Skip to main content

Etiqueta: Juan Carlos Cruz Barrientos

De vuelta a Isabel Rauber

Editado por Juan Carlos Cruz Barrientos

Isabel Rauber, en sus textos «Apostar a la creación de una nueva izquierda política, social y cultural», «Revoluciones desde abajo: gobiernos populares y cambio social en Latinoamérica», y «Refundar la política», propone una visión innovadora sobre el rol de la izquierda en América Latina. A través de sus reflexiones, señala la necesidad de una transformación profunda que vaya más allá de la mera toma del poder institucional y apunte a una “revolución social y cultural desde abajo”. Según Rauber, la izquierda debe reorientar su quehacer hacia las siguientes direcciones clave:

1. Construcción de poder popular desde abajo

Rauber insiste en que el cambio no puede ser únicamente impulsado por gobiernos progresistas o populares desde las estructuras estatales, sino que debe surgir desde los movimientos sociales y las bases populares. La izquierda debe enfocarse en fortalecer el poder popular, entendiendo este poder como la capacidad de los pueblos para autogestionarse, autoorganizarse y ser protagonistas de sus propios procesos de transformación. Esto implica que el cambio social no es algo que pueda ser “concedido” desde arriba, sino que debe construirse en los territorios, en las comunidades y en las organizaciones de base.

En este sentido, Rauber aboga por una “política desde abajo” que promueva la participación activa de los sectores populares en la toma de decisiones y en la creación de alternativas concretas al sistema capitalista. Para ella, la verdadera transformación revolucionaria ocurre cuando las personas se organizan para cambiar sus realidades cotidianas, en lugar de depender exclusivamente de las estructuras políticas estatales.

2. Refundar la política

En «Refundar la política», Rauber critica la forma en que la política ha sido secuestrada por una lógica partidista y electoralista que se enfoca en la conquista del poder estatal como fin último. Para ella, esta visión ha sido insuficiente para impulsar cambios profundos y duraderos. La refundación de la política implica repensar el rol de los partidos políticos, de las instituciones y de la democracia misma, para que estas no se conviertan en fines en sí mismas, sino en herramientas para el empoderamiento y la transformación social.

Rauber propone una nueva concepción de la política, que esté íntimamente ligada a la vida cotidiana de las personas, que escuche y aprenda de las luchas de los movimientos sociales y que se guíe por valores de solidaridad, igualdad y participación colectiva. Esto requiere que la izquierda deje de concebir la política como una competencia por el poder y la entienda como un proceso de construcción continua, en el que los sectores populares sean protagonistas.

3. Revolución cultural y social

Rauber enfatiza la necesidad de una revolución cultural que transforme no solo las estructuras políticas y económicas, sino también las formas de pensar, actuar y relacionarse entre las personas. La izquierda debe apostar por un cambio cultural profundo que cuestione los valores del individualismo, el consumismo y la competencia, e impulse valores como la cooperación, la solidaridad y el respeto a la diversidad.

Esta revolución cultural es esencial para crear las condiciones subjetivas que permitan la sostenibilidad de cualquier transformación política o económica. Para Rauber, los procesos revolucionarios deben ir más allá de la redistribución material, también deben transformar las relaciones sociales y los valores culturales que sustentan al sistema capitalista. Es un cambio de mentalidad que involucra a toda la sociedad y no solo a los sectores tradicionalmente organizados.

4. Articulación de las luchas múltiples

En sus escritos, Rauber subraya que la izquierda debe articular las diversas luchas sociales en torno a un proyecto emancipador común. Esto significa que la lucha de clases, aunque central, no puede ser la única preocupación. Los movimientos feministas, ecológicos, indígenas, de diversidades sexuales, entre otros, deben integrarse en un proyecto integral de emancipación que aborde las distintas opresiones que existen en la sociedad. La izquierda debe ser capaz de “tejer alianzas” y reconocer que la emancipación debe ser simultáneamente económica, de género, étnica, cultural y ambiental.

Rauber insiste en que el enfoque de la izquierda debe ser “multidimensional”. La lucha contra el capitalismo no puede dejar de lado otros sistemas de opresión, como el patriarcado, el colonialismo y el racismo. Todos estos sistemas se entrelazan, y solo con una visión amplia y articulada será posible construir una sociedad realmente justa y equitativa.

5. Autonomía y autogestión

Otro aspecto clave de la propuesta de Rauber es la importancia de la autonomía y la autogestión en los movimientos populares. Ella defiende la creación de espacios autónomos que no dependan del aparato estatal para su funcionamiento, como cooperativas, comunidades autogestionadas y organizaciones de base que practiquen formas alternativas de economía, producción y vida en común.

Rauber cree que estos espacios autónomos son cruciales para construir las bases de una nueva sociedad, donde las personas tengan el control de sus medios de vida y puedan desarrollar prácticas democráticas más profundas. La izquierda, en lugar de buscar siempre el poder estatal, debería promover y apoyar la “autogestión y la autonomía” de los pueblos, como un camino hacia la verdadera emancipación.

6. Superar el electoralismo

En «Apostar a la creación de una nueva izquierda política, social y cultural», Rauber es crítica con la “deriva electoralista” de muchos movimientos de izquierda. Señala que la obsesión por ganar elecciones a menudo termina por desviar a los partidos de sus principios revolucionarios, llevándolos a “adaptarse al sistema” en lugar de desafiarlo radicalmente.

Para ella, el trabajo de la izquierda no debe reducirse a la conquista de espacios institucionales, sino que debe estar enfocado en “fortalecer el poder popular” y en construir alternativas desde las bases. Las elecciones pueden ser una herramienta, pero no deben convertirse en el eje central de la acción política. El verdadero cambio revolucionario no se da en los parlamentos, sino en los barrios, en las fábricas, en las tierras y en las calles.

Conclusión

En resumen, Isabel Rauber plantea que el quehacer de la izquierda en América Latina debe reorientarse hacia una “política de base”, que apueste por la construcción de poder popular desde abajo, la articulación de diversas luchas, y la creación de una nueva cultura política basada en la participación, la autonomía y la autogestión. Esta nueva izquierda no debe limitarse a la conquista del poder estatal, sino que debe fomentar una “revolución integral”, en lo político, lo económico, lo social y lo cultural, construyendo alternativas concretas al capitalismo desde las prácticas cotidianas de los pueblos.

JC octubre 2024

Gilbert Brown Young, referente e inspiración

Juan Carlos Cruz B, comunicador social

Ha muerto uno de los últimos líderes gremiales con sólida formación político-sindical y con sincera convicción en los principios de una social democracia que ya no existe. Deja un vacío difícil de llenar, máxime en tiempos de resignación frente al avance de las derechas y del autoritarismo, de la desesperanza en el futuro y del pragmatismo acomodaticio de las nuevas generaciones.

Gilbert Brown fue un cuadro sindical que creció en la Costa Rica que ofrecía posibilidades de movilidad social, en la que se desarrolló y consolidó la clase media a la buena de sombra de las instituciones del Estado de Bienestar y que, antes de la década de los 80, alimentaron la vida democrática nacional.

A Gilbert Brown le tocó vivir la transición del Estado benefactor al modelo neoliberal y sin titubeo, se sumó a las grandes luchas por la defensa de las instituciones públicas y de los derechos sindicales. A él le tocó vivir la gloria del viejo Partido Liberación Nacional y sufrir la debacle ideológica y política de este.

Un hombre que igual sabía cuándo había que hablar y cuándo debía escuchar. No se aferraba al pasado, salvo cuando de sacar lecciones para proyectarse al futuro se trataba. Fue así como, desde la Secretaría de la Rerum Novarum, se involucró en el innovador proceso de articulación de organizaciones productivas y sociales, que se llamó “Costa Rica: Hacia la Tercera República Frente a los desafíos nacionales del siglo XXI”, un conjunto de respuestas consensuadas a los desafíos nacionales con visión de largo plazo.

A diferencia de otros líderes gremiales, él tuvo la disposición de abrirse a nuevos temas que no entraban en la agenda sindical, como fue la reivindicación de los derechos de la población afro costarricense. Con las reticencia de un hombre de su tiempo, pero con la madurez que da la experiencia, comprendió la importancia que tiene la lucha por la igualdad de las mujeres trabajadoras y no dudó en apoyarla.

Gilbert Brown fue un hombre muy bien informado y desarrolló la habilidad de ligar su análisis de la realidad de RECOPE, con la situación del país. Si algo tuvo claro, es que RECOPE no es una isla y que la supervivencia de la Empresa y del monopolio de los hidrocarburos no es ajena al destino del resto de las instituciones nacionales que conforman el cada día más amenazado Estado de Bienestar.

Más allá de los honores rituales a quien sin duda los merece, es necesario que la nueva generación de sindicalistas honre el legado de Brown, recuperando la identidad y la mística sindical en cuanto a la defensa de todos los derechos para toda la clase trabajadora y fortaleciendo los procesos de formación político sindical de las y os afiliados.

Sirva la memoria de Gilbert Brown de inspiración y punto de referencia para la militancia sindical, frente a las amenazas actuales y los desafíos de la presente generación, para sentar las bases de una sociedad más democrática, justa y solidaria.

¡Gracias por todo, a su memoria Maestro Brown!

¿Miden las encuestas lo que piensa la gente?

Juan Carlos Cruz Barrientos. Comunicador social

Esa es una pregunta que suele asaltarnos cada vez que un ente académico o una empresa de estudios de opinión difunde los resultados de una nueva encuesta. Especialistas de la comunicación social han concluido que lo que realmente miden las encuestas es la opinión pública construida por los medios informativos. Es decir, miden la eficacia de los medios para colocar su relato en la conciencia ciudadana. De eso va la hegemonía cultural. Ese relato se refiere al planteamiento del hecho, objeto de la información y a su interpretación, haciendo referencia a un nicho interpretativo previamente instalado en la conciencia colectiva.

El hecho de que la inseguridad ciudadana aparezca como la principal preocupación ciudadana en el Estudio de Opinión Pública del CIEP de abril, por encima del costo de la vida y del desempleo, es un caso típico.

El objetivo aumento de la violencia y de la consecuente inseguridad ciudadana, permanentemente tratado por los medios informativos, termina colocando el tema en la “agenda ciudadana”, pero los medios omiten la necesaria reflexión sobre las causas estructurales de la violencia: el aumento de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, como resultado del debilitamiento sistemático de las políticas sociales.

Si las pugnas entre bandas de “narcomenudeo” están ocasionando la muerte de jóvenes, habría que decir que esos jóvenes están, en su mayoría, expulsados del sistema educativo y proceden de las comunidades más abandonadas por el Estado.

La perseverancia mediática en el tema de la violencia criminal, sin reflexión sobre la causalidad, conduce al fomento del miedo, en particular, el miedo a ser víctima del crimen. Y es un miedo tan grande y poderoso, que pone a la violencia criminal por encima de la violencia estructural, que condena a 399.439 hogares costarricenses a no poder satisfacer sus necesidades de alimentación y vivienda.

La ausencia de reflexión sobre la causalidad estructural y la búsqueda colectiva de soluciones alternativas convoca la indefensión y empuja a esa ciudadanía asustada a buscar soluciones individuales, encerrados en nuestras casas, pensando en adquirir armas de fuego y a clamando por más medidas punitivas, más cárceles y mayor represión.

El hecho objetivo

De acuerdo con las estadísticas del OIJ, los actos de criminalidad que sustentan percepción de mayor inseguridad ciudadana son los siguientes:

  • Durante el 2022, la tasa total de homicidios dolosos aumentó a 12,6 por cada 100.000 habitantes
  • Se registran 68 víctimas más de homicidio doloso en comparación al mismo periodo del 2021.
  • El 92,7% de las víctimas son hombres, el 7,2% mujeres y 0,2% con sexo desconocido.
  • En promedio, se registran 55 víctimas de homicidio doloso al mes, 6 víctimas más al mes en comparación al mismo periodo del 2021.
  • Las principales víctimas de homicidios dolosos continúan siendo personas jóvenes, el 53% de ellas tenía entre 20 y 34 años.
  • El 72% de los homicidios dolosos se cometió utilizando un arma de fuego, 16% utilizó un arma blanca y un 12% otros métodos.
  • Por tipo de móvil, 63% de los homicidios dolosos se vinculan a la delincuencia organizada.
  • Las provincias de mayor ocurrencia son: Limón, San José, Puntarenas y Alajuela.
  • Las mujeres constituyen las principales víctimas de la violencia doméstica: 8 de cada 10 víctimas son mujeres y 4 de cada 5 personas agresoras son hombres (2021).
  • Durante el año 2021, 5.419 personas fueron imputadas por infringir la Ley de Armas y Explosivos según el Ministerio de Seguridad Pública, 9 de cada 10 infracciones estaban relacionadas con la portación ilegal de un arma blanca o de fuego.
  • Durante el año 2021, 84.770 personas fueron imputadas por infringir la Ley de estupefacientes, sustancias psicotrópicas, drogas de uso no autorizado, actividades conexas, legitimación de capitales y financiamiento al terrorismo. El 98% de estas infracciones estaban relacionadas con la tenencia de droga.

Ocuparnos de las causas

Para el Programa de Análisis de Coyuntura de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional (UNA), detrás del aumento de la violencia criminal hay elementos socioculturales, políticos y económicos relacionados con la violencia estructural que interpelan al Estado, llamado a garantizar el ejercicio de todos los derechos humanos para todas las personas.

Costa Rica fue el país de América Latina en el que más creció la pobreza y la desigualdad entre el 2017 y el 2022. Según un cálculo hecho por el Banco Mundial, la pobreza aumentó al menos 2,3 puntos porcentuales en este periodo.

Los datos del BM coinciden con los del Instituto en Investigaciones en Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (IICE-UCR), según los cuales para el cierre del 2022 la cantidad de hogares en condición de pobreza en el país podría haber crecido a 24% o 25%. Esto sería levemente superior al 23% reportado por el INEC para noviembre del 2022 y superior a lo registrado en el 2017, cuando se calculaba en 20%.

Mientras tanto, frente a este panorama, el país no cuenta con una estrategia de combate a la pobreza ni con acciones definidas para acortar la brecha social entre ricos y pobres, en su defecto, cobran vitalidad las soluciones paliativas de corte punitivo, esgrimidas por autoridades gubernamentales y aupadas por los medios de información. No tardarán en aparecer los estudios de opinión que digan que eso es lo que quiere la gente.

Abril,2023

Homicidio machista y austericidio institucional

Juan Carlos Cruz Barrientos, comunicador social

El fallo emitido el miércoles 22, en el caso de la señora María Tacsan, se las trae. La primera reacción es de bronca, indignación e impotencia frente a la injusticia, por un fallo que sin duda sentará un peligroso precedente en favor de los femicidas. Es precisamente por eso que hay que hurgar más allá de la bronca para tratar de encontrar explicación racional a las circunstancias que rodearon dicho fallo.

Tal y como lo señalan los profesionales en materia penal, “a una persona se le juzga por lo que hizo y no por lo que es, aunque sea la peor persona del mundo”. Si la relación de indicios o pruebas no demuestra el delito, procede el fallo de absolución de los cargos por “falta de pruebas”. Eso, a juicio de los juristas, quiere decir que “existe la posibilidad de que el marido asesinara a la señora Tacsan pero que el Tribunal no contó con prueba suficiente para condenar al imputado”.

Dicho lo anterior, surge la duda sobre la pericia del personal judicial, a la hora de recabar y sistematizar las pruebas, que le permitieran a la Fiscalía, llegar al proceso judicial con una acusación bien sustentada y que no diera margen a fallos por duda, como el del miércoles.

Al respecto, la Red Feminista Contra la Violencia hacia las Mujeres, denunció en un comunicado hecho público el mismo día del fallo, que “hubo falencias en el proceso de investigación a cargo del OIJ y del Ministerio Público, pues, a pesar de que el caso fue asignado a una fiscalía especializada de género, este enfoque y la aplicación de los protocolos de investigación de las muertes violentas de mujeres estuvo ausente desde el inicio de la investigación”.

Entre los errores, la Red cita:

  1. a) A la escena del crimen acude un oficial del OIJ sin certificación en el manejo de esta etapa de la investigación.
  2. b) El investigador, evidentemente sin formación, acepta como válida la versión del imputado de que se trata de un suicidio y no aplica los protocolos que obligan a investigar como femicidios TODAS las muertes violentas de mujeres;
  3. c) Patología forense no se hace presente para el levantamiento del cuerpo razón por la cual no se cuenta con certificación de la hora de muerte ni se documenta el estado del cadáver mediante las métricas protocolizadas;
  4. d) No se toman rastros de pólvora en manos del imputado y se contamina la escena.

Tales ejemplos de impericia ocurren en un contexto de crisis en las instituciones judiciales, tal y como lo han denunciado las organizaciones gremiales del Poder Judicial, crisis que se expresa en problemas de sobrecarga de trabajo en la Fiscalía, por lo que cada fiscal debe atender una gran cantidad de casos, impidiéndoles dedicar el tiempo necesario al estudio de cada uno.

Los gremios han hecho público, también, el clima de incertidumbre y la desmotivación que existe a lo interno del Poder Judicial, en torno a salarios y sus futuras pensiones. Por ejemplo, los nuevos fiscales entran ganando mucho menos que el salario de entrada de quienes los antecedieron en sus puestos.

Hay una desbandada de personal que, ante la incertidumbre, se jubilaron o renunciaron. Esa situación implica, entre otras cosas, la pérdida de experiencia acumulada por el personal que se va y el ingreso de nuevo personal que a veces viene con debilidades en su formación.

De manera que, sin quitar el peso que tiene el machismo estructural que padecen nuestras instituciones y las personas funcionarias públicas, nuevamente, estamos ante la causa común de muchos problemas que aquejan a nuestra sociedad: el debilitamiento de la institucionalidad pública en aras de la austeridad fiscal. Otra vez, nos topamos con la rigidez absurda de una Regla Fiscal y una Ley de empleo público que impiden al Estado costarricense, contar con los mejores profesionales y en la cantidad necesaria para que las instituciones públicas cumplan con su cometido constitucional.

Reconciliar la izquierda con la democracia

“La libertad solo para los simpatizantes del gobierno, solo para los miembros de un partido —por muy numerosos que sean— no es libertad. La libertad es siempre la libertad de quienes piensan diferente. No se trata de un fanatismo de la ‘justicia’, sino que lo que hay de revitalizante, sanador y purificador en la libertad política depende de esta esencia y pierde sus efectos cuando la ‘libertad’ se convierte en privilegio».
Rosa Luxemburgo”
.[1]

Juan Carlos Cruz Barrientos, comunicador social.

Entre las variadas reflexiones que hay en el seno de la oposición nicaragüense, se plantea la cuestión de que si Daniel Ortega es igual o peor que Somoza, la respuesta que se dé al respecto, resulta insuficiente para explicar la situación de Nicaragua y menos aún para buscar alternativas superadoras, ya que una respuesta posible es que “Somoza era mejor”, con las implicaciones que eso tendría para la acción política democrática. Y es que reducir lo político a la esfera personal, puede resultar útil básicamente como recurso propagandístico, pero no ayuda a emprender transformaciones raizales. La política, en tanto que dimensión del ejercicio del poder, no se explica a partir de personas, sino como expresión de relaciones entre fuerzas sociales.

Puede resultar de mayor utilidad caracterizar políticamente al régimen y hurgar en la cultura política que lo sustenta. El cuanto a la caracterización nos preguntamos ¿estamos frente a un régimen autoritario o totalitario? Guy Hermet ve en los autoritarismos un amplio espectro de situaciones políticas en las que los “poderes estatales se concentran en manos de individuos o grupos que se preocupan, ante todo, por preservar su destino político de los peligros de un juego competitivo que no controlan totalmente»[1] De manera que la esencia del autoritarismo es la tendencia a monopolizar el poder político, por su parte Kryzhanouski lo diferencia del totalitarismo porque los sistemas totalitarios tienden a controlar toda la vida social, y no solo la actividad política[2].

De acuerdo con esa última diferenciación, es posible afirmar que en Nicaragua hubo una transición del autoritarismo al totalitarismo por parte del régimen, en tanto que no hay esfera de la vida nicaragüense que no esté bajo su control.

Hanna Arendt establecía una precisa distinción entre regímenes autoritarios y totalitarios. Según la pensadora alemana, el autoritarismo restringía la libertad, mientras que el totalitarismo la suprimía. El núcleo del totalitarismo como concepto radicaba en que los dominados quedaban bajo el arbitrio absoluto de quien ejercía el mando. Y ni siquiera se veía al Estado como principal detentor del poder. Arendt consideraba que eran más bien el partido, provisto de una concepción del mundo, y su líder quienes buscaban legitimar su dominación con una gran narrativa ideológica vinculada a la «sociedad sin clases», por un lado, o a la «superioridad de la propia raza y del propio pueblo», por el otro. (Merkel,2017).

En cuanto a la cultura política que sustenta al régimen, es posible identificar por un lado la tradición política autoritaria de la izquierda bolchevique y por otro, el caudillismo latinoamericano. Nuestro punto de vista es que el régimen nicaragüense resume ambas culturas políticas y que sobre esto nos parece relevante profundizar, teniendo presente que el gran desafío que tiene ante sí la oposición de izquierda y progresista en Nicaragua, es procurar una transición del totalitarismo a la democracia plural y participativa.

En ese sentido, tomamos como punto de partida para la presente reflexión el confinamiento por razones de conciencia de la excomandante guerrillera Dora María Téllez, quien junto con otras figuras históricas del sandinismo y liderazgos de las fuerzas opositoras, guardan prisión en las mazmorras de la dictadura.

Frente a lo que hoy sufre Dora María y meses atrás Hugo Torres, otra figura histórica del sandinismo muerto como resultado del maltrato carcelario, un sector de las izquierdas, como el que agrupa el Foro de Sao Pablo, justifican y respaldan a Ortega, mientras otros, se repliegan al campo de la indiferencia o directamente a la derecha, para condenar sin más, el derrotero seguido por ese proceso.

El hecho de que la Sandinista fuera la última revolución triunfante en el mundo y que concitara tanta ilusión en tanta gente, impone un esfuerzo por explicar la experiencia sandinista, desde la perspectiva de otra izquierda que no legitima las formas totalitarias del ejercicio del poder, en contra de quienes, en cuyo nombre se ejerce ese poder.

Lo que estamos viendo en Nicaragua es la toma del poder, por parte de una familia y sus allegados, que se han rodeado de privilegios y arrogado potestades absolutas, dando lugar a un régimen totalitario que interpela a las izquierdas y las incita a volver sobre el debate iniciado en los albores de la revolución rusa sobre democracia y socialismo. Ese es el llamado que vienen haciendo diversos intelectuales progresistas y de izquierda, desde el ascenso de Ortega al poder a partir del 2006.

Raúl Zibechi es una de las voces que se han levantado para increpar a esa izquierda (…) a la que “no le incomoda el régimen porque no quiere mirarse en ese espejo, en ningún espejo que les devuelva su obsesión por el poder. Esa izquierda que cacarea “golpe” cada vez que le propinan un revés político, que acusa a la derecha de sus propias limitaciones, prefiere mirar para otro lado cuando se trata de Nicaragua y de las presas y presos políticos torturados en nombre de una “revolución”, que sólo existe en su imaginación”.

Por supuesto que no se trata de hurgar en el arsenal ideológico de la derecha para analizar lo que ocurre en Nicaragua ni para cuestionar la actitud de las izquierdas, sino de retomar una línea de pensamiento y práctica política democrática desde la izquierda revolucionaria, que tienen en Rosa Luxemburgo uno de sus exponentes más representativos en toda su producción intelectual, pero particularmente con su texto “La revolución rusa”, cuyos cuestionamientos cobran renovada vigencia en la realidad de Nicaragua y su gobierno auto llamado “cristiano y socialista”.

En La Revolución Rusa, Luxemburgo escribió:

“…cuanto más democráticas las instituciones, cuanto más vitales y potentes se presentan las pulsaciones de la vida política de masas, tanto más directa y total resulta su eficacia, a despecho de las insignias anquilosadas del partido, listas electorales perimidas, etc. Es cierto que toda institución democrática tiene sus límites y sus ausencias, (…) pero el remedio inventado por Trotsky y Lenin, la supresión de la democracia en general, es aún peor que el mal que se quiere evitar: sofoca, en efecto, la fuente viva de la que únicamente pueden surgir las correcciones de las insuficiencias congénitas a las instituciones sociales, una vida política activa, libre y enérgica de las más amplias masas.”[3]

Para Luxemburgo sin una ilimitada libertad de prensa, sin una vida libre de asociación y de reunión, es totalmente imposible concebir el dominio de las grandes masas populares.”[4] ¨Para ella sin elecciones generales, libertad de prensa y de reunión ilimitada, lucha libre de opinión y en toda institución pública, la vida se extingue, se torna aparente y lo único activo que queda es la burocracia.”[5]

Entre las múltiples manifestaciones de totalitarismo de la dictadura orteguista, sobresale el inhumano encarcelamiento y aislamiento que sufre la revolucionaria Dora María Téllez, bajo el cargo de “traición a la patria” que recuerda la ignominia de los juicios stalinistas contra la disidencia. Lo mismo cabe afirmar del excomandante guerrillero Hugo Torres, que murió en prisión como resultado del maltrato carcelario y de Víctor Hugo Tinoco, otra figura histórica del sandinismo, que sufre todo tipo de privaciones a pesar de su delicado estado de salud.

Al respecto Raúl Zibechi[6] escribió: “Las izquierdas del mundo tienen una enorme deuda teórica y política porque nunca miraron de frente el estalinismo, como si ese régimen no hubiera salido de las propias entrañas de la revolución rusa. Comprender cómo se llegó a ese régimen feroz y criminal encabezado por Stalin, requiere evidentemente mirarse en el espejo, sacar conclusiones serias que no pueden consistir en echar todas las culpas al enemigo, como suele hacerse siempre desde ese sector.

En diferentes escalas de aplicación, una buena parte de las izquierdas heredan del stalinismo un conjunto de rasgos como el monopolio de un partido único, la condena y persecución del pensamiento crítico bajo cargos de “desviaciones”, “traidores”, “agentes del imperialismo”, etc. y el desconocimiento de los derechos civiles, que han sido naturalizados como parte del programa revolucionario.

Otras derivaciones stalinistas son el culto y la “fe” en los dirigentes que ascienden a la categoría de “indispensables” y la justificación absoluta de cualquier error en nombre de la causa “superior” del socialismo.

De ahí derivan tres comportamientos de las izquierdas: la primera es la idea de que para que cambie el estado de cosas se necesitan figuras mesiánicas; la segunda es la idealización de las revoluciones anteriores sin estudiar ni aprender críticamente de sus errores y la tercera, el desdén de los movimientos sociales con un origen distinto a la corriente dominante en el poder. Este desdén hacia los movimientos sociales, fácilmente se torna en descalificación de todos aquellos actores sociales y sujetos políticos, que como nuestros pueblos indígenas y poblaciones afrodescendientes, no estaban consignados en los manuales soviéticos[7].

Visto por Isabel Rauber, se trata de una izquierda “forjada en tiempos de predominio del dogmatismo estéril y paralizador, sin márgenes para albergar, contener y proyectar distintas miradas o propuestas, esa izquierda partidaria de núcleo comunista mayoritario, equiparó la defensa de la revolución socialista de octubre con el alineamiento incólume irrestricto y absoluto a las definiciones provenientes de Moscú y de sus organizaciones internacionales, sintiéndose convocada a imponerlas en todo lugar como “la única” verdad revolucionaria. Y así lo hicieron no solo con sus organizaciones y posicionamientos políticos, sino también a través de publicaciones, academias, el arte… (…) sino con el conjunto de las izquierdas de siglo XX.[8].

Estamos por lo tanto ante una herencia de que busca, además de mesías, “tierras prometidas” que encarnen lo que los comunistas aprendieron a ver en la Unión Soviética. Eso es lo que algunas izquierdas quieren ver en la Nicaragua de Ortega y Murillo.

Como destacó Pierre Broué, “El estalinismo, al eliminar cualquier posición alternativa, al no permitir la existencia de críticas internas en nombre de una disciplina vertical y autoritaria, hizo del Partido Bolchevique y de las instituciones bolcheviques máquinas burocráticas de muerte. El vocabulario hacia el enemigo interno aparece en casi todos sus discursos. Las organizaciones contrarrevolucionarias se convierten en aparatos donde surge un nuevo catecismo en torno al “marxismo-leninismo”, brota una nueva religión, un dogma. Sus detractores se convierten en los enemigos directos, y más peligrosos. Aparecen frases como “desviación de derecha”, “desviación de izquierda”, “desviación pequeñoburguesa” o “influencia socialdemócrata” (Broué, 1997, p. 600-601)[9].

Pero todo apunta a que las izquierdas han cerrado los ojos esa tradición y la historia se sigue repitiendo desde 1917. Esta suerte de legitimidad ideológica y política del autoritarismo, el verticalismo y la lógica militar de orden y mando, han encontrado tierra fértil en sociedades, como las latinoamericanas, con tradiciones autocráticas y autoritarias, condición que complica el tránsito a sociedades más democráticas.

En pueblos que han vivido por años regidos por el modelo cultural y espiritual “superior – inferior”, “mando – obediencia”, no es sencillo invertir las relaciones de poder en sus prácticas cotidianas. Más bien lo “natural” es aceptar y reproducir esas relaciones en las que suele haber una figura que encarna una suerte de “hombre-dios”.

En nuestra América, esa matriz ha prevalecido, desde la colonia, dando como resultado sociedades altamente desiguales y polarizadas entre las élites y pueblos, con burocracias administrando las desigualdades para que el estado de cosas se mantenga. Es así como el proceso por el cual nuestras sociedades pasaron de sociedades cacicales prehispánicas, al modelo de dominación colonial y luego al dominio neocolonial administrado por las élites criollas, está marcado por el autoritarismo y las relaciones de sumisión.

Si la izquierda quiere prevalecer como posibilidad civilizatoria debe cuestionar y extirpar las simientes totalitarias que han sobrevivido en sus entrañas. Eso pasa por comprender y trascender el stalinismo así como los paradigmas eurocéntricos, antropocéntricos, patriarcales y economicistas que marcaron a la mayoría de las izquierdas durante el siglo XX.

Recordando a Salvador Allende, “La revolución es aprovechar lo mejor que otros hicieron y lo mejor de nuestra historia, de nuestro pueblo, para cimentar el futuro. La revolución no es arrasar y destruir. Es construir y levantar con una nueva mentalidad una patria más amplia y generosa para todos los chilenos”.[10]

———

Bibliografía

Broué, Pierre.(1992). El Partido Bolchevique. Primera edición: En francés, en 1962; En castellano, en 1973 por Editorial Ayuso, Madrid. Traducción: Ramón García

Luxemburgo, Rosa (1918). Crítica de la Revolución Rusa. [trad.] José Aricó. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1969. pág. 113. Estudio preliminar de Georgy Lukács.

_1918. Ob. Cit. pág. 118.

_1918. Ob. Cit. pág. 119

Luxemburg, Rosa (1974) “Zur russischen Revolution”, En: Gesammelte Werke, vol. 4, Berlin: Dietz, p. 359.

Merkel, Wolfgang. Por qué perduran los regímenes autoritarios. NUSO Nº 267 / Enero – Febrero 2017.

Rauber, Isabel. (2021). La época histórica de la izquierda entre el sueño revolucionario, la ideología y el pragmatismo político. Derroteros indo-afro-latinoamericanos. En: Una mirada crítica desde la izquierda. Colección Grupos de Trabajo. CLACSO. Buenos Aires. Agosto de 2021

Yauheni Kryzhanouski Del autoritarismo ruso a la guerra en Ucrania. Sin Permiso 11_12_22. Tomado de: ttps://aoc.media/analyse/2022/11/22/de-lautoritarisme-russe-a-la-guerre-en-ukraine/.

Zibechi, Raúl. Las izquierdas ante Dora María Téllez. Periódico La Jornada Viernes 02 de diciembre de 2022. P 15


[1] Guy Hermet, “El autoritarismo”, en Madeleine Grawitz, Jean Leca (dirs), Tratado de ciencia política. Vol. 2: Los regímenes políticos contemporáneos, París, PUF, 1985, p. 271.

[2] Yauheni Kryzhanouski Del autoritarismo ruso a la guerra en Ucrania. Sin Permiso diciembre 11, 2022.

[3] Luxemburgo, Rosa (1918). Crítica de la Revolución Rusa. [trad.] José Aricó. Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1969. pág. 113. Estudio preliminar de Georgy Lukács.

[4] Luxemburgo, Rosa (1918). Ob. Cit. pág. 118.

[5] Luxemburgo, Rosa (1918). Ob. Cit. pág. 119

[6] Zibechi, Raúl. Las izquierdas ante Dora María Téllez. Periódico La Jornada Viernes 02 de diciembre de 2022. P 15

[7] Para ahondar en la visón soviética del mundo, ver el texto de Afanasiev “Fundamentos del comunismo científico” (1977), publicado por Editorial Progreso de Moscú, que resume y proyecta claramente las posiciones del PCUS y de la izquierda comunista o revolucionaria del siglo XX”.

[8] Rauber, Isabel. (2021). La época histórica de la izquierda entre el sueño revolucionario, la ideología y el pragmatismo político. Derroteros indo-afro-latinoamericanos. En: Una mirada crítica desde la izquierda. Colección Grupos de Trabajo. CLACSO. Buenos Aires. Agosto de 2021

[9] Broué, Pierre. (1992). El Partido Bolchevique. Primera edición: En francés, en 1962; En castellano, en 1973 por Editorial Ayuso, Madrid. Traducción: Ramón García Fernández. Esta edición: Marxists Internet Archive, marzo 2012. Digitalización: Martin Fahlgren, 2012.

[10] Salvador Allende. Visita presidencial al Congreso Nacional de Colombia, Bogotá. 30 de agosto de 1971


Valdrack Ludwing Jaentschke Whitaker: Un hombre de las entrañas de la dictadura

Juan Carlos Cruz Barrientos

El nuevo encargado de negocios y relaciones consulares de Nicaragua en Costa Rica, Valdrack Ludwing Jaentschke Whitaker, tiene un largo historial de servidumbre a Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Originario de Bluefields, ha trabajado en relaciones exteriores desde el regreso de Daniel al gobierno, ocupándose entre otros cargos de las relaciones con los países del Caribe, desempeñándose como embajador plenipotenciario ante Surinam, un país señalado como paraíso fiscal y campo de operaciones del narcotráfico. Fue vicecanciller de la República desde 2007 hasta 2020.
Su trayectoria se caracteriza por tener altos y bajos pasando de preferido a desterrado; pero siempre dispuesto a cumplir cualquier tarea para Daniel y Rosario. En los últimos tiempos no se oía hablar de él, pero siempre ha estado en las esferas de poder como «asesor» de relaciones exteriores, también ha representado a Nicaragua en organismos internacionales como la OEA y la ONU. Quisieron ponerlo de embajador en EEUU pero no obtuvo el beneplácito de la administración Obama.
Antes de la victoria de Ortega en 2007, tenía una ONG que trabajaba con financiamiento de USAID, en el tema de la gobernabilidad y la participación ciudadana con sociedad civil, cuyo monto fue de $10 millones, pero no logró completar el período para el que fue contratado por presuntos malos manejos y parcialidad en la distribución de fondos a favor del FSLN. Luego se volvió un enemigo acérrimo de las ONG.
En la década de los 80 fue parte de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior. En ese carácter, estuvo en la embajada de Nicaragua en Honduras, mientras se dieron diversos ataques a opositores al FSLN que provocaron sus muertes. Su actuación siempre ha sido de total sumisión a los deseos del régimen, con énfasis en acciones turbias, de inteligencia e incluso violentas con efectos nefastos para los opositores.
Fuentes opositoras aseguran que su nombramiento busca, por una parte, aprovechar el pragmatismo del mandatario costarricense basado en las oportunidades de negocios y el bajo perfil del tema de los derechos humanos que ha manifestado y, por otra parte, desarrollar acciones de inteligencia en las filas de la oposición.

 

Foto: https://www.oncenoticias.hn/

Sobre el odio a los migrantes nicaragüenses y otras enfermedades sociales

Sobre el odio a los migrantes nicaragüenses y otras enfermedades sociales

Juan Carlos Cruz Barrientos

Lo ocurrido este sábado 18 con la manifestación xenofóbica es una escenificación de nacionalismo exacerbado, odio hacia la población nicaragüense y autoritarismo fascistoide largamente alimentado por sectores de la ultraderecha. Tres fenómenos que se alimentan de la irracionalidad por un lado, de la ignorancia por otro y que en común tienen un caldo de cultivo en las condiciones objetivas de vida de las víctimas del modelo económico neoliberal: desempleados, trabajadores informales y asalariados mal pagados…

Estas personas enfilan sus frustraciones hacia quienes ven como la amenaza externa a los migrantes pobres de un país con el que largamente se mantiene una relación conflictiva: la clase trabajadora nicaragüense. Sin embargo son fenómenos que deben abordarse por separado ya que la manipulación ideológica de chovinismo, el odio hacia el migrante pobre y las exhortaciones a la mano dura, son armas que tarde o temprano devienen en gobiernos autoritarios filo-fascistas que lejos de resolver los problemas estructurales, los agravan.

No podemos dar pie a ningún argumento que legitime el uso de la simbología de unidad patriótica, como es la selección nacional de fútbol, ni la supuesta relación entre migración y creciente criminalidad, para aniquilar nicaragüenses como lo pretendían los manifestantes del sábado. El supremacismo costarricense en cualquiera de sus manifestaciones, es un invento ideológico de la derecha para ocultar lo que en común tenemos todos los pueblos centroamericanos que es la creciente desigualdad social entre ricos y pobres.

Los migrantes nicaragüenses no son responsables del desempleo en Costa Rica. La causa del desempleo es el estancamiento de nuestra economía que dejó de crecer desde hace años y en eso nada tienen que ver los migrantes. Los migrantes nicaragüenses tampoco son responsables de la sobredemanda de servicios médicos en la Caja Costarricense de Seguro Social porque se trata de una migración joven que hace poco uso de los mismos. Los problemas en la calidad de atención que brinda la Caja hay que buscarlos en las malas decisiones y en la corrupción de la alta gerencia y algunos cuantos médicos inescrupulosos.

Tampoco es cierto que exista una relación estadística entre el aumento de la criminalidad y la migración nicaragüense. Dicho aumento es fruto de la actividad de las bandas de narcotraficantes y ahí tampoco tiene que ver el grueso de los migrantes nicaragüenses.

En todo caso los hechos del sábado 18 favorecen a Ortega para descalificar a los que huyen de la tiranía y de paso alimentar el desprecio hacia el pueblo costarricense. No es descartable esperar de Ortega otras sorpresas fronterizas, como autoagresiones, para desviar la atención y alimentar el sempiterno recurso del conflicto entre ambas naciones al estilo de Isla Calero.

Frente a los chistes y comentarios xenófobos, frente a la desinformación y las mentiras, frente a los llamados patrioteros, no podemos permanecer indiferentes. Una escalada del odio contra nuestros hermanos de la clase trabajadora nicaragüense tampoco resolverá los problemas estructurales que nosotros los ticos no hemos podido resolver, sólo fortalecerá a los políticos oportunistas que se valen del malestar y la frustración social para llevar agua al molino del fascismo.