Agenda 2030: “Un importante signo de esperanza”

Freddy Pacheco León

“Una esperanza que se realizará si la Agenda se implementa de manera verdadera, justa y efectiva”, dijo alzando su voz. Aunque, indicó (ya les diremos quién) que solo será posible cumplir sus 17 objetivos, si se implementa de manera verdadera, justa y efectiva. Tarea complicada pues, los objetivos, como señaló el señor secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, requieren que “La ambición a nivel mundial debe traducirse en actuaciones de todas las comunidades y naciones, basadas en estrategias de aplicación que se perciban como propias a nivel local”. “Hemos llegado a un momento decisivo en la historia de la humanidad”, dijo el líder de la ONU”, donde los Objetivos constituyen una agenda “para las personas y el planeta”, así como “para la prosperidad, la paz y la asociación compartidas”.

Después de más de dos años de reuniones, foros, conferencias, con amplia participación de las naciones preocupadas, por el camino hacia la destrucción que está siguiendo el planeta, sucedió algo inédito en la reunión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, realizada el 25 de setiembre del 2015, en Nueva York. Fue tal el avance logrado hacia alcanzar el consenso entre las naciones parte de la ONU, que, musulmanes, católicos, cristianos protestantes, judíos, ateos, agnósticos, budistas, islamistas, hindúes, tradicionales africanos…, no tuvieron reparos en darse las manos en pro del desarrollo sostenible. Los representantes de Haití se unieron a los de Francia y Argelia; igual, sucedió con los de Gran Bretaña, Jamaica, Pakistán, Irán, Israel y los de Emiratos Árabes; y los de Costa Rica, Brasil, España, Portugal, Grecia, Turquía, Chipre, China, Rusia, Lituania y Polonia, compartieron la satisfacción de estar presentes en ese día histórico para el planeta. Y no seguimos anotando nombres de naciones, pues la lista es larga. Lo resumimos anotando, que los representantes de Oceanía, Asia, África, América y Europa, de las 193 naciones que conforman la ONU, por UNANIMIDAD, acogieron, sin reparos, los 17 objetivos que integran la AGENDA 2030 para el Desarrollo Sostenible. Algo imposible de haberse logrado, si en los textos que la sustentan, hubiera, al menos uno de ellos, percibido algo por lo cual no podrían estar de acuerdo en firmar. 

Agenda, que compromete a todos los países y partes interesadas a 1) poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo; 2) poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible; 3) garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades; 4) garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos; 5) lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas; 6) garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos; 7) garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos; 8) promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos; 9) construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación; 10) reducir la desigualdad en los países y entre ellos; 11) lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles; 12) garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles; 13) adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; 14) conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible; 15) proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad; 16) promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas; y, por último, 17) fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. Objetivos acompañados de 169 metas, que, aunque ambiciosas, muy ambiciosas, señalan un camino planetario que la Humanidad, por su misma supervivencia, ha de seguir.

Ha de destacarse la participación activa de quien quiso estar presente en tan memorable asamblea. El Papa Francisco, por cuya presencia la bandera del Vaticano fue izada por vez primera, en 70 años, en la sede de las Naciones Unidas. Francisco resumió su pensamiento manifestando: «Alzo mi voz junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial, es una importante señal de esperanza”. Garantía de que, no se equivocaron las 193 naciones que, en forma unánime, acogieron tan trascendental declaración. Propio a su forma de involucrarse en las tareas en pro de la Humanidad, el Sumo Pontífice del catolicismo llamó la atención, en el sentido de que se debe actuar según lo suscrito. Francisco advirtió a la comunidad internacional sobre el peligro de caer en «un nominalismo que se quede en declaraciones«, cual práctica de «apaciguar las conciencias» con declaraciones solemnes y agradables, en lugar de hacer «verdaderamente efectiva la lucha contra todos los flagelos«.

La Santa Sede, por ejemplo, expresó su esperanza de que el indicador actual de pobreza extrema, aproximadamente un dólar al día pueda ir acompañado o sustituido, por indicadores más ambiciosos y más amplios, al tiempo que alertó a la comunidad internacional, sobre el peligro de pensar que «una sola solución teórica y apriorística proporcionará una respuesta a todos los desafíos». Y, para que no quedara duda alguna de la transparencia del texto de la declaración, también acogido por el Vaticano, se enfatizó en que, cualquier referencia a “género”, “igualdad de género” y empoderamiento de mujeres y niñas”, se entiende de acuerdo con el uso común y generalmente aceptado de la palabra “género” basado en el criterio biológico. Identidad masculina y femenina, que a su vez se ve reforzada por las numerosas referencias en la Agenda 2030 a ambos sexos”, dice el Vaticano. Se trata, pues, de un texto de consenso, que no produjera división alguna, entre las naciones y las creencias predominantes en el mundo, y que no se prestara, para segundas interpretaciones.

Asimismo, la declaración reconoce la independencia de todas y cada una de las naciones, en busca de su cumplimiento según sus legislaciones internas. Se fue parte de su creación y aprobación (ello para todas las naciones) pero, aun así, en cada país se puso en práctica según su derecho interno. En Costa Rica, por ejemplo, en un acto público realizado el 9 de setiembre del 2016, con la participación oficial de los presidentes de los tres poderes de la República (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), acompañados por el presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, los rectores de las universidades estatales, junto a representantes de gobiernos locales, del sector privado y de la sociedad civil, se firmó el «Pacto Nacional por el Avance de los ODS en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en Costa Rica». De esa forma, se asumió un compromiso, formal y público, para la consecución de la declaración de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, que conforman la Agenda 2030, cuya propuesta, de acuerdo a decreto ejecutivo posterior, no contiene trámites y requerimientos, como se aplican a los convenios internacionales. El artículo 1, determina que “Este decreto tiene como objetivo establecer una estructura organizacional para planificar, implementar y dar seguimiento en Costa Rica a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, en adelante «los ODS», y sus 169 metas conexas y a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, en adelante «la Agenda 2030».

Y es que, con la ejecución de la Agenda 2030, se busca poner fin a la pobreza y el hambre, hacer realidad los derechos humanos de todos, lograr la igualdad de género, el empoderamiento de todas las mujeres y niñas, y garantizar la protección duradera del planeta y sus recursos naturales. Sobre la pobreza extrema y el hambre, las estadísticas son apabullantes. Más allá de los 15 años de vigencia de la declaración, de ese compromiso mundial acogido por consenso, que rige hasta el año 2030, habrá que luchar intensamente para que las estimaciones para dos décadas después sean menos dramáticas. En cuanto a pobreza extrema, para el año 2050, esa cifra habrá alcanzado a 6.500 millones de personas, dos tercios de la humanidad, por lo que se reconoce que   no es posible, lograr un desarrollo sostenible sin transformar radicalmente la forma en que construimos y administramos los espacios urbanos, que favorecen esa inhumana tendencia. Así, uno de los objetivos, el de las “Ciudades Sostenibles”, juega un papel especial.

El rápido crecimiento de las urbes en el mundo en desarrollo, en conjunto con el aumento de la migración del campo a la ciudad, ha provocado un incremento explosivo de ciudades desbordadas por su crecimiento. Para 1990, se contaban 10 ciudades con más de 10 millones de habitantes en el mundo. Al momento de aprobar la declaración que nos ocupa, la cifra había aumentado a 28, donde viven en total, cerca de 453 millones de personas. Aunque, usted amigo lo conoce, no es un asunto exclusivo de esas inmensas urbes, pues en naciones subdesarrolladas como la nuestra, en esperadas diferentes proporciones, también lo vivimos.

Es casi una norma, que la pobreza extrema suele concentrarse en los espacios urbanos, creando así tareas específicas para los gobiernos nacionales y municipales, que tienen la tarea fundamental de mitigar, y ojalá acabar, técnicamente, con el desorden del uso del suelo.

La sostenibilidad de las ciudades implica garantizar el acceso a viviendas seguras y asequibles y el mejoramiento de los asentamientos marginales. También incluye realizar inversiones en transporte público, creación de áreas públicas verdes y mejorar la planificación y gestión urbana, de manera que sea participativa e inclusiva, según se ha de reflejar en planes que orienten el crecimiento de las ciudades hacia la periferia, acorde con la disponibilidad de recursos, como el fundamental abastecimiento de agua potable, el acceso a la energía y el transporte.

En la Agenda 2030, es determinante, por su innegable trascendencia, que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza; que, sin lograrla, no puede haber desarrollo sostenible. Por ello, la declaración plantea objetivos y metas, de carácter integrado e indivisible, que abarcan las esferas económica, social y ambiental. Ha de reconocerse, sin embargo, que la estrategia es muy dispar en su ejecución, cuando ha pasado casi una década desde su adopción, pese a que, al adoptarla, las naciones se comprometieron a movilizar los medios necesarios para su implementación, mediante alianzas centradas, especialmente, en las necesidades de los más pobres y vulnerables.

Finalmente, la Agenda 2030, implica un compromiso común y universal, no obstante, puesto que cada país se enfrenta a retos específicos en su búsqueda del desarrollo sostenible, los Estados tienen soberanía plena sobre su riqueza, recursos y actividad económica, por lo cual, cada uno fija sus propias metas nacionales de acuerdo con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Compromiso que, a nivel individual, nos invita a reafirmar el espíritu de solidaridad del pueblo para con sus semejantes miserables, teniendo muy presente el clamor del Papa Francisco, de que la AGENDA 2030, se constituya en “Un importante signo de esperanza”.

16.4.2024