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Etiqueta: Segunda República Española en el exilio

El Plus Ultra y la travesía España-América

Gabe Abrahams

El 22 de enero de 1926, el hidroavión Plus Ultra inició el primer vuelo transoceánico entre España y América. El hidroavión realizó la Travesía España-América, desde el Puerto de Palos de la Frontera hasta Buenos Aires, finalizando el recorrido el 10 de febrero de 1926.

La tripulación del Plus Ultra estuvo compuesta por dos oficiales de la Aeronáutica Militar, el comandante Ramón Franco Bahamonde y el capitán Julio Ruiz de Alda Miqueleiz; por un oficial de la Aeronáutica Naval, el teniente de navío Juan Manuel Durán González; y por un mecánico de la Aeronáutica Militar, el cabo Pablo Rada Ustarroz, todos militares y de nacionalidad española.

El asesor de la tripulación del Plus Ultra fue el comandante Emilio Herrera Linares, futuro presidente del gobierno de la Segunda República Española en el exilio y quien hasta esa fecha destacaba por haber vencido en competiciones de aeróstatos y por ser plusmarquista de varias travesías internacionales con el monoplano Nieuport. Creador del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, embrión del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), Herrera había estudiado la Travesía España-América, lo cual le ayudó a aportar datos atmosféricos y geográficos claves para el éxito de la misma.

El histórico vuelo del hidroavión Plus Ultra se consumó en varias etapas. La primera etapa se inició en el muelle de La Calzadilla de Palos de la Frontera (Huelva), finalizando ocho horas después en el Puerto de la Luz, en la bahía de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, capital de la isla de Gran Canaria.

En la segunda etapa, el Plus Ultra partió desde la bahía de Gando, Telde (isla de Gran Canaria). Tras 9 horas de vuelo con baja visibilidad, llegó a Praia, Cabo Verde, batiendo en esa etapa por primera vez el récord mundial de distancia y de velocidad de un hidroavión.

La tercera etapa debía llevarse a cabo entre Cabo Verde y Pernambuco, Brasil, pero por culpa de los fuertes vientos la ruta concluyó en la isla de Fernando de Noronha. Unos depósitos de combustible casi vacíos, además de los fuertes vientos, obligaron a la tripulación a detenerse antes de lo previsto.

La siguiente etapa del Plus Ultra consistió en recorrer los 540 km que separan la isla de Fernando de Noronha y Recife, Pernambuco. Esa etapa, corta comparada con las anteriores, fue la de mayores problemas. Se rompió la hélice posterior del Plus Ultra y el hidroavión tuvo que mantener el vuelo solo con el motor delantero y a pocos metros por encima del mar. En Recife, la tripulación consiguió las hélices de repuesto.

El 4 de febrero, el Plus Ultra llegó a Río de Janeiro, Brasil, tras 12 horas y 15 minutos de vuelo, en medio del entusiasmo de una multitud entregada. El día 9, alcanzó Montevideo, Uruguay. Y el día 10, concluyó su última etapa y la travesía en Buenos Aires, Argentina, siendo también aclamado por una multitud.

De esta forma, el 10 de febrero de 1926 el Plus Ultra culminó una hazaña única, la Travesía España-América, ante la mirada atenta de miles de entusiastas que colmaron la avenida Costanera de Buenos Aires para ver cómo el hidroavión acuatizaba, exactamente a las 12:35, en el sector sur del Muelle de Pescadores, frente al Balneario Municipal.

Los récords conseguidos por el Plus Ultra y su tripulación a lo largo de la travesía fueron numerosos. Más allá de varias plusmarcas mundiales de distancia y de velocidad de un hidroavión, se alcanzaron las plusmarcas de la Travesía España-América, de la Travesía España-Argentina, de la Travesía España-Uruguay y de la Travesía España-Brasil.

Tras la histórica hazaña, el Plus Ultra fue donado al gobierno argentino. Hoy, un siglo después, permanece reconstruido en el Museo de Luján, Argentina.

La tripulación del Plus Ultra y su asesor Emilio Herrera tuvieron vidas ajetreadas, posicionamientos políticos muy distantes y finales de diverso signo. Ramón Franco, hermano del dictador Francisco Franco, pasó de ser un entusiasta republicano a combatir al lado de su hermano. Durante la Guerra Civil Española, en 1938, falleció en un accidente de aviación.

El teniente de navío Juan Manuel Durán, otro de los tripulantes del Plus Ultra, falleció en un accidente de aviación en julio de 1926, pocos meses después de la gesta del Plus Ultra.

El capitán Julio Ruiz de Alda, el tripulante del Plus Ultra más conocido después de Ramón Franco, fue cofundador de Falange Española en 1933 y terminó fusilado por milicianos anarquistas en la cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936, nada más iniciarse la Guerra Civil.

Pablo Rada, el cuarto tripulante del Plus Ultra, fue un republicano convencido, fiel a la Segunda República Española hasta el final. Exiliado en Francia, Colombia y Venezuela tras la Guerra Civil, mostró su deseo de regresar a España en 1969, lo cual le fue permitido por la dictadura de Franco, falleciendo en Madrid el 18 de mayo de ese mismo año.

Emilio Herrera, asesor de la tripulación y del vuelo, en 1928-1929, realizó la travesía del Atlántico y la circunnavegación aérea del globo terráqueo en el dirigible Graf Zeppelin LZ 127, redondeando su larga lista de plusmarcas. En 1936, se convirtió en el director técnico de la Fuerza Aérea Republicana (FARE), siendo fiel a la Segunda República hasta la conclusión de la Guerra Civil. Al finalizar esta, se exilió en Francia, fue consultor de la UNESCO sobre física nuclear y ejerció de ministro y presidente del gobierno de la Segunda República Española en el exilio. Falleció en Ginebra el 13 de septiembre de 1967.

El Plus Ultra consiguió una hazaña enorme, la primera gran hazaña de la aviación española. Aunque después se alcanzaron otras, es la que permanece más presente en la memoria colectiva por lo que supuso en aquel momento.

Fue tal la oleada de admiración y entusiasmo que generó la hazaña del Plus Ultra que hasta el mismísimo Carlos Gardel le dedicó un tango.

El 10 de febrero de 2022 se cumplió el 96 aniversario de la Travesía España-América del Plus Ultra. En pocos años, cuatro, se cumplirá un siglo. El paso del tiempo todavía ha encumbrado más al Plus Ultra, a su tripulación, a su asesor clave y a su extraordinaria travesía de 10.270 km.

Todavía son muchos los monumentos, las calles, los actos conmemorativos… que recuerdan al mítico hidroavión y a su Travesía España-América en diferentes países y ciudades de varios continentes. Entre los monumentos, destacan los de La Rábida de Palos de la Frontera, Ferrol, Madrid, Buenos Aires. Es justo y merecido.

Luis Jiménez de Asúa: penalista y presidente de la Segunda República Española

Gabe Abrahams

Luis Jiménez de Asúa (Madrid, 1889-Buenos Aires, 1970) fue un destacado catedrático de Derecho Penal que ejerció de presidente de la Segunda República Española en el exilio.

Jiménez de Asúa nació en el seno de una familia humilde, en el número 84 de la madrileña calle de Hortaleza. Su padre, natural de Toledo, era procurador de los tribunales y gestor. Su madre era una vasca natural de Bilbao.

Tras cursar el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros, Jiménez de Asúa alcanzó la licenciatura y el doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Gracias a una beca de estudios de la Junta de Ampliación de Estudios, viajó después por varios países de Europa como Suiza, Francia y Alemania, antes y durante la Primera Guerra Mundial.

En 1923, inició su estrecha relación con Iberoamérica. Viajó a Argentina y Uruguay para impartir conferencias y cursos.

Siendo ya profesor de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, en 1926, Luis Jiménez de Asúa inició también su actividad política. Participó en la protesta contra las vejaciones sufridas por Miguel de Unamuno por parte de la dictadura de Primo de Rivera, lo que le costó ser suspendido de su cátedra y confinado en las islas Chafarinas. En julio de ese año, se opuso al nombramiento gubernativo de una nueva junta en el Ateneo madrileño, por lo cual padeció una breve estancia en prisión.

Un año después, Jiménez de Asúa negó a Alfonso XIII el doctorado honoris causa y fue separado de su cátedra. Al poco tiempo, renunció a seguir al frente de la misma.

En esos años de lucha, Jiménez de Asúa cultivó su pasión por Iberoamérica. Al viaje de 1923 que le condujo a Argentina y Uruguay, se añadieron otros a Perú, Chile, Brasil, Cuba…

Una vez proclamada la Segunda República Española en 1931, Luis Jiménez de Asúa ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), tras un breve paso por la Alianza Republicana. Elegido diputado a las Cortes Constituyentes, presidió la comisión parlamentaria encargada de elaborar la Constitución de la Segunda República Española.

En 1932, como director del Instituto de Estudios Penales, participó en la redacción de un nuevo Código Penal, un código para un nuevo tiempo republicano y democrático en España.

Jiménez de Asúa repitió como diputado en las elecciones de 1933 y 1936. Tras las últimas, alcanzó el cargo de vicepresidente de las Cortes.

Unos meses antes del Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que condujo a la Guerra Civil Española (1936-1939), concretamente el 12 de marzo, sufrió un atentado por parte de falangistas. Su escolta falleció.

Durante la Guerra Civil, Luis Jiménez de Asúa ocupó cargos diplomáticos en Polonia y Checoslovaquia, además de representar a España ante la Sociedad de Naciones.

Al finalizar la guerra, la dictadura de Franco lo expulsó de su cátedra y en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas le expropió sus bienes. La dictadura franquista lo depuró como catedrático en febrero de 1939, con una Orden Ministerial que decía:

“… se separa definitivamente por ser pública y notoria la desafección de los catedráticos universitarios que se mencionarán al nuevo régimen implantado en España, no solamente por sus actuaciones en las zonas que han sufrido y en las que sufren la dominación marxista, sino también por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional. La evidencia de sus conductas perniciosas para el país hace totalmente inútiles las garantías procesales que, en otro caso constituyen la condición fundamental en todo enjuiciamiento, y por ello, este Ministerio ha resuelto separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones a los señores: Luis Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos Urruti, Felipe Sánchez Román y José Castillejo Duarte, catedráticos de Derecho; José Giral Pereira, catedrático de Farmacia…”.

Aunque invitado por México, Luis Jiménez de Asúa se exilió en Argentina, donde continuó su labor en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional del Litoral. Fue director del Instituto de Derecho Penal y Criminología de la Universidad Nacional de La Plata, hasta que, en 1946, renunció a su cargo en protesta contra el régimen peronista. Esa renuncia le permitió tener tiempo para la redacción del Tratado, su obra magna, de siete mil páginas de erudición científica y legislativa, editada entre 1950 y 1970.

Desde 1955, Jiménez de Asúa fue director del Instituto de Ciencias Penales y Criminología de la Universidad Nacional del Litoral, entre otros cargos en diferentes universidades argentinas. Renunció a ellos otra vez en 1966 tras el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía.

Luis Jiménez de Asúa compaginó su actividad académica en el exilio con su actividad política. En 1945, presidió en México la última reunión de las Cortes de la Segunda República Española. Y, tras la muerte en París de Diego Martínez Barrio en 1962, se convirtió en presidente de la Segunda República en el exilio, acompañado por Claudio Sánchez-Albornoz en la presidencia del gobierno y por otros conocidos republicanos en los diferentes ministerios.

Luis Jiménez de Asúa ocupó la presidencia de la Segunda República hasta su fallecimiento, ocurrido en Buenos Aires el 16 de noviembre de 1970. Pasó sus últimos años envuelto en sus trabajos académicos y en su labor política, peleando en todo momento por el final de la dictadura de Franco y el restablecimiento de una república en España.

Al igual que el presidente Diego Martínez Barrio y tantos otros ilustres republicanos, Luis Jiménez de Asúa falleció lejos de España, en el doloroso exilio, sin ver cumplidas sus aspiraciones, aunque no desfalleciendo en ningún momento. Fue, en definitiva, otro hombre ilustre que murió lejos de su país, forzado por la dictadura de Franco.

Acabada la dictadura, en los años ochenta del pasado siglo, Jiménez de Asúa recibió diversos homenajes en España por parte de la Universidad Complutense, el ministro de Justicia socialista Enrique Múgica y el propio Estado, con la concesión de la Orden del Mérito Constitucional.

Diego Martínez Barrio: presidente de la Segunda República Española

Gabe Abrahams

Diego Martínez Barrio nació en Sevilla en 1883, en el seno de una familia humilde. Era hijo de Manuel Martínez Gallardo, natural del pueblo sevillano de Utrera y de profesión jornalero, y de Ana Barrios Gutiérrez, nacida en la localidad gaditana de Bornos. Su familia por parte de padre era originaria de Sorbas, provincia de Almería.

En sus memorias, escribió: “Mi infancia no conoció otras alegrías que las inevitables de la edad, entreveradas con escaseces que, después de la muerte de mi madre, se convirtieron en miserias”.

A temprana edad, Diego Martínez Barrio inició su actividad como tipógrafo y periodista y se afilió a la Juventud Republicana de Sevilla y al Partido Republicano Radical. Desde 1901, comenzó a publicar artículos en diferentes diarios y semanarios como El Noticiero Obrero, Tierra y Libertad, ¡Justicia! y El Proletario. Fundó también el semanario Trabajo, después titulado Humanidad.

En 1910, inició su carrera política, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Sevilla, cargo en el que se mantuvo durante más de una década. Y, en ese mismo año, fundó el diario El Pueblo. En 1917, contrajo matrimonio con Carmen Baset Florindo, con la que no tuvo descendencia.

En 1923, Martínez Barrio se presentó como candidato para diputado a Cortes, pero la Junta del Censo y el Tribunal Supremo anularon el resultado y designaron a dedo a Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del fundador del diario ABC, el cual no aceptó el cargo.

Al poco tiempo, Diego Martínez Barrio fue elegido presidente del Partido Republicano Radical en la provincia de Sevilla, pasando a encabezar la oposición a la dictadura de Primo de Rivera en la capital andaluza.

El 14 de abril de 1931, fecha de la instauración de la Segunda República Española, Martínez Barrio se encontraba exiliado en Francia. Pero el 15 de abril, acompañado de Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Lluís Nicolau d’Olwer, regresó a España por ferrocarril. El viaje hasta llegar a Madrid fue apoteósico. Las aglomeraciones en las estaciones, el entusiasmo, eran enormes.

Nada más llegar a Madrid, el Gobierno provisional de la Segunda República Española le nombró Ministro de Comunicaciones. Y, tras las exitosas elecciones de 1933, fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros, alcanzando también los cargos de Ministro de la Gobernación y de Ministro de Guerra.

En 1934, Diego Martínez Barrio abandonó el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux tras décadas de fidelidad por no estar de acuerdo con sus pactos con la derechista CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Tras ese abandono, fundó el Partido Radical Demócrata, el cual daría vida al partido Unión Republicana. En 1935, la Unión Republicana se integró en el Frente Popular junto con formaciones socialistas y comunistas, la Izquierda Republicana de Manuel Azaña, etc.

En las elecciones de febrero de 1936, en las que la Unión Republicana y el Frente Popular consiguieron un gran triunfo, Diego Martínez Barrio fue elegido diputado por Madrid e inmediatamente ocupó el cargo de presidente de las Cortes en sustitución de Santiago Alba Bonifaz, ejerciendo de manera interina la Jefatura del Estado entre el 8 de abril y el 11 de mayo de 1936.

Tras el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra la Segunda República Española, Manuel Azaña le ofreció a Martínez Barrio la difícil tarea de formar un gobierno de conciliación que pudiese evitar el inicio de una guerra. Éste lo intentó, pero no pudo. El 19 de julio, presentó su dimisión a Azaña.

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), Diego Martínez Barrio presidió en varias ocasiones las Cortes republicanas. Y, tras la última reunión de las mismas, la que tuvo lugar en febrero de 1939 en el castillo de Figueras, cruzó a pie la frontera francesa e inició un doloroso exilio.

Martínez Barrio pasó por Francia, Cuba y finalmente México, donde presidió desde finales de 1943 la Junta Española de Liberación​. La Junta, fundada en México, actuó como un gobierno provisional de la Segunda República Española en el exilio ante los Aliados.

El 17 de agosto de 1945, un centenar de diputados de las Cortes republicanas de 1936 se reunieron en el Salón de Cabildos de la Ciudad de México, designando a Diego Martínez Barrio presidente de la Segunda República Española en el exilio. La sede del gobierno republicano se ubicó primero en la Ciudad de México, trasladándose el 8 de febrero de 1946 a París, donde Martínez Barrio residió desde entonces, primero en una lujosa residencia en la Avenida Raymond Poincaré y después en un piso más modesto en las afueras de la ciudad.

Como presidente de la Segunda República Española en el exilio, Martínez Barrio estuvo al frente de varios gobiernos, encabezados por José Giral (1945-1947), Rodolfo Llopis (1947), Álvaro de Albornoz (1947 y 1947-1949), Félix Gordón (1951-1956 y 1956-1960) y Emilio Herrera (1962). La principal misión de todos ellos fue acabar con la dictadura de Franco e intentar reestablecer un régimen republicano en España.

Países como México, Yugoslavia, etc. nunca reconocieron a la dictadura franquista, considerando a Diego Martínez Barrio y sus gobiernos como los legítimos.

En 1960, falleció la mujer de Diego Martínez Barrio, Carmen Baset. A los pocos meses, contrajo matrimonio con su cuñada Blanca, “boda melancólica –escribió-, impuesta por la necesidad…”.

En sus últimas cartas, Diego Martínez Barrio envuelto en una depresión añoraba desde París su tierra natal, “los días felices de nuestra Sevilla, perdida y amada”. Y recordaba a menudo su última visita a la capital andaluza de abril de 1936, cuando en compañía del presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, ambos fueron aclamados por un público extasiado que gritaba vivas a la República y a Cataluña.

Diego Martínez Barrio falleció en París el 1 de enero de 1962, sin poder ver completada su máxima aspiración: el final de la dictadura de Franco y el restablecimiento de una república en España. Eran las 13.15 horas del día de Año Nuevo de 1962, cuando en la Taberne Alsacienne de la rue Vaugirard, número 235, falleció de un ataque al corazón.

Su cuerpo, de setenta y ocho años, fue cubierto con la bandera republicana y enterrado en el cementerio de Saint-Germain-en-Laye, situado a las afueras de París.

En enero del 2000, sus restos fueron trasladados a Sevilla. En su testamento, había escrito: “Pido que cuando muera se trasladen mis restos al cementerio de San Fernando de Sevilla y en él se procedan a la definitiva inhumación. Creo tener derecho a sepultura perpetua como concejal que he sido de la ciudad. Deseo que al morir se envuelva mi cuerpo en la bandera de la República. Durante mi larga vida he sido leal a la patria, a la libertad y a la república. Los servicios prestados pertenecen al juicio de la historia. Los propósitos fueron rectos y desprovistos de odio hacia el adversario. Esa ha sido y es mi tranquilidad”.

Tras el fallecimiento, los sucesores de Diego Martínez Barrio al frente de la Segunda República Española en el exilio (los presidentes Luis Jiménez de Asúa, José Maldonado González y Fernando Varela Aparicio) continuaron su labor, hasta que en 1977 finalizaron su recorrido institucional. En esa fecha, el gobierno republicano en el exilio se disolvió oficialmente, aunque sin reconocer expresamente a la monarquía que colocó en el poder Franco en 1975. Tampoco ellos pudieron ver completada la aspiración de que la república regresase a España.

Diego Martínez Barrio fue el presidente de la Segunda República Española, tanto en España como en el exilio, con una mayor duración en el cargo, al igual que el legítimo presidente de España durante varias décadas. Casi 60 años después de su muerte, permanece olvidado y prácticamente fuera de las instituciones españolas. Cuando sus restos fueron a parar al cementerio de San Fernando de Sevilla en el año 2000, ni tan siquiera se permitió que recibiese los honores que corresponden a un Jefe de Estado.

Espero que este artículo sirva para aliviar ese injusto olvido, ese mal trato institucional que en España se extiende a las grandes figuras de la Segunda República Española, y también para rescatar su memoria.