José Luis Pacheco Murillo
El país recibió una noticia que sacudió a todos pues no se esperaba que se diera algo así. La destitución del ministro de Obras Públicas y Transportes Luis Amador junto al director de Aviación Civil Fernando Naranjo.
Puede haber muchos elementos o quizá no los haya tanto, lo que sí resulta increíble y hasta inaceptable es la forma: destituir al mejor ministro de su gabinete por medio de una llamada telefónica y estando fuera del país con lo que le impide poder dar su versión de los hechos, es decir, ejercer su derecho de defensa. Eso, a mi juicio, no es ni justo ni apegado al derecho.
Las conjeturas sobre el fondo del asunto no se han hecho esperar. Decir que “hay indicios” de favorecer a una empresa quiere decir que se debió de haber escuchado al ministro para conocer su versión y saber si esos “indicios” tenían o no fundamento.
Hoy se dice que el ministro, ahora exministro, estaba tomando mucha fuerza en su pretensión de ser candidato a la presidencia y que eso no le gustaba ni al presidente ni a otros ministros y ministra, con pretensiones también. Es decir, había que descabezarlo y de paso enlodarlo en un tema de presunta corrupción. Si fuera así muy lamentable la forma utilizada.
Quien quita y eso pueda traer más bien un efecto contrario al perseguido. El señor Amador deberá de dar su versión y ya tendrá oportunidad de defenderse.
Creo que hubo precipitación en esta toma de decisión. Podrá haber motivos, pero debió de haberse dado a conocer que el señor Amador tuvo oportunidad de defenderse.
Dios quiera que esta decisión no afecte las obras públicas que se han venido desarrollando.
Estaremos atentos a lo que vendrá sobre este caso. Muchos se frotan las manos porque esto les servirá a sus propósitos.