¡Los marcianos llegaron ya!

Freddy Pacheco León

Y llegaron bailando ricachá, dice el chá chá chá de la gran orquesta Aragón. Extraterrestres que nos divertían, supuestamente con sus instrumentos, y que la gente, como era razonable, tomaba como broma, como fantasía. Ello antes del legendario y adorable ET, que ocupa un sitio importante, junto a la lista de las creaciones literarias de ciencia ficción de Isaac Azimov y Ray Bradbury, que, en tiempos de liceístas, leíamos con avidez fantasiosa, y que nos divertían, como eventualmente sucediera con la serie La Guerra de las Galaxias, que continuamos admirando.

Pero amigos, ahora en tiempos de la moda de la «inteligencia artificial», han proliferado aquellos que, en contraposición, hacen gala de una escasa «inteligencia natural», y que, al igual a los autores de ciencia ficción, de esa ciencia que no es ciencia, con hipótesis sobre las que no se puede trabajar metódicamente, pero que tienen fieles seguidores.

Resulta que, cuando algunas personas se enfrentan a maravillas arquitectónicas, escultóricas, culturales, astronómicas, matemáticas… ¡QUE NO PUEDEN COMPRENDER!, que son obras de milenarios y enigmáticos, pueblos antiguos, desenredan sus nudos de neuronas, proponiendo explicaciones simplonas que no demandan un mínimo esfuerzo mental.

Las más comunes, parten del supuesto, de que, por ejemplo, los aborígenes que habitaban nuestras tierras eran incapaces de pensar, de estudiar, de transmitir conocimiento, de crear obras artísticas y arquitectónicas, monumentales. Luego, aceptada esa falsa y hasta arrogante premisa, encuentran muy conveniente afirmar, sin mucho esfuerzo, que las líneas de Nazca, las gigantescas pirámides, el calendario azteca, los acueductos, los conceptos astronómicos, nuestras sublimes esferas de piedra…  SON OBRAS DE EXTRATERRESTRES. De seres de otros planetas que, ¡raros ellos!, solo viajaron hasta la Tierra, a construir «cosas», para que en el futuro se les recordara.

Marcianos o individuos de otros planetas o galaxias, que llegaron a trabajar en cosas específicas, que una vez construidas, dejaron en sus sitios, sin dejar evidencia alguna de su presencia. ¡Ni un vestigio!, ni un mensaje, ni una señal, ha jamás aparecido. Aspecto infranqueable para los neo científicos de ficción, que, (por si acaso lo adelantamos) acusan hasta de criminal, a todo aquél que los considera charlatanes, estafadores de ignorantes, vendedores de sueños.

23.4.24