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Etiqueta: Rey Carlos III

¡Ya basta de monarquías!

Mag. José A. Amesty Rivera

Quedamos estupefactos, indignados, alarmados y sin creer, cuando por televisión, era transmitida a nivel mundial, la coronación del rey Carlos III en Londres.

Recordemos que, este increíble acto oficial británico obedece a la llamada Commonwealth, que es la organización, fundada en 1931, y creada por el Reino Unido, para tratar de dar continuidad territorial y política a aquellos territorios y países que habían tenido relación con el Imperio británico, pero sobre los que ya no tenían tanto poder.

Algunos países, conocidos como los reinos de la Commonwealth son actualmente: Antigua y Barbuda, Australia, las Bahamas, Belice, Canadá, Granada, Jamaica, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, las Islas Salomón, Tuvalu, el Reino Unido y, hasta hace poco, Barbados.

A su vez, quien lidera la Commonwealth, es el rey Carlos III del Reino Unido, cabeza de la organización, según los principios de la Mancomunidad, «símbolo de la libre asociación de sus miembros«.

Resulta igualmente asombroso que, según el profesor costarricense Juan Félix Montero Aguilar en su artículo: «Algún día el mundo quedará libre de monarquías«, señala que las «monarquías han dejado una estela de opresión en sus pueblos y súbditos y en particular de explotación, esclavitud, saqueo, masacres, genocidio en sus colonias y excolonias, con lo cual han alimentado su lujo y derroche».

Cuando observamos la coronación, nos indignamos ante tanto lujo y derroche como lo señala el profesor Montero Aguilar, y es lo que pretende este artículo, mostrar tanta riqueza, ante tanta necesidad en el mundo.

En la ceremonia suntuosa, por decir un mínimo adjetivo, por ejemplo, el carruaje donde fue paseado el coronado rey, según la BBC News Mundo, llamada «Carruaje del Jubileo de Diamante, la majestuosa carroza es de apariencia antigua, pero con comodidades modernas como calefacción, aire acondicionado, ventanillas eléctricas, suspensión hidráulica«.  

La Corona de San Eduardo, fue la colocada al rey durante la ceremonia, la estructura es de oro macizo, incrustada de rubíes, amatistas, zafiros, granates, topacios y gemas de turmalina.

La Silla de la Coronación es un trono, llamado El Trono de San Eduardo, con decoraciones bañadas en oro.

El primado de la Iglesia de Inglaterra, le puso a la reina Camila (esposa del rey Carlos III), la Corona de la reina María que fue hecha en 1911, para la abuela de la reina Isabel II. La Corona es de plata, cubierta por 2.200 diamantes, tres diamantes de estos, llamados de Cullinan fueron extraídos del diamante más grande del mundo.

Otro Carruaje de Estado de Oro, hecho en madera y bañado en oro.

Para no hacer tan extenso los privilegios, fortuna y otros, de la familia real británica, resumimos según el semanario The Sunday Times, incluyó a la reina Isabel II en su lista de las personas más ricas de Reino Unido con US$430 millones, mientras que la revista Forbes estimó su riqueza en US$500 millones.

También es difícil de calcular cuánto le cuesta la familia real al contribuyente inglés, la seguridad de la familia real, de la que normalmente se encarga la Policía Metropolitana.

David McClure, experto en la realeza y autor del libro «The Queen’s True Worth» (El verdadero valor de la reina), ha estimado que el costo del gobierno para proteger a la familia supera los US$100 millones anuales.

Sin embargo, otras organizaciones como Republic, que aboga por el republicanismo, estima que el costo total de la monarquía, tomando en cuenta los costos de seguridad, es de alrededor de 345 millones de libras esterlinas (casi US$400 millones).

Lo anterior es un derroche y una desfachatez de solo una familia monárquica, que se pavonea a nivel mundial por tv.

Mientras tanto, migrantes de varios países, no importa ahora de que país y de que huyen, con niñas y niños, pululan en las fronteras de varios países de América Latina y el mundo, con hambre, semi desnudos, sucios y sin ninguna garantía de poder salir adelante en otra nación.  

Datos más macroeconómicos, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, «entre 702 y 828 millones de personas enfrentaron hambre en 2021«.

Según la Fundación Acción contra el Hambre, cada día 24.000 personas mueren de hambre en el mundo. De ellas, 18.000 son niños y niñas de entre uno y cuatro años. Es decir, ocho de cada diez personas que pierden la vida por culpa del hambre son niños muy pequeños. Esta tragedia afecta especialmente a aquellos lugares que no tienen acceso a alimentos, agua potable, atención sanitaria y todos aquellos servicios básicos para una vida digna.

Así mismo, la escasez de alimentos es una de las principales causas del hambre en el mundo. La Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que entre 720 y 811 millones de personas sufrieron hambre en el año 2020.

Además, la ONU ofrece datos de cómo está repartido el hambre y la desnutrición en el mundo. Unos 282 millones de personas viven en África, 418 millones viven en Asia y 60 millones viven en América Latina y el Caribe.

Los datos son abrumadores y extensos, así como los datos del derroche de las monarquias. Por ello es indignante ver como se le da cobertura a nivel mundial a un acto tan cursi, tan vano y tan inverosímil, ante tanta necesidad en el mundo.

Es momento que desaparezca la monarquía, porque es imposible mantener este tipo de gobierno que se caracteriza por: ser un sistema político basado en el gobierno de una sola persona, es decir, que tiene poder absoluto. Tener un rey o reina que solo puede acceder al cargo de manera hereditaria. Tener un monarca que es símbolo de continuidad. Ser una única organización político-administrativa. Estar constituida por normas y mandatos retrógrados. Ser un reinado vitalicio, es decir, que gobierna el mismo linaje real de por vida, excepto que el sistema evolucione o sea derrocado.

Finalmente, se agrega a esta trama perversa, inhumana y sin sentido, lo que acertadamente señala el profesor Montero Aguilar, esta monarquía inglesa y las otras son toleradas por el capitalismo, «con tal que sean monarquías capitalistas«.

Porque el capitalismo, se basa en el máximo beneficio económico sin plantearse ningún límite. Y eso, en un mundo limitado, no es compatible. Cuando el fin es la rentabilidad económica, el bienestar social queda en segundo lugar. No hay capitalismo bueno o malo, siempre es malo en sentido objetivo, no moral, porque genera enfermedad y muerte.

En una sociedad capitalista, como la que vivimos, se centraliza en el desarrollo per se del individuo, defiende la propiedad privada, acumula riqueza y poder, desarrolla la tecnología y explota los recursos naturales. La proposición fundamental del capitalismo es, “vamos a hacer dinero”.

 

Imagen: https://letraslibres.com/

La «PIEDRA DEL DESTINO» en la coronación del Rey Carlos III

Freddy Pacheco León

Detrás de un bloque de arenisca conocido como «La Piedra del Destino» (The Stone of Destiny» , 152 kilos) se resumen hechos históricos que se pierden en tiempos inmemoriales, pero siempre presente en los habitantes de Escocia.  Se trata de un símbolo «sagrado» de la desaparecida monarquía escocesa, utilizado durante siglos en la coronación de sus reyes, que, en un acto altanero, el rey inglés Eduardo I arrebató a los escoceses, llevó a Inglaterra, y usó como pieza del entonces nuevo trono tallado en roble, que vemos en la Abadía de Westminster. Así, desde 1.296, el trono inglés, con la muy valorada «piedra» escocesa, se utilizó, para vergüenza de los habitantes del norte, en las ceremonias de coronación de los reyes ingleses y eventualmente británicos, ante la rabia contenida de algunos habitantes de Escocia, pues todos sus reyes habían sido coronados sobre esta piedra, desde Kenneth I (847) hasta John Balliot (1296).

Pero sucedió un hecho relevante que elevó el espíritu nacionalista escocés. Sucedió en la Navidad de 1950, cuando cuatro estudiantes universitarios escoceses, tomando riesgos que sólo su nacionalismo estimulaba, ingresaron de madrugada a la Abadía de Westminster, al lado del Palacio del Parlamento Británico, la separaron del viejo trono y la regresaron a su tierra, provocando, entre otros, que 400 años después de no suceder, se diera el cierre de fronteras entre Escocia e Inglaterra, con el fin de tratar de evitar su traslado hacia el norte. No lo lograron y así, tres meses después apareció en el altar mayor de la Abadía, parcialmente en ruinas, del pequeño pueblo de Arbroath, en Angus, en la costa oriental de Escocia, entre Dundee y Aberdeen, donde voluntariamente la colocaron los estudiantes. Y escogieron ese sitio pues no solo porque allí yacen los restos de Guillermo I, soberano de Escocia hasta el 1.214, sino porque, y esto es más relevante y simbólico, en el lugar, en el año 1.320, se había proclamado una  histórica declaración de independencia de su país.

Gavin Vernon, Ian Hamilton, Alan Stuart y Kay Matheson, son los recordados estudiantes nacionalistas escoceses que ejecutaron la extraordinaria hazaña aplaudida por su pueblo. Recobrar de las entrañas del centro más importante de la monarquía británica, un tesoro que se creía perdido, fue algo extraordinario.  Aunque al momento de manipularla se partió en dos, lo cierto es que velaron por ella, y cuando percibieron que ya habían cumplido su objetivo, pues la noticia había corrido por el mundo, consideraron que había llegado el momento de exponerla para que las autoridades la resguardaran.

El 11 de abril de 1951, la «Piedra del Destino» fue devuelta a la Abadía de Westminster, al trono donde una vez, más de tres siglos antes, fue compañera de la coronación de los reyes ingleses y británicos. En la coronación de la reina Isabel II, en junio de 1953, la piedra fue nuevamente protagonista. Pero ya su destino había sido marcado por la acción de los audaces estudiantes de Glasgow, por lo cual, 43 años después, por decisión de la Reina Isabel II y el Primer Ministro John Major, fue solemnemente devuelta a Escocia, a su formidable Castillo de Edinburgo, donde, desde entonces, es admirada por millones de visitantes todos los años.

Es oportuno señalar, lo sucedido a los audaces estudiantes. Jamás fueron procesados por su acción, pues, entre otros, nadie resultó herido, y porque «Hacer algo por tu país sin que se derramase ni una gota de sangre, es algo de lo que se debe estar orgulloso», expresaron las autoridades.

Pero la historia sigue escribiendo páginas. El sábado 6 de mayo, por petición del Rey Carlos III, como un acto amistoso, fraternal, entre Escocia e Inglaterra, la  «Piedra del Destino» fue parte importante de la ceremonia de coronación del nuevo monarca británico, a donde fue trasladada muy cuidadosamente. Después será expuesta nuevamente en la bellísima ciudad capital de Escocia, Edinburgo.