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Etiqueta: descontento social

Francia arde

Carlos Humberto Acosta Jiménez. Sociólogo

Desde hace semana, literalmente, «Francia arde». En este caso son emigrantes islámicos los señalados como culpables de disturbios civiles, delincuencia, saqueos, quema de vehículos y propiedades, etc.

En la práctica es una verdad a medias pues ciudadanos franceses no de raíces islámicas o árabes, también forman parte del descontento social. La chispa ha sido la muerte de un joven de 16 años musulmán que al huir por una infracción de vehículos, fue alcanzado por disparos de las fuerzas policiales que le perseguían.

Esto encendió el polvorín. Obviamente tal fatalidad no es la causa del alzamiento de descontento civil de franceses de los más diversos orígenes. Es un fenómeno sociológico complejo que no se puede explicar con unos cuantos párrafos, sin embargo, los expertos creen que en un corto plazo se podría extender a España e Italia. Lo mismo ha sucedido en EE. UU con las comunidades negras y latinas por el uso excesivo e indebido de las fuerzas policiales.

En estos casos, las minorías son hechas responsables de los actos de violencia. Del «arde Francia» por decirlo así. En parte es cierto que grupos de migrantes reaccionan violentamente ante prácticas de discriminación de los países que «les acogen», sobre todo por violencia psicológica y física, racismo y desprecio hacia sus culturas. Esto es una reacción lógica.

Sin embargo, hay que tener presente una realidad que no aparece generalmente en la prensa. Nos guste o no, occidente ha generado prácticas imperialistas hacia el oriente islámico por siglos, así como hacia América Latina, África y Asia.

En el caso árabe, modernamente ha provocado, y lo sigue haciendo, con guerras planeadas, justificadas en los hechos posteriores al 11 de setiembre y a las supuestas armas de destrucción masiva, en la «llamada primavera árabe», siendo esta la que ha desatado oleadas de migración hacia Europa provenientes de Siria, Libia, Egipto, Irak, Afganistán e incluso del «seudo europeo Turquía». Grupos terroristas «islámicos» que han sido financiados, formados y adiestrados por USA y la OTAN, son responsables de gran inquietud, miedo e incluso actos violentos y armados en Europa. Pero qué memoria más corta tienen los medios de comunicación occidentales, o más bien, qué intereses protegen, que no mencionan a los actores occidentales que orquestaron el surgimiento del terro tu ismo. Ahora muchos migrantes son miembros o ex miembros de dichos grupos terroristas. Europa está plagado de ellos.

Es muy fácil echar la culpa al mundo árabe o al islam por los grandes cambios que enfrenta culturalmente Europa, mas sus raíces son múltiples y responde a aspectos propios de la crisis de identidad europea, desde la creciente laicidad y descristianización, la caída en la natalidad, la crisis del proyecto «Estados Unidos de Europa», la influencia histórica de USA desde la segunda posguerra mundial, la crisis del capitalismo mundial y del sistema de globalismo mundial y la crisis de la posmodernidad por señalar algunos elementos.

Lo cierto es que Occidente, en su afán por mantener su hegemonía, ha provocado la migración descontrolada del Oriente árabe hacia los centros de poder, el odio por las guerras por el oro negro y gas, y la lucha polarizada contra el surgimiento de Rusia y China que unidos o por separado, expanden su influencia y poder hacia África, Cercano y Mediano Oriente, e incluso Latinoamérica.

Las semillas del odio y la violencia, a las cuales debemos oponernos, vengan de donde vengan, tienen explicación y si no comprendemos las razones, no podremos generar soluciones viables. Occidente es en gran medida, responsable directo, por sus actos en todo el mundo árabe y más allá, de la violencia en el propio «patio» europeo.

Cuánto le costó a los abuelos e hijos alemanes sobrevivientes a la Segunda Guerra mundial, aceptar su historia nazi y su responsabilidad en los hechos que generaron quizás la peor masacre humana de la historia. Fueron sus nietos, muchos nacidos después del final de la guerra, los que, después de asumir un trago amargo sobre la historia de su país y de lo que permitieron sus familiares, quienes valientemente confrontaron la historia nacional con hechos y no con simples palabras. El Nazismo no fue un sueño, sino una deshumanizante y aterradora realidad. Ahora, aprendiendo de la historia, si Europa y los centros de poder de Occidente en general no reconocen su responsabilidad y su «mea culpa», este fenómeno de violencia y discriminación seguirá en aumento, alcanzando dimensiones inimaginables, que quizás no sólo impliquen que «Francia arde», sino que cualquier ciudad europea esté amenazada por la misma fatalidad.

Es aquí donde agrupaciones promotoras de la paz y la no violencia, de toda índole, están llamadas a generar conciencia, desde nuestro metro cuadrado, desde cualquier rincón del mundo, a ser puentes de diálogo, educar para la paz y la comprensión «del otro», de «lo diferente» y «de lo exótico», desde la génesis misma de los problemas que ahora son globales. La violencia y el prejuicio no nacen gratuitamente, son hijos de acciones igualmente deplorables de todas las partes.

Que Dios nos de la sabiduría para ser portadores de su paz, y de un amor que vence hasta el odio nacido de acciones igualmente violentas, brutales e inhumanas que le dieron vida.

Que las mujeres y los hombres de buena voluntad cierren filas ante todo individuo, grupo, organización, nación, que pretenda soluciones fáciles a los problemas humanos, apelando a la violencia como respuesta y no al diálogo, los hechos y la verdad como testigos. La paz nace en el corazón de cada cual, y el valor para mantenerla no es un sentimiento, sino un acto de voluntad y heroísmo. Como ya lo predicó hace dos siglos un simple hombre de la Palestina de entonces: «Bienaventurados (felices) los pacificadores, pues ellos serán llamados hijos de Dios».

Imagen: https://www.elmundo.es

Crisis y captura: el descontento social en tiempos de pandemia en América Latina y el Caribe

la captura es «el ejercicio de influencia abusiva por parte de una(s) élite(s) extractiva(s) —en favor de sus intereses y en detrimento del interés general… OXFAM

Este documento esboza una propuesta de agendas de trabajo para promover el debate sobre cómo reconfigurar el pacto social por vías institucionales en América Latina y el Caribe, fortaleciendo así los sistemas democráticos de la región y hacer frente a privilegios. Estas cuestiones son esenciales en el contexto actual de pandemia y de crisis políticas. Cruzando datos estadísticos y con los estudios de caso de financiación de partidos (Perú), desarrollo turístico (República Dominicana), telecomunicaciones (Argentina) y acceso al agua (El Salvador), este documento establece la relación entre la captura de políticas públicas, desigualdad y desafección con la democracia. Los casos demuestran cómo el lobby, las puertas giratorias y las campañas mediáticas son los principales mecanismos con los que las élites ejercen influencia abusiva para alejar del interés general decisiones políticas cruciales.

INFORMES DE INVESTIGACIÓN DE OXFAM. JULIO 2021

Introducción

En América Latina y el Caribe (ALC), el estrecho vínculo que existe entre desigualdad, poder y dinero es central para entender cómo países con tanta riqueza generan a la vez pobreza y privilegios. El resultado es una elevada desigualdad que deslegitima el sistema democrático al permitir que aquellos que más poder tienen ejerzan una mayor influencia política. En una región donde el 10% más rico concentra el 68% de la riqueza es fácil apreciar la relación entre captura política y desigualdad.

Este documento sostiene que la captura es el mecanismo por el que se crean y perpetúan la desigualdad y los privilegios, además de una de las causas principales detrás del descontento social, la desafección democrática y las protestas que se suceden en casi todos los países de ALC. La captura es, a su vez, un síntoma de la debilidad de los estados. Para demostrarlo, se analiza la extensión del fenómeno de captura política en ALC y su impacto en la democracia y la desigualdad a partir de unos casos concretos de captura en los que diferentes políticas públicas han respondido más a los intereses de una élite que al interés general.

Se trata de casos anteriores a la pandemia que siguen siendo de gran actualidad. La pertinencia de prestar atención a las consecuencias de privilegiar intereses de ciertos grupos por encima de los de la mayoría ha aumentado, si cabe, al implementarse diferentes políticas de gran calado para hacer frente a la COVID-19 en ALC. No es casualidad que algunas élites se hayan podido vacunar antes que la mayoría de la población; o la presión de las grandes farmacéuticas a varios Gobiernos en la región. Tampoco lo es que las discusiones sobre los paquetes de rescate hayan avivado los debates sobre quién se beneficia de las políticas públicas y a quién sirve realmente el contrato social. La COVID-19 ha magnificado y evidenciado el costo de la captura en estados incapaces de hacer frente a la crisis sanitaria, económica y social.

El contexto actual ofrece una oportunidad para llevar a cabo una reconfiguración profunda de las relaciones de poder en la región; una reconfiguración que en los próximos meses será, con bastante probabilidad, el principal punto de colisión entre las élites y la ciudadanía. El resultado de dicha lucha puede desembocar en escenarios en los que las élites mantengan su poder, pero también en otros más positivos. El ejemplo de Chile es una muestra de que hay esperanza para las mejoras en el actual contexto.

En Latinoamérica, también se está produciendo desde hace años un cierre progresivo de los espacios para la sociedad civil, el activismo, el periodismo, etc. que se está agudizando con la pandemia y la respuesta de los Gobiernos. La protesta contra el statu quo, la disidencia social y el periodismo de investigación se restringen cada vez más mediante leyes que limitan el debate público y las libertades, al tiempo que se silencian voces alternativas, se instauran falsos debates en la opinión pública e, incluso, se militariza el espacio público. Este fenómeno de cierre está asociado con el poder de algunas élites, que buscan reprimir cualquier atisbo de protesta o disidencia y blindar así sus privilegios.

Con la crisis actual se ha abierto un período de cambios e inestabilidad en el que surgen debates sobre «nuevos» bienes públicos como la vacuna, la tecnología o la provisión de servicios públicos. En paralelo, la confianza en la democracia y en los partidos políticos se encuentra bajo mínimos; la ciudadanía ya no confía en que sean capaces de garantizar el acceso a dichos bienes.

La juventud está cada vez más desafecta del sistema y emergen, por un lado, nuevas voces desde movimientos sociales que apuestan por modelos alternativos basados en una democracia real, descentralizada, no institucionalizada e inclusiva; mientras que, por otro lado, hay sectores que reclaman políticas conservadoras y de orden.

Finalmente, este documento también quiere promover una reflexión sobre cuáles deben ser los cimientos a partir de los cuales reconfigurar los contratos sociales en ALC. En la cuarta sección, se plantean algunas propuestas que buscan contribuir a los debates sobre cómo fortalecer y volver a dotar de legitimidad a una democracia no asociada únicamente a una representación institucional, al acto electoral y a unos procesos participativos determinados, sino en relación con otros principios como el de igualdad y libertad.

SURCOS le invita a seguir el enlace para leer el documento completo o bien descargarlo.

https://surcosdigital.com/wp-content/uploads/2021/07/Crisis-y-captura-el-descontento-social-en-tiempos-de-pandemia-en-América-Latina-y-el-Caribe.pdf

 

Compartido con SURCOS por Henry Mora Jiménez.

Descontento social y crisis económica en Costa Rica

La Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional y Praxis TV le invitan este viernes 16 de octubre a la 9 a.m. a la entrevista con Abelardo Morales Gamboa (Escuela de Sociología, UNA). Se abordará el tema: «Descontento social y crisis económica en Costa Rica».

Transmisión por el canal de YouTube de la Escuela de Filosofía de la UNA.

Protestas sociales: descontento acumulado

Silvia Monturiol Fernández

“Estas protestas sociales están manifestando la heterogeneidad y pluralidad de un descontento que no ha nacido en estas semanas, es un descontento acumulado, donde se combinan muchas cosas”, afirma el sociólogo Abelardo Morales, de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional (UNA).

El desempleo, el estrechamiento de las oportunidades de mejoramiento de la calidad de vida y la desesperación en algunos grupos sociales son –según Morales- parte de los elementos que han generado este descontento acumulado.

Pero también, -dice- hay un enorme desencanto social, no solo con el gobierno, sino con los poderes políticos, las instituciones y la sociedad misma. “Estamos en medio de la sociedad del desorden. La legitimidad y la representatividad de dirigentes, fuerzas políticas, instituciones y organizaciones están profundamente cuestionadas por altos niveles de desconfianza popular en el sistema social y político, y con fundamento”, destaca.

En su criterio, el país se ha fragmentado en numerosos grupos de interés, cada uno sin capacidad de influencia sobre la totalidad social, lo cual -agravado por la desigualdad social-, mantiene al país dividido en diversos frentes, que hasta el momento de instalación de los bloqueos, no dialogaban. “Se había perdido la capacidad de negociación. Estas protestas sociales se han enfrentado a un gobierno débil y errático en sus decisiones”.

Periferia olvidada

A diferencia de protestas anteriores en la Gran Área Metropolitana, protagonizada por empleados públicos y otros sectores con presencia urbana y centralista, las actuales protestas manifiestas en los bloqueos evidencian que hay una periferia olvidada.

“En esa periferia olvidada están los pescadores de las costas, cientos o miles de agricultores, pequeños comerciantes, mujeres, jóvenes, muchos de ellos en francos procesos de empobrecimiento”, recalca el sociólogo.

Reconoce que en los bloqueos de carreteras en la periferia hay muchos actores involucrados legítimamente, pero también hay otros agentes irregulares, lo cual no es extraño. “Cuando hay vacíos de liderazgo y de poder, emergen un conjunto de actores informales o irregulares, incluyendo a las mafias, que ocupan esos vacíos”, subraya el analista de la UNA.

“Eso ocurre en Centroamérica y, si los poderes y actores formales no toman conciencia de ello, podemos tomar el mismo camino. Puede ser un grave error criminalizar la protesta social con el argumento de la presencia de agentes criminales. Estos actores están en muchos espacios no solo de la periferia del país, sino también en la GAM, precisamente como consecuencia de la deslegitimación de la política tradicional”, advirtió.

Por otra parte, considera que mirar las protestas sociales como una reacción a la propuesta ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y pensar que el descontento se va a resolver con el retiro de ese proyecto, es una simplificación o simple ceguedad ante la realidad del país. “El descontento es estructural y está originado por la situación económica, por los efectos de la pandemia, el descontento es político y moral porque está alimentado por la desconfianza”, insistió.

Se requiere más que un simple conversatorio

Al referirse al hecho de que se mantengan los bloqueos, pese al llamado a deponerlos de parte de José Miguel Corrales, de Rescate Nacional, el sociólogo de la UNA insistió en que esta protesta no es un movimiento social, sino que se trata de múltiples fuegos de un descontento que brota por aquí y por allá sin una articulación manifiesta, aunque con muchas articulaciones latentes.

Por esta razón, -dijo- no hay tampoco una relación aparente entre la persistencia de los bloqueos y la mecánica del diálogo, “menos si el diálogo continúa bajo los mismos parámetros en que dialogan las élites, es decir, diálogos pautados desde arriba, desde quien dice o cree tener la palabra, la ley, el monopolio del orden”.

En cuanto al papel que le correspondería asumir al gobierno, Morales considera que debe ser el de facilitador de un diálogo multisectorial, para el cual el gobierno debe ofrecer, lo más pronto posible, un esquema con objetivos y una metodología.

En su opinión, es muy claro que el gobierno no debe pretender ponerse él como el interlocutor de todos los sectores convocados. “Si el gobierno quiere hacer algo bien, deben preparar una plataforma de diálogo con una perspectiva de mediano plazo. No puede organizar un simple conversatorio para que se apacigüe la crisis actual, debe proponer un diálogo para ver problemas y salidas a mediano plazo. Debe ser un diálogo que nos sirva para aprender a dialogar y el primero que tiene que poner en práctica ese aprendizaje es el gobierno”, subrayó el sociólogo.

***Mayores detalles con periodista Oficina de Comunicación 8334-4150.

 

Imagen: UNA.

Enviado por UNA Comunicación.