22 de abril, Día Mundial de la Madre Tierra
Alberto Salom Echeverría
Todos los días son Madre Tierra
No creo que exista un solo día en el que nos podamos desentender de nuestro afán por rescatar al Planeta en que habitamos del calentamiento global que padece. La afectación derivada del cambio climático nos concierne a todos; no solo porque como especie somos responsables de haber instaurado el modelo industrialista consumista, que ha resultado tan depredador de la naturaleza, y por lo tanto “insostenible en producción y consumo”, sino porque cada uno de los 8.000 millones de personas que habitamos este “Planeta azul y verde”, sufrimos de una u otra manera el impacto del calentamiento de la Tierra, en particular el agotamiento de los recursos naturales y la rápida degradación ambiental que estamos experimentando en todo el orbe.
Es cierto que hay una jerarquía de responsabilidades humanas en el daño provocado al medioambiente. No obstante, estoy convencido que, sin la participación organizada de todos o de la mayor parte de los seres humanos, no conseguiremos detener la producción de gases de efecto invernadero, tampoco podremos lidiar con el creciente amontonamiento de todo tipo de desechos, en especial, con el vertedero de objetos plásticos que fruto de la inacción humana ha quedado acumulado en las cuencas de los ríos, cuyo curso indefectible son los océanos, mares y lagos. Sin el concurso consciente de las comunidades en todo el orbe, no será posible cambiar ese estilo de vida frívolo que se nos ha enquistado en nuestro comportamiento, indiferente a las calamidades ajenas; no seremos capaces de modificar la cultura del desperdicio, del consumo y descarte, ni la voracidad con la que estamos destruyendo los océanos, e igualmente hemos arremetido contra el bosque y la selva, donde con frecuencia lo único que queda es tierra arrasada; si no nos unimos con el propósito de salvar al planeta sucumbiremos en nuestro deber de rescatar los ecosistemas y salvar la vida en todo el orbe. Por todo ello, todos los días son Madre Tierra, todos los días han de ser 22 de abril.
Con ese afán, para enfrentar el calentamiento climático debemos promover políticas públicas que impulsen los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) a diversos niveles:
En el nivel del hogar y de la interacción social más íntima e inmediata, se trata de alcanzar un comportamiento individual consciente y protector de la familia y de la naturaleza, así como también debemos encontrar una nueva manera de conducirnos hacia los demás, colocando el respeto a la dignidad de todos los seres humanos como guía, descartando la violencia y otras conductas inapropiadas frente a nuestros congéneres. La educación para formar seres conscientes, capaces de incorporar una nueva forma de conducta humanista, conducente a adquirir valores de solidaridad, del respeto a la vida en todas sus expresiones, debe comenzar desde la más tierna infancia, tanto en el hogar como en la educación formal. La ONU nos impele a ahorrar energía en casa, reduciendo al máximo posible, el uso de la calefacción y los aires acondicionados, sustituyendo los onerosos gastos en electricidad por bombillas “led”, usando electrodomésticos de bajo consumo, reemplazando el uso de la secadora de ropa por el tendido de esta para aprovechar el sol y el viento. En el lavado hay que usar el agua fría. En breve, nos recomienda la ONU en los ODS, debemos inspirar a las personas a adquirir “hábitos sustentables, reducir la huella de carbono y llevar adelante acciones individuales y colectivas para el cuidado del medioambiente. Nuestra misión -prosigue la imploración- es despertar al explorador que todos llevamos dentro, porque creemos que cuanto más nos relacionamos con la naturaleza y el planeta, más entendemos la importancia de preservarlo.” (Cfr. “Día de la Tierra” nationalgeographicla.com, publicación actualizada el 8 de abril del 2024).
Un segundo nivel es el comunitario, fuertemente entrelazado con el anterior. Las comunidades deben propender hacia la eco sustentabilidad (comunidades eco sustentables o comunidades ecológicas). Ello implica mejorar el clima de relaciones de los seres humanos que habitan una comunidad consigo mismos y con su entorno. Muchas de nuestras comunidades se han convertido en lugares donde concurrimos a dormir exclusivamente. En las grandes zonas urbanas, las comunidades se han visto fagocitadas, devoradas por las ciudades, perdiendo el sentido de ser para sí mismas. Se descuidan las áreas deportivas y culturales, se ha perdido el sentido estético de los barrios y ya casi no se trabaja por lograr que la naturaleza se conserve y prospere en el entorno urbano; en muchas partes se ha abandonado el cuido de los parques, mucho menos existe una preocupación por el paisaje urbano de común acuerdo con las municipalidades y, menos todavía se vela por crear buenos hábitos de convivencia entre los jóvenes y fomentar en ellos y en la misma población adulta el sentido de pertenencia a la comunidad. De ahí que, la niñez crece prácticamente a la deriva, a expensas de sí misma. Puesto que la energía es el sector que más contribuye a contaminar el ambiente con gases de efecto invernadero, es indispensable consolidar un riguroso programa de políticas públicas que impulse el uso de medios de transporte colectivos sustentables, las investigaciones para usar la locomoción por medio de hidrógeno están abriendo una amplia perspectiva que se debe continuar explorando. Es necesario insistir en la construcción del tren eléctrico metropolitano, para obviar tanta contaminación con diésel y gasolina. La población debe ser consciente de los desplazamientos que producen más contaminación para sustituirlos; por ello se debe, volar menos, hacer un mayor uso del tren eléctrico, y, donde se pueda, usar la bicicleta, e inclusive caminar. Es recomendable reemplazar, lo más posible, las reuniones presenciales por virtuales.
En las comunidades rurales se ha abandonado casi por completo el interés por rescatar, mantener, o recrear su sentido etnocultural, su origen, sus lenguas originarias, o sus costumbres ancestrales. Esto es de vital importancia para fomentar entre ellas el sentido de la identidad como descendientes de los pueblos originarios que, es lo que da fuerza y permite una relación más fecunda con otras comunidades aledañas, e inclusive con el conjunto de la sociedad nacional. Se debe fomentar entre las comunidades rurales el cuido de la naturaleza y en particular de las cuencas hidrográficas, no solamente las de su entorno inmediato, sino las del territorio más extenso; lo anterior implica una simbiosis, o una más intensa relación con su vecindario, o pueblos hermanos, tanto los que se alojan aguas arriba de la cuenca como en la parte baja, a fin de preservar, merced a su unidad, la salud de las aguas que los abastecen y de las que se sirven para todos los demás menesteres de la existencia. La unidad también favorecerá la capacidad de las comunidades para poder reforestar conjuntamente las cuencas y defenderse de la amenaza por parte de todos aquellos forasteros y ladinos que los invaden para arrebatarles las tierras que han sido suyas por tanto tiempo. En el ámbito del consumo sustentable, urge fomentar las dietas de origen vegetal, como frutas, verduras y legumbres. Se debe reemplazar el uso de la ganadería extensiva que roba terreno a los bosques y además, en el caso de la ganadería es productora de gas metano de efecto invernadero.
El tercer nivel es también concéntrico con los dos anteriores. Entre más progreso en el sentido de un desarrollo sostenible y sustentable con la naturaleza en los tres niveles, más fecunda será la relación entre ellos y mayor sentido se forjará para crear al fin, una nacionalidad con identidad propia y sentido de pertenencia a la Madre Tierra; ella cobijará y auspiciará en su seno, una multiplicidad de culturas que han pervivido a lo largo de los años dentro de un mismo territorio. La posibilidad de sentar bases sólidas para continuar prohijando una sociedad pluricultural, regida por una convivencia civilizada, con justicia social y equidad, pasa por afianzar entre todas las comunidades que cohabitan un mismo territorio, el respeto por la Naturaleza. Solo así se fortalecerá una consciencia plena acerca del imperativo de adoptar un desarrollo sostenible u sustentable que contribuya a mitigar los efectos perniciosos del calentamiento de la atmósfera y el cambio climático. En este nivel, es insoslayable avanzar en la sustitución de energía basada en el uso de combustibles fósiles por energías limpias. Insisto, como lo he explicitado en otros artículos, el período de transición debe querer decir que, el país gana terreno encaminándose hacia la neutralidad en carbono. En tal virtud, no resulta para nada conveniente invertir en la exploración y explotación de fuentes de producción basadas en hidrocarburos, en el caso de que las hubiere.
Conclusión
El mundo está atravesando por un período crítico en muchos aspectos. Desde luego que es deseable acabar con el mundo regido por la unipolaridad, basada en el dominio de una sola gran potencia, como ha sido el actual, donde los Estados Unidos ha sido esa potencia preponderante, que impera en solitario, al menos desde la caída de la Unión Soviética. Es mucho más ventajoso enrumbarnos hacia la multipolaridad; no obstante, estamos pagando un precio muy caro por la obstinada resistencia de los Estados Unidos y demás países de la OTAN a ceder en ese terreno.
En el mundo hay entre 720 y 811 millones de personas con hambre. Al mismo tiempo, hay un desperdicio de 1.100 millones de toneladas de alimentos vegetales al año, equivalentes a un 19% de la producción total de alimentos vegetales. Por otra parte, se desperdician 175 millones de toneladas al año de alimentos de origen animal.
Son intolerables las guerras y la tensión que vive la humanidad merced a la amenaza de que otros conflictos de la envergadura de los de Ucrania y Gaza, puedan estallar en un futuro cercano. Mientras tanto, las naciones del mundo no están logrando cumplir con las metas de los acuerdos de París del 2015 en materia de cambio climático, ni tampoco con las de la COP 28 más reciente de Dubái.
Un país pequeño como Costa Rica, pero grande en sus tradiciones civilistas, puede y debe seguir dando el ejemplo, en cuanto a la reducción de carbono, tal como se obtuvo en el 2019, en el gobierno de Carlos Alvarado, cuando se le otorgó al país por parte de la ONU, el premio de “Campeones de la Tierra”. De la misma manera, debemos seguir manteniendo una adhesión irrestricta al principio de resolución pacífica de los conflictos en la arena internacional. Nuestro país no debe perder esa ruta, que nos ha dotado de tanto prestigio a nivel mundial. Hay que persistir en ese camino, lo mismo que en cuanto a nuestro apego a cambios sociales sin violencia para obtener la justicia y la equidad. Es la mejor manera de celebrar el día mundial de la Madre Tierra.
Alberto Salom Echeverría, calentamiento global, cambio climático, Día Mundial de la Madre Tierra, eco sustentabilidad, medio ambiente