La baja del dólar: sus implicaciones para la economía costarricense

Luis Paulino Vargas Solís

La baja del dólar contribuye a la reducción del precio de los combustibles, lo cual libera poder adquisitivo que la gente podría utilizar incrementando sus compras de consumo, a la vez que ello alivia los costos de las empresas. Y, sin embargo, es muy posible que el efecto estimulante que ello pudiera tener, es mucho menor de lo que, de entrada, podría creerse, puesto que, con mucha seguridad, una parte significativa de esa mayor demanda se desviará hacia las importaciones.

El caso es que la revalorización del colón frente al dólar no solo afecta la competitividad de las exportaciones y del turismo, sino que, asimismo, golpea a todas las actividades económicas que producen mercancías -desde las galletas y detergentes a los frijoles y el calzado- que compiten con productos importados. No esperemos que estos últimos tengan una gran rebaja, puesto que el comercio importador es un negocio controlado por oligopolios que están en posición de manipular los precios. Basta, en todo caso, con llevar las cosas a un nivel que ponga en aprietos a los productores nacionales y les robe mercado, hasta, eventualmente, sacarlos del juego.

Al abaratarse las importaciones, se abaratan no solo bienes importados que las personas consumimos, sino también insumos que las empresas requieren para producir. Resulta entonces que insumos que podrían producirse en el país, se importarán, lo que impide que se desarrollen nexos entre los diversos sectores productivos. Ello simplemente agrava el viejo problema del desmembramiento de la economía: no hay encadenamientos y, entonces, el sistema productivo costarricense, termina convertido en una tela deshilachada. Un ejemplo para ilustrar este punto: recientemente Dos Pinos anunció que sacará al mercado nacional una nueva marca de galletas. Solo que… las galletas no se producirán en Costa Rica.

Todo esto reduce sustancialmente, tanto el dinamismo de la economía como la generación de empleos.

La revalorización del colón frente al dólar es un problema viejo. Empezó a manifestarse en 2008, y se cronificó a partir de 2010. Lo acaecido en el último semestre ha sido, sin embargo, un movimiento abrupto, nunca visto antes.

Es necesario entender que la tasa de cambio colón-dólar es un precio demasiado importante como para dejarlo en manos del mercado. Necesitamos que sea estable y realista, sin movimiento descontrolados ni hacia arriba ni hacia abajo.

Y en cuanto a la revalorización crónica del colón, la única forma saludable y sostenible de resolverla es mediante una política industrial, destinada a elevar la productividad y modernizar y diversificar la economía. Lamentablemente eso está totalmente ausente de la agenda política nacional.