Don Pepe y la Multipolaridad

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez Núñez.

En la historia reciente de Costa Rica, pocas figuras han dejado una marca tan indeleble como José Figueres Ferrer, «Don Pepe”, como de cariño se le dice. Su legado no solo reside en su papel decisivo en la abolición del ejército tras la guerra civil de 1948 y la fundación de la Segunda República, sino también, en la configuración de una política exterior valiente y visionaria que ha permitido al país mantener relaciones constructivas con diversas naciones, independientemente de su alineamiento con las grandes potencias, y en medio de aquella compleja coyuntura conocida como la Guerra Fría. Don Pepe se caracterizó por tener, sin lugar a dudas, una visión política adelantada a su época.

Don Pepe entendió que la verdadera independencia y el desarrollo soberano de una nación pequeña como Costa Rica, dependían de su capacidad para mantener una política exterior flexible y pragmática. Este enfoque se centraba en establecer y mantener relaciones diplomáticas y comerciales con una amplia gama de países, evitando así caer en la trampa de las alianzas exclusivas o los juegos de poder y amenazas impuestas por las grandes potencias de aquel momento.

El caso más emblemático y sobresaliente de esto que menciono fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el año 1972, durante su tercer mandato. Don Pepe, como estadista y líder audaz, demostró una valentía notable al desafiar las tensiones de la Guerra Fría, esta postura no solo fue un acto de coraje, sino, asimismo, de astucia política y visión de largo plazo, lejos del calor de la coyuntura en un período dominado por la confrontación ideológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El 24 de enero de 1972, San José recibió al Embajador Soviético, Vladimir Kazimirov, recientemente fallecido por cierto, marcando la apertura de la primera embajada de la URSS en territorio centroamericano. Este evento histórico y revolucionario, si se quiere, simbolizó un cambio significativo en la política exterior de Costa Rica y reflejó la convicción de Don Pepe de que el diálogo y la cooperación internacional eran esenciales, incluso con naciones de sistemas políticos radicalmente diferentes al costarricense. Por su parte, nuestro primer embajador en la URSS fue el señor Fernando Berrocal, quien tuvo el honor y la responsabilidad histórica de echar a andar las relaciones de nuestro país con Moscú en tierras soviéticas.

Además, Don Pepe no se limitó a establecer vínculos con la Unión Soviética. Su administración extendió relaciones diplomáticas a otros ocho países de la órbita socialista, reafirmando su compromiso con una política exterior inclusiva y plural. Esta postura no solo diversificó las alianzas internacionales de Costa Rica, sino que también mostró al mundo la independencia y soberanía de la nación en la arena global. La valentía de Don Pepe en estos actos continúa siendo un testimonio de su liderazgo visionario y su capacidad para navegar en medio de complejas dinámicas internacionales en pos del beneficio de su país.

Hoy, el mundo parece estar viviendo una nueva Guerra Fría 2.0. La actual contradicción ha dejado de ser ideológica para convertirse en geopolítica y comercial. En este escenario, el bloque globalista liderado por el Occidente colectivo y caracterizado por un enfoque unipolar, con Estados Unidos y la OTAN a la cabeza, se enfrenta a una visión multipolar del mundo. En esta visión alternativa, Rusia, China, India y otros países están adquiriendo un papel cada vez más prominente a diversos niveles, desafiando el liderazgo occidental en todos los planos. Estos actores se atreven a proponer un orden internacional alternativo, donde su amplia participación se convierta en un elemento clave para la construcción de dicho orden.

Esta realidad geopolítica en el contexto de la política exterior costarricense actual, implica en primer lugar retomar nuestra postura estratégica de neutralidad, promulgada el 15 de septiembre de 1983 por el presidente Luis Alberto Monge Álvarez. En segundo lugar, conlleva la capacidad de relacionarse y cooperar con múltiples actores en el escenario internacional. Esta estrategia no solo diversifica las opciones de cooperación económica y desarrollo del país, sino que minimiza la dependencia de cualquier potencia en particular, brindándonos un mayor margen de maniobra en todos los sentidos.

En un mundo cada vez más interconectado y lleno de tensiones geopolíticas, la habilidad de maniobrar entre diferentes polos de poder se convierte en un activo invaluable para una nación pequeña y sin ejército como Costa Rica. Alinear nuestra política exterior exclusivamente con una sola potencia sería el peor error histórico que podríamos cometer. Costa Rica ha ejemplificado este enfoque a través de su historia reciente, manteniendo relaciones diplomáticas y comerciales con países de todos los continentes, incluidos aquellos con sistemas políticos y económicos muy diferentes. Por ejemplo, Costa Rica ha sabido balancear sus relaciones con Estados Unidos, una potencia histórica en la región, mientras fortalece lazos con países emergentes como China y Emiratos Árabes, y al mismo tiempo, mantiene vínculos estrechos con naciones europeas y latinoamericanas en el marco de una diplomacia basada en el respeto mutuo y la cooperación.

El Pragmatismo en la Política Exterior de hoy es la clave

El pragmatismo ha sido otro pilar de la política exterior costarricense heredada de aquella amplia visión de Don Pepe. Este enfoque implica tomar decisiones basadas en el interés nacional y en las oportunidades concretas de desarrollo, en lugar de seguir ciegamente ideologías o alineamientos geopolíticos. Así, Costa Rica ha sido capaz de sortear las dificultades y aprovechar las oportunidades que surgen de su posición estratégica y de su reputación como un país pacífico y estable.

Un ejemplo reciente de este pragmatismo es la incorporación de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Este paso no solo ha abierto nuevas oportunidades de inversión y cooperación internacional, sino que ha reforzado el compromiso del país con la transparencia y las buenas prácticas en la administración pública y la economía.

El enfoque “no alineado” que Don Pepe implementó en su momento es una estrategia que podríamos retomar en el actual contexto de confrontación geopolítica y ante las puertas de un nuevo orden multipolar. En un mundo donde Asia se ha convertido en el epicentro de los negocios, la innovación y el futuro, y donde surgen nuevas formas de integración económica con un potencial enorme, este enfoque ofrece oportunidades significativas para Costa Rica y todos los países del sur global.

Económicamente, la visión pragmática de Don Pepe de las relaciones internacionales ha permitido a Costa Rica diversificar sus mercados y atraer inversiones de diversas fuentes. Políticamente, ha otorgado al país un grado de independencia que le permite tomar decisiones soberanas sin la presión de alinearse con una potencia dominante. Diplomáticamente, ha consolidado la imagen de Costa Rica como un actor confiable y respetado en la arena internacional.

La historia de Costa Rica y su política exterior es un testimonio de cómo una visión política clara y una estrategia pragmática pueden abrir posibilidades y construir un futuro próspero, sin que ello implique entrar en contradicción con nuestros principios, como muchos erróneamente argumentan. Siguiendo los pasos de Don Pepe, Costa Rica ha demostrado que es posible estar bien relacionados con todos los actores internacionales, sin caer en los juegos de poder de las grandes potencias. Este enfoque ha contribuido al desarrollo y la estabilidad del país, así como ha convertido a Costa Rica en un ejemplo a seguir en materia de política internacional contemporánea.

Ante la coyuntura actual de esta nueva Guerra Fría 2.0, surgen dos preguntas cruciales: ¿cómo actuaría Don Pepe en este escenario? y ¿cómo actuarán quienes dicen ser los herederos de su pensamiento y práctica política?