El señor Presidente

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Tuve muchas dudas de como titular este artículo; pensé en: “el psicópata”, “el narcisista”, “el autócrata”, “el desbocado”, “el incendiario”, “el creador de odios”, y hasta en “el ignorante” y “el loco”, sin faltar lo de mentiroso y misógino, adjetivos con que los costarricenses califican, cada vez con más acritud, a Rodrigo Chaves Robles; pero en definitiva me incliné por el que es, legalmente: el Señor Presidente de nuestra abatida Patria.

Después de escuchar su discurso el pasado martes 16 de marzo en Limón, lo primerio que se me vino a la mente fue preguntarme: ¿este señor tiene idea de lo que significa la dignidad del cargo que ejerce, por lamentable designio de una minoría de costarricenses?

Lo primero que debería demostrar es el respeto a la Constitución Política y las leyes que juró defender, obedecer y acatar. Pero resulta que no lo hace y cuando una norma legal le impide sus desafueros, entonces se exhibe furibundo, una y otra vez, alegando que no lo dejan gobernar, hasta dando la apariencia del “pobrecito”, para atraerse la simpatía de los incautos o los desconocedores de la verdad; cuando en la realidad no es más que un perjuro, que incumple lo que juró defender sobre una Biblia que fue a comprar para, nuevecita, hacerlo expresamente sobre ella y el texto constitucional.

Ese presidente, con aires autocráticos, ha tenido actitudes violentas contra toda institución que ha enfrentado sus irresponsables actitudes y deseos descontrolados para que, junto con él, ministros y diputados serviles, sean cómplices de violar el ordenamiento jurídico del país. Y cuando le han dicho NO, desde los rectores de las universidades, magistrados y jueces, fiscales y la señora Contralora General de la República, y los propios ministros y presidentes ejecutivos nombrados por él, que se atrevieron a poner en tela de duda sus órdenes, ha llovido sobre ellos rayos y centellas y hasta la guillotina, en el último caso, pues los considera sus obsecuentes servidores.

En esos casos y en otros, para justificar su enojo irracional y su soberbia, cita con nombres y apellidos a los funcionarios, detalla sus salarios como si ellos se los hubieran auto impuesto, también hace mención de supuestas comodidades en sus despachos y utiliza el sarcasmo como oprobiosa arma para mofarse de ellos y así crear una corriente de simpatía hacía él, pero de odio y rencor hacia los otros. Se debe reconocer que, en el uso de ese instrumento histriónico comunicacional, es en lo único que es un maestro.

Por otra parte, su deseo permanente de aparecer con aires de superioridad y deseos de recibir la admiración de los demás, el desprecio hacia personas que cree menos importantes o para disminuirles su nivel, recibir un trato especial donde vaya y hasta como recorre las vías públicas del país, rodeado de guardaespaldas y caravanas y sirenas estridentes y la arrogancia de creerse el mejor de todos, son signos inequívocos de su narcisismo enfermizo. Lo anterior, combinado con las características de un psicópata, como su capacidad de mentir y manipular, para lo que le sirve su única capacidad de empatía, la cognitiva, pues le permite comprender las ideas de los demás para manipularlos y considerar que solo es bueno lo que a su juicio lo es para él, que es definido por sus propias reglas, por lo que rechaza otras las normas generales, morales o legales, que son aceptadas por los demás Si se suman estas dos características, que se encuentran en la personalidad del Señor Presidente Chaves, lo convierte en una especie de coctel molotov, peligroso e incendiario.

En su desaforada arenga a los limonenses, más propia por su tono y fondo de un mal orador de plaza pública en plena campaña política, Rodrigo Chaves cumplió con todas las características anteriores: mintió sobre la negativa de la Contraloría al proyecto de la marina, tanto que minutos después con documento en mano, la Contralora lo desnudó, en sentido figurado, exponiendo sus rubores.

Como si fuera poco, Chaves se paseó por aquel salón limonense atestado de ciudadanos de la provincia, que fueron llevados en transportes pagados por las municipalidades, micrófono en mano gritando, si gritando a todo galillo:

– “¡Van conmigo o vamos solos, no los oigo Limón…! ¡No los oigo – reitero – Juntos!… ¡juntos!… Oigan en Cuesta de Moras, oigan en la Sala Cuarta… me van a mandar a callar por incendiario… no… ¡¡si no hacemos esto lo que se va a incendiar es Limón y el resto del país…!!”

Si el Señor Presidente ofreció y advirtió con incendiar el país, irrespetó a todas las normas legales habidas, y a dos víctimas inocentes de la violencia limonense cuando dijo: ¡van a empezar a contar los muertos! Y, al día siguiente en su show de los miércoles dijo: ¡vayan contando, van dos!

Es posible que cuatro diputadas presentes aquel día en Limón ni se ruborizaran, la dignidad no es una cualidad que se compra como si fuera un “rice and beans”; o los que fueron la víspera a arrodillarse para pedir su consentimiento para aspirar a la presidencia de la Asamblea Legislativa, ignorando el fundamental principio de la independencia de poderes, ahora sintieran algún dolor en sus rodillas; o que la mayoría de la fracción de la “Nueva Unidad” aplaudiera y justificara semejante bochorno y que el colofón de este sainete chavístico, fuera una carta de respuesta a Rodrigo Arias mofándose y tratándolo de demagogo, por rechazar un almuerzo en Zapote; todo eso es posible, en este país que se nos desgrana. Cada vez me convenzo más que la frase de Víctor Hugo: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”, está plena de razón y verdad.

Lo que no puede ser, y eso si me consterna, es que dentro de un año y medio aparezca otro trastornado que rodeado de banqueros, abogados y políticos corruptos alquilen de nuevo otro taxi o un uber electoral, y montados en el engaño, la mentira, la demagogia más pueril, lleven de nuevo a Zapote a un Señor Presidente autócrata, mentiroso, psicópata, narcisista, desbocado, creador de odios, ignorante, misógino, loco e incendiario…sería demasiada la pasividad, indiferencia e irresponsabilidad ciudadana; pero no quisiera pensar que aquel decir “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” también puede ser cierta.