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Etiqueta: enfoque securitario

El riesgo de un discurso infundado 

Por Memo Acuña (escritor y sociólogo costarricense)

Hace poco un medio de comunicación nacional me preguntaba mi opinión sobre el tránsito de personas por el paso fronterizo entre Colombia y Panamá denominado Tapón del Darién y las implicaciones para el país de una posible afluencia masiva de migrantes una vez superado ese duro trance.

Mi respuesta fue ubicar el sentido de dinámica de la movilidad en la que las personas en tránsito no buscan quedarse en el país sino más bien generarse las condiciones requeridas para continuar su camino.

Es un proceso con varias dimensiones concatenadas y no puede ser reducido a un asunto de hipervisibilización o aumento de la inseguridad provocada por el paso de tales movilidades.

Trabajar en argumentar desde una idea como estas, contribuye a desmontar la noción difundida de una crisis migratoria que el país debe atender con sus escasos recursos.

La crisis, lo hemos dicho en innumerables ocasiones, no la producen quienes migran sino los sistemas institucionales, económicos y sociales que crean las condiciones causales a las que se adiciona la implementación de políticas migratorias basadas en el enfoque securitario.

Un aspecto que adiciona a la fabricación de las crisis migratorias es la socialización de informaciones distorsionadas o que den la impresión de que la situación no puede controlarse. Justamente el presidente de la República, Rodrigo Chaves emitió recientemente una opinión en la que señalaba el costo ( SIC) de mantener a poblaciones migrantes en el país dotándolas de servicios como educación y salud.

Si el enfoque es el costo, algo anda mal en la posición gubernamental y denota ciertamente un uso instrumental del tema para seguir generando núcleos duros de apoyo con temas sensibles. Bien es sabido que en regímenes populistas, los gobiernos se granjean el apoyo popular estableciendo posiciones que la mayoría desea escuchar. La migración es uno de ellos.

Hubiera sido necesario que antes de emitir tales declaraciones, el mandatorio dedicara un par de horas de su intensa agenda para leer con detalle el informe de la OCDE-OIT de 2018 sobre la contribución de as migraciones al desarrollo económico del país. Sabría que por ejemplo esa contribución fue estimada en cerca de un 12% del Producto Interno Bruto, aporte para nada menor en las circunstancias de la economía global y nacional.

La reciente designación de una nueva jerarca de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) indica dos aspectos a señalar: la inconsistencia que ha caracterizado el liderazgo del sector en los últimos años y su ubicación como parte del ámbito de seguridad, gobernación y policía.

En la actualidad se discute una nueva política migratoria por entrar en vigencia a partir de 2024. Convendría discutir con seriedad si la Institucionalidad que gestiona las migraciones en el país debe seguir ubicada bajo el alero de los esquemas securitarios que, entre otras cosas, se nutren con fuerza de opiniones orientadas a construir una corriente de opinión contraria a la gestión de tales procesos, basada en el respeto irrestricto a los derechos humanos.

El país se enfrenta a uno más de sus actuales desafíos. Las migraciones no pueden ser problematizadas de la forma en que la sociedad lo ha hecho hasta el momento. Es necesario un golpe de timón histórico que incluya decencia, conocimiento y oficio para acabar con las percepciones negativas y los peligros de opiniones que luego se conviertan en acciones de intolerancia, discriminación y rechazo.

UN NO TEMA EN EL DEBATE

Por Guillermo Acuña González (Sociólogo y escritor costarricense)

Las sextas elecciones presidenciales del nuevo siglo llevadas a cabo el pasado domingo 6 de febrero confirmaron varios elementos en la evolución de las culturas políticas costarricenses.

En primer término, la desafección con la política como norma, provoca entre otras cosas que sea inalcanzable un resultado en primera ronda. Como viene sucediendo ya en otros contextos, al menos en America Latina, el desgaste de los sistemas democráticos permea el ejercicio electoral: la ciudadanía no se siente convocada.

En segundo lugar y muy de la mano con esta primera dimensión, la confirmación de un desencanto que una vez más se ubica en la epidermis de las costas, los territorios rurales, la periferia.

La desatención crónica propiciada desde el centro del país hacia estos espacios marcados por la pobreza, la desigualdad y la gestión y administración fáctica, terminan por expresarse en un abstencionismo que ya ahora si tiene visos de perpetuarse. No es apatía lo que expresa este hecho: es enojo, cansancio, hastío, soledad.

Un tercer elemento coloca la calidad de la democracia costarricense en el centro de la discusión. Quizá fue pasado por alto en los análisis posteriores al desarrollo de las elecciones el domingo anterior, pero debe tomarse en cuenta el desafío planteado a la institucionalidad costarricense por la misión de observación internacional que acompañó el proceso.

Fueron dos señalamientos en concreto los que formuló: trabajar más y con firmeza el tema del abstencionismo y garantizar un acceso igualitario a todos los partidos políticos a los mecanismos de comunicación y divulgación existentes. De nuevo, desafección y acceso parecieran mostrar algunas debilidades del sistema, lejos de la caricatura acerca de la “fiesta electoral” con que suelen narrarse estos procesos.

Está claro que no todos entraron a la fiesta ni todos quisieron estar allí.

De cara a la segunda ronda en abril próximo, las dos opciones contendientes han empezado a señalar el camino, tratando de diferenciar sus tesis y sus argumentos. Otra vez el país pareciera estar en una encrucijada obligado por las circunstancias. Y de nuevo, el rigor de la lectura de sus propuestas es tarea obligada para tomar decisiones sobre eventuales apoyos.

En lo que a nuestras preocupaciones respecta, la consideración sobre Costa Rica como escenario migratorio debe ser tomada en cuenta. Desde esta columna hemos reflexionado en extenso sobre el tema de las movilidades humanas en todas sus variantes.

Por ello, nos alerta el hecho de que en ambas propuestas programáticas no aparezca del todo en un caso o en el otro caso continúa abordándose desde una perspectiva securitaria y restrictiva alejada de los mecanismos de implementación de los derechos humanos.

Este tema no es menor en un país cuyo 12% de su riqueza es generada por el trabajo que realizan hombres y mujeres trabajadores migrantes. La invisibilización de sus aportes y la negación de su importancia social, el tratarse justamente como un “no tema”, terminan por legitimar luego conductas reprochables de discriminación y xenofobia.

Para que la calidad de la democracia costarricense eleve su nivel, todos los aspectos deben ser considerados. Comencemos por reflejarlos en su importancia social y política: todas las personas cuentan. Todas.