El 4 de noviembre de 2024 se realizó una audiencia crucial en el Tribunal Contencioso Administrativo sobre el caso que podría definir el futuro de las playas Cabuyal, Balsal y Carbonal, en Guanacaste. En este proceso legal, la Asociación para el Rescate de la Zona Marítimo Terrestre se enfrenta a la batalla más importante de su lucha por la restitución de la propiedad pública que ha sido ilegalmente privatizada.
En 2004 y 2005, una familia influyente vinculada al Partido Liberación Nacional (PLN) logró, con el apoyo del Consejo Municipal de Nicoya, aprobar planes para privatizar estas emblemáticas playas, que históricamente han sido consideradas parte del patrimonio público del Estado costarricense. A través de maniobras legales cuestionables, se logró que 69 hectáreas de las playas Cabuyal, Balsal y Carbonal pasaran a manos privadas, lo que representa una grave violación a la Ley de Zona Marítimo Terrestre.
Lo que parecía ser un atropello a la legalidad se concretó al registrar estas playas como propiedad privada, excluyendo a los ciudadanos y limitando el acceso público a estos ecosistemas esenciales, que son patrimonio no solo de Costa Rica, sino del mundo entero.
A lo largo de los años, la Asociación para el Rescate de la Zona Marítimo Terrestre ha luchado incansablemente por revertir este proceso. Tras una demanda interpuesta en 2015, la asociación ha trabajado en la defensa del acceso público a las playas y la preservación de su estatus como parte del dominio público. Ahora, en este crucial momento, el 4 de noviembre, se realizó la audiencia que podría ser determinante para recuperar lo que históricamente pertenece a todos los costarricenses.
¡Tu presencia es fundamental!
Es crucial que el pueblo costarricense se una a esta causa. La audiencia del 4 de noviembre no solo es un evento legal, sino también una muestra de la defensa del derecho al acceso público a las playas y al respeto por el medio ambiente. El futuro de nuestras playas está en juego, y la decisión que se tome podría sentar un precedente para la protección de las zonas marítimo-terrestres en todo el país.
Se hace un llamado a toda la ciudadanía, organizaciones sociales, ambientalistas, y a todos aquellos que valoran la justicia y el patrimonio natural de Costa Rica a estar pendientes del proceso en ell Tribunal Contencioso Administrativo para respaldar esta lucha histórica por la restitución de nuestras playas al pueblo costarricense.
¡No dejemos que la privatización de nuestras playas sea el futuro de Costa Rica! La lucha por la playa Cabuyal es la lucha por el acceso a la naturaleza para todos.
Las playas Tárcoles, Bajamar, Tarcolito y Guacalillo, son receptoras permanentes, más en época lluviosa, de los desechos que recibe el río Grande de Tárcoles, el más contaminado del istmo centroamericano.
Río receptor de las peores inmundicias captadas desde el valle central, a lo largo de los recorridos de los inmundos ríos María Aguilar, Torres, Virilla, y afluentes.
Dolorosamente, los desechos sólidos y líquidos, de los vertederos de basura, se unen a los de la deficiente planta de tratamiento del AyA en tajos de la Uruca, e incontables «aportes» directos de aguas negras, descargas de fluidos de tanques sépticos y basureros clandestinos.
¡Basurero conocido y desdeñado por las autoridades ambientales y sanitarias!, que desemboca en el mar, al lado de esas, comprensiblemente, poco visitadas playas.
El esfuerzo que buenos compatriotas hacen, por recolectar plásticos en ellas, principalmente, es poco «rentable», pues en pocos días la situación «se normaliza», en virtud de que no es un asunto de visitantes cochinillos, sino de los residentes metropolitanos, que estamos a unos 70 u 80 km de la desembocadura del río, cerca de la boca del golfo de Nicoya.
Cabe mencionar, que la barda instalada para recoger desechos plásticos hace un año, con la participación de un organismo de la ONU, y empresarios privados, recogió una tonelada de plásticos en 12 meses, pero que ello no es suficiente, pues no se capturan partículas menores, ni los lixiviados de la basura, así como las aguas negras, desechos de tanques sépticos ni los contaminantes, que salen de la planta Los Tajos del AyA.
Las costas del Pacífico y del Caribe costarricense presentan serios problemas de erosión. Se proyecta que este fenómeno se agravará en las próximas décadas. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR
La erosión costera avanza a paso acelerado y vulnerabiliza los ecosistemas y comunidades del Pacífico y del Caribe que dependen del turismo
Roberto Serrano Ramírez vive en Gandoca, en el Caribe Sur costarricense, desde hace más de 20 años. Él cree que las tortugas baula (Dermochelys coriacea) llegan en menor cantidad que antes a esta zona por la erosión que el mar está provocando en las costas.
De 1 000 desoves por temporada que se registraban en el 2007, previo a la pandemia solamente se contabilizaron un poco más de 100, recuerda.
Esta realidad lo golpea, sobre todo al mencionar que en determinado momento la playa de Gandoca constituía el sitio preferido por las baulas para dejar su descendencia.
“Cuando una playa se erosiona, las arenas se trasladan a otra parte y esto impide que una tortuga pueda llegar a desovar. Las tortugas marinas tienen un fenómeno que se llama impronta, que consiste en que ellas regresan años después a desovar al mismo sitio en donde nacieron”, expresa Serrano.
Este agricultor y emprendedor depende, junto con su familia, del turismo, al igual que la mayoría de pobladores de Gandoca. Para él, si las tortugas no encuentran una playa adecuada donde desovar, migran a otros lugares donde no existe protección. Esto pone en riesgo a las poblaciones, ya disminuidas, de estos reptiles.
La playa Gandoca, localizada en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo, en la provincia de Limón, es uno de los puntos del litoral Caribe que está siendo afectado por la erosión costera.
Estudios recientes de la Universidad de Costa Rica (UCR) y de la Universidad Nacional (UNA) señalan que este proceso ha sido severo en los últimos años y se advierte sobre los cambios que muy posiblemente ocurran en el futuro.
Las consecuencias no solo son ecológicas, sino que también afectan a las comunidades de las áreas costeras.
Los científicos alertan de que la mayoría de los bordes costeros en el mundo están en estado de erosión y que un 70 % de las playas de arena están retrocediendo, como lo destaca el físico y oceanógrafo Dr. Omar Lizano Rodríguez, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la UCR.
Playas del Pacífico
En las últimas décadas ha habido erosión en la mayoría de las playas del Pacífico costarricense, incluso en la Isla del Coco, según sostiene el investigador. Este fenómeno se acentúa durante los ciclos de las mareas extraordinarias y en conjunción con otros componentes relacionados con el mar, como el aumento en el nivel del mar, el fenómeno de El Niño y las tormentas.
Aunque los estudios señalan diversos factores involucrados en los procesos de erosión de las costas, coinciden en destacar los efectos de la crisis climática como los principales responsables de los cambios en la configuración de las costas; es decir, de la pérdida de la línea de costa (que marca el límite entre la costa y la playa), la erosión y las inundaciones.
Se proyecta que el cambio climático alterará los ecosistemas y las zonas costeras. La mayor preocupación es el aumento en el nivel del mar, el cual es de aproximadamente 3 mm al año.
Este fenómeno ocurre por dos razones: el incremento de la temperatura de los océanos y, por ende, del volumen del agua (lo que se conoce como expansión térmica del agua), y el derretimiento de los casquetes polares y de los glaciares de las montañas, lo cual implica la inyección de agua dulce a los mares.
Además, ha incrementado la velocidad de los vientos y hay una mayor intensidad de los ciclones tropicales. Esto genera una mayor altura de las olas, aumento de marejadas y mareas astronómicas.
En el Caribe, el Parque Nacional Cahuita y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo son algunos de los sitios más afectados por la erosión costera. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR
“La realidad es que cada vez es más frecuente la presencia de eventos extremos. El mayor desastre costero se puede generar cuando estos fenómenos se superponen”, agrega Lizano.
El oceanógrafo asegura que las playas con mayor erosión en el Pacífico son las que están expuestas al oleaje del mar abierto, pues estas áreas “son más fácilmente alcanzadas por el oleaje fuerte y tienen pérdida permanente de sedimentos”.
En la provincia de Guanacaste, es evidente la erosión costera en playas como Punta Guiones, Carrillo, Sámara, Nosara, Ostional, Lagarto, Pitahaya, Junquillal y Tamarindo, entre otras.
El Pacífico Central también ha mostrado elevaciones en el nivel del mar, mareas astronómicas y oleaje alto, como ocurrió durante el fenómeno de El Niño de 1997 y 1998 en playa Caldera, con fuertes impactos debido a la erosión. Como resultado, se produjo la ruptura de un dique, inundaciones en un caserío cercano y frecuentes mareas que llegan a la carretera.
En playa Azul, en la margen izquierda de la desembocadura del río Grande de Tárcoles, y en playa Manuel Antonio, a la entrada del parque nacional, se observan los efectos del oleaje en las palmeras y en algunas edificaciones que tuvieron que ser abandonadas o que se las tragó el mar.
En otras playas del Pacífico Sur, como Esterillos Oeste, Central y Este, Hermosa, Bejuco, Palo Seco, Isla Damas y Dominical, también se reportan procesos de erosión intensos. “Los residentes de playa Dominical dicen que el mar se está metiendo cada año más”, indica Lizano.
El investigador sugiere que algunos de estos cambios a lo largo de la costa del Pacífico y del Caribe podrían estar vinculados a los movimientos tectónicos en esas regiones, que han producido el levantamiento o el hundimiento de algunas áreas, lo cual repercute en el aumento del nivel del mar.
En la desembocadura del río Parrita, se está formando un cordón litoral a raíz de los sedimentos que descarga el río, esto compromete las edificaciones ubicadas al oeste de la desembocadura, en playa Bandera. Foto: cortesía de Omar Lizano.
La realidad del Caribe
La erosión en varios sectores del Caribe Sur ha sido reportada en diversos estudios de la Universidad Nacional.
Carolina Acosta Quesada, Estefanía Barquero Alvarado y Francisco Domínguez Barros analizaron la situación en la playa de Gandoca, en su tesis de licenciatura en Geografía, presentada en el 2020.
Ellos analizaron los cambios morfológicos que han impactado la línea de costa de la playa Gandoca. Para esto, utilizaron fotografías aéreas y elaboraron perfiles topográficos, lo cual complementaron con los testimonios de pobladores de la comunidad.
Los lugares más afectados por la erosión en el Caribe Sur son Puerto Vargas, en el Parque Nacional Cahuita, y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo.
Entre el 2005 y el 2016, en la playa de Manzanillo, cerca de la entrada al refugio de vida silvestre, se documentó la pérdida de 2,1 metros de costa al año; es decir, 23 metros en total durante ese período.
De acuerdo con los profesionales, este fenómeno incide en el desarrollo de actividades humanas, tanto recreativas como sociales y económicas, así como en la permanencia de ecosistemas costeros de plantas y animales.
“Los habitantes de nuestra comunidad, en un gran porcentaje, viven del turismo. Y si no vienen tortugas a desovar, pues tampoco tendremos turistas. Esto hace que nuestros jóvenes tengan que salir a buscar trabajo a otras partes, que las personas que vivimos aquí, que tenemos desde hace muchos años un proyecto ecoturístico, tengamos cada vez menos fuentes de trabajo”, subraya Roberto Serrano.
Roberto Serrano, emprendedor turístico de Gandoca, afirma que la erosión costera ha tenido un impacto en la economía de los habitantes locales. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.
Además de las tortugas, entre Cahuita y Gandoca-Manzanillo se encuentran las principales áreas de arrecife de coral del Caribe costarricense. Los estudios efectuados en la zona desde 1979 evidencian que los efectos de El Niño provocaron el blanqueamiento masivo y muerte de muchas comunidades coralinas.
El trabajo de los geógrafos reveló, además, que la comunidad de Gandoca posee muy poco conocimiento sobre las causas y consecuencias de la erosión costera.
Otro indicador identificado por ellos fue la pérdida de humedales y orillales, los cuales son sitios de importancia hídrica.
Este factor es mencionado por Serrano, quien dice que ha habido afectación del bosque primario a lo largo de la costa. “La erosión ha provocado la caída de árboles inmensos, yo vi un árbol de más de 60 metros de altura caer al mar”, detalla.
Cambios tierra adentro
Pero no solamente los fenómenos que ocurren en el mar están acelerando algunos procesos de erosión costera, sino también las actividades tierra adentro. El manejo inadecuado de las cuencas hidrográficas es una de estas, pues tiene repercusiones en la calidad y cantidad de los sedimentos que llegan al mar.
“La salud de una playa son los sedimentos, son lo más importante para su constitución. Lo que está sucediendo es que los seres humanos están interviniendo tierra adentro y extrayendo arenas de las cuencas. Al hacer esto, están quitando las fuentes de estabilidad de las playas”, indica Lizano.Algunos sitios en donde se nota la acumulación de sedimentos en la playa son el prestero de Junquillal, en la desembocadura del río Venado; en playa Azul, en la desembocadura del río Grande de Tárcoles; del río Coto en playa Zancudo y del río Parrita en playa Bandera.
“En Parrita —añade el científico— se está formando un cordón litoral a raíz de los sedimentos que descarga el río, esto compromete las edificaciones existentes al oeste de la desembocadura”.
La quema de manglares, como se identificó en el Humedal Nacional Térraba-Sierpe, en el Pacífico Sur, también provoca serios problemas de erosión. Estos ecosistemas son de gran importancia en los litorales costeros, pues tienen un efecto amortiguador del oleaje durante las tormentas marinas, los tsunamis y huracanes, y constituyen un hábitat fundamental para gran cantidad de especies marinas.
Frente a estos embates en las costas, algunas instituciones y comunidades desarrollan acciones de mitigación. En Gandoca, el pueblo ha participado en campañas de reforestación del manglar y de especies de árboles nativos.
Esta iniciativa generó empleo también para las mujeres. “Ellas, durante varios meses, sembraron árboles de coco y uva de playa. Nosotros sembramos mangle colorado. Actualmente, ese mangle está creciendo y estamos muy felices, porque se está multiplicando”, comenta Serrano con un tono de esperanza.
Patricia Blanco Picado,
Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR
Estudio a escala mundial que incluye a Costa Rica, determina que los desechos plásticos que llegan a las costas contienen algunas sustancias químicas tóxicas que podrían causar daños a los ecosistemas marinos y la salud humana.
Las botellas, envases y contenedores de plástico, viajan y se acumulan en las costas a nivel mundial, y con ellos, algunas sustancias químicas que pueden provocar daños tanto al ambiente como a la salud humana.
Durante el 2020 y el 2021, la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN, por sus siglas en inglés), de la cual el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (Iret-UNA) forma parte, realizó una investigación sobre las sustancias químicas tóxicas adheridas e impregnadas en los plásticos y los efectos que tienen durante su producción, uso, reciclado y eliminación.
El estudio se realizó en 22 localidades a nivel mundial, incluyendo sitios en África, Norte y Sudamérica, Asia, Australia, el Caribe y Europa, donde participaron 23 Organizaciones no Gubernamentales. Para Costa Rica se muestreó playa Mantas en el Pacífico Central.
De acuerdo con Fernando Ramírez del Iret-UNA, los aditivos químicos tóxicos analizados fueron estabilizadores ultravioleta y bifenilos policlorados. “A los plásticos se les agregan intencionalmente sustancias estabilizadoras de radiación o luz ultravioleta denominados benzotriazoles (BUV por sus siglas en inglés) para evitar su degradación por la luz solar. En Estados Unidos se han regulado varios BUVs y se promueve que uno de ellos, el UV-128, usado en productos de consumo humano como cosméticos, revestimientos y embalajes de alimentos, se incluya en el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) por su toxicidad”, explicó Ramírez.
Por su parte, los bifenilos policlorados (PCB) se prohibieron bajo el Convenio de Estocolmo desde el 2001 por su alta toxicidad, persistencia en el medio, capacidad de transportarse a largas distancias y propensión a producir cáncer en los humanos; ya Japón y Estados Unidos los habían dejado de producir en 1972 y 1977, respectivamente. Sin embargo, de acuerdo con el investigador, debido al uso generalizado que tuvieron en años anteriores, todavía se encuentran en el ambiente.
Además, en la producción de materiales plásticos, según explica Ramírez, frecuentemente se utilizan sustancias químicas tóxicas, como retardantes de llama que contienen compuestos bromados, BUVs y bisfenoles. En anteriores estudios, el IPEN demostró que muchas de estas sustancias químicas pueden perturbar el sistema endocrino y resultar dañinas para la salud humana y ambiental.
“Se sabe que los pellets de plástico, es decir, los materiales resinosos que se utilizan para producir elementos plásticos, se pierden o derraman durante la producción y el transporte, y se llegan a encontrar en las playas de todo el mundo. Las mediciones más recientes realizadas por IPEN a nivel global, revelan que estos pellets contienen PCB, es decir, contaminantes orgánicos persistentes que ya han sido prohibidos, así como BUVs, es decir, aditivos plásticos tóxicos”, detalló Ramírez.
El investigador también indica que, si bien el reciclado disminuye la contaminación por plásticos, el IPEN ya había mostrado que los aditivos tóxicos en los plásticos se mantienen en los nuevos productos.
Estudio en playas
Los pellets plásticos, de resinas vírgenes o reciclados, son piezas pequeñas en forma de lenteja, que durante su almacenamiento, transporte o producción, sufren pérdidas por derrames, que inevitablemente llegan a los mares, lo que explica que se encuentren en todo el planeta.
Se escogieron pellets de color amarillento para su análisis; se tomaron 5 submuestras con 5 pellets cada una. Se prepararon los extractos y se midieron por medio de cromatografía de gases/ espectrometría de masas (GC-MS). Las muestras se analizaron en la Universidad de Química y Tecnología de Praga, en la República Checa.
Los investigadores hallaron que todas las muestras de todas las localidades contenían los diez BUV y los trece PCB incluidos en el estudio. La mitad de las localidades tenían muestras con niveles de PCB altos o extremadamente contaminados.
Asimismo, todas las muestras contenían, por lo menos, un tipo de aditivo químico tóxico y 21 muestras contenían aditivos de cada uno de los tres grupos sometidos a prueba. Solamente una muestra, proveniente de Vietnam, contenía un solo tipo de contaminante. Más de la mitad de las muestras contenían once o más de los 18 aditivos químicos tóxicos analizados.
En playa Mantas en Costa Rica, se encontraron concentraciones de PCBs entre 3,2 y 45,1 ng/g, que coloca a esos pellets plásticos en la categoría entre no contaminados y ligeramente contaminados, “si bien estas concentraciones no son altas, sí son resultados que indican que los residuos plásticos pueden estar trasladando y concentrando contaminación física y química en las playas”.
Los pellets encontrados en el país contenían todos los 10 BUVs analizados, con concentraciones de rango medio (entre 179 y 906 ng/g), comparadas con las de otros países.Esto confirma la contaminación y la toxicidad crónica a que pueden estar sujetos los organismos marinos por sustancias adsorbidas o añadidas a los plásticos.
Ante estos resultados, algunas de las recomendaciones de IPEN se enfocan en asegurar que las industrias establezcan procedimientos que eviten los derrames de pellets plásticos, así como el dejar de añadir sustancias químicas tóxicas a sus productos, incluir los ingredientes de los plásticos, junto con los aditivos, en las etiquetas para poder rastrear los contenidos químicos a lo largo de su vida útil y de las diferentes etapas de los desechos de plástico.
“La conclusión más importante de este estudio es que los gobiernos deben trabajar para reducir la producción de plásticos no esenciales a nivel mundial, pues se encontraron concentraciones de sustancias químicas especialmente altas en países africanos, aún sabiendo que no son los mayores productores de plásticos o químicos. Los acuerdos globales deberán evitar la liberación de plásticos al ambiente y prohibir el uso de sustancias químicas tóxicas en la elaboración de productos plásticos, tanto nuevos como reciclados”, concluyó Ramírez.
Se han tomado muestras en 11 playas costarricenses de las costas del Pacífico y el Caribe
Monitoreo de microplásticos en playas
Los microplásticos identificados en varias playas de Costa Rica tienen diferentes tamaños, formas y colores. Foto: Karla Richmond.
La presencia de residuos de plástico en el ambiente es una realidad que hasta hace muy poco tiempo se ha empezado a estudiar en el mundo.
La Universidad de Costa Rica (UCR) inició un primer estudio en playas de las costas del Pacífico y del Caribe, con la idea de crear una línea de investigación permanente en este campo.
Desde el 2007, esta institución participa en el proyecto internacional de investigación titulado “Fortalecimiento de la vigilancia y respuesta regionales para entornos marinos y costeros sostenibles”, financiado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en el que uno de sus componentes es el estudio de los microplásticos en los ecosistemas marinos.
“Las zonas costeras y el mar en general están inundados de microplásticos. Estas pequeñas partículas ya han empezado a encontrarse en los tractos digestivos de peces y en el plancton”, aseguró Álvaro Morales Ramírez, investigador del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) y coordinador del proyecto por parte de la UCR.
Hasta el momento se han obtenido muestras de microplásticos en arenas de cinco playas del mar Caribe y seis del océano Pacífico, por medio de una técnica con la que se logran identificar las pequeñas partículas de plástico.
Cualquier partícula de plástico con un tamaño menor o igual a cinco milímetros es un microplástico. Mayor a esta cantidad se le considera un macroplástico.
Juan Guillermo Sagot Valverde, laboratorista químico del Cimar, se capacitó en la Universidad de Niteroi, en Brasil, en las técnicas usadas para recolectar residuos de plásticos en arenas de playas. Este país es uno de los pioneros en Latinoamérica en el monitoreo de microplásticos.
Según explicó Sagot, se han identificado microplásticos en Jacó, Esterillos, Puntarenas y Punta Morales, en el Pacífico, y en Manzanillo, Cocles, Puerto Viejo, Cieneguita, Playa Bonita y Westfalia, en el Caribe.
Entre los materiales que más se identificaron figuran principalmente polietileno y estereofón (poliestireno). En playa Jacó, por ejemplo, de todas las muestras obtenidas, un 68 % corresponde a estereofón.
Juan Guillermo Sagot, laboratorista químico del Cimar, se capacitó en Brasil en las técnicas para el monitoreo e identificación de microplásticos en la arena de las playas. Foto: Karla Richmond.
En esta playa del Pacífico se localizaron 67 microplásticos en 100 metros de arena, lo que corresponde a 54 por metro cuadrado y 21 por kilogramo.
Entre tanto, en Cieneguita, en el centro de la ciudad de Limón, se identificaron 120 microplásticos en 100 metros de arena, 96 por metro cuadrado y 52 por kilogramo.
“Extraer los fragmentos nos permitirá extrapolar los resultados y tener una noción de la masa de plásticos que están entrando al mar”, dijo Morales.
A partir de las muestras recolectadas, los investigadores del Cimar determinaron el tipo de plástico, la cantidad de microplásticos encontrada por metro cuadrado de arena seca y la abundancia según los colores. Este último aspecto es importante, ya que los colorantes sirven para diferenciar los tipos de materias usadas durante el proceso de fabricación del plástico.
El análisis de esta partículas se realiza con técnicas infrarrojas, así se podrán establecer las posibles fuentes de origen de los microplásticos. El Centro de Investigación en Electroquímica y Energía Química (Celeq), de la UCR, facilita el uso del equipo especializado con esta finalidad.
Hasta el momento se han tomado muestras de arena en cinco playas del mar Caribe y seis del océano Pacífico, por medio de una técnica con la que se logran identificar las pequeñas partículas de plástico. Foto: cortesía Laura Brenes.
Monitoreo regional
El estudio de los microplásticos se realiza mediante un método estandarizado, con el objetivo de comparar resultados de los 12 países latinoamericanos y del Caribe que participan en la investigación internacional.
La técnica se aplica para la identificación de microplásticos en las arenas de las playas y consiste en seleccionar cinco puntos a lo largo de 100 metros, con 20 metros de distancia entre un punto y otro. Con la ayuda de un cuadrante de madera de 50 centímetros cuadrados, se recoge la arena de la capa superficial y se separan los materiales vegetales como conchas, hojas y pedazos de madera.
Los microplásticos son transportados por las corrientes marinas y se depositan en la superficie de la arena debido a que son muy livianos. En el caso de las micropartículas de estereofón, estas son muy volátiles y se ha observado que llegan al mar por el aire.
De acuerdo con Morales, el estudio de microplásticos en Costa Rica es el primer esfuerzo para detectar la presencia de microplásticos en las playas, ya que es en estos lugares donde los residuos de plástico tienden a depositarse. “La idea es que esto sea una fase que nos permita establecer un programa de monitoreo en el Cimar, con el apoyo de otros centros de investigación de la UCR, para los estudios de los microplásticos en las costas del país”, aseguró.
Además de los microplásticos, los otros componentes del proyecto regional son el análisis de plaguicidas en aguas costeras, la acidificación de los océanos y la creación de un sistema de alerta temprano para evitar los efectos en la salud de las mareas rojas. A todos estos elementos se les conoce como estresores marino-costeros.
De acuerdo con los científicos, se está observando una transferencia de los microplásticos en la cadena alimentaria. Foto: Karla Richmond.
De la UCR participan en el proyecto, además del Cimar, el Centro de Investigación en Contaminación Ambiental (CICA), el Centro de Investigación en Estructuras Microscópicas (Ciemic) y el Centro de Investigación en Ciencias Atómicas, Nucleares y Moleculares (Cicanum).
«El OIEA, por medio de Arcal (Acuerdo Regional de Cooperación para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología Nucleares en América Latina y el Caribe), tiene como objetivo que la información generada en el marco del proyecto de investigación se ponga a disposición de tomadores de decisión en un lenguaje adecuado para mejores políticas públicas en las zonas costeras», expresó el investigador.
Efectos en el mar
En el Pacífico norte existen dos grandes giros océanicos donde se concentran miles de toneladas de plástico, son las conocidas “islas de plástico”.
Si los seres humanos seguimos contaminando, para el 2050 el planeta tendrá más plástico que peces en los océanos, proyectan los científicos.
El vertido de plásticos en el mar tiene efectos negativos para la fauna, incluyendo para los seres vivos más pequeños, como el zooplacton. “Los microcrustáceos que se alimentan de microalgas están consumiendo esos microplásticos porque se confunden, ellos tienen mecanismos de filtración y no distinguen entre una microalga y una partícula muy pequeña de plástico”, indicó Morales.
Además, el zooplancton es el alimento de muchas especies de peces de interés comercial. Por lo tanto, “lo que estamos observando es una transferencia de esos microplásticos en la cadena alimentaria”, advirtió.
El proyecto “Fortalecimiento de la vigilancia y respuesta regionales para entornos marinos y costeros sostenibles” cuenta con una plataforma web, donde se colocará los resultados de la investigación sobre microplásticos, acidificación y marea rojas de todos los países, con el fin de que puedan ser consultados por el público y por los sectores tomadores de decisiones.
Más de 100 personas participaron en un proceso de formación en temas ambientales
Después de una mejenga bajo el sol, las personas participantes se juntaron para tomarse una foto. Foto: Eric Gómez Leitón.
Más de cien personas, entre niños, niñas, adolescentes y adultos; comenzaron un proceso de formación en temas ambientales para la Isla Caballo. Con exposiciones, juegos y talleres, se celebró la feria ambiental “Playas más limpias para las islas”, el pasado 28 de noviembre en Playa Coronado y Playa Torres, en Isla Caballo.
La feria es una iniciativa de la Red Interinstitucional y Comunal pro-Puntarenas. Esta organización reúne a instituciones puntarenenses públicas y privadas que articulan procesos en cinco ejes distintos: ambiente, salud, educación, seguridad y sociedad.
La Sede del Pacífico de la Universidad de Costa Rica (UCR) participa de la Red mediante el proyecto de acción social “Promoción de iniciativas socio ambientales” (ED-3037). Su trabajo se articula con el de la Fuerza Pública, la Policía Turística, la Municipalidad de Puntarenas, la Universidad Técnica Nacional (UTN), la Universidad Estatal a Distancia (UNED), el Instituto Costarricense de Pesca y Agricultura (INCOPESCA) y el Instituto Nacional de Seguros (INS). Del sector privado participan el Hotel Fiesta, COONATRAMAR, el Parque Marino del Pacífico y la Cámara de Turismo de Puntarenas.
Las niños, niños y adolescentes que participaron de las actividades pertenecen a las centros educativos de la isla. Ellos y ellas recibieron charlas sobre temáticas muy variadas, como la manera de evitar el plástico de un sólo uso, compostaje, habilidades para la vida, riesgos de los incendios forestales y cómo evitar criaderos de zika y dengue.
Los niños y niñas de escuela aprendieron a identificar a qué profundidad viven ciertas especies marinas. Foto: Eric Gómez Leitón.
“En Puntarenas hemos venido trabajando con enfoque en las comunidades más vulnerables y también con población infantil. Creemos que es a esta población a la que tenemos que ir instruyendo porque son el futuro y lo que podemos ir moldeando en estos temas, para que en un futuro muy próximo podamos tener una cultura idónea en temas ambientales”, explicó Maribel Brenes Masís, coordinadora de la Red y directora de operaciones de CONATRAMAR.
Pilar Arguedas Rodríguez, funcionaria de la Unidad de Control y Calidad Ambiental de INCOPESCA, comentó que Isla Caballo se eligió ante la perspectiva de un gran abandono institucional. En el territorio no hay agua potable, no hay electricidad, ni se cuenta con recolección de desechos, por lo que se presentan muchas quemas y la gente entierra o tira al mar la basura.
Aunque las condiciones son diferentes en cada isla puntarenense, se presentan problemas similares en el ámbito social y ambiental, por eso la Red está comenzando un proceso educativo en estos territorios. “Esto no va a ser una única vez. La fe es que se pueda replicar en las demás islas, ya que son sitios que por la dificultad de acceso tienen muy poca intervención institucional”, agregó Arguedas.
Para Olger Núñez Jiménez, funcionario del SINAC a cargo de la administración del Refugio Nacional de Vida Silvestre Isla San Lucas, lo más importante es la estabilidad de los procesos. Considera importante que haya actividades durante todo el año, más allá del Día del Árbol o el Día de los Océanos, que busquen que las personas se sensibilicen y empiecen procesos.
“No hacemos nada con venir hoy y hacer una actividad acá y que la gente no cambie la forma de pensar. Alguna de la participación que hemos hecho es evitar las quemas, el plástico de un sólo uso y a la vez que a la persona le quede esa espinita de qué es reciclar, qué es separación de residuos, cómo puedo evitar utilizar algunos productos que realmente no me hacen falta. Así empiezas a hacer un cambio en el pensamiento”, concluyó Núñez.
Angélica Castro Camacho
Unidad de Comunicación Vicerrectoría de Acción Social
Distrito de Pavones de Río Claro se beneficia de un proyecto de extensión docente
Tatiana Carmona Rizo,
Periodista Oficina de Divulgación e Información
La Universidad de Costa Rica junto a pobladores del pueblo de Pavones de Río Claro impulsan en esta zona un proyecto de turismo rural comunitario (foto: Denis Castro).
Por medio de un proyecto de extensión docente llamado Gestión de Emprendimientos para la Economía Social, la Universidad de Costa Rica impulsa el desarrollo del turismo rural comunitario en la zona de Pavones de Río Claro de Golfito.
Con el objetivo de aprovechar los recursos naturales y el talento humano de la región, desde hace más de tres años, funcionarios y estudiantes de la UCR impulsan junto a los vecinos de Pavones en un proyecto turístico llamado Coopeirigüi.
Coopeirigüi es un colectivo que agrupa a 29 emprendedores de Pavones, que ofrecen diferentes servicios de turismo, bajo el modelo cooperativista. En él participan indígenas, mujeres artesanas, dueños de restaurantes, finqueros, vendedores de comidas tradicionales, jefas de hogar, entre otros.
Gracias al proyecto de la UCR, todos estos y estas emprendedoras han recibido capacitación en temas como mercadeo, elaboración de proyectos, imagen e identidad de sus empresas, y otras herramientas para impulsar sus negocios y la cooperativa.
Este apoyo de la UCR, le ha permitido al grupo integrar todas las actividades comerciales en una cooperativa que centraliza y vende los productos y servicios; y que al mismo tiempo beneficia a todos sus miembros por igual.
Gracias a las capacitaciones, los y las pequeñas empresarias han fortalecido sus empresas y han logrado robustecer la economía de un distrito que cuenta con muchos recursos naturales, pero la infraestructura turística y las fuentes de trabajo son escasas.
El proyecto de extensión docente por medio del cual la UCR apoya a esta población, es impulsado por la Maestría de Administración Pública con énfasis en Cooperativas de la UCR, en alianza con el Centro de Estudios y Capacitación Cooperativa CENECOOP.
Gracias a una propuesta de emprendedurismo planteada por la Universidad de Costa Rica, hoy el pueblo de Pavones de Río Claro de Golfito cuenta con un proyecto de turismo rural comunitario para el beneficio de sus habitantes.
La iniciativa de crear una Cooperativa en la zona de pavones nació gracias a la M.Sc. Wendy Prendas Segura, egresada del recinto de Golfito de la UCR, quien planteó como parte de su proyecto de tesis, la necesidad de impulsar el turismo rural comunitario en esta zona (foto: Denis Castro).
Por medio de las capacitaciones que le ha brindado la UCR a este colectivo, los pobladores han logrado organizarse e impulsar sus pequeños negocios (foto: Denis Castro).
Parte de los beneficiados del proyecto son los miembros del grupo indígena de Altamira de Pavones, quienes por medio de la cooperativa venden artesanías, sombreros, bolsos, muñecas, bisutería e incluso chicha de maíz (foto: Denis Castro).
Los y las indígenas también elaboran bolsos y sombreros hechos a mano a base de materia prima natural (foto: Denis Castro).
Elvira Batista es miembro de esta cooperativa, ella diseña piezas bajo el concepto de arte precolombino (foto: Denis Castro).
Las cabalgatas en la playa son parte de las actividades que le ofrece al turismo el grupo Coopeirigüi (foto: Denis Castro).
Otros miembros de la cooperativa también diseñan collares, prendas de vestir y aretes (foto: Denis Castro).
Gracias a las capacitaciones que le ha brindado la UCR a este colectivo, los pobladores han logrado organizarse e impulsar sus pequeños negocios (foto: Denis Castro).
Los miembros de Coopeirigüi esperan aumentar la visita de turistas durante todo el año, y no sólo en verano, ya que la zona posee muchos recursos naturales y ofrece además del surf diferentes actividades para el entretenimiento, como los son: las visitas a las cataratas, las cabalgatas y las caminatas, entre otras (foto Denis Castro).