gracias por toda la serotonina.

Conflicto de intereses: He leído y entendido la política del BMJ respecto a la declaración de intereses y declaro que soy miembro fundador de RxISK, el cual trabaja para alzar la voz sobre el perfil de seguridad de los medicamentos y estoy en el comité consultivo de la Fundation of Excellence in Mental Health Care. He participado como testigo experto en casos vinculados a suicidio y violencia relacionados con los IRSS.

 

Enviado a SURCOS Digital por Rafaela Sierra.

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