Luis Paulino Vargas Solís
Al concluir 2014, la economía de Costa Rica acumula siete años consecutivos con un desempeño por debajo de sus estándares históricos. Aún si excluimos el bienio 2008-2009, en el que impactó la fase aguda de la crisis económica mundial, lo que observamos en el período subsiguiente (un quinquenio completo), es un desempeño mediocre que, con el paso del tiempo, tiende a deteriorarse de forma gradual. Ello se visibiliza en la evolución de diversos indicadores macroeconómicos, como el crecimiento del PIB o de las exportaciones. Pero salta a la vista, de modo mucho más dramático, al ver los datos sobre empleo, pobreza y desigualdad. En ese contexto el problema del déficit fiscal, como tantos otros en las actuales circunstancias, ha devenido crónico. Y es que, en efecto, si quisiéramos apelar a una metáfora médica, cabría entonces hablar de un complejo síndrome en el cual concurren simultáneamente una amplia gama de síntomas, todos los cuales empezaron a manifestarse en 2009 y, llegados a 2015, no dan signo alguno de mejoría cuando, en la mayoría de los casos, parecen deslizarse por una pendiente de gradual pero sostenido empeoramiento.
¿Una economía en depresión?
Tiene entonces sentido hablar de una situación de depresión de la economía costarricense, y ello desde dos perspectivas. Primero, porque, desde cualquier punto de vista que se le evalúe, el desempeño económico se sitúa claramente por debajo de sus tendencias históricas, incluso aquellas –más bien mediocres- del período neoliberal posterior a 1984. Segundo, porque, además, es una situación que tiende perpetuarse durante un dilatado período, el cual entra ya a su octavo año.
Pero si, además, ponemos atención al aspecto político de la cuestión, cabe entonces hablar de una nueva fase del Proyecto Histórico Neoliberal, la cual posiblemente arranca a las alturas de 2005-2006, pero cuyas consecuencias principales se hacen visibles en la etapa posterior a 2009 y hasta la actualidad. Esta nueva fase –a mi juicio la tercera en el devenir de ese proyecto histórico- está marcada por el predominio de los intereses del negocio financiero, lo cual a su vez se visibiliza en tres aspectos clave de la política económica: la política de objetivos de inflación por parte del Banco Central y, en relación con ésta, el manejo de las tasas de interés y del tipo de cambio del colón frente al dólar. Ahí se juega mucho de la suerte de la economía costarricense.
Dejemos claro esto último: tasas de interés y tipo de cambio son las dos herramientas que el Banco Central manipula para dar cumplimiento a sus metas inflacionarias. Y, a su vez, el logro de esos objetivos en materia de precios, como el comportamiento que en ese contexto adquieren las tasas de interés y el valor del dólar, claramente apuntan en un sentido: favorecer la rentabilidad del negocio financiero. Se facilita así que la banca obtenga recursos externos en dólares para alimentar los circuitos internos de crédito en moneda extranjera, como, más en general, se procura de esa forma mantener los flujos de capitales provenientes del exterior. A la vez que, con tasas de interés muy superiores al nivel de inflación, y con una diferencia sustancial entre tasas activas (las que se cobran sobre los créditos) y tasas pasivas (las que se pagan sobre los ahorros) se garantizan condiciones de elevada rentabilidad para las actividades financieras.
Todo ello, sin embargo, conlleva un costo muy alto, pues implica colgar al cuello de la economía real (no la puramente financiera) un ancla que la hace caminar a paso lento. De ahí, por otra parte, los gravísimos problemas del empleo, de los que resultan consecuencias ulteriores sobre la pobreza y la desigualdad, pero también sobre la situación fiscal, cuyo estado de crónico deterioro es principalmente reflejo de la debilidad subyacente de la economía. Aunque también es por entero razonable suponer que, de no ser por ese elevado déficit fiscal, el estancamiento económico se habría agudizado, incluso al extremo de la recesión.
Año 2015 ¿Cambiará esta situación? ¿Se recuperará la economía?
Un factor podría jugar a favor: el relativo empuje que la economía estadounidense ha adquirido durante el segundo semestre de 2014, supuesto que se sostenga durante el año que empieza. Ese país todavía representa cerca del 40% del total de las exportaciones costarricenses, y parte también importante de la inversión extranjera y del turismo que se reciben. Y, sin embargo, acontece que el resto de los centros económicos principales –Europa y Japón- siguen atrapados en un estancamiento del que no hay perspectiva alguna de pronta recuperación. Por su parte, las llamadas economías emergentes –con China a la cabeza- han perdido tracción de forma más que notable, y difícilmente tendrán una mejoría significativa en 2015. Estas condiciones más bien turbias podrían debilitar, eventualmente dar al traste, con la recuperación de la economía estadounidense.
Este escenario ha incorporado en meses recientes un factor adicional de complejización: la caída del precio del petróleo. La interpretación optimista señala que esto podría incentivar el consumo y, por esa vía, la recuperación. Pero hay un riesgo efectivo que se agudiza: el de la deflación. Ese es un fantasma que atormenta a Japón y causa angustia en Europa y del cual no está libre la economía estadounidense. Si la baja del petróleo agudizara la presión deflacionista, las consecuencias podrían ser realmente perversas.
Queda pendiente de dilucidar, además, cómo evolucionará la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense, particularmente respecto del momento en que empezarían a elevarse de nuevo las tasas de interés: quizá hacia el segundo semestre de 2015 o acaso hasta 2016. Sí es innegable que ello provoca tremenda inquietud ¿lo soportará la economía estadounidense?
En breve: la mejoría de la economía estadounidense podría transmitir algunos impulsos positivos que mejoren en algo el desempeño de la economía costarricense el año venidero, pero, dado el contexto mundial general, es poco probable que ello pueda representar ninguna mejora significativa.
Y, sin embargo, acontece que incluso en la improbable hipótesis de una coyuntura mundial especialmente favorable, ésta chocaría contra diques internos que aminorarían significativamente sus posibles efectos positivos. Ello es así en virtud del énfasis dominante de las actuales políticas económicas, las cuales, lideradas desde el Banco Central, se enfocan, como he explicado, en objetivos inflacionarios lo que, en la práctica, repercute en tasas de interés reales (descontada la inflación) muy altas y un tipo de cambio ampliamente sobrevaluado. Y aunque esto favorece al negocio financiero, en cambio frena la inversión productiva y la generación de empleos. Si esas condiciones no se corrigen –y por ahora no se avizora cambio alguno en la política del Banco Central- se vuelve difícil lograr una recuperación vigorosa, ni siquiera en condiciones mundiales más propicias que las actuales.
Si suponemos –como es razonable imaginar- que el Banco Central no modificará sus políticas, queda por considerar la posibilidad de que en el año venidero tenga lugar algún ajuste fiscal de relativa envergadura, lo cual no es descabellado dada la fuerte presión que el poder económico, la mayoría de partidos de oposición y los oligopolios mediáticos ejercen sobre el gobierno del presidente Solís. Si tal cosa ocurriera –un ajuste fiscal del orden del 1% del PIB según la fórmula mágica que Ottón Solís se sacó de su chistera- ello agregaría severas presiones recesivas sobre una economía que, de todas formas, anda muy debilitada.
Algunos posibles escenarios para 2015
De tal forma, y para resumir, propongo tres posibles escenarios básicos:
a) La economía estadounidense se mantiene en curso de recuperación; Europa y Japón se salvan de la deflación; el desempeño de las “economías emergentes” no se deteriora adicionalmente; ni la política monetaria ni la política fiscal en Costa Rica sufren modificación significativa. En tal caso, la economía de Costa Rica crecería en los alrededores del 4-5% sin avance apreciable en materia de empleo y pobreza.
b) Manteniendo las mismas condiciones anteriores, pero adicionando un ajuste fiscal significativo al interior de la economía costarricense. Esta crecería entonces en los alrededores del 2-3% con un deterioro adicional en el empleo (crecimiento de 1-2 puntos en las tasas de desempleo) y la pobreza.
c) Condiciones menos favorable a nivel mundial –incluso cierta agudización de las tendencias deflacionistas- y el mismo ajuste fiscal interno. Ello podría llevar el crecimiento a cero o negativo, con agravamiento significativo de los problemas de empleo.
Tomado del Blog “Soñar con los pies en la tierra” de Luis Paulino Vargas Solís.
http://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/search?q=La+econom%C3%ADa+de+Costa+Rica+en+2015
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