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Etiqueta: Vladimir Putin

La Matrioshka Fecunda

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El presidente del Partido Liberación Nacional ha expresado su repudio hacia el presidente ruso, Vladimir Putin, en un artículo que parece estar impulsado más por la emoción que por un análisis objetivo. Sin embargo, es importante señalar que el artículo carece de fundamentos sólidos en cuanto a su crítica hacia Putin y su administración.

En vez de presentar argumentos razonados, el artículo parece estar impulsado por sentimientos negativos hacia Putin, lo cual resta credibilidad a las opiniones expresadas. Además, parece evidente una falta de comprensión de los complejos asuntos geopolíticos que rodean a Rusia, particularmente en relación con el conflicto en Ucrania y la posición de la OTAN y Estados Unidos. Hubiese sido más constructivo que el presidente del Partido Liberación Nacional ofreciera argumentos fundamentados y análisis profundos sobre la situación en Rusia y sus relaciones internacionales. Esto permitiría un debate más enriquecedor y productivo sobre estos temas importantes.

En su reciente comparación entre Rusia y países como Nicaragua o Venezuela, el señor parece hacer una asociación superficial que solo encuentra sentido en un contexto arraigado en mentalidades de la Guerra Fría. Sin embargo, es importante considerar varios aspectos que invalidan esta comparación. Es importante desmitificar la idea de que Rusia y su presidente, Vladimir Putin, representan una continuidad con la era comunista. Primero, es un error asumir que Rusia es una continuación de la Unión Soviética. Putin y su partido, Rusia Unida, se identifican más con una ideología de centro-derecha, en contraste con el pasado comunista del país. De hecho, si buscamos equivalencias en el espectro político costarricense, podríamos comparar a Rusia Unida con partidos de derecha como el PUSC, históricamente conservador.

En segundo lugar, Rusia posee una historia rica y compleja que abarca más de 800 años, lo que la distingue profundamente en términos de cultura, tradición y pensamiento político respecto al enfoque occidental e imaginario al cual el señor hace referencia. Este contexto histórico único de Rusia no se puede subestimar al evaluar sus políticas y acciones actuales. Por otro lado, es crucial reconocer el papel de Rusia como una potencia mundial que está forjando un camino alternativo en el escenario internacional junto con China. Este camino desafía el tradicional orden unipolar basado en la hegemonía estadounidense y europea, que es el verdadero tema de fondo de esta triste guerra en suelo ucraniano, lo que añade una capa adicional de complejidad a cualquier comparación simplista con países latinoamericanos y sus coyunturas internas.

En tercer lugar, es importante examinar los indicadores de desarrollo y calidad de vida al evaluar la posición de Rusia en relación con países como Nicaragua y Venezuela. En términos del PIB, Rusia, con una economía de mercado y abierta, supera significativamente a ambos países, con cifras que reflejan una economía mucho más robusta, abierta al mundo y diversificada. Por ejemplo, el PIB ruso en 2022, según datos del Banco Mundial, fue de $2,240 billones, mientras en Nicaragua y Venezuela, los valores son considerablemente menores; $15,7 y $482,4 billones, respectivamente.

Es evidente que, al comparar estos aspectos económicos, sociales y políticos, se revela la inadecuación de equiparar a Rusia con Nicaragua o Venezuela. Tal comparación no solo carece de fundamento en términos históricos y culturales, sino que también pasa por alto las diferencias significativas en términos de desarrollo y posicionamiento geopolítico de estos países. Es fundamental reconocer las diferencias contextuales, así como los matices inherentes a los procesos electorales en Rusia, Nicaragua y Venezuela. Si bien es cierto que existen críticas y preocupaciones legítimas sobre la transparencia y la democracia en todos estos países, es necesario abordar cada caso con un análisis detallado y contextualizado.

Mi reciente participación en febrero pasado en el Congreso Mundial de la Multipolaridad en Rusia, donde tuve la oportunidad de interactuar con una amplia gama de colegas de más de 130 países, me permitió obtener una visión más profunda de la situación política en ese país. Durante este evento, y los intercambios que pude tener personalmente con costarricenses que viven allá, así como con ciudadanos rusos, quedó patente que una mayoría significativa del pueblo ruso respalda al presidente Putin y su gestión.

Ahora bien, es importante tener en cuenta también que mi experiencia personal, aunque reveladora, representa sólo una perspectiva limitada y no puede extrapolarse para representar la totalidad de la opinión pública en Rusia, pero sí demuestra contundentemente, que las cosas no son como las pintan los medios occidentales, en guerra contra ese país.

El contraste entre el sistema político y electoral de Rusia con los de Nicaragua y Venezuela revela importantes diferencias que no pueden ser pasadas por alto. Mientras que en Rusia persisten críticas respecto a la falta de pluralismo político y competencia real en las elecciones, es esencial reconocer que aún existe la participación de múltiples partidos políticos y candidatos en el proceso electoral.

Es importante destacar que, en Rusia, a pesar de la influencia del gobierno sobre instituciones clave como la Duma, aún se mantienen ciertos mecanismos institucionales que permiten cierto grado de independencia y capacidad de deliberación. En contraste, en Nicaragua y Venezuela, los poderes legislativos han sido subordinados al ejecutivo, lo que ha socavado el equilibrio de poderes y la separación de poderes, elementos esenciales para el funcionamiento efectivo de la democracia.

El segundo argumento esgrimido y totalmente carente de fundamento real, es el de, y cito textualmente: “Lo peor de todo fueron unas elecciones en medio de una guerra invasora genocida contra Ucrania. Putin llamó a las urnas usando la guerra es un acto de cobardía porque cada muerto del enemigo se paga con votos inducidos por el odio. Fueron urnas manchadas de sangre”. El argumento presentado simplifica una vez más una situación compleja por lo cual es importante considerar varios puntos para refutar esta afirmación:

1- La convocatoria de elecciones durante un conflicto no es necesariamente un acto de cobardía por parte de un líder político. Las elecciones pueden ser vistas como un intento de mantener la estabilidad interna y la legitimidad del gobierno en medio de circunstancias adversas. Además, las elecciones son un derecho fundamental de los ciudadanos y su celebración no debería ser obstaculizada por la presencia de conflictos. A diferencia de lo que dice Occidente, Rusia es un país civilizado y su gente es culta. En última instancia, si realmente existiera un rechazo generalizado del pueblo ruso hacia la guerra y el presidente Putin, como algunos afirman sin presentar pruebas, esto habría quedado patente a través del abstencionismo y la apatía en las elecciones. Sin embargo, lo que vimos fue todo lo contrario: la participación activa en las elecciones mostró que no se pudo ocultar ninguna supuesta «mentira del Kremlin». La realidad es que la alta participación electoral refleja un respaldo significativo al sistema político y liderazgo actual en Rusia.

2- Es importante evitar asumir que todos los votantes rusos fueron influenciados por el «odio hacia Ucrania». Más bien a Ucrania lo ven como a Bielorrusia, un pueblo hermano. Las motivaciones para participar en unas elecciones son diversas y no se pueden generalizar. Muchos ciudadanos pueden haber tomado decisiones electorales basadas en consideraciones internas y domésticas, sin necesariamente estar directamente influenciados por el conflicto con Ucrania. Además, es crucial reconocer el impacto positivo del liderazgo del presidente Putin en Rusia posterior a la década de la humillación que vivió ese país en los años noventa. Este cambio ha generado un sentimiento de gratitud entre la mayoría de los ciudadanos rusos, lo que puede haber influido en su respaldo al liderazgo actual. Es evidente que el desconocimiento de esta transformación interna puede llevar a una interpretación incompleta de la dinámica política en Rusia.

3- Criticar las elecciones en Rusia y calificar las urnas de estar «manchadas de sangre» debido al conflicto con Ucrania es una simplificación subjetiva y poco fundamentada. Es válido señalar que sería deseable haber visto posturas críticas similares durante elecciones anteriores en Estados Unidos, especialmente durante períodos en los que el país estuvo involucrado en invasiones ilegales en Oriente Medio. Este tipo de posturas habrían reflejado un compromiso más consistente con los principios de justicia, democracia y responsabilidad internacional.

Además, catalogar a Putin como genocida es una afirmación que carece de respaldo sustancial, especialmente considerando que ni siquiera la ONU ha hecho tal declaración. En contraste, recientemente la relatora especial de la ONU en Israel, Francesca Albanese, durante la sesión ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dijo que considera que hay motivos razonables para creer que se ha alcanzado el umbral que indica la comisión del delito de genocidio contra los palestinos como grupo en Gaza, situación frente a la cual este señor y su partido guardan silencio.

Por último, es crucial destacar que calificar las elecciones en Rusia como el derrumbe de la civilización es una afirmación absurda y paradójica. Rusia se destaca hoy en día como uno de los principales defensores de la verdadera civilización cristiana en Occidente, en contraposición a la ideología liberal atea occidental tanto de izquierda como de derecha. Mientras que en Occidente se promueven valores que desprecian la tradición y la fe, Rusia aboga por la preservación de las raíces cristianas, el orden, la familia y la moralidad.

La ideología rusa actual se basa en principios que valoran la estabilidad social, la cohesión familiar y el respeto por la tradición, en oposición al materialismo desenfrenado y el consumismo que caracterizan a la sociedad occidental. Además, mientras Occidente tiende hacia el nihilismo y la deshumanización, Rusia se esfuerza por promover una visión más equilibrada y humanista de la civilización.

Antes de terminar, y no sin dejar de lado el tema del lamentable conflicto en Ucrania, es menester considerar que responsabilizar exclusivamente a Rusia por la guerra en Ucrania es ignorar por completo la complejidad de la historia reciente y la implicación directa de países occidentales desde el golpe de estado de 2014 en Kiev. Es importante abordar abiertamente los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región, que claramente apuntan a contener a Rusia como un actor global de peso.

Además, no se puede pasar por alto el hecho de que la CIA ha estado operando en Ucrania durante más de una década, con el objetivo de socavar a Rusia, lo cual fue titular del prestigioso medio estadounidense, The New York Times, el pasado 28 de febrero. Pero parece que esto no refleja, ante los ojos de algunos, una amenaza para la seguridad nacional de Rusia. De igual manera, es crucial reconocer la presencia de laboratorios de experimentación biológica occidentales en las regiones ucranianas fronterizas con Rusia, lo cual añade una capa adicional de complejidad al conflicto.

Sumado a esto, es fundamental considerar el interés de convertir a Ucrania en un miembro de la OTAN para legitimar la instalación de misiles en las fronteras rusas apuntando hacia Moscú. Para comprender mejor esta situación, podemos plantear una analogía: ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos si México se uniera a una alianza militar con Rusia y China, y decidiera establecer bases militares en la frontera con Texas? Esta perspectiva nos permite entender la sensibilidad de Rusia ante la posibilidad de una expansión de la OTAN hacia sus fronteras, similar a la situación que provocó la crisis de los misiles en Cuba en 1962, en este caso para los Estados Unidos.

La idea de que Putin y su ministro de defensa decidieron invadir Ucrania por mera voluntad es una simplificación absurda y refleja la decadencia del pensamiento occidental en su máxima expresión. Es necesario un análisis más profundo y equilibrado que considere todos los factores en juego, incluidos los intereses geopolíticos y las acciones de todas las partes involucradas, antes de tomar una postura al respecto.

Es importante no caer en el juego de la guerra psicológica ni en las campañas de rusofobia occidentales. Por estas y muchas otras razones yo no cuestiono el viaje de las diputadas a Moscú, sino que lo reconozco como un acto de valentía, pensamiento independiente y buena fe en el marco de una coyuntura geopolítica histórica y compleja. El hecho de comprender las razones detrás de las acciones de Rusia y reconocer la guerra mediática lanzada por Occidente no implica necesariamente un respaldo ciego a todas las acciones de Rusia o su presidente. Tampoco equivale a apoyar a dictadores, como erróneamente afirman algunos. Más bien, implica tener una comprensión más profunda de la complejidad del mundo y un intento de superar el pensamiento simplista de «buenos y malos» que a menudo prevalece en el pensamiento occidental.

Hay que tener cuidado con el fundamentalismo democrático, al igual que cualquier extremo ideológico, representa un riesgo significativo para la misma democracia. Si las cosas fueran de buenos y malos, entendidas desde una visión puramente idealizada de la democracia, países como Costa Rica, que no tienen ejército ni enemigos en el mundo, se vería obligada a aislarse del mundo, paradójicamente, como Corea del Norte, porque todas las naciones, independientemente de su sistema político, tienen sus propios intereses y participan en juegos geopolíticos en los cuales podemos o no estar de acuerdo, y donde no todos son democráticos.

Reconocer estas complejidades significa entender que hay más oportunidades de promover la paz a través del diálogo y la negociación que mediante sanciones unilaterales o la suposición de superioridades morales. La búsqueda de soluciones pacíficas requiere un compromiso con la comprensión mutua y el respeto por las perspectivas divergentes, en lugar de caer en la trampa de la demonización, la confrontación y la cultura de la cancelación que dañan y enferman a la democracia real en nuestras latitudes.

De zoológicos y jardines (III – IV)

Gilberto Lopes
Noviembre 2022

El nacimiento de un nuevo mundo

Nosotros tratamos de construir relaciones con los países más importantes de Occidente y con la OTAN. Lo hemos hecho de manera absolutamente sincera. ¿Qué obtuvimos como respuesta?, se preguntó Putin. Para ser breve, recibimos un “no” en todas las áreas posibles de cooperación.

Putin ha insistido en la idea de que no se puede unir a la humanidad dándole órdenes, diciéndole “haga como yo hago”, “sea como yo soy”. Es necesario oír la opinión de todos, respetar la identidad de cada sociedad, de cada nación. Citó como ejemplo diversos organismos de cooperación, como la Unión Económica de Eurasia –integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia–, la Organización de Cooperación de Shangai –conformada por ocho Estados miembros y cuatro observadores– o el ambicioso proyecto chino de la franja y la ruta.

En un esquema de cooperación de este tipo, Europa sería el extremo occidental de Eurasia. Pero no se ha ido conformado así esa integración. Por el contrario, confrontada con Rusia, transformada en su enemiga, la Europa actual ha consolidado su papel como extremo oriental de la OTAN.

Vijay Prashad, historiador hindú, director del Tricontinental: Institute for Social Research, publicó, en octubre pasado, un artículo en el que pasaba revista al escenario que culminó con la invasión rusa de Ucrania.

Mucho antes de la invasión de Ucrania, desde 2014, gracias a la Ukraine Security Assistance Initiative del Departamento de Defensa, Estados Unidos ofreció entrenamiento y equipos al ejército ucraniano. El monto de esa ayuda ha llegado a superar los 19 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales –17,6 mil millones–, otorgados después de la invasión rusa. Hoy se habla de 60 mil millones. Para dar una dimensión a esas cifras, Prashad la compara con los 3,12 mil millones de dólares del presupuesto de Naciones Unidas para 2022.

Prashad insiste en que Occidente debe dejar de bloquear las negociaciones entre Ucrania y Rusia. Nos recuerda que, en 2019, el presidente francés, Emmanuel Macron, había propuesto revisar las relaciones de Europa con Rusia, afirmando que alejar a Rusia de Europa “sería un profundo error estratégico”.

En 2020 estaba claro para Macron que las negociaciones ya no eran solo sobre los Acuerdos de Minsk, firmados en 2015 por Rusia, Ucrania, Alemania y Francia, para establecer zonas de seguridad en la frontera ucraniana-rusa. Era más que eso. Se trataba de la creación de una “nueva arquitectura de seguridad”, que no aislara a Rusia de Europa, iniciativas todas rechazadas por Washington.

En febrero de 2021 Macron desarrolla esa idea en una larga intervención en una conferencia en el Atlantic Council. La expansión de la OTAN hacia el este no va a incrementar la seguridad de Europa, aseguró.

El 7 de diciembre de 2021 Biden y Putin mantuvieron una entrevista telefónica. El presidente ruso volvió a exigir garantías de que la OTAN no seguiría expandiéndose hacia el este, ni desplegando sistemas de armas ofensivas en países vecinos a Rusia. “Washington no otorgó ninguna de esas garantías”, asegura Prashad.

El objetivo de los Estados Unidos era imponer sanciones económicas severas y sostenibles para hacer inviable la economía rusa e intensificar su apoyo militar a Ucrania, de modo que pueda ganar la guerra.

El pasado 15 de octubre Washington anunció un nuevo paquete de 725 millones de dólares en armas y asistencia militar para Ucrania, incluyendo más municiones para sus HIMARS (High Mobility Artillery Rocket Systems).

Robert A. Pape, profesor de la Universidad de Chicago y autor de un libro sobre las características de la guerra aérea, estima que el bombardeo de áreas civiles en Ucrania no va a debilitar el gobierno de Volodymyr Zelensky. Que el poder aéreo solo se ha mostrado efectivo cuando es capaz de destruir objetivos militares. Pape piensa que no es el caso en esta guerra y que a Putin solo le quedan dos opciones: aceptar una nueva cortina de hierro que separe a Rusia de Europa “o continuar peleando hasta el final, a riesgo de perder parte de Rusia”. ¿Se pretende incrementar así la seguridad de Europa (y del mundo)?

En estos días se multiplican los análisis de académicos norteamericanos sobre el escenario internacional. Entre ellos el de G. John Ikenberry, Albert G. Milbank Professor de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Global Eminence Scholar en la Kyung Hee University, de Seúl.

En su largo artículo–“Power Endures”–, publicado en la edición de noviembre/diciembre de Foreign Affairs, asegura que el orden internacional encabezado por Estados Unidos “no está en declive”. Sus más de seis mil palabras no son más que argumentos para sostener su conclusión, sin que ni una sola vez aparezca la palabra América Latina. Da por un hecho que son los pies sobre los que se yergue el poderío norteamericano. Es la única, entre las grandes potencias, que nació en el Nuevo Mundo. Las otras, como China o Rusia, están rodeados de vecinos alborotadores, que luchan por espacios hegemónicos. Los Estados Unidos no. Desde el inicio, alejado de sus principales rivales, disfrutaba de su patio trasero, de un hemisferio sin rivales.

Para Ikenberry, la narrativa de que Estados Unidos está perdiendo su papel de potencia dominante ignora las profundas circunstancias que continúan haciendo del país una presencia dominante en la organización del mundo político en el siglo XXI. Su papel descansaría no solo en la fuerza bruta, o en su pasado comportamiento imperial, sino en sus ideas, instituciones y valores.

Independientemente del acierto o no de sus evaluaciones (yo pienso que hay mucho de wishfull thinking), autores como Ikenberry dejan de lado un importante factor en su análisis: el económico.

De zoológicos y jardines (II – IV)

Gilberto Lopes
Noviembre 2022

El alba de un nuevo día

Durante muchos años ideólogos y políticos occidentales han estado diciendo que no hay alternativas a la democracia. Ellos se refieren, naturalmente, al llamado “modelo liberal de democracia”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin, en su discurso del pasado 27 de octubre, en el Foro Internacional de Valdai. De forma arrogante –afirmó– descartan otras formas de gobierno. Una manera de plantear las cosas forjada desde los tiempos coloniales, “como si todos fueran de segunda clase, mientras ellos eran excepcionales”.

“Es el poder global lo que está en discusión con el así llamado Occidente”. Pero ese juego es ciertamente peligroso, sangriento y –digámoslo así– sucio”, advirtió Putin, pues deniega la soberanía a otros países y pueblos.

Occidente proclama el valor universal de su cultura y de su visión del mundo y la política que aplican está orientada a imponer esos valores de forma incondicional a todos los demás miembros de la comunidad internacional. Los nazis quemaban libros –recuerda Putin–, pero los “guardianes del liberalismo” pretenden prohibir ahora a Tchaikovski y Dostoyevsky.

Promueven guerras comerciales, sanciones, revoluciones de colores… Una de esas fue la de Ucrania, en 2014, que apoyaron con recursos cuyo monto hicieron público. O asesinan al general iraní, Qasen Soleimani. Lo mataron en un tercer país y asumieron públicamente, con orgullo, la responsabilidad de ese crimen. ¿En qué clase de mundo estamos viviendo?, se pregunta Putin.

No habló de la guerra de Vietnam, o de la más reciente invasión de Irak, dos de cuyos responsable siguen muy activos en política. Uno, militante de la socialdemocracia inglesa; el otro, el español, pasa haciendo recomendaciones democráticas en América Latina, acompañado de políticos regionales cómodos con la compañía de ese colega.

Uno puede opinar lo que quiera sobre Putin, sobre sus política o sobre su forma de gobernar. En mi opinión, se trata, sin embargo, de uno de los lideres políticos con la mayor capacidad de argumentar sobre su visión del mundo, con antecedentes históricos y perspectiva de futuro.

El discurso de Valdai abunda en referencias a esos mundos. Se trata de una crisis del modelo neoliberal, de un orden internacional al estilo norteamericano. “Ellos no tienen nada que ofrecer al mundo, excepto la perpetuación de su dominio”. Y eso –agregó Putin– ya no es posible.

El colapso de la Unión Soviética alteró el equilibro de las fuerzas geopolíticas. Vencedor, Occidente estableció las reglas. Pero hoy, ese predominio absoluto está desapareciendo. Estamos en una encrucijada decisiva, probablemente en la “más peligrosa, impredecible y, al mismo tiempo, la década más importante desde el final de la II Guerra Mundial”, en opinión de Putin.

Prensa patética

Es fácil condenar la guerra y la invasión de Ucrania; pero es también fácil vislumbrar –si se mira con cuidado– la creación de las condiciones que fueron haciendo esa guerra cada día más posible y más probable.

La guerra es una tragedia, pero me parece indispensable leer con atención el discurso de Putin en Valdai. Tratar de entender. Oír al adversario. O al enemigo. Putin es cuidadoso en el manejo de los detalles y quienes dicen que miente no tienen más alternativa que dar su propia versión de la historia.

Desde mi punto de vista, no es lo que hace, por ejemplo, Anton Troianovski, jefe del bureau del NYT en Moscú, en su artículo sobre el discurso de Putin. Para Troianovski es un discurso que intenta dividir Occidente, de ganar espacio político mientras trata –con frecuencia, sin éxito– de conservar el terreno conquistado en Ucrania desde la invasión de febrero pasado. Pero el discurso –y el debate posterior–, de más de cuatro horas, es, en mi opinión, mucho más que eso y la visión empobrecedora de Troianovski priva a sus lectores de una comprensión más acabada de un complejo escenario internacional.

La gran prensa occidental es patética. No solo en la cobertura de la guerra en Ucrania. Hay que leer el artículo de Chris Buckley, corresponsal jefe del NYT en Beijing, que ha estado cubriendo el país y los eventos del Partido Comunista por 25 años: “Uncle Xi’ to Exalted Ruler: China’s Leader Embodies His Authoritarian Era”, publicado el pasado 14 de octubre. ¿Cómo pedir a la élite norteamericana, que lee el Times, entender algo de un mundo complejo explicado por tales “expertos”.

O los comentarios de Steve Rosenberg, editor de la BBC en Rusia, para quien la clave de la larga reflexión de Putin fue la falta de “remordimientos en el mundo de Putin”. ¡Y la BBC lo presenta como “análisis”! Me parece improbable que Rosenberg haya leído toda la intervención de Putin en Valdai.

La militancia se repite en la televisión española, en la DW en español…  Ver el Guardian británico dejando en segundo plano el periodismo para transformarse en parte de la guerra en Ucrania me hizo suspender una modesta contribución mensual, que hice durante algunos años, al periódico.

Me fui entonces a leer la extensa intervención de Putin en el foro de Valdai, que se puede encontrar en la página del Kremlin, en inglés: http://www.en.kremlin.ru/events/president/news/69695

Con las alas rotas

Rafael A. Ugalde Quirós.*

Síntesis: La insaciable Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) instrumentalizó a su favor las Naciones Unidas, durante el surgimiento de los grandes conflictos bélicos en el mundo, desde finales del siglo pasado cuando la fuerza bruta de los militares desplazó el derecho internacional.

Ya a las 18 horas locales del fatídico 24 de marzo los trabajadores regresan a sus casas con la jornada laboral cumplida. No faltaron curiosos que desde las ventanas de los ómnibuses divisaran las orillas de las vías cundidas de “robles austriacos” reventando florecillas moradas y rosadas en primavera, invitada fija de la capital yugoslava desde tiempos inmemoriales. Y es que esa tarde- noche el teatro de Belgrado vestía de lujo, precisamente, para celebrar la llegada de los días primaverales, cuatro días atrás. Las butacas ya tenían dueño para la Opera, pues los boletos estaban vendidos una semana antes, mientras en el interior del bello inmueble de gruesa columnas sonaba tristón un violín y un nostálgico saxofón, como presintiendo algo fatal en pleno desarrollo, al mismo tiempo la señal era inequívoca esa noche: la batuta descartaba error alguno, por pequeño que fuese. Por eso hubo tiempo suficiente para que el director del coliseo ordenara arreglos especiales en la entrada del edificio con filas de lirios blancos, al lado derecho, y a la izquierda, con ramos de cerezos frescos. No hubo sitio del teatro sin perfumarse.

Pero los belgradeses, orgullosos siempre de su histórica ciudad, embriagados además porque atrás dejaban el crudo frío yugoslavo, nunca imaginaron que solo dos horas luego sus vidas cambiarían para siempre, como pareciera presagiaron con su Do Sostenido lanzado al aire por el tristón violín y el Fa de pecho gritado desesperadamente por el nostálgico saxofón “Made in USA”. El mundo quedaría entonces horrorizado, boquiabierto y de cabeza hacia abajo. Efectivamente, al ser las 20 horas en punto del 24 de marzo de 1999 la Organización del Atlántico Norte (OTAN) rompió las alas de las Naciones Unidas (ONU) – quién sabe por cuántos años más-, lanzando a diestra y siniestra y ningún acuerdo jurídico bombas de quinientas libras sobre Yugoslavia. Paradójicamente, llenó también de tanques las calles de Belgrado y de aviones de combate el despejado cielo yugoslavo, a nombre de la paz, según su comunicado oficial, y para resolver el viejo “problema albanés”. Ya las naciones ex soviéticas de Polonia, República Checa y Hungría habían ingresado a la OTAN, abriendo así el camino para que esta alianza militar se extendiera sin control alguno sobre Europa del Este, desafiando a “Raimundo y a todo el mundo” y llenando de bases militares los países vecinos del Mar Báltico. De esta manera, Europa Occidental y su brazo armado desempolvarían la vieja tesis de principio del siglo pasado, en torno a que, si dejan avanzar a Rusia por la llamada Eurasia, los días para el oeste están contados como imperio. Este término de Eurasia fue acuñado por el economista británico a principio de 1904, Halford John Mackinder, (“Britain and british seas”) quien tiene aún hoy numerosos seguidores – especialmente en Alemania y Gran Bretaña -sobre sus sentencias geopolíticas de “quien domina Asia Central y domine Eurasia será dueño del mundo”. Allí están las grandes extensiones de tierras fértiles, enormes reservorios de agua, gas natural y petróleo, asimismo depósitos de carbón, oro, hierro y enormes cantidades de bosques vírgenes etc.

Así fue como – este 24 de marzo de 2022 se cumplieron 23 años de la invasión a la antigua Yugoslavia- la OTAN inició la desintegración territorial de una supuesta nación soberana, borrándose de paso y de un plumazo los postulados de todo el derecho internacional público, las reglas humanitarias sobre la guerra; frente a la negligencia de la ONU, el visto bueno de Europa y la suplantación, hasta hoy, del dialogo por el rugir de los cañones y el aullido de los aviones cazas.

Se cree que durante 78 días de invasión mataron entre 1.200 y 5.000 personas, se lanzaron más de 9.000 toneladas de bombas, de las cuales entre 15 y 45 de ellas contenían uranio empobrecido, por primera vez en un acontecimiento bélico. La “civilizada” Europa Occidental dando lecciones, siempre, sobre “actos civilatorios”.

Efectos del bombardeo de la OTAN sobre el Ministerio de Defensa en Belgrado foto WIKIPEDIA

GUERRA OTAN EN UCRANIA

Seis mil sanciones comerciales y financieras a Rusia y la entrega masiva a Ucrania de misiles de toda clase, envíos de innumerables tanques recogidos de la era soviética, moderna municiones, cohetes contra blindados, aviones no tripulados (drones de fabricación turca) y cientos de “soldados de fortuna”( “mercenarios”, para unos, y “voluntarios” para otros), por parte de países miembros de la OTAN, evidencian que la presencia rusa en Ucrania escaló hacia un conflicto entre rusos y la Alianza Atlántica, encabezada por Estados Unidos, de pronósticos bastantes reservados. Por eso, el presidente estadounidense, Joe Biden, acaba de girar $800 millones a Ucrania (anteriormente había girado $ 350 millones), más otros envíos de tecnología militar de punta, para enfrentar, dijo en conferencia de prensa, las tropas del “carnicero Putin”. El masivo armamento procedente de la OTAN para su protegido ucraniano, el presidente Volodimir Zelenski – un afamado actor de teatro quien no mueve un dedo sin permiso de la Casa Blanca – ingresa por la fronteriza Polonia en convoyes nocturnos; nación esa que, junto a Rumania, tienen la asignación de abastecer de armas a las brigadas de valientes “nacionalistas”, según la matriz mediática vendida desde Londres, París, Madrid y Washington. A la vez dan refugio a más de tres millones de ucranianos con la clara intención de prolongar cuánto se pueda el conflicto bélico y buscar luego una “crisis humanitaria” que permita la intervención del bloque Oeste; con el visto bueno de una ONU que ni en Yugoslavia, Irak o Yemen, etc., “picó leña, ni prestó el hacha”. Estos refugiados tienen a su favor para ser “bienvenidos” por los gobiernos polaco y rumano ser “personas blancas y ojos azules”, como apuntó recientemente un telenoticiero español. Este “importante” detalle reseñado por la prensa española, en torno a la piel y los ojos de los refugiados ucranianos, va dirigido a contrastar como los europeos y estadounidenses perciben a otros emigrantes procedentes de Afganistán, Irak, Libia, Siria, República Árabe Saharaui y naciones latinoamericanas como Haití, Honduras, Guatemala, entre otros, todos ellos de piel oscura y destartalada por la miseria. Para proteger la gente de “piel blanca” y “ojos azules” piden la intervención de la Corte Penal Internacional y cuánta organización de derechos humanos existe, pero el doble rasero del fascismo que vivimos no solicitó ese tribunal para los crímenes de lesa humanidad cuando se encierra en jaulas a los niños migrantes en la frontera de Estados Unidos ni para castigar los asesinatos masivos de civiles en Afganistán, Irak o Libia. La gente de piel oscura de esos países es de “raza inferior” por no ser “arios”.

La negativa de la OTAN a comprometerse a detener su acelerada ampliación al este de Europa, en las propias barbas de Rusia, así como la renuncia expresa de Ucrania a pertenecer a esa Alianza, ni atacar más la cultura y la ciudadanía de ascendencia rusa en el Dombas (este ucraniano con un área estimada en 600 mil kilómetros), mantiene un pulso en torno a sí el mundo se dirige a un gobierno planetario único, o por el contrario, el multilateralismo se impondrá.

Pie de foto.Putin: OTAN se pasó de la línea roja.

Dependiendo cómo concluya la crisis por la presencia no tan indirecta de la OTAN en Ucrania (sus soldados no están presentes físicamente, pero la presencia de la alianza es ineludible en cuanto a tecnología militar), estaremos frente a novedades pocas veces vistas en el planeta. Por un lado, la humanidad sabrá sí el neofascismo y el nazismo de nuevo cuño, disfrazados de falsos “nacionalistas” (este término no me pertenece, lo utilizó la CNN para referirse a los “ejemplares” luchadores del “batallón Azov” ucraniano, considerado nazista), son erradicados definitivamente del orbe como sustento ideológico del neoliberalismo, traducido a capitalismo salvaje y depredador de pueblos enteros. Por otra parte, veremos si la llamada Europa Occidental logra librarse en algún momento de la tutela de Washington en el campo político, financiero, militar y energético. Estados Unidos son los verdaderos ganadores hasta ahora en la llamada “crisis ucraniana”, pues puso de rodillas diplomáticamente a la Unión Europea, pasó a controlar el consumo de hidrocarburos en el viejo continente sin disparar un tiro y ha inundado de armas el mundo. Por el momento Biden redondea además su otro gran negocio. Saca del ojo de la tormenta a su hijo Hunter, implicado en recibir ilegalmente comisiones millonarias en China como “asesor” de negocios, así como presunto encargado de más de 30 laboratorios clandestinos en Ucrania para usar virus y aves migratorias en la dispersión de enfermedades y plagas, con fines militares. Según informaciones periodísticas, Estados Unidos hizo de Ucrania el mayor centro de pruebas para la guerra bacteriológica, en violación de la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción y el Almacenamiento de Armas Bacteriológicas (Biológicas) y Toxínicas (CABT), sostuvo el microbiólogo Ígor Nikulin, exmiembro de la Comisión de la ONU para las armas biológicas y químicas (ELPAIS.cr 12/3/2022). El diario digital costarricense consignó, además, citando a dicho científico, que desde 2014 en ese país se registraron brotes de varias enfermedades e incluso epidemias locales.
«Surgieron la peste neumónica, el ántrax y enfermedades exóticas como la fiebre Q (…) Estamos ante una violación a gran escala de la Convención para la Prohibición de las Armas Bacteriológicas y las Toxínicas por parte de Estados Unidos y Ucrania. Esos países desarrollaron, produjeron y almacenaron nuevos tipos de armas, infringiendo los tres pilares de la convención», informó el periódico tico.

Otras novedades en el horizonte son la segura crisis alimentaria a mediano plazo en las naciones satélites y los problemas por los altos precios de la energía, así como el debilitamiento del dólar estadounidense en importantes metrópolis, como moneda de pago internacional, frente a monedas locales como el rublo ruso, la rupia de la India y el yuan chino. Ucrania es uno de los grandes productores agrícolas (trigo y maíz) y de fertilizantes del este de Europa; además coloca en el mundo grandes cantidades de aluminio, acero, níquel, paladio, cobre y platino; mientras Rusia abastece con un 9,8% de trigo el mercado del planeta y aporta el 40% de gas para los hogares de Europa Comunitaria, con un 40% más barato que el importado desde Estados Unidos. (Diario “El Economista” 31/01/2022).

El presidente Biden y su polémico hijo Hunter, implicado en laboratorios clandestinos en Ucrania.

De esta manera, este nacimiento de un nuevo sistema de monedas pareciera encaminado a obtener a mediano plazo «activos tangibles», capaces de golpear la “guerra hibrida” del capitalismo rapaz, con sus significativos embargos económicos, como el padecido por Cuba desde hace 60 años, así como el robo y confiscación de oro, dólares o euros de las naciones “desobedientes”, depositados en bancos de Occidente. El caso de Cuba merece mención especial por el cinismo que ofrecen sus adversarios. Seis décadas con la soga al cuello en cuanto no tiene derecho de comerciar libremente, ni a obtener dólares honestamente, ni medicinas ni tecnología; pero cuando alguien queda ciego por faltas de gotas oftálmicas o muere por falta de un medicamento, entonces eso es por culpa “del régimen”.

El uso del dólar y el euro con fines guerreristas, como el desplegado contra Rusia, Irán o Venezuela (y de sumisión total de la humanidad a las familias dueñas de la Reserva Federal de Estados Unidos y el banco europeo, gracias al control ejercido por el llamado “monstruo sionista”), pareciera sufrió un serio revés con la guerra en Ucrania, aunque mucho dependerá del papel que asuma China en los próximos meses. Este nuevo orden financiero llevaría a monedas como el yuan, el rublo, el peso cubano, la rupia o el bolívar venezolano, etc. y etc., a respaldarse en “reservas reales” conforme a su producción de comida, petróleo, oro, gas, plata, tierra, agua, flora, fauna etc. Todos estos recursos serían avales que garantizarían independencia y soberanía en el nuevo orden económico mundial dejados por Ucrania y Rusia. Por el momento, cada vez más, las naciones del Movimiento de Países no Alineados y el poderoso grupo G 20 van configurando su propio «swift” (código de identificación de una transacción financiera internacional) para el comercio soberano entre algunos de ellos, siendo precisamente India, Rusia y China quienes encabezan esta iniciativa y desafían el dólar y el euro. En América Latina y el Caribe la configuración de nuevos gobiernos con otras concepciones sobre la independencia y la soberanía de los pueblos como el encabezado por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con directa repercusión dentro de la CELAC, parecieran se fortalecerían tras el conflicto en Europa del Este. Hay convencimiento que el multilateralismo y la autodeterminación de los pueblos terminarán por imponerse, dejando atrás, quizá, los saqueos inmisericordes, millares de muertos inocentes y la desaparición de naciones enteras, en pleno Siglo XXI.

¡Esa noche no hubo opera en Belgrado!

 

*Es diplomado en Geopolítica y Petróleo; periodista, abogado y notario por la U.C.R. Especial para Surcos.

El realismo de gran potencia

Óscar Madrigal

En círculos académicos y políticos del mundo se desarrolla una interesante discusión a raíz de la guerra de Ucrania. Un grupo importante plantea, especialmente John Mearsheimer profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chicago que 2005 mantiene esa tesis, que debe prevalecer la realidad sobre otras consideraciones, la realpolitik en las relaciones internacionales, incluyendo lo que llama el “realismo ofensivo”, especialmente en lo que respecta a las grandes potencias, el “realismo de gran potencia”.

Su tesis es que las grandes potencias deben tener, necesariamente, una determinada área de influencia o esferas globales de interés, en otras palabras, que esas grandes potencias tienen derecho a una zona de seguridad.

Debido a ello existen razones suficientes de seguridad que justificarían la exigencia de Putin y Rusia a que Ucrania no tenga bases militares extranjeras, sea neutral y no se convierta en una amenaza para Rusia.

Esta es la posición sustentada también por Henry Kisinger y muchos otros estrategas, incluso militares de los EEUU.

Para ellos, la OTAN fue la que provocó la invasión de Rusia al promover el ingreso de Ucrania en ese bloque. En fin, lo que ocurre en Ucrania es culpa de Occidente, afirman.

Las grandes potencias dicen esta teoría velan por su seguridad y -consecuentemente- dividen el mundo en zonas de influencia o de interés.

Los EEUU también obraría en esa misma dirección, con lo cual tendría justificación la Doctrina Monroe, la doctrina Carter y muchas otras y también como han dicho muchos de que EEUU, por ejemplo, no permitiría un Méjico con bases militares de Rusia en su patio trasero.

Es una teoría intrínsecamente propia del imperialismo.

Según esa teoría, el enfrentamiento de las grandes potencias va a desembocar generalmente en guerras. La lógica de este pensamiento es asegurar que los responsables de la toma de decisiones en el mundo reconozcan que las grandes potencias tienen sus propios intereses y, consecuentemente, sus zonas de influencia que deben ser respetadas so pena de guerra.

Estas tesis son rechazadas por otros grupos que las consideran como una apología de las grandes potencias, que convierten la guerra en algo natural, que renuncian a las instituciones mundiales y al derecho internacional a favor de una supuesta realidad y dejan por fuera la acción de los Estados.

En estas circunstancias algunos Estados tendrían limitado su derecho y su capacidad de decisión soberana por el destino manifiesto de encontrarse en alguna zona de influencia de las grandes potencias; la soberanía sería inexistente y la competencia de sus pueblos para escoger lo que considere mejor para el país estaría anulada por encontrarse dentro del espacio de seguridad de la potencia. La pena, como ocurre actualmente en Ucrania, es quedar destrozada, aniquilada.

La moral y la legalidad son las razones para oponerse a estas teorías y para oponerse a la guerra.

La moral, porque la guerra no es la solución como se ha demostrado fehacientemente en las últimas décadas, la legalidad porque debemos respetar la decisión de los pueblos y el derecho internacional y los derechos humanos por encima de los intereses imperialistas de las grandes potencias.

SIFUPCR: Cápsula informativa 3 sobre el conflicto ruso-ucraniano

Juan Carlos Duran Castro

En esta tercera cápsula, Juan Carlos Durán Castro, del SIFUPCR (Sindicato de Funcionarios Públicos y Privados de Costa Rica), discute sobre la relevancia que tiene el conflicto armado actual entre Rusia y Ucrania, también conocido como la Guerra del Dombás, sobre los mercados y la política internacional. 

El conflicto tiene un trasfondo histórico en la geopolítica y los mercados internacionales, donde los Estados Unidos buscan retomar la hegemonía que tenían sobre los mercados asiáticos y europeos. Por consecuencia, se está afectando el mercado y las relaciones entre China y los países europeos. Los cambios económicos, en particular el precio del petróleo, tienen efecto sobre las tasas de inflación y migración, pero sus efectos se pueden observar alrededor del mundo, incluyendo en América Latina.

A continuación, compartimos el video:

SIFUPCR: Cápsula informativa 2 sobre el conflicto ruso-ucraniano

Juan Carlos Duran Castro 

En esta segunda cápsula, Juan Carlos Durán Castro, del SIFUPCR (Sindicato de Funcionarios Públicos y Privados de Costa Rica), discute sobre «leyendas urbanas» encontradas en las redes de comunicación y en el periodismo alrededor del conflicto armado actual entre Rusia y Ucrania, también conocido como la Guerra del Dombás.

En particular, discute sobre tres puntos: el estado mental de Vladimir Putin, su ideología política, y el mito de la «amenaza comunista», resaltando el ajedrez político de la «guerra fría por los mercados» entre el occidente y el oriente.

A continuación, compartimos el video:

“No nos maten”

Rafael Ángel Ugalde Quirós*

Síntesis: La expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el Este de Europa precipitó la guerra entre Rusia y Ucrania, aunque el conflicto armado esconde el problema de fondo referente al crecimiento incontrolado del fascismo y el nacismo en Occidente, que rechaza un Nuevo Orden Mundial.

El 2 de mayo cuando iban a matarlos en los muros cercanos a la “Casa de los Sindicatos” el sol cae verticalmente con sus cálidos rayos sobre la cabeza de centenares de niños de las manos de sus padres, jóvenes, mujeres y adultos mayores, pidiendo los dejasen, por amor a dios, hablar y educarse conforme a su lengua materna y tradiciones. El bullicio de la gente espanta el tufo a muerte que vaga por las calles de la ciudad día y noche. Odessa, en el sur de Ucrania, como de costumbre, amanece impregnada de salitre traído en ráfagas desde el Mar Negro, mientras su temperatura oscila entre los 22 y 31 grados centígrados; haciendo de esta manifestación por “los que luchan” una fiesta popular, semejante a la convivencia mundial vivida por los trabajadores del mundo el primero de mayo, celebrado el día anterior. De pronto todo cambia. Una banda nazi de los “PravySekto irrumpe contra la multitud con armas de grueso calibre, mayoritariamente fusiles de asalto Ar 15 y Ak 47, obligando a las personas a correr despavoridos hacia la “Casa de los Sindicatos” para tratar de ponerse a salvo de la ira de los fascistas y nazis promovidos desde Kiev, capital de Ucrania. La diplomacia cada vez más se ve disminuida para la solución del ensayo político que se lleva a cabo en la nación de la antigua Unión Soviética. La expansión de la OTAN por el Este de Europa sume en violencia y exterminio las llamadas República Popular de Lugansk (RPL) y la República Popular de Donetsk (RPD) de descendencia rusa. Durante más de 30 años, Rusia pide al eje OTAN, Comunidad Europea y Estados Unidos detener su expansión hasta las mismas barbas del Kremlin. No sólo el eje mencionado rechaza las preocupaciones rusas en materia de seguridad, sino que los bombardeos contra la población de Donbass ( en el este de Ucrania) recrudecieron en los últimos meses por parte del ejército ucraniano, controlado por las milicias neonazis – fascistas y alimentado de moderno armamento proveniente desde Estados Unidos y otros países miembros de la OTAN. Solo el pasado fin de semana llegaron a Kiev 17.000 municiones antitanque “made in USA”, a fin de enfrentar la maquinaria rusa. El conflicto que vive hoy Ucrania, por tanto, viene encubándose desde hace ocho años, con la trascendencia de poner a la humanidad al borde de una guerra termonuclear. A los pueblos de Lugansk y Donetsk no solo se les mantiene sin agua, sin electricidad, sino además tienen prohibición expresa de comunicarse en ruso. Además, viven bajo constante asedio por parte de las bandas nazis desde que anunciaron su deseo de independencia. En 1991 cuando se desintegró la Unión Soviética Estados Unidos, la OTAN y la Comunidad Europea prometieron a los rusos “no avanzar ni un centímetro hacia el Este europeo”; sin embargo, 30 años después, pasaron de 12 países originalmente a 30 naciones en 2022. La mayoría de las naciones ex soviéticas no solo fueron incorporadas a la OTAN, sino que están llenas de bases militares rodeando a los rusos.

Los enfurecidos nazis (nacionalistas para CNN y otras cadenas de noticias) llegan ese 2 de mayo hasta la “Casa de los Sindicatos gritando consignas contra el referendo en Donetsk y Lugansk, realizado en 2014, aproximadamente una semana antes. De nada valieron, los llantos de los asustados niños, los gritos despavoridos de ¡no nos maten” de la mujeres sollozando. ¡La suerte está echada! La masacre deja 7 mujeres y 41 varones muertos a tiros, 214 heridos, 172 detenidos y la casa sindical incendiada. La televisión mundial exhibe poco después cadáveres tirados por todos lados como sí se tratase de la Gestapo de Hitler. Como se recuerda, Occidente propició el golpe de Estado contra el presidente Víktor Yanukóvich, en 2014, mediante una de esas “Revoluciones de colores” inventadas por los servicios secretos de Gran Bretaña y Estados Unidos para deponer gobernantes y reconocer otros, tal como ha vivido América Latina con el ejemplo del venezolano Juan Guaidó, que si bien no controla ni siquiera la cuadra en que vive, es el “ presidente encargado” de Estados Unidos para asuntos de Venezuela. Desde entonces arde el Este y el Sur ucraniano. Cuentan que la guerra deja ya 14 mil seres retirados para siempre de este “mundanal ruido” y las urbes citadas retornan a la época medieval de recurrir a los “serenos” y las campanas de las iglesias para alertar la ciudad cuando las bandas de “nacionalistas” vienen a “pedir cuenta” a los pro rusos. Metafóricamente se dice que los bombardeos ordenados por Kiev son tan prolongados que los gatos traídos desde Rusia a estas ciudades ya no chillan en los tejados, porque perecieron por las bombas; y todos los perros mascotas viven debajo de la cama de sus amos. Los pajarillos, otras horas dueños de los parques, no cantan ni cortejan a sus novias, ni revolotean de rama en rama. Es la crueldad de la guerra durante los últimos ocho años.

VIENEN LOS RUSOS

“Vamos a convertirlo en paria”, dijo esa tarde Joe Biden, comandante supremo del mayor ejercito del mundo, así como jefe “sombreado” de la OTAN, al decretar una cascada de sanciones contra Rusia por la llamada “operación especial” desplegada en Ucrania desde el pasado 24 de febrero. Las medidas contra los rusos son variadas y van desde el bloqueo bancario mundial, pasando por la suspensión de la compra de petróleo y carbón.

Los biógrafos de Biden sostienen que él es “hombre de paz y leyes”. Nunca asistió a un conflicto bélico más allá de aplaudir la invasión a Libia (2011) y saltar de gozo por el ahorcamiento de Sadam Hussein (2006), siendo de justicia entonces, pasar a la historia por crear su propio Vietnam, en el Este de Europa, en pleno siglo XXI. Quizá, entonces, desde OTAN, un “coronel” tenga quien le escriba a Biden sobre el alza del precio del barril de petróleo, el hambre que causará en el mundo dichas sanciones, el hallazgo de laboratorios clandestinos para la guerra bacteriológica y las dificultades de Alemania para prescindir de los hidrocarburos rusos. Diplomáticos chinos acreditados ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) acaban de exigir explicaciones a Estados Unidos acerca de los 300 laboratorios clandestinos alrededor del mundo – en Ucrania habían 10- usando patógenos como Antra, Ebola, la Peste Bubónica y el Cólera, entre otros, a fin de experimentar con humanos.

(Foto Reuter. Fascistas ucranianos prenden fuego a la Casa de los Sindicatos).

Tirando a un lado el derechista diario de la mañana, el viejo Enrique Calero, curtido dirigente sindical de la década de los ochenta, exclama: “Es el peor pasquín del mundo. Da como cierto el bombardeo de un hospital materno infantil en Ucrania y no dice a sus lectores que, desde febrero, los nazistas sacaron el personal médico hacia otro lado”. Frente de su casa del Barrio de “El Carmen” de Puntarenas la chiquillada juega al fútbol en la plaza de Los Caites; Calero mete el dedo gordo del pie derecho en la roída Kan Lung y, levantándose, de improviso de su poltrona con respaldar de cuerina roja, sostiene que “el capitalismo salvaje” trata de “jugársela” con una Tercera Guerra Mundial. “El viejo imperialismo europeo y norteamericano no quieren resignarse a que en el mundo hay otros actores capitalistas que les disputa la hegemonía. Por eso echaron andar la Tercera Guerra Mundial, reduciéndola, de momento, a sanciones”.

Tras las sanciones decretadas por Biden y los europeos Rusia batió el récord de haberle impuesto 5.500 restricciones, mientras el segundo lugar lo ocupa Irán. El exdirigente sindical de los muelleros sostiene que las sanciones comerciales a Rusia suponen un ensayo de esta Tercera Guerra Mundial, “que ojalá no llegue a la etapa nuclear, porque nos jodemos todos”. Mientras me invita al interior de su vieja casa de madera a “tomarnos el cafecito negro de rigor”, apenas para que lo oyera, balbucea diciéndome que, los rusos superarán las sanciones impuestas por Estados Unidos, Europa y los miembros de la OTAN “Putin tiene ocho años de prepararse para este momento”. Se refiere a los $ 600 mil millones en reservas dentro del Banco Central ruso, a fin de blindar la economía doméstica y el intercambio comercial con otras naciones también sancionadas. “Biden es el principal ganador de esta crisis por Ucrania porque reactiva su industria militar e intenta levantar su alicaída popularidad en su primer año de gestión”, dice en tanto me hace una señal para que me siente en una de las seis sillas que hay alrededor de la larga de mesa en madera de Pochote.

– ¡Marina, llama a su esposa, “tráele un cafecito! Este porteño trabajó conmigo en el Muelle Grande, antes que el gobierno se lo diera a los colombianos. ¡Qué tiempos más lindos eran esos! ¿Te acuerdas del Negro Grijalba?”, agrega.

– Salíamos apenas de la dolorosa guerra en Vietnam, repliqué.

– Fue una guerra bestial donde no solo se probaron nuevas maneras de matar pueblos enteros, sino también camuflar a nombre de la ciencia las epidemias inventadas en los laboratorios. Desde entonces la “Gran Farma” está presente en los acontecimientos bélicos, sentencia.

Y efectivamente así es. La invasión estadounidense en el sudeste asiático fue brutal. Se experimentó con el “agente” naranja como quemador de todo. Contaminaron ríos con nuevos productos tóxicos. Cada ocho minutos lanzaban una bomba. Los aviones de Estados Unidos realizaron más de 580.344 misiones de bombardeo y lanzaron 260 millones de bombas. La mayor parte eran bombas racimo prohibidas, como siempre, por el Derecho Internacional, Durante tres años se gastaron más de $190 millones para retirar explosivos, que aún quedan.

Esto explica que durante esta guerra la frase más escuchada, por lingüistas de todo el orbe, fue “no nos maten”, cada que vez que aparecía un soldado estadounidense o del Vietcong.

El general survietnamita Nguyen Ngoc Loan ejecuta en plena calle a un guerrillero del Vietcong, en Saigón, el 1 de febrero de 1968./ AP/Eddie Adams.

Calero caminó unos pasos hacia el trinchante que está en el comedor de la casa, escarbó unos segundos sus viejos cuadernos y ya de regreso a la mesa, exclamó entre enojado y sarcástico: “ya nadie habla de las invasiones a Vietnam, Guatemala, Cuba o Panamá”:

INVASIONES ESTADOUNIDENSE EN EL MUNDO A PARTIR DE 1900.

México (1914-1917)

Haití (1915)

República Dominicana (1916)

Nicaragua (1926).

Corea y China (1950).

Guatemala (1954).

Argentina (1955).

Indonesia (1958).

Cuba (1959-1961).

Panamá (1964).

República Dominicana (1965).

Guatemala (1967-1969).

Congo (1964).

Laos (1964-73).

Vietnam (1961-1973).

Camboya (1969-1970).

Guatemala (1967-1969).

Granada (1983).

Líbano (1983 y 1984).

Libia (1986).

El Salvador (1980).

Nicaragua (1980).

Irán (1987).

Panamá (1989).

Irak (1991 guerra del Golfo Pérsico).

Kuwait (1991).

Somalia (1993-1994).

Bosnia (1994-1995).

Sudan (1998).

Afganistán (1998).

Yugoslavia (1999).

Afganistán (2001-2021).

Filipinas( 2002).

Yemen (2020).

Irak (1991- 2003).Irak (2003-2015 Alianza OTAN).

Afganistán (2001-2015).

Pakistán 2007-2015).

Somalia (2007-2008 y 2011).

Yemen (2009 y 2011).

(Libia (2011 y 2015).

Siria (2014, 2018).

**Lista realizada bajo responsabilidad del autor. Estados Unidos ha realizado 59 intervenciones militares alrededor del orbe desde 1775. Este cuadro hace referencia a partir de 1900, no incluyéndose, por tanto, la anexión de los territorios de México entre 1846 y1848.

Sin que nos viera el Ministerio de Salud nos fundimos en un abrazo de despedida sin mascarilla ni lavado de manos. De regreso a casa, mientras esperaba el bus que me traería a la capital, en el televisor ubicado en el restaurante del chino, la noticia internacional era que “Europa prohibió a los veterinarios dar asistencia a los gatos traídos desde Rusia por refugiados de Ucrania.”

  • Periodista, abogado y notario por la U.C.R.

Vladímir Putin, ¿“putler” o estratega global?

José A. Amesty R.

2-marzo 2022

Ante el torbellino de desinformación, por parte de los medios occidentales en torno a los acontecimientos en Ucrania, la cual se ejecuta, ocultando los hechos, borrando la historia, resaltando la crueldad de los invasores y la muerte de civiles, haciendo hincapié en los desplazados y en el llanto de las mujeres y los niños/as desorientados con miradas perdidas, bloqueando la información que ponga en duda el discurso “oficial”; todo sirve para justificar y descalificar.

La verdad es la primera víctima de la guerra, decía el griego Esquilo hace más de 2.500 años. Hoy sabemos que la mentira y la desinformación es un arma de guerra, propaganda de guerra.

La mentira es un arma de guerra en esta guerra cultural, de cuarta o quinta generación. La tarea es instaurar la mentira, el bulo, las “fake news”; el chisme sin corroboración en el imaginario colectivo, para manejar a las masas, atraer a votantes con engaños. La mentira es un mecanismo de destrucción masiva que sirve para exonerar de responsabilidades a inescrupulosos empresarios y/o políticos, criminales o negligentes.

En este sentido, no nos extraña además que, vomiten sus mentiras, calumnias y manipulaciones alrededor de la figura del presidente ruso Vladímir Putin. En nuestro artículo anterior “EEUU, y su amor por las guerras”, ya mencionamos como crean en torno a la figura del presidente ruso, una imagen estereotipada y deshumanizada, despreciable, todopoderoso, diabólico, un dictador brutal, similar a Hitler, como un monstruo abstracto que constituye una amenaza radical para nuestras creencias y nuestros valores más preciados.

El artículo de La Teja un pasquín de La Nación de Costa Rica, “Vladímir Putin: Machismo, sexualidad y una infancia sin amor”, el cual replican otros medios opositores a todo lo que huela a Rusia, China, Venezuela, Cuba, Nicaragua entre otros, va en la dirección arriba descrita. No vamos a referirnos textualmente a los que afirma el mismo, ya que raya en mentiras, suposiciones y apreciaciones que justifican lo expresado hacia una persona, más bien vamos a enfocarnos brevemente en los aspectos resaltantes de la personalidad y el accionar político de Vladímir Putin.

¿Quién es Vladímir Putin?, abogado y político de profesión, nació en 1952 en la entonces llamada Leningrado. Su familia era modesta (su padre trabajaba en una fábrica metalúrgica, dirigente comunista, y su madre era limpiadora y, más tarde, dependienta de fábrica temporal, así como creyente de la iglesia ortodoxa). El padre combatió en una unidad del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, el NKVD, más tarde rebautizado como KGB., en el cual sirvió Putin, años después.

Dicen biógrafos de Vladímir Vladimorovich Putin, que la infancia de este, fue la de un niño normal, que aprovechó la oportunidad de participar en juegos con jovencitos de su edad donde comenzó a demostrar capacidad de liderazgo y dominio en las artes marciales como el Sambo, donde ganó varios campeonatos en diferentes regiones de la Unión Soviética.

Desde sus estudios de primaria destacó en el dominio de los idiomas, muy particularmente alemán; aficionado a lectura de literatura e historia de “su madre Soviética” como denominó a su Patria; aficionado a las novelas y películas policíacas, lo que le llevó a Estudiar abogacía y así poder ingresar a la KGB donde llegó a ser agente de inteligencia con el grado militar de Teniente Coronel.

De Putin, podemos destacar que fue un excelente atleta, formado por el régimen soviético como un verdadero Patriota, a decir del mismísimo: “para bien o para mal, nunca fui un disidente, fui de pies a cabeza un producto totalmente satisfactorio de la educación Patriótica Soviética”.

Creció en un barrio difícil y tenía que valerse por sí mismo. Es interesante prestar atención a lo que dice en su autobiografía: “Me di cuenta de que, en cualquier situación (tanto si tenía razón como si no) tenía que ser fuerte. Aprendí sencillamente que tenía que estar siempre preparado para responder a una ofensa o a un insulto de inmediato. Entendí ni más ni menos que, si se quiere ganar, en cada pelea hay que luchar hasta el final, como si fuese la batalla última y decisiva; es necesario aceptar que no hay retirada y que hay que luchar hasta el final. En principio, es una regla conocida que más tarde me enseñaron en el KGB, pero yo la aprendí mucho antes, en las peleas de mi infancia”.

Su origen modesto y el paso por el KGB han marcado positivamente, la mentalidad, las prioridades y el modo de hacer política de Vladímir Putin.

Estos orígenes duros y desfavorecidos lo han definido como un “sobreviviente”, también su lenguaje popular y a menudo crudo que emplea, para deleite del ruso corriente, aunque no siempre entusiasme a los intelectuales, (aquí recordamos la persona del presidente Hugo Chávez y su similar lenguaje), y su pose basada en sus raíces y en sus instintos auténticos.

Una de sus contrapartes capitalista, Margaret Thatcher, ex Primera Ministra británica, dijo: “Vladímir Putin es claramente capaz de evaluar los eventos internacionales y responder a ellos con audacia, astucia y eficacia”.

Los analistas políticos consideran a Vladímir Putin un partidario defensor de las reivindicaciones sociales, propulsor del progreso social y de las reformas agrarias. Sus principales aliados han sido las clases trabajadoras, los de los sectores populares, entre ellos los pensionistas rusos, los habitantes de las pequeñas ciudades, los trabajadores agrícolas e industriales, miembros del ejército, la policía y los cuerpos de seguridad, junto con sus familias que forman el grueso de su coalición. Así como un amante de los animales.

Siendo considerado por la revista Forbes, la persona más poderosa e influyente del mundo durante el período (2012-2016), el presidente Vladímir Putin ha sido determinante en la vida política de su país. El control político del partido de gobierno (Rusia Unida) sobre toda la administración pública juega un factor fundamental para el sostenimiento político de su gobierno. En el gobierno no mandan opositores, no hay infiltrados y a los saboteadores se le expone al escarnio público como ejemplo de lo que no hay que hacer. Contra la corrupción las leyes son implacables.

Es un hombre preparado para los cambios mundiales, que comprende las transformaciones radicales en la política global, en la economía, la vida social, en la esfera de las tecnologías sociales, de la información, de la producción.

La forma de liderazgo de Putin es única en su estilo, sus actuaciones dejan a sus aliados y opositores a hablar bien de él. Si bien es cierto que muchos de sus detractores lo comparan con Joseph Stalin, sus defensores alaban su visión sobre el mundo global actual. Algunos intelectuales han llegado a verlo como un profeta.

Vladímir Putin resultó ser un inmejorable estadista, que ha sabido lidiar, para llevar a su inmensa nación a ser respetada y reconocida como potencia, al romper el esquema y pensamiento hegemónico unipolar de la Unión Europea y los Estados Unidos, coincidiendo con la proclama del Presidente Hugo Chávez, respecto a la urgencia y necesario reconocimiento de un mundo multipolar y multicéntrico.

En pocas palabras, Putin es una persona nacionalista, verdadero patriota defensor acérrimo de la autodeterminación, independencia de La Rusia que fue capaz de derrotar a Napoleón en su tiempo y a Hitler en el marco de la segunda guerra mundial, donde el pueblo del don apacible, sacrificaron sus vidas por millones, conservando así la gran Rusia.

Todo lo contrario de lo que afirma el artículo de La Teja, Vladímir Putin, líder sereno, pauso y cauto, calculador, poco expresivo, respetuoso de los humanos, pueblos y las naciones, decisivo a la hora de accionar.

En fin, el liderazgo de Vladímir Putin es único en su estilo, digno de ser estudiado, sistematizado y teorizado para las enseñanzas de los cuadros políticos, ante un sistema político capitalista tan cuestionado, donde la corrupción, los antivalores, la impunidad judicial, la mentira y la pérdida de credibilidad son el pan nuestro de cada día.

¿Otra “Crisis de los misiles”?

Freddy Pacheco León

Sentimos que la «Crisis de los misiles» sucedida hace 60 años, no parece muy ajena a la angustia que hoy vive la humanidad. Tiene matices inevitables, consecuencia del tiempo y de los Estados involucrados que están en juego, pero su semejanza es casi imposible no advertirla.

Aunque muchos ignoramos el presente y el pasado de una Ucrania «inexistente» para nosotros, que nos era ajena como lo son la mayoría de las antiguas repúblicas de la era soviética, asumimos una especial responsabilidad por estudiar al menos un poquitico antes de opinar. Es una cuestión de auto-respeto, así que después de hacer la tarea por conocer, por indagar, ahora sí nos atrevemos a compartir un comentario con los amigos.

Lo que más nos acercaba a Ucrania era quizá el drama musical del lechero judío Teyve y su familia, en «El violinista en el tejado». Bellísima y muy conocida obra de Broadway, que al verla nos hace pensar en Ucrania, al menos de soslayo. Y es que son pocas las circunstancias que nos han llamado la atención de ese vasto territorio de dimensiones superiores a la península Ibérica, al que consideramos muy lejano. Por ello, al reconocer lo anterior y mientras estudiamos alguito más sobre Ucrania y sus enigmas, al leer las que pretenden ser las razones invocadas por las autoridades rusas como justificación de la cruenta acción militar, hay algo que hemos de decir. Sesenta años después de la llamada “Crisis de los misiles” que tuvo como protagonistas a los líderes soviético Nikita Kruschev y estadounidense John Kennedy, sentimos que ahora podría estarse dando una situación similar, aunque con otros actores. En 1962 la Casa Blanca se sintió amenazada por las armas rusas de mediano alcance, que el Kremlin había colocado para defender a la entonces amenazada Cuba, que un año antes había repelido una invasión por bahía Cochinos, patrocinada por el Pentágono. Los misiles balísticos, en la vecindad del territorio estadounidense fue considerado, con razón, una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos de América. La Guerra Fría estaba muy «caliente» y los norteamericanos reaccionaron dispuestos a enfrentar esa amenaza, aunque fuere atacando a la pequeña isla vecina o a los buques soviéticos que se atrevieran a romper el bloqueo naval que había sido impuesto, para así acabar con ese peligro, jugando así en el filo de la navaja de un enfrentamiento con armas nucleares.

Por otro lado, el premier soviético nacido en Ucrania, y demás autoridades de la URSS, estaban dispuestos a defender a Fidel Castro, al pueblo cubano y a su naciente revolución, reiterándose asimismo, que las autoridades soviéticas se sentían amenazadas especialmente, por los misiles nucleares Júpiter del Pentágono, que apuntaban hacia el territorio soviético desde la vecina Turquía. Hoy, el escenario no es en «Broadway» pero sí en la plaza Sverdlov que reúne al «Teatro Bolshoi» y otros. Ese escenario renovado ya no es en el mar Caribe pero sí en el mar Negro. Hoy quien dice sentirse amenazado por la amenaza militar de los EUA y la OTAN ya desplegándose en Ucrania, Polonia y Lituania, es más bien la Federación Rusa. Hoy no es un enfrentamiento entre Kennedy y Kruschev, sino entre Vladimir Putin y Joseph Biden, por razones equivalentes, pero con sus propias características.

Al igual que Cuba en los años 60 con la caída de la dictadura de Fulgencio Batista, Ucrania recién experimentó conflictos de autoridad política con raíces tan enmarañadas como las de un manglar. Al colapsar la Unión Soviética en la Navidad de 1992 por disposición de sus propias autoridades, algunas de esas raíces fueron brotando eventualmente y con ello sus consecuencias. Ante el surgimiento de ese joven gran Estado llamado Ucrania, ¡equipado por herencia circunstancial con armamento nuclear!, preocupados por su seguridad, Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia, conjuntamente, prácticamente obligaron a las autoridades de Ucrania a renunciar al tercer arsenal nuclear más grande del mundo, por medio del Memorándum de Budapest. A la muy crítica situación económica que le imposibilitaba al gobierno ucraniano, el satisfacer las necesidades básicas de un pueblo forjado como parte del que había sido un Estado socialista, así como su dependencia del fundamental aporte energético de Rusia, se le sumó la falta de preparación y experiencia de sus nuevas élites políticas, que asumieron el poder sin poder cumplir las grandes promesas demagógicas. Agravándose la situación por la influencia de los nacionalistas neo nazis, descendientes políticos de los ucranianos fascistas que se habían aliado a Hitler contra los rusos y los judíos en la Segunda Guerra Mundial, y que habían combatido contra sus compatriotas afines a las fuerzas que resistieron la invasión alemana. Así, de tumbo en tumbo, se sucedieron también las acciones rusas para garantizar su presencia en la estratégica península de Crimea y el puerto de Sebastopol, sede de la gran Flota del Mar Negro de la Armada de Rusia, que garantiza su salida al mar Negro y su paso al mar Mediterráneo.

Así, dando necesarios saltos históricos, llegamos eventualmente al momento en que los gobernantes ucranianos fueron «invitados» a tramitar su integración a la Unión Europea en 1996 y a suscribir un acuerdo sobre una asociación especial con la OTAN el año siguiente, con lo cual los intereses políticos, económicos y principalmente militares de occidente, adquirían con esas acciones, presencia en las cercanías de Rusia, que obviamente no eran del agrado de las autoridades de los palacios del Kremlin.

Por otro lado, Ucrania, como sucediera con Rusia y otras naciones excomunistas, no se salvó de los millonarios procesos de privatización de las grandes empresas estatales, que hicieron que los principales sectores de la economía quedaran en manos de monopolios manejados por un pequeño grupo de magnates multimillonarios, con una riqueza quizá no vista ni en la era de los zares rusos, que comparten el poder con sus socios gobernantes, anticomunistas declarados.

Y así llegamos, 60 años después, a esta nueva edición de la «Crisis de los misiles» que en 1962, por unas dos semanas, tuvo al mundo al borde de una muy destructiva guerra nuclear. Al igual que entonces, una potencia, esta vez Rusia, manifiesta sentirse amenazada por la presencia hostil de las fuerzas militares de la OTAN en su vecindario. Situación que sustenta el pretexto con que se justifica la acción militar limitada dirigida desde Moscú, en que se ordena incluso poner en alerta la estructura bélica nuclear. También como entonces, dos jefes de Estado poderosos, Biden y Putin, tienen en sus manos, con sus posibles decisiones, la vida de numerosos inocentes. Por eso, como lo hiciera en 1962 el Papa Juan XXIII, mientras se celebraba el II Concilio Ecuménico, quien pidió a las dos potencias que no permanecieran sordas «ante la angustia de la Humanidad», esta vez el Papa Francisco se ha dirigido «a quienes tienen responsabilidades políticas para que hagan un serio examen de conciencia ante Dios, que es el Dios de la paz y no de la guerra», ante lo cual pide «a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional».

Y vemos también, como sucediera hace seis décadas en que dialogaron Kennedy y Kruschev, al escribir este comentario, se ha dado una convocatoria a las dos partes a dialogar en Bielorrusia, hecha por Putin y aceptada por el presidente ucraniano Zelensky. Pensamos que si los acontecimientos continúan por esa «línea férrea» trazada en 1962, podríamos arriesgarnos atrevidamente a vaticinar, la llegada a una estación final como la de entonces, donde ambas partes cedieron a favor de la paz. Después de que Kruschev obtuvo de Kennedy la garantía de que no propiciaría, con apoyo norteamericano, acciones militares contra la Cuba socialista y que desmantelaría los misiles nucleares que EUA tenía en tierras turcas, Kennedy obtuvo de Kruschev el compromiso de sacar de la isla vecina, el armamento nuclear que la URSS había ubicado allí. Así se alcanzó la paz y se evitó mayor daño a la humanidad.

Hoy, movidos por la enseñanza de la historia y los llamados que llegan de todo el mundo en pro de la paz, podríamos quizá ver un final en el cual Ucrania se compromete a jugar un papel independiente de Rusia y la OTAN, donde su soberanía será respetada y fortalecida, creándose así las condiciones para que Rusia se retirare de los territorios ocupados, asumiendo a su vez, el compromiso de una mayor cooperación con Ucrania, según el mandato del «Dios de la paz y no de la guerra», que nos recuerda Francisco.

Acojo gustoso «la cajita blanca», pues desde el fondo de mí expreso esa muy humana aspiración, muy propia del sentir costarricense reflejado en el orgullo de decirle al mundo que somos un país sin ejército.

27.2.2022