¿Cómo reducir la violencia en la población joven?

Ante el incremento de los hechos de violencia protagonizados por personas jóvenes en el país,  la reacción pública tiende a inclinarse por demandar medidas represivas. ¿Son efectivas esas medidas? ¿cuáles son las acciones más eficaces para reducir la violencia y la criminalidad entre la población juvenil?

Especialistas respondieron estas preguntas, desde un abordaje integral, durante el conversatorio virtual “Violencia y personas jóvenes: bienestar y cambio social”, organizado  por la comisión de la Política Institucional de la Niñez y Adolescencia de la Universidad Nacional, el pasado 8 de setiembre.

“Reconocemos que la violencia es multicausal y por ello es importante tener acercamientos desde diferentes enfoques, afirmó Kattia Castro, moderadora de la actividad e integrante de la comisión. 

En esa línea, Rafael Segura, magistrado de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia y coordinador de la subcomisión Penal Juvenil del Poder Judicial, tituló su exposición “Negación de derechos y violencia en la adolescencia”. “Sabemos que familia, escuela, iglesia y comunidad son elementos importantes para estructurar el comportamiento de la persona, pero si no existe familia protectora, si no existe una educación formal por medio de una escuela, si no hay ni siquiera un paliativo como es la iglesia y la comunidad, entonces qué podríamos esperar del comportamiento de esas personas”, cuestionó Segura, quien ejerce su labor también en el Tribunal de Apelación de Sentencia Penal Juvenil, el cual atiende—como última instancia—lo relacionado con los menores de edad que cometen delitos a nivel nacional.  

En cuanto a los jóvenes en conflicto con la ley—población especialmente excluida—el magistrado reconoció las precarias condiciones de alimentación e infraestructura, entre otras, que enfrentan en los centros de reclusión. Pese a las grandes limitaciones económicas de parte del Estado, considera que dentro del Poder Judicial se realizan esfuerzos por brindarles educación y visibilizar los esfuerzos de esta población por seguir adelante. 

Para  Segura, las medidas represivas no son efectivas para reducir la criminalidad y la inseguridad. “Si no hay oportunidades, no hay forma de que los muchachos salgan con una visión diferente de la que abandonaron al momento de entrar a prisión”, subrayó.

Basado en estudios científicos, Pablo Chaverri, académico del Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y la Adolescencia (Ineina) y coordinador de la Política Institucional de Niñez y Adolescencia de la UNA, confirmó que medidas como penas de cárcel más fuertes, acceso y tenencia de armas, e incremento de policías en las calles, no conducen a la reducción del crimen ni la inseguridad.

“Para entender el desarrollo del comportamiento antisocial debemos ver a las personas dentro del contexto social en que se han desenvuelto; a mayor exclusión y desigualdad, más posibilidades de involucramiento en comportamientos antisociales y actividades delictivas”, advirtió Chaverri.

Combate causal de la violencia

Como pedagoga y docente de un centro educativo con población urbano-marginal, Claudia Guerrero se refirió a lo que se vive día a día en estas escuelas. “Veo a la fecha que hay población en condición de violencia y de riesgo y que siguen estos niños poniéndole el pecho a las balas, no solo de forma metafórica sino también real”, advirtió.

Casos  reales—con nombres ficticios—como el de una menor impactada por una bala perdida o dos hermanos que presenciaron el asesinato de su papá, o un menor víctima de violencia física en su hogar, provoca que Guerrero cuestione: ¿qué hacemos con esta población que viene de hogares conflictivos?.  

“Quiero apelar a una política integral de combate causal de la violencia, que evidencie una visión progresista de un sistema preventivo que ataque las causas que ponen en riesgo a estas poblaciones que habitan en las aulas costarricenses”,  enfatizó la docente.

Por su parte, Pablo Chaverri—académico del Ineina-UNA— con base en estudios científicos, propone las siguientes medidas que han demostrado ser efectivas para avanzar hacia la reducción de la violencia y generar bienestar:

-Estimulación psicosocial temprana – Estudio longitudinal (Gertler et al., 2015), realizado en Jamaica, encontró que aquellos niños cuyas madres recibían entrenamiento en técnicas sencillas de estimulación psicosocial como el juego, la interacción, la conversación, la lectura, cuando son adultos tienen ingresos de cerca de un 25% superior a sus pares que no recibieron este tipo de intervención.

-Programas educativos para la crianza positiva- Estudio realizado en 2018 por el INEINA-UNA, evidenció que los programas educativos para la crianza positiva logran reducir el uso del castigo físico y además logran aumentar el grado de satisfacción de padres y madres en el ejercicio de la crianza.

-Entre más temprana la inversión, mejores resultados-  El Estado debe procurar que desde los inicios de la vida de las personas, ellas cuenten con los diferentes servicios y apoyos que requieren, puesto que entre más temprano intervenimos en la vida de las personas, mejores tienden a ser los resultados a largo plazo y entre más tarde llegamos en la vida de las personas, más difícil es desarrollar habilidades, conocimientos, aptitudes y valores positivos.

-Sistemas interinstitucionales robustos- Una medida estructural muy importante es que tengamos sistemas institucionales e interinstitucionales robustos, donde las diferentes instituciones vinculadas a la niñez y adolescencia y juventud puedan articular esfuerzos de manera estratégica para que puedan apuntar a las diferentes causas y factores predictores de fenómenos de violencia y exclusión social.

“Estamos hablando, en síntesis, de que sí podemos transformar los círculos perversos de exclusión cultivando círculos virtuosos de inclusión, donde generemos más desarrollo integral, mayores niveles de aprendizaje y, en consecuencia, personas jóvenes y adultas más calificadas, con más habilidades socioemocionales y que tengan no solamente mejores perspectivas laborales, sino también mejores habilidades para la vida, mayor capacidad de resiliencia y de manejo de diversas dificultades que se puedan encontrar en la vida”, subrayó Pablo Chaverri, académico de la UNA y coordinador de la Política Institucional de Niñez y Adolescencia.

 

Compartido por Oficina de Comunicación, UNA.