Marlin Ávila
Finalmente el gobierno de Barak Obama da el paso añorado por la ciudadanía de nuestro continente, combatir frontalmente el flagelo del narcotráfico que tanto daño nos ha hecho por más de cinco décadas.
Si revisamos la prensa internacional podemos enterarnos que lo que acontece en Honduras desde mediados de septiembre no es producto de las decisiones políticas locales, sino de una estrategia tejida desde la Casa Blanca y el Pentágono, incluido el Comando Sur y todas las instancias de inteligencia estadounidenses. Desde luego, la aplicación de su estrategia incluye los acuerdos bi y multilaterales con los gobiernos al sur de su frontera. Una estrategia de esta envergadura no se construye en un mes o dos. Menos cuando se trata de un país que por norma no improvisa sus intervenciones en el exterior. Es decir, la estrategia ahora en ejecución se tuvo que haber preparado en no menos de seis meses atrás. Es posible que algunos eventos ocurridos antes de septiembre hayan estimulado su pronta aplicación, como lo fue el éxodo de niños y niñas centroamericanas hacia los Estados Unidos; así como las masacres y asesinatos selectivos en casi toda la región centroamericana y, posiblemente el contexto electoral de ese país.
Desde Perú hasta México se han intensificado las detenciones de capos de la droga, incluyendo algunos casos dentro de la frontera de Estados Unidos con México. En los últimos diez días se han detenido a 10 narcos en Perú, 14 en Ecuador; una red de 4 nicaragüenses con grandes fortunas en el pacífico de Nicaragua, además de otro nicaragüense junto a una costarricense en otro sitio de ese país; en El Salvador acusan a un diputado de estar vinculado a la narcoactividad; el martes anterior extraditaron de Guatemala a Byron Linares Cordón, segundo de una de las organizaciones ligadas al tráfico entre Honduras y México; en ese mismo país vecino, el 23 de septiembre detuvieron a otro de los grandes capos denominado López Morales; y, en Chiapas agarraron a la guatemalteca Hortensia Gottón, “La Tana”, considerada una gran traficante entre Centro América, México y EUA. En México es donde el narco ha afectado hasta lo más profundo de su institucionalidad por considerarse un Narco Estado, más cooptado por ese flagelo que Honduras y Guatemala, a diario se están capturando los líderes de los diferentes carteles, así como a policías, militares y autoridades civiles vinculados a esas organizaciones del crimen organizado. El sábado 11, cayó Juan Francisco Sáenz, jefe del cartel del Golfo, el 9 cayó Vicente Carrillo o Viceroy, recientemente detuvieron al nuevo líder del cartel de Sinaloa, Hector Beltran, y así va la larga lista.
De esta manera se va desarrollando la remetida coordinada con los gobiernos de América del Sur. No está muy claro a cambio de qué nuestros gobiernos aceptaron este combate frontal contra los líderes de la droga, puesto que algunos gobernantes podrían estar o haber estado con algunos vínculos a ellos. Dado que un combate de esta magnitud trae consecuencias dolorosas a algunos actores institucionales, como las dos fiscales asesinadas el viernes 10, por la noche, en San Pedro Sula, quienes se ven obligadas a aplicar la ley, y dado que pueden seguirse realizando masacres y desapariciones como las recientes en Guerrero, México; y, los asesinatos cotidianos en Honduras, debemos estar conscientes del efecto inmediato que esta estrategia puede tener. A sabiendas que las organizaciones del narco son un fenómeno al cual se le corta su cabeza, pero le surge una nueva casi de inmediato, esperemos que la inteligencia estadounidense reconozca los costos sociales y humanos. También hay costos económicos, motivo de otro artículo.
Es evidente que los presidentes al sur como al norte podrían ser re-elegidos sin más que seguir aplicando la estrategia con el apoyo estadounidense, así seguir recibiendo las felicitaciones de la DEA, CIA, Comando Sur y hasta del mismo Barak Obama, por haber realizado al pie de la letra el manual. La incógnita sigue siendo si se garantiza el éxito, no por el número de capos encarcelados pero por el desmantelamiento real y total de las organizaciones criminales.
Es evidente que el Partido Nacional hondureño se adjudica desde ya todos los créditos por los golpes dados a dos decenas de capos. Desde ahora están sus líderes cantando gloria y proponiendo la reelección del Presidente Juan Orlando Hernández. No obstante, el problema tiene muchas dimensiones, es sumamente complejo, por lo que se debe esperar, no solamente sus efectos inmediatos pero su impacto en esta empobrecida y ensangrentada Honduras.
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